- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
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- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
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- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
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- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
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- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
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- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
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- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
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- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
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- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
El escenario cultural
Buga, Valle del Cauca.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Casa de Poesía Silva, Bogotá.
Casa de Poesía Silva, Bogotá.
Casa de Poesía Silva, Bogotá.
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Bomboná, Nariño.
Bomboná, Nariño.
Bomboná, Nariño.
Bomboná, Nariño.
Ciénaga, Magdalena.
Barranquilla, Atlántico.
Barranquilla, Atlántico.
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Popayán, Cauca.
Popayán, Cauca.
Popayán, Cauca.
Popayán, Cauca.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Universidad La Gran Colombia, Bogotá.
Universidad La Gran Colombia, Bogotá.
Universidad La Gran Colombia, Bogotá.
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Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Buga, Valle del Cauca.
Buga, Valle del Cauca.
Buga, Valle del Cauca.
Buga, Valle del Cauca.
Capitolio Nacional, Bogotá.
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
Dos apartes del ensayo titulado ìTres etapas en la historia intelectual de Colombiaî del historiador Jaime Jaramillo Uribe sirven perfectamente como marco para entender algunos de los rasgos culturales colombianos en el siglo XIX. En el primero se lee lo siguiente:
ìLos años que corren entre 1810 y 1850 poseen menos interés desde el ángulo de la historia de la cultura, aunque tienen una enorme importancia para la historia política nacional, pues dentro de ese período se libra la guerra de Independencia y se echan las bases de la organización institucional. Pero por las circunstancias mismas de estar el país ocupado, primero en librar la guerra y luego en organizar el Estado, la productividad cultural de ese momento no tiene ni la brillantez ni la amplitud que tienen los dos momentos entre los cuales se sitúa como una época de transición: el de 1790 y el de 1850. La Ilustración y el Romanticismo. En el primero, como hemos visto, irrumpe entre nosotros el espíritu moderno, con su producto más característico, la ciencia. En el segundo nos inundan la influencia francesa y el pensamiento romántico.î2.
Más adelante, añade Jaramillo Uribe lo siguiente:
ìUno de los resultados de la Independencia desde el punto de vista de la historia de la cultura fue la apertura del país hacia afuera, es decir, la apertura hacia influencias distintas de la española. Tras los contactos políticos y comerciales que se iniciaron con Inglaterra y Francia, sobre todo, llegaron las nuevas influencias culturales. Se inició entonces lo que en algún ensayo nuestro hemos llamado el proceso de ëdesespañolización de la culturaí. La generación de la Independencia, por lo menos sus representantes más conspicuos, viró con especial simpatía hacia Inglaterra y su cultura. La misma influencia del benthanismo fue sólo un aspecto de la influencia inglesa, que llegó a ser tan amplia que don Rufino Cuervo pudo hablar con propiedad de la ëanglomaníaí, de entonces. El período de 1840 a 1870, en cambio, es de influencia francesa. Todo el movimiento cultural y de ideas a que da lugar la revolución de 1848 en Francia, movimiento romántico por excelencia, imprime su sello en la cultura de la Nueva Granada. Asegurada la Independencia y echadas las bases más o menos firmes de las instituciones políticas, rehecha la vida económica, la vida cultural tomó un amplio y vigoroso aliento no sólo en Bogotá sino en los dos o tres centros urbanos del país más desarrollados, como Medellín, Popayán y Cartagena. Llegaron entonces más libros del exterior, la prensa tomó gran auge, las librerías se multiplicaron, los neogranadinos comenzaron a viajar más frecuentemente al exterior, especialmente a Francia, y los aires nuevos empezaron a ventilar los medios intelectuales. A pesar de la dificultad de los viajes y la lentitud de las comunicaciones, los movimientos de ideas europeas se hacían sentir en Bogotá a los pocos meses de producidos en Londres o en Parísî.3.
La apertura cultural destacada por Jaramillo Uribe se manifestó en diversas formas y en distintos campos de actividad. Las letras lideraron el panorama cultural colombiano y fueron sin duda el primer campo de expresión de las nuevas ideas. Las artes plásticas, la arquitectura, el teatro, la música, aparecieron y ganaron reconocimiento lentamente. Este reconocimiento implicó no sólo la presencia de personas que trabajaran esos campos creativos sino también la formación de instituciones dedicadas a la legitimación profesional de su conocimiento y de su práctica.
El año de 1850 no sólo fue importante en el campo político colombiano. Una mirada a la cronología de hechos culturalmente significativos muestra cómo, después de ese año, se produjo un incremento gradual de expresiones intelectuales y artísticas hasta entonces relativamente estancadas en un país asolado por sus conflictos internos. La obra de la Comisión Corográfica, iniciada en ese año por iniciativa del gobierno del General Tomás Cipriano de Mosquera, y la fundación de la Universidad Nacional de Colombia en 1867, fueron los dos grandes esfuerzos estatales que sirvieron como simiente al florecimiento del fin del siglo. El trabajo de los dibujantes de la Comisión dejó un testimonio invaluable de los escenarios naturales, de los pueblos y de las gentes del país. La Universidad Nacional se estableció como un centro de formación científica y, en su Escuela de Bellas Artes, fundada en 1886, se superaron las limitaciones precedentes en la formación artística, se establecieron vínculos con los movimientos académicos europeos del momento y se impulsaron, tímidamente, algunas ideas de vanguardia.
Fue en la Universidad Nacional donde se dictaron los primeros cursos de arquitectura en Colombia. El arquitecto Mariano Santamaría los inició en la escuela de Bellas Artes y luego se asociaron a los estudios profesionales de la Ingeniería. Alfredo Ortega, en su libro ìArquitectura de Bogotáî, publicado en 1924, anotó al respecto lo siguiente:
ìLos estudios de arquitectura de la Universidad Nacional se hicieron incompletos hasta 1897, fecha en que llegó a Bogotá el ingeniero español Sr. Lorenzo Murat Romero, quien en buena hora fue nombrado profesor de algunas asignaturas en la Facultad de Matemáticas e Ingeniería. Hizo conocer la obra de Portuondo sobre la historia de la Arquitectura, enseñó la higiene de las habitaciones, dejó inéditos varios apuntes sobre albañilería y arte de construir, editó un importante trabajo sobre mecánica, aplicada a las construcciones; enseñó la manera de redactar proyectos y contratos y puso a sus discípulos en capacidad de concurrir a los concursos que por aquella época se abrieron para algunas obras públicas como el Matadero municipal, el Mercado de la Concepción, y varios proyectos para edificios particulares, etc. Dirigió las obras del Convento de los Dominicanos, en la calle 12, una casa en la esquina noroeste de la Plazuela de Caldas, otra en la calle 11, de propiedad del señor de la Torre, en la calle 16, en las que hizo uso de arcos apareados, sostenidos por columnillas y de una agradable combinación de piedra y ladrillo para las fachadas.î4.
Es interesante destacar lo anterior puesto que implica un reconocimiento, algo tardío, de la existencia de la disciplina de la arquitectura como manifestación cultural y como práctica profesional. No es de extrañar entonces que, desde finales del siglo pasado, sea cada vez más frecuente la mención de arquitectos profesionales en el escenario cultural colombiano y también sea más frecuente la referencia a la arquitectura como una de las nuevas ìartesî nacionales.
Las letras tuvieron igualmente un momento de florecimiento al finalizar el siglo XIX. La fama de Colombia como un país de literatos se debió principalmente a la labor de los ensayistas y autores políticos que produjeron a lo largo del siglo XIX una gran cantidad de escritos de diversa calidad. Jorge Isaacs, con su novela ìMaríaî, publicada en 1867, fue una excepción, más que una regla. José Asunción Silva y Guillermo Valencia fueron las figuras definitivas en la formación de una literatura contemporánea importante. Ellos dieron un paso hacia un concepción más compleja y rica del poema y de la prosa y con ellos se dio un paso hacia la literatura moderna.
La literatura común, la que más se leía, no era de gran nivel, por el contrario, era indudablemente cursi. Esa cursilería fue, en cierta medida, lo más característico de la cultura colombiana del fin de siglo, poco cosmopolita y bastante cargada de superficialidad. Tardarían algunos años en alcanzarse expresiones maduras en campos como el teatro y la música. El programa inaugural del Teatro Colón, paradigma de la ìalta culturaî del momento en 1892, fue de un provincialismo apoteósico, como lo fueron las representaciones de sainetes, zarzuelas, dramas y comedias de producción nacional. La cultura de la élite era más ilusión que realidad.
En contraste con esta afirmación es necesario reconocer que en las manifestaciones domésticas del gusto se alcanzó un alto grado de sensibilidad y refinamiento. El espacio de la casa fue, a su manera, un lugar de cultura y se le asignó especial importancia en la valoración social. Este aspecto desconocido de la cultura republicana merece singular atención. A falta de otros campos de expresión, la vida familiar giró en torno a la vivienda y en ella se proyectó la identidad de sus ocupantes. En una forma de ìarte domésticoî, la concepción del ambiente interior de la casa se estableció como una forma de comunicación social y de satisfacción individual. A ello se unió un sentido más objetivo del bienestar, apoyado por los avances en la provisión domiciliaria de servicios públicos y por los conceptos de higiene y de calidad de vida traídos junto con las aspiraciones de progreso material. En esto radica el ìaprender a vivirî de que se habló inicialmente.
Entre 1920 y 1930 y en relativa concordancia con los eventos políticos y económicos, el mundo cultural colombiano dio un viraje bastante fuerte, se vinculó de manera más directa con las ideas del momento y surgieron nuevos e importantes personajes en todos los campos de trabajo. No se formaron aquí fuertes movimientos de vanguardia, sencillamente la distancia con las ideas modernas se acortó un poco, pero no se logró vencer. En 1930 la cultura republicana ya tocaba a su fin. No había sido muy prolongada su existencia pero había sido fructífera. En los años siguientes los propósitos modernizadores se instalaron definitivamente en el ámbito cultural del país, primero a través de las letras, luego por medio de la arquitectura, la cual asumió el liderazgo en la transformación del espíritu nostálgico y decadente del republicano, al cual atacó ferozmente.
#AmorPorColombia
El escenario cultural
Buga, Valle del Cauca.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Museo de Arte Religioso, Bogotá.
Casa de Poesía Silva, Bogotá.
Casa de Poesía Silva, Bogotá.
Casa de Poesía Silva, Bogotá.
Casa de Poesía Silva, Bogotá.
Bomboná, Nariño.
Bomboná, Nariño.
Bomboná, Nariño.
Bomboná, Nariño.
Ciénaga, Magdalena.
Barranquilla, Atlántico.
Barranquilla, Atlántico.
Barranquilla, Atlántico.
Popayán, Cauca.
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Popayán, Cauca.
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Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
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Universidad La Gran Colombia, Bogotá.
Universidad La Gran Colombia, Bogotá.
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Cartagena, Bolívar.
Cartagena, Bolívar.
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Buga, Valle del Cauca.
Buga, Valle del Cauca.
Buga, Valle del Cauca.
Buga, Valle del Cauca.
Capitolio Nacional, Bogotá.
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
Dos apartes del ensayo titulado ìTres etapas en la historia intelectual de Colombiaî del historiador Jaime Jaramillo Uribe sirven perfectamente como marco para entender algunos de los rasgos culturales colombianos en el siglo XIX. En el primero se lee lo siguiente:
ìLos años que corren entre 1810 y 1850 poseen menos interés desde el ángulo de la historia de la cultura, aunque tienen una enorme importancia para la historia política nacional, pues dentro de ese período se libra la guerra de Independencia y se echan las bases de la organización institucional. Pero por las circunstancias mismas de estar el país ocupado, primero en librar la guerra y luego en organizar el Estado, la productividad cultural de ese momento no tiene ni la brillantez ni la amplitud que tienen los dos momentos entre los cuales se sitúa como una época de transición: el de 1790 y el de 1850. La Ilustración y el Romanticismo. En el primero, como hemos visto, irrumpe entre nosotros el espíritu moderno, con su producto más característico, la ciencia. En el segundo nos inundan la influencia francesa y el pensamiento romántico.î2.
Más adelante, añade Jaramillo Uribe lo siguiente:
ìUno de los resultados de la Independencia desde el punto de vista de la historia de la cultura fue la apertura del país hacia afuera, es decir, la apertura hacia influencias distintas de la española. Tras los contactos políticos y comerciales que se iniciaron con Inglaterra y Francia, sobre todo, llegaron las nuevas influencias culturales. Se inició entonces lo que en algún ensayo nuestro hemos llamado el proceso de ëdesespañolización de la culturaí. La generación de la Independencia, por lo menos sus representantes más conspicuos, viró con especial simpatía hacia Inglaterra y su cultura. La misma influencia del benthanismo fue sólo un aspecto de la influencia inglesa, que llegó a ser tan amplia que don Rufino Cuervo pudo hablar con propiedad de la ëanglomaníaí, de entonces. El período de 1840 a 1870, en cambio, es de influencia francesa. Todo el movimiento cultural y de ideas a que da lugar la revolución de 1848 en Francia, movimiento romántico por excelencia, imprime su sello en la cultura de la Nueva Granada. Asegurada la Independencia y echadas las bases más o menos firmes de las instituciones políticas, rehecha la vida económica, la vida cultural tomó un amplio y vigoroso aliento no sólo en Bogotá sino en los dos o tres centros urbanos del país más desarrollados, como Medellín, Popayán y Cartagena. Llegaron entonces más libros del exterior, la prensa tomó gran auge, las librerías se multiplicaron, los neogranadinos comenzaron a viajar más frecuentemente al exterior, especialmente a Francia, y los aires nuevos empezaron a ventilar los medios intelectuales. A pesar de la dificultad de los viajes y la lentitud de las comunicaciones, los movimientos de ideas europeas se hacían sentir en Bogotá a los pocos meses de producidos en Londres o en Parísî.3.
La apertura cultural destacada por Jaramillo Uribe se manifestó en diversas formas y en distintos campos de actividad. Las letras lideraron el panorama cultural colombiano y fueron sin duda el primer campo de expresión de las nuevas ideas. Las artes plásticas, la arquitectura, el teatro, la música, aparecieron y ganaron reconocimiento lentamente. Este reconocimiento implicó no sólo la presencia de personas que trabajaran esos campos creativos sino también la formación de instituciones dedicadas a la legitimación profesional de su conocimiento y de su práctica.
El año de 1850 no sólo fue importante en el campo político colombiano. Una mirada a la cronología de hechos culturalmente significativos muestra cómo, después de ese año, se produjo un incremento gradual de expresiones intelectuales y artísticas hasta entonces relativamente estancadas en un país asolado por sus conflictos internos. La obra de la Comisión Corográfica, iniciada en ese año por iniciativa del gobierno del General Tomás Cipriano de Mosquera, y la fundación de la Universidad Nacional de Colombia en 1867, fueron los dos grandes esfuerzos estatales que sirvieron como simiente al florecimiento del fin del siglo. El trabajo de los dibujantes de la Comisión dejó un testimonio invaluable de los escenarios naturales, de los pueblos y de las gentes del país. La Universidad Nacional se estableció como un centro de formación científica y, en su Escuela de Bellas Artes, fundada en 1886, se superaron las limitaciones precedentes en la formación artística, se establecieron vínculos con los movimientos académicos europeos del momento y se impulsaron, tímidamente, algunas ideas de vanguardia.
Fue en la Universidad Nacional donde se dictaron los primeros cursos de arquitectura en Colombia. El arquitecto Mariano Santamaría los inició en la escuela de Bellas Artes y luego se asociaron a los estudios profesionales de la Ingeniería. Alfredo Ortega, en su libro ìArquitectura de Bogotáî, publicado en 1924, anotó al respecto lo siguiente:
ìLos estudios de arquitectura de la Universidad Nacional se hicieron incompletos hasta 1897, fecha en que llegó a Bogotá el ingeniero español Sr. Lorenzo Murat Romero, quien en buena hora fue nombrado profesor de algunas asignaturas en la Facultad de Matemáticas e Ingeniería. Hizo conocer la obra de Portuondo sobre la historia de la Arquitectura, enseñó la higiene de las habitaciones, dejó inéditos varios apuntes sobre albañilería y arte de construir, editó un importante trabajo sobre mecánica, aplicada a las construcciones; enseñó la manera de redactar proyectos y contratos y puso a sus discípulos en capacidad de concurrir a los concursos que por aquella época se abrieron para algunas obras públicas como el Matadero municipal, el Mercado de la Concepción, y varios proyectos para edificios particulares, etc. Dirigió las obras del Convento de los Dominicanos, en la calle 12, una casa en la esquina noroeste de la Plazuela de Caldas, otra en la calle 11, de propiedad del señor de la Torre, en la calle 16, en las que hizo uso de arcos apareados, sostenidos por columnillas y de una agradable combinación de piedra y ladrillo para las fachadas.î4.
Es interesante destacar lo anterior puesto que implica un reconocimiento, algo tardío, de la existencia de la disciplina de la arquitectura como manifestación cultural y como práctica profesional. No es de extrañar entonces que, desde finales del siglo pasado, sea cada vez más frecuente la mención de arquitectos profesionales en el escenario cultural colombiano y también sea más frecuente la referencia a la arquitectura como una de las nuevas ìartesî nacionales.
Las letras tuvieron igualmente un momento de florecimiento al finalizar el siglo XIX. La fama de Colombia como un país de literatos se debió principalmente a la labor de los ensayistas y autores políticos que produjeron a lo largo del siglo XIX una gran cantidad de escritos de diversa calidad. Jorge Isaacs, con su novela ìMaríaî, publicada en 1867, fue una excepción, más que una regla. José Asunción Silva y Guillermo Valencia fueron las figuras definitivas en la formación de una literatura contemporánea importante. Ellos dieron un paso hacia un concepción más compleja y rica del poema y de la prosa y con ellos se dio un paso hacia la literatura moderna.
La literatura común, la que más se leía, no era de gran nivel, por el contrario, era indudablemente cursi. Esa cursilería fue, en cierta medida, lo más característico de la cultura colombiana del fin de siglo, poco cosmopolita y bastante cargada de superficialidad. Tardarían algunos años en alcanzarse expresiones maduras en campos como el teatro y la música. El programa inaugural del Teatro Colón, paradigma de la ìalta culturaî del momento en 1892, fue de un provincialismo apoteósico, como lo fueron las representaciones de sainetes, zarzuelas, dramas y comedias de producción nacional. La cultura de la élite era más ilusión que realidad.
En contraste con esta afirmación es necesario reconocer que en las manifestaciones domésticas del gusto se alcanzó un alto grado de sensibilidad y refinamiento. El espacio de la casa fue, a su manera, un lugar de cultura y se le asignó especial importancia en la valoración social. Este aspecto desconocido de la cultura republicana merece singular atención. A falta de otros campos de expresión, la vida familiar giró en torno a la vivienda y en ella se proyectó la identidad de sus ocupantes. En una forma de ìarte domésticoî, la concepción del ambiente interior de la casa se estableció como una forma de comunicación social y de satisfacción individual. A ello se unió un sentido más objetivo del bienestar, apoyado por los avances en la provisión domiciliaria de servicios públicos y por los conceptos de higiene y de calidad de vida traídos junto con las aspiraciones de progreso material. En esto radica el ìaprender a vivirî de que se habló inicialmente.
Entre 1920 y 1930 y en relativa concordancia con los eventos políticos y económicos, el mundo cultural colombiano dio un viraje bastante fuerte, se vinculó de manera más directa con las ideas del momento y surgieron nuevos e importantes personajes en todos los campos de trabajo. No se formaron aquí fuertes movimientos de vanguardia, sencillamente la distancia con las ideas modernas se acortó un poco, pero no se logró vencer. En 1930 la cultura republicana ya tocaba a su fin. No había sido muy prolongada su existencia pero había sido fructífera. En los años siguientes los propósitos modernizadores se instalaron definitivamente en el ámbito cultural del país, primero a través de las letras, luego por medio de la arquitectura, la cual asumió el liderazgo en la transformación del espíritu nostálgico y decadente del republicano, al cual atacó ferozmente.