- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La Arquitectura Republicana
Teatro Colón, Bogotá.
Capitolio Nacional, Bogotá.
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Teatro Colón, Bogotá.
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Gobernación de Cundinamarca, Bogotá.
Estación de la Sabana, Bogotá.
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Gobernación de Cundinamarca, Bogotá.
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Gobernación de Cundinamarca, Bogotá.
El Palacio Departamental de Cundinamarca, concluido en 1933, fue proyectado por Gaston Lelarge y concluido por el ilustre arquitecto bogotano Arturo Jaramillo.
Capitolio Nacional, Bogotá.
Palacio Echeverri, Bogotá.
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Gobernación de Caldas, Manizales.
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Palacio Arzobispal. Manizales, Caldas.
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Manizales, Caldas.
Museo de la Policía. Bogotá.
Edificio Liévano, Bogotá.
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Popayán, Cauca.
Centro Histórico, Bogotá.
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Centro Histórico Bogotá.
Paraninfo de la Universidad del Cauca, Popayán.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
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Cartagena, Bolívar.
Medellín, Antioquia.
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Medellín, Antioquia.
Jockey Club, Bogotá.
Jockey Club, Bogotá.
Jockey Club, Bogotá.
Museo del siglo XIX, Bogotá.
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
El cambio más significativo introducido en la arquitectura colombiana por la vida republicana fue la demanda de edificios para alojar las instituciones estatales creadas por el régimen democrático y las entidades privadas que prosperaron con el nuevo régimen económico. Esta arquitectura, que no contaba con antecedentes en la arquitectura del período colonial, fue por tanto una “innovación” en el medio. Otro cambio importante pero mucho más sutil se produjo en la arquitectura doméstica, la cual inicialmente se transformó a partir de las tipologías heredadas de la Colonia y evolucionó hasta llegar a generar sus propias tipologías. Los cambios, como ya se ha planteado, tardaron años en consolidarse, de tal modo que las tipologías y los ejemplos más representativos sólo aparecen a finales del siglo XIX. En los estudios históricos se valora la iniciación de la obra del Capitolio Nacional en Bogotá, en 1847, como el hito más importante en la formación de la arquitectura oficial de la nueva república. Los planos del Capitolio fueron encomendados por el General Tomás Cipriano de Mosquera al arquitecto Thomas Reed, quien fue traído de Caracas especialmente para tal fin. Reed, un personaje interesante, nacido en la isla de Saint Croix en las Antillas, demostró con su proyecto un conocimiento profundo de la arquitectura neoclásica, adquirido en su formación en Inglaterra y Alemania. Reed puede ser considerado como el primer arquitecto republicano, no sólo por el momento de su llegada sino por la claridad de sus ideas políticas. Igualmente el Capitolio puede ser calificado como el primer gran edificio republicano y seguramente ejerció una fuerte influencia en los cambios estilísticos posteriores a su iniciación, a pesar de la tardanza de ochenta años en su terminación.
Entre 1850 y 1880 hay un período de transición en el que no se produjeron obras importantes. Fue, sin embargo, en ese lapso de tiempo cuando se sentaron las bases culturales para el desarrollo de una arquitectura más sólida, tanto en su construcción material como en su expresión estilística. A partir de 1880 y hasta 1930 se construyeron los principales edificios públicos y las casas que hoy forman el cuerpo principal de la herencia republicana. A través de la inversión estatal se promovió la realización de sedes de gobierno, teatros, edificios educativos, estaciones de ferrocarril, hospitales, mercados. Paralelamente se establecieron las nuevas tipologías de vivienda, en las que se manifestaron más abiertamente los cambios en el gusto social y las diferencias regionales.
El neoclasicismo, la corriente conceptual y estilística dominante en la arquitectura europea del siglo XIX, fue el enlace que dio unidad estilística a la arquitectura republicana colombiana pública y privada, institucional y doméstica. A través de un recorrido histórico bastante complejo, esa corriente se había impuesto en el panorama internacional de la arquitectura y era sostenida por un fuerte aparato ideológico y académico. Entidades educativas tan respetables como la Escuela de Bellas Artes de París, centro mundial del academicismo arquitectónico, fueron las encargadas de legitimar este “estilo internacional” y difundirlo por todo el mundo.
¿Qué era el neoclasicismo? Básicamente era una interpretación de la arquitectura llamada “clásica” griega y romana cuya formación histórica se remonta hasta el Renacimiento italiano, período en el que el retorno al pasado y más específicamente a la antigüedad clásica fue asumido como la única y verdadera expresión de la arquitectura. En el siglo XIX y tras largos debates, el neoclasicismo se estableció como la arquitectura legítimamente representativa del “poder”, cuyo valor simbólico era transmutable en un valor político y social. El historiador inglés Geoffrey Broadbent resume en el siguiente párrafo la ambigüedad ideológica de esta arquitectura: “Es curioso que políticos con intenciones diferentes como Jefferson y Napoleón hubiesen escogido el mismo tipo de arquitectura, aquella que llamamos (ligeramente) Neoclásica. Pero otros regímenes muy diferentes -del Fascismo al Marxismo- han seguido escogiendo el Neoclásico como su expresión política, ya muy avanzado el siglo XX”...5.
Algo del neoclasicismo temprano había llegado al territorio colombiano a comienzos del siglo XIX, por medio de arquitectos ilustrados como Fray Domingo de Petrés, autor de obras tan importantes como las iglesias catedrales de Bogotá, Zipaquirá y Chiquinquirá, y de Marcelino Pérez de Arroyo, autor del templo de San Francisco en Cali. Thomas Reed en el Capitolio demostró un dominio maduro del estilo, en el que se perciben influencias de los grandes neoclásicos europeos del momento y en especial de Karl Friedrich Schinckel. Arquitectos extranjeros llegados al país en los últimos años del siglo XIX, como el italiano Pietro Cantini y el francés Gaston Lelarge, trajeron consigo su formación académica y extendieron la influencia del neoclasicismo a través de sus obras y de la formación de sus colaboradores.
Dado el poder ideológico del neoclasicismo, no es de extrañar su adopción como estilo oficial para la arquitectura del Estado colombiano. En esto simplemente se reprodujo una corriente que recorrió toda América, desde los Estados Unidos hasta la Argentina. Curiosamente, como lo insinúa Broadbent, el estilo era lo suficientemente ambiguo como para representar por igual la democracia y la dictadura, un régimen liberal o uno conservador. Su aceptación era prácticamente universal. En el ámbito doméstico la valoración se daba en términos parecidos. El neoclásico representaba el paradigma del “buen gusto” y tenía la capacidad de otorgar una imagen aristocrática incluso a la construcción más modesta. Tanto en uno como en otro ámbito, el neoclasicismo parecía estar “más allá del bien y del mal”, pero en realidad estaba completamente cercado por condicionamientos que lo colocaban al servicio de cualquier cosa.
El neoclasicismo se extendió por todo el territorio colombiano en la segunda mitad del siglo XIX. Su difusión inicial no fue exactamente académica o “culta”, pues no existían escenarios universitarios donde desarrollar y discutir esas ideas. Fue más bien una inspiración ornamental, una imagen visual que se colocó donde y como se pudo: en las fachadas, en los interiores, en los objetos e incluso en la literatura y en los modos de hablar. Con la llegada de profesionales extranjeros su aplicación adquirió un tono más académico y las obras se ciñeron con mayor rigor a los cánones estilísticos.
En todo su recorrido, el neoclasicismo dejó, además de arquitectura, elementos ornamentales de todo tipo: pinturas murales, yeserías, herrajes y toda suerte de objetos domésticos. Artesanos extranjeros y nacionales contribuyeron con sus trabajos en toda la gama de obras, desde las más importantes hasta las más modestas. De inspiración neoclásica son las pinturas y esculturas que adornan el interior del Teatro Colón en Bogotá y del Teatro Municipal de Cali. Con esculturas de motivos neoclásicos se quiso ornamentar la sobria fachada del Capitolio Nacional y con esos mismos motivos se elaboraron algunos de los escasos monumentos en mármol y en bronce que adornaron los parques colombianos a comienzos del siglo.
El neogótico, el rival ideológico y estilístico del neoclasicismo, preferido por los espíritus románticos, se adoptó tardíamente en Colombia y se empleó principalmente en construcciones religiosas: iglesias, seminarios, colegios. El “Art Nouveau”, con su concepción mucho más compleja y avanzada de la arquitectura y del diseño interior, ejerció escasa influencia en Colombia. Sólo se encuentran vestigios de su tenue influencia en los motivos ornamentales empleados en algunas regiones, especialmente en Antioquia y Caldas. Un ejemplo bastante especial en que se combinan elementos del gótico y del Art Nouveau es el edificio inconcluso de la Gobernación de Antioquia, proyectado por el arquitecto belga Agustín Goovaertz, el cual, de haberse terminado, sería una de las obras cumbres de la arquitectura republicana en Colombia.
Entrado ya el siglo XX, se instauró en las ciudades un gusto más ecléctico que condujo a la adopción de nuevos estilos: neorrománico, neomudéjar, neocolonial. La gran Exposición del Centenario, celebrada en el Parque de la Independencia de Bogotá en 1910, puede considerarse como el punto de referencia de esa diversificación del gusto. Cada uno de sus pabellones se proyectó en un estilo distinto, desde el ya tradicional neoclasicismo del Pabellón de la Luz, de Pietro Cantini, hasta el Art Nouveau del Pabellón de Bellas Artes de Arturo Jaramillo, incluyendo un Pabellón Egipcio del mismo arquitecto y el pintoresco Pabellón de la Industria de Mariano Santamaría. Hacia esa misma época, en la Costa Atlántica, se manifestaron los primeros brotes del eclecticismo “caribeño”, en el centro de Barranquilla y en los primeros barrios periféricos.
Parte de la arquitectura de los últimos años del republicano se ha llamado también “de transición”, para diferenciarla y caracterizarla precisamente por esa variedad estilística. En su posición intermedia entre el historicismo y el modernismo, esta arquitectura fue el canto del cisne del sentido estético que se había gestado en el siglo anterior y que pronto desaparecería, sustituido por el radicalismo del espíritu moderno.
#AmorPorColombia
La Arquitectura Republicana
Teatro Colón, Bogotá.
Capitolio Nacional, Bogotá.
Capitolio Nacional, Bogotá.
Capitolio Nacional, Bogotá.
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Gobernación de Cundinamarca, Bogotá.
Estación de la Sabana, Bogotá.
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El Palacio Departamental de Cundinamarca, concluido en 1933, fue proyectado por Gaston Lelarge y concluido por el ilustre arquitecto bogotano Arturo Jaramillo.
Capitolio Nacional, Bogotá.
Palacio Echeverri, Bogotá.
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Gobernación de Caldas, Manizales.
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Palacio Arzobispal. Manizales, Caldas.
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Museo de la Policía. Bogotá.
Edificio Liévano, Bogotá.
Edificio Liévano, Bogotá.
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Popayán, Cauca.
Centro Histórico, Bogotá.
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Paraninfo de la Universidad del Cauca, Popayán.
Cartagena, Bolívar.
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Medellín, Antioquia.
Medellín, Antioquia.
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Jockey Club, Bogotá.
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Museo del siglo XIX, Bogotá.
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
El cambio más significativo introducido en la arquitectura colombiana por la vida republicana fue la demanda de edificios para alojar las instituciones estatales creadas por el régimen democrático y las entidades privadas que prosperaron con el nuevo régimen económico. Esta arquitectura, que no contaba con antecedentes en la arquitectura del período colonial, fue por tanto una “innovación” en el medio. Otro cambio importante pero mucho más sutil se produjo en la arquitectura doméstica, la cual inicialmente se transformó a partir de las tipologías heredadas de la Colonia y evolucionó hasta llegar a generar sus propias tipologías. Los cambios, como ya se ha planteado, tardaron años en consolidarse, de tal modo que las tipologías y los ejemplos más representativos sólo aparecen a finales del siglo XIX. En los estudios históricos se valora la iniciación de la obra del Capitolio Nacional en Bogotá, en 1847, como el hito más importante en la formación de la arquitectura oficial de la nueva república. Los planos del Capitolio fueron encomendados por el General Tomás Cipriano de Mosquera al arquitecto Thomas Reed, quien fue traído de Caracas especialmente para tal fin. Reed, un personaje interesante, nacido en la isla de Saint Croix en las Antillas, demostró con su proyecto un conocimiento profundo de la arquitectura neoclásica, adquirido en su formación en Inglaterra y Alemania. Reed puede ser considerado como el primer arquitecto republicano, no sólo por el momento de su llegada sino por la claridad de sus ideas políticas. Igualmente el Capitolio puede ser calificado como el primer gran edificio republicano y seguramente ejerció una fuerte influencia en los cambios estilísticos posteriores a su iniciación, a pesar de la tardanza de ochenta años en su terminación.
Entre 1850 y 1880 hay un período de transición en el que no se produjeron obras importantes. Fue, sin embargo, en ese lapso de tiempo cuando se sentaron las bases culturales para el desarrollo de una arquitectura más sólida, tanto en su construcción material como en su expresión estilística. A partir de 1880 y hasta 1930 se construyeron los principales edificios públicos y las casas que hoy forman el cuerpo principal de la herencia republicana. A través de la inversión estatal se promovió la realización de sedes de gobierno, teatros, edificios educativos, estaciones de ferrocarril, hospitales, mercados. Paralelamente se establecieron las nuevas tipologías de vivienda, en las que se manifestaron más abiertamente los cambios en el gusto social y las diferencias regionales.
El neoclasicismo, la corriente conceptual y estilística dominante en la arquitectura europea del siglo XIX, fue el enlace que dio unidad estilística a la arquitectura republicana colombiana pública y privada, institucional y doméstica. A través de un recorrido histórico bastante complejo, esa corriente se había impuesto en el panorama internacional de la arquitectura y era sostenida por un fuerte aparato ideológico y académico. Entidades educativas tan respetables como la Escuela de Bellas Artes de París, centro mundial del academicismo arquitectónico, fueron las encargadas de legitimar este “estilo internacional” y difundirlo por todo el mundo.
¿Qué era el neoclasicismo? Básicamente era una interpretación de la arquitectura llamada “clásica” griega y romana cuya formación histórica se remonta hasta el Renacimiento italiano, período en el que el retorno al pasado y más específicamente a la antigüedad clásica fue asumido como la única y verdadera expresión de la arquitectura. En el siglo XIX y tras largos debates, el neoclasicismo se estableció como la arquitectura legítimamente representativa del “poder”, cuyo valor simbólico era transmutable en un valor político y social. El historiador inglés Geoffrey Broadbent resume en el siguiente párrafo la ambigüedad ideológica de esta arquitectura: “Es curioso que políticos con intenciones diferentes como Jefferson y Napoleón hubiesen escogido el mismo tipo de arquitectura, aquella que llamamos (ligeramente) Neoclásica. Pero otros regímenes muy diferentes -del Fascismo al Marxismo- han seguido escogiendo el Neoclásico como su expresión política, ya muy avanzado el siglo XX”...5.
Algo del neoclasicismo temprano había llegado al territorio colombiano a comienzos del siglo XIX, por medio de arquitectos ilustrados como Fray Domingo de Petrés, autor de obras tan importantes como las iglesias catedrales de Bogotá, Zipaquirá y Chiquinquirá, y de Marcelino Pérez de Arroyo, autor del templo de San Francisco en Cali. Thomas Reed en el Capitolio demostró un dominio maduro del estilo, en el que se perciben influencias de los grandes neoclásicos europeos del momento y en especial de Karl Friedrich Schinckel. Arquitectos extranjeros llegados al país en los últimos años del siglo XIX, como el italiano Pietro Cantini y el francés Gaston Lelarge, trajeron consigo su formación académica y extendieron la influencia del neoclasicismo a través de sus obras y de la formación de sus colaboradores.
Dado el poder ideológico del neoclasicismo, no es de extrañar su adopción como estilo oficial para la arquitectura del Estado colombiano. En esto simplemente se reprodujo una corriente que recorrió toda América, desde los Estados Unidos hasta la Argentina. Curiosamente, como lo insinúa Broadbent, el estilo era lo suficientemente ambiguo como para representar por igual la democracia y la dictadura, un régimen liberal o uno conservador. Su aceptación era prácticamente universal. En el ámbito doméstico la valoración se daba en términos parecidos. El neoclásico representaba el paradigma del “buen gusto” y tenía la capacidad de otorgar una imagen aristocrática incluso a la construcción más modesta. Tanto en uno como en otro ámbito, el neoclasicismo parecía estar “más allá del bien y del mal”, pero en realidad estaba completamente cercado por condicionamientos que lo colocaban al servicio de cualquier cosa.
El neoclasicismo se extendió por todo el territorio colombiano en la segunda mitad del siglo XIX. Su difusión inicial no fue exactamente académica o “culta”, pues no existían escenarios universitarios donde desarrollar y discutir esas ideas. Fue más bien una inspiración ornamental, una imagen visual que se colocó donde y como se pudo: en las fachadas, en los interiores, en los objetos e incluso en la literatura y en los modos de hablar. Con la llegada de profesionales extranjeros su aplicación adquirió un tono más académico y las obras se ciñeron con mayor rigor a los cánones estilísticos.
En todo su recorrido, el neoclasicismo dejó, además de arquitectura, elementos ornamentales de todo tipo: pinturas murales, yeserías, herrajes y toda suerte de objetos domésticos. Artesanos extranjeros y nacionales contribuyeron con sus trabajos en toda la gama de obras, desde las más importantes hasta las más modestas. De inspiración neoclásica son las pinturas y esculturas que adornan el interior del Teatro Colón en Bogotá y del Teatro Municipal de Cali. Con esculturas de motivos neoclásicos se quiso ornamentar la sobria fachada del Capitolio Nacional y con esos mismos motivos se elaboraron algunos de los escasos monumentos en mármol y en bronce que adornaron los parques colombianos a comienzos del siglo.
El neogótico, el rival ideológico y estilístico del neoclasicismo, preferido por los espíritus románticos, se adoptó tardíamente en Colombia y se empleó principalmente en construcciones religiosas: iglesias, seminarios, colegios. El “Art Nouveau”, con su concepción mucho más compleja y avanzada de la arquitectura y del diseño interior, ejerció escasa influencia en Colombia. Sólo se encuentran vestigios de su tenue influencia en los motivos ornamentales empleados en algunas regiones, especialmente en Antioquia y Caldas. Un ejemplo bastante especial en que se combinan elementos del gótico y del Art Nouveau es el edificio inconcluso de la Gobernación de Antioquia, proyectado por el arquitecto belga Agustín Goovaertz, el cual, de haberse terminado, sería una de las obras cumbres de la arquitectura republicana en Colombia.
Entrado ya el siglo XX, se instauró en las ciudades un gusto más ecléctico que condujo a la adopción de nuevos estilos: neorrománico, neomudéjar, neocolonial. La gran Exposición del Centenario, celebrada en el Parque de la Independencia de Bogotá en 1910, puede considerarse como el punto de referencia de esa diversificación del gusto. Cada uno de sus pabellones se proyectó en un estilo distinto, desde el ya tradicional neoclasicismo del Pabellón de la Luz, de Pietro Cantini, hasta el Art Nouveau del Pabellón de Bellas Artes de Arturo Jaramillo, incluyendo un Pabellón Egipcio del mismo arquitecto y el pintoresco Pabellón de la Industria de Mariano Santamaría. Hacia esa misma época, en la Costa Atlántica, se manifestaron los primeros brotes del eclecticismo “caribeño”, en el centro de Barranquilla y en los primeros barrios periféricos.
Parte de la arquitectura de los últimos años del republicano se ha llamado también “de transición”, para diferenciarla y caracterizarla precisamente por esa variedad estilística. En su posición intermedia entre el historicismo y el modernismo, esta arquitectura fue el canto del cisne del sentido estético que se había gestado en el siglo anterior y que pronto desaparecería, sustituido por el radicalismo del espíritu moderno.