Introducción

Detalle de la escalera de una casa antigüeña contemporánea, que trata de reproducir un ambiente colonial dentro de un espacio moderno, a lo cual ayudan los azulejos en los escalones y la acertada selección de objetos y muebles.  

Nicho en forma de resplandor con arcángel tallado en madera, policromado. 

Texto de: Katia Niesiolowska

La idea de hacer un libro sobre las casas guatemaltecas me vino a la mente luego de ver tantos libros que sobre el tema se publican hoy en día en los distintos países del mundo, en los que se muestran su historia, sus costumbres, su arte y su folclore, reflejados en la manera particular que cada cultura tiene de organizarse en el espacio más íntimo que el hombre habita: su casa.

En Guatemala, un país de geografía tan privilegiada, con una doble cultura ancestral que no sólo le ha legado a su pueblo las impresionantes ciudades y monumentos del pasado prehispánico, sus recias tallas en piedra, sus pulidas cerámicas, sus ricos y policromados textiles y su exuberante sentido del color, sino también la huella hispánica plasmada en la arquitectura de la época, los oficios en madera, la orfebrería religiosa o laica y, desde luego, también, en un cierto modo de sentir, la casa tenía que reflejar de manera contundente la integración de estas vertientes, junto con las influencias que otras gentes y culturas han dejado en el país. Porque Guatemala, su cultura y sus peculiares rasgos históricos han sido como imán que con fuerza atrae y acoge a los más diversos migrantes del hemisferio y el mundo.

En efecto, a lo largo del trabajo que se realizó para este libro, resultó evidente que el pasado y el presente –proyectados siempre hacia el futuro– logran convivir armónicamente en muchas casas guatemaltecas, dentro de una agradable escala humana que no riñe con su entorno. Y es que la tradición en la arquitectura guatemalteca es el tronco común al que cada generación aporta su propio influjo.

Este libro es una ventana a muchas de esas casas que aún exhalan el aroma de lo auténtico por sus muros, sus patios, sus tejas, sus ladrillos, sus pilas y sus búcaros. Casas cuyos dueños sienten un profundo amor por su cultura, su historia y sus raíces. Casas majestuosas o sencillas, ubicadas en las más diversas zonas del país, arregladas con variedad de gustos y de estilos, pero atractivas siempre por el interés que despiertan en el visitante –o el lector– y la fascinante sensación que nos producen de estar penetrando una realidad tan actual como remota, pero al cabo propia y personal.

Quisiera expresar mi profundo agradecimiento a todos aquellos que me brindaron su apoyo y su confianza, abriéndome las puertas de sus casas y compartiendo conmigo parte de su vida y sus memorias. Y quisiera agradecer de manera muy especial a Benjamín Villegas, editor, a Ange Bourda, fotógrafo, y a Enrique Novella Alvarado, sin cuyo tenaz respaldo y permanente aliento este proyecto no hubiera llegado a feliz término.