Transporte de café cereza

Punto de pesaje en el camino, cerca al cultivo, en Caldas.   Carlos Pineda.

Campesino equilibra las cargas de café sobre una mula, en Norte de Santander.   Carlos Pineda.

Campesinos llevan café a La Celia, Risaralda.   Andrés Mauricio López.

Indígenas arhuacos transportan en su mula el café, camino a Pueblo Bello, en la Sierra Nevada de Santa Marta.   Carlos Pineda.

Campesinos de Mesitas del Colegio en Cundinamarca llevan café a los centros de acopio de su región.   Carlos Pineda.

Campesinos de la vereda el Diamante, en Pitalito, Huila, llevan café a los centros de acopio de su región.   Andrés Mauricio López.

Campesinos de Ocaña, Santander, llevan café a los centros de acopio de su región.   Carlos Pineda.

Recolector del Quindío. Si no hay mulas cualquier transporte sirve. El café viaja en las espaldas de los hombres, en camionetas, en jeeps, en lo que sea.   Andrés Mauricio López.

Recolector de Cauca. Si no hay mulas cualquier transporte sirve. El café viaja en las espaldas de los hombres, en camionetas, en jeeps, en lo que sea.   Andrés Mauricio López.

Recolector de Santander. Si no hay mulas cualquier transporte sirve. El café viaja en las espaldas de los hombres, en camionetas, en jeeps, en lo que sea.   Carlos Pineda.

Recolector de Tolima. Si no hay mulas cualquier transporte sirve. El café viaja en las espaldas de los hombres, en camionetas, en jeeps, en lo que sea.   Carlos Pineda.

Recolector del norte del Valle. Si no hay mulas cualquier transporte sirve. El café viaja en las espaldas de los hombres, en camionetas, en jeeps, en lo que sea.   Carlos Pineda.

Recolector de Caldas. Si no hay mulas cualquier transporte sirve. El café viaja en las espaldas de los hombres, en camionetas, en jeeps, en lo que sea.   Carlos Pineda.

"Yip".   Andrés Mauricio López.

"Yip".   Andrés Mauricio López.

Vía Belén de Umbría, Risaralda.   Andrés Mauricio López.

Paradero de Chivas o camiones de escalera en Andes, Antioquia.   Carlos Pineda.

Garrucha en Jardín, Antioquia.   Carlos Pineda.

Garrucha en Jardín, Antioquia.   Carlos Pineda.

Tarabita en Antioquia.   Carlos Pineda.

Zarzos en Líbano,Tolima.   Andrés Mauricio López.

Texto de: Liliana Villegas

Los costales de café se transportan inicialmente en mulas desde las fincas y haciendas hasta los grandes silos de almacenaje, y es corriente ver por los caminos de las tres cordilleras, recuas de mulas andar con sus cargas de café bamboleándose a sus costados.

De allí la famosa mula que acompaña a Juan Valdez en todas sus correrías comerciales. Sin mulas, el café colombiano nunca se habría conocido en los mercados internacionales.

Hoy en día se pueden ver los “yips”, la mayoría antiguos jeep Willys, famosos por ser el transporte militar de los Estados Unidos durante la segunda guerra mundial y en la guerra de Corea, cargados hasta el techo con incontables costales de café y otros “corotos”. Estos vehículos son el orgullo de los transportadores campesinos del país.

El dueño de un “yip” se enorgullece de la enorme capacidad de carga de su vehículo, y en los pueblos se hacen concursos en los que se premia al que mayor cantidad de bultos de café y de gente pueda cargar. También se enorgullecen sus dueños de la manera en que los cuidan y miman, de la forma en que los adornan y pintan, y muchos de ellos ostentan nombres pintorescos.

Popularmente se le dice “engallar” a la acción de llenar de “gallos”, de adornar a un “yip”, y mientras más “engallado” esté, mucho mejor.

En ciertas regiones de Colombia existen los llamados “camiones de escalera”, como en Antioquia y el viejo Caldas. Estos camiones son vehículos grandes que se utilizan para transporte de carga y de pasajeros, equipados con grandes bancas, las cuales tienen acceso propio y único al exterior del carro, y un capacete o techo en el que montan también a la gente y toda clase de artículos y equipajes.

Cada camión tiene personalidad propia y suelen llevar en la parte posterior grandes pinturas e ilustraciones con motivos campesinos, y están adornados por todos lados con dibujos de gran belleza geométrica, y luces que prenden y apagan por la noche y que los muestran como extraños navíos delirantes que viajan por los caminos envueltos en su propia atmósfera luminosa.

Otro medio de transporte singular es la tarabita o garrucha, no apto para quienes sufren de mal de altura o tienen una afección cardíaca. Se trata, en el mejor de los casos, de una suerte de cabina pequeña para una, o máximo dos personas, que pende de un cable de acero. Este sistema opera en regiones montañosas cuyas faldas o paredes suelen tener una inclinación muy pronunciada, y cuyo hondo fondo consiste en una quebrada o río que se despeña raudo al fondo del desfiladero. Bajar hasta la quebrada y volver a subir puede demandar un gran despliegue de energía física y mucho tiempo. De allí que se instalen garruchas para economizar tiempo y energía. El viajante, o la víctima, según se mire, se monta en la cabina (cuando existe, porque bien podría ser sólo una especie de asiento) y luego es lanzado al vacío del abismo hasta llegar al otro lado. También se usa para ir pasando cargas de café de una ladera a otra sobre la hondonada.