- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Introducción
Tablilla ceremonial en balso pintado con tintes vegetales. Emberá, Costa Pacífica. José Fernando Machado.
Cestería en fibras de yarumo. Vaupés. José Fernando Machado.
Máscara funeraria en oro. Cultura Calima. José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
Detalle de urna funeraria prehispánica. Tamalameque, Cesar. José Fernando Machado.
Máscara precolombina elaborada en concha marina. Cultura Tumaco. José Fernando Machado.
Vasija en barro cocido. Cultura Quimbaya. Jorge Eduardo Arango.
Recipiente en totumo, tallado con escena de una corraleja. Sampués, Sucre. Pilar Gómez.
Máscara de carnaval en papel mashé. L. Dafanor. Santafé de Antioquia. José Fernando Machado.
Camión escalera con carrocería en madera pintada con paisaje. Rionegro, Antioquia. Pilar Gómez.
Poncho en algodón. Zona cafetera. Caldas. Archivo Villegas Editores.
Texto de: Liliana Villegas y Benjamín Villegas
Las investigaciones arqueológicas han demostrado cómo el poblamiento del territorio colombiano lo realizaron tres grandes culturas, pertenecientes a familias lingüísticas distintas. Las de los Arawak, cuyo núcleo original se sitúa en las cuencas del río Orinoco, la de los Caribes, quienes se asentaron en las llanuras interandinas y las regiones de la Costa Atlántica y Pacífica, y la de los Chibchas, que habitaron las tierras que se extienden a lo largo de la cordillera andina.
Cuando Cristóbal Colón llegó a América, en 1492, lo que es hoy territorio colombiano estaba poblado por numerosas sociedades aborígenes, como los Tairona, localizados en la Sierra Nevada de Santa Marta, la cultura Sinú, asentada entre los ríos San Jorge y Sinú, los Muiscas que habitaban el altiplano cundiboyacense, los Quimbaya que poblaban la región del Viejo Caldas, los Calima que ocupaban el valle del río del mismo nombre, en el actual territorio del Valle del Cauca, los Tierradentro ubicados en la región andina, en lo que es hoy el departamento del Cauca, los Tolima en la región del alto Magdalena, la cultura San Agustín al oriente del macizo colombiano, en el departamento del Huila, y los Tumaco y los Nariño en la frontera con el Ecuador.
A pesar de poseer características semejantes, cada pueblo contaba con su propia cultura, determinada por factores tanto sociales como ambientales. Los climas, la configuración geográfica, las propiedades inherentes a la tierra, su posición relativa frente a otras comunidades, su pasado y su mitología, fueron, sin duda, parte de esas fuerzas que determinaron la dirección hacia la cual fueron transformando su entorno natural en cultura. Se sabe, por ejemplo, que nuestros antepasados asimilaron las fuertes influencias de las corrientes migratorias de los Mayas, que penetraron al país por el norte, y de los Incas que llegaron por el sur, enriqueciendo su cultura nativa con esos nuevos aportes.
Con el desarrollo de su actividad productiva, el hombre prehispánico había establecido una relación propia con la naturaleza. La utilizó con mesura y un respeto casi sagrado, y si llegó a trasformarla lo hizo en la medida, tanto de sus necesidades vitales como de aquellas relacionadas con el impulso que su progreso material le imponía. Pero, a partir de la Conquista, la relación entre el hombre y la naturaleza cambió radicalmente en América. Con la presencia del europeo se rompen los equilibrios antes preservados. La llamada actividad civilizadora se orientó de una forma tan brutal como irracional, hacia la búsqueda ciega de la riqueza material, representada en oro y piedras preciosas.
A partir de la Conquista y hasta comienzos del siglo XIX, la corona española colonizó y evangelizó a los habitantes de estos territorios, imponiendo a su devenir histórico un modelo de civilización extraño, pero que, al final, constituyó, con el mestizaje y la consolidación de su cultura, una nueva sociedad. Esta se configuró a partir de elementos muy diversos pues, a los ancestros indígenas, se agregó la presencia étnica de la raza negra, venida en las galeras de los españoles, que también cohabitaron con los indios y con los españoles creando otros tipos de mestizaje.
La vida de Colombia como nación soberana sólo comienza en las primeras décadas del siglo XIX. Después de nueve años de luchas de los ejércitos patriotas contra los ejércitos españoles, se logra la independencia de España, y en diciembre de 1819, en el Congreso de Angostura, se constituye la Gran Colombia formada por lo que son hoy las repúblicas de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá.
En cada región del país se ha arraigado un tipo humano particular que tiene sus propias características. Al norte, la costa del Océano Atlántico, habitada por gente alegre, extrovertida y sincera, conforma un pueblo sencillo de alma, el cual incluye, además de negros, mulatos y blancos, tribus indígenas como los Wayuu de La Guajira, los Kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta y los Cuna del Golfo de Urabá. Al oeste, en la costa sobre el Océano Pacífico, se asientan comunidades de raza negra, pueblos de pescadores y de cazadores, flanqueados por el mar y por la selva más húmeda y de mayor biodiversidad del mundo, cuna de tribus indígenas como los Emberá y los Noanamá. Al sureste, la exuberancia de la selva amazónica, cálida y húmeda, es el hábitat natural de numerosas agrupaciones, con sus mitos y leyendas, conformadas por hombres que cazan y pescan, con formas de vida comunitaria y a veces nómada, como los Sibundoy, Makuna, Tukano y Tikuna. Al este, en los llanos del Orinoco y los inmensos ríos de la gran sabana, se encuentran sociedades basadas en la agricultura y el pastoreo y asentamientos indígenas como los Guahíbo, que habitan las orillas del río Vichada. En el centro, la cordillera de los Andes, dividida en tres ramales y densamente poblada, alberga sociedades con marcadas diferencias culturales y grandes capacidades para la agricultura, la alfarería y el tejido, y tribus que conservan tradiciones seculares, como los Guambiano, los Pijao y los Páez.
Colombia es una síntesis tropical de América, y al escudriñar su cultura material podremos comprender cómo este proceso de evolución está vivo y presente en el trabajo de los artesanos. Ellos son los herederos directos y legítimos de la producción tradicional, que con sus innumerables formas y elementos, configura la riqueza material y estética que caracteriza las diversas zonas del país. La cultura de cada región nos ofrece un amplio repertorio de la capacidad de invención y adecuación a los usos particulares, con que el hombre colombiano crea una segunda naturaleza. A su lado está la sociedad que el artesano interpreta y a la que le devuelve, en forma de objeto terminado, ciertos patrones del gusto general, bajo el pretexto de satisfacer las necesidades prácticas.
Artefacto significa hecho con arte. Los artefactos representan, de manera ejemplar, la relación entre lo práctico y lo bello, señalando el destino del arte en relación con la sociedad que lo produce. Cada artefacto es portador de una historia, acaso inmemorial, porque en él se encuentra expresada una tradición y una continuidad social y cultural.
El artesano comparte con el pequeño fabricante una sabiduría de tipo tradicional, aplicada, siempre, a la fabricación de elementos de uso doméstico y cotidiano. Puede afirmarse que el país rural se refleja en los usos de estos elementos. No hay hogar, por humilde que sea, que no posea escoba, butacos, herramientas, cestería, tejidos y un rústico mobiliario. Elementos, todos ellos, salidos de los talleres del carpintero, del ebanista, del fundidor, del tejedor o del ceramista.
Este libro recoge imágenes de múltiples artefactos de la vida cotidiana, que han acompañado el desarrollo de la cultura colombiana a través de los siglos: objetos rituales, herramientas, vasijas, canastos, muebles, hamacas, sombreros y muchos más. Si han perdurado a través del tiempo, es porque han sido hechos con tradición y originalidad, haciendo uso de materiales nobles como madera, barro, metales, fibras, semillas, piedra y cuero que la humanidad ha transformado de mil y una manera, pero que aquí, dentro de su propia idiosincrasia, adquieren una forma, un color y un contenido, que los hace ejemplares simbólicos de la región continental de la que forman parte, y testimonio de una sólida cultura artesanal.
La artesanía es sólo uno de los aspectos que revelan la enorme importancia de la tradición tanto como forma humana de transmitir un oficio, como de inculcar, en cada nueva generación, los principios que conforman la base espiritual sobre la que se funda toda sociedad. Es, a través de ella, como aprendemos a respetar la sabiduría de los mayores, a sentir amor por la tierra y por las costumbres, y a crear y perpetuar los ritos. Así, tradición y artesanía, tradición y cultura, son parcelas de la vida humana, que se sostienen recíprocamente y que ayudan a un pueblo a conservar y a construir su patrimonio.
Si se consolidan estas bases, se podrá aspirar a mantener una verdadera relación con la naturaleza y con el cosmos. La mirada al pasado y a la artesanía son rutas que pueden conducir a disfrutar la calidad de la vida, dentro de auténticos principios culturales, con “fuerza, carácter, talento y pujanza espiritual”.
#AmorPorColombia
Introducción
Tablilla ceremonial en balso pintado con tintes vegetales. Emberá, Costa Pacífica. José Fernando Machado.
Cestería en fibras de yarumo. Vaupés. José Fernando Machado.
Máscara funeraria en oro. Cultura Calima. José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
José Fernando Machado.
Detalle de urna funeraria prehispánica. Tamalameque, Cesar. José Fernando Machado.
Máscara precolombina elaborada en concha marina. Cultura Tumaco. José Fernando Machado.
Vasija en barro cocido. Cultura Quimbaya. Jorge Eduardo Arango.
Recipiente en totumo, tallado con escena de una corraleja. Sampués, Sucre. Pilar Gómez.
Máscara de carnaval en papel mashé. L. Dafanor. Santafé de Antioquia. José Fernando Machado.
Camión escalera con carrocería en madera pintada con paisaje. Rionegro, Antioquia. Pilar Gómez.
Poncho en algodón. Zona cafetera. Caldas. Archivo Villegas Editores.
Texto de: Liliana Villegas y Benjamín Villegas
Las investigaciones arqueológicas han demostrado cómo el poblamiento del territorio colombiano lo realizaron tres grandes culturas, pertenecientes a familias lingüísticas distintas. Las de los Arawak, cuyo núcleo original se sitúa en las cuencas del río Orinoco, la de los Caribes, quienes se asentaron en las llanuras interandinas y las regiones de la Costa Atlántica y Pacífica, y la de los Chibchas, que habitaron las tierras que se extienden a lo largo de la cordillera andina.
Cuando Cristóbal Colón llegó a América, en 1492, lo que es hoy territorio colombiano estaba poblado por numerosas sociedades aborígenes, como los Tairona, localizados en la Sierra Nevada de Santa Marta, la cultura Sinú, asentada entre los ríos San Jorge y Sinú, los Muiscas que habitaban el altiplano cundiboyacense, los Quimbaya que poblaban la región del Viejo Caldas, los Calima que ocupaban el valle del río del mismo nombre, en el actual territorio del Valle del Cauca, los Tierradentro ubicados en la región andina, en lo que es hoy el departamento del Cauca, los Tolima en la región del alto Magdalena, la cultura San Agustín al oriente del macizo colombiano, en el departamento del Huila, y los Tumaco y los Nariño en la frontera con el Ecuador.
A pesar de poseer características semejantes, cada pueblo contaba con su propia cultura, determinada por factores tanto sociales como ambientales. Los climas, la configuración geográfica, las propiedades inherentes a la tierra, su posición relativa frente a otras comunidades, su pasado y su mitología, fueron, sin duda, parte de esas fuerzas que determinaron la dirección hacia la cual fueron transformando su entorno natural en cultura. Se sabe, por ejemplo, que nuestros antepasados asimilaron las fuertes influencias de las corrientes migratorias de los Mayas, que penetraron al país por el norte, y de los Incas que llegaron por el sur, enriqueciendo su cultura nativa con esos nuevos aportes.
Con el desarrollo de su actividad productiva, el hombre prehispánico había establecido una relación propia con la naturaleza. La utilizó con mesura y un respeto casi sagrado, y si llegó a trasformarla lo hizo en la medida, tanto de sus necesidades vitales como de aquellas relacionadas con el impulso que su progreso material le imponía. Pero, a partir de la Conquista, la relación entre el hombre y la naturaleza cambió radicalmente en América. Con la presencia del europeo se rompen los equilibrios antes preservados. La llamada actividad civilizadora se orientó de una forma tan brutal como irracional, hacia la búsqueda ciega de la riqueza material, representada en oro y piedras preciosas.
A partir de la Conquista y hasta comienzos del siglo XIX, la corona española colonizó y evangelizó a los habitantes de estos territorios, imponiendo a su devenir histórico un modelo de civilización extraño, pero que, al final, constituyó, con el mestizaje y la consolidación de su cultura, una nueva sociedad. Esta se configuró a partir de elementos muy diversos pues, a los ancestros indígenas, se agregó la presencia étnica de la raza negra, venida en las galeras de los españoles, que también cohabitaron con los indios y con los españoles creando otros tipos de mestizaje.
La vida de Colombia como nación soberana sólo comienza en las primeras décadas del siglo XIX. Después de nueve años de luchas de los ejércitos patriotas contra los ejércitos españoles, se logra la independencia de España, y en diciembre de 1819, en el Congreso de Angostura, se constituye la Gran Colombia formada por lo que son hoy las repúblicas de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá.
En cada región del país se ha arraigado un tipo humano particular que tiene sus propias características. Al norte, la costa del Océano Atlántico, habitada por gente alegre, extrovertida y sincera, conforma un pueblo sencillo de alma, el cual incluye, además de negros, mulatos y blancos, tribus indígenas como los Wayuu de La Guajira, los Kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta y los Cuna del Golfo de Urabá. Al oeste, en la costa sobre el Océano Pacífico, se asientan comunidades de raza negra, pueblos de pescadores y de cazadores, flanqueados por el mar y por la selva más húmeda y de mayor biodiversidad del mundo, cuna de tribus indígenas como los Emberá y los Noanamá. Al sureste, la exuberancia de la selva amazónica, cálida y húmeda, es el hábitat natural de numerosas agrupaciones, con sus mitos y leyendas, conformadas por hombres que cazan y pescan, con formas de vida comunitaria y a veces nómada, como los Sibundoy, Makuna, Tukano y Tikuna. Al este, en los llanos del Orinoco y los inmensos ríos de la gran sabana, se encuentran sociedades basadas en la agricultura y el pastoreo y asentamientos indígenas como los Guahíbo, que habitan las orillas del río Vichada. En el centro, la cordillera de los Andes, dividida en tres ramales y densamente poblada, alberga sociedades con marcadas diferencias culturales y grandes capacidades para la agricultura, la alfarería y el tejido, y tribus que conservan tradiciones seculares, como los Guambiano, los Pijao y los Páez.
Colombia es una síntesis tropical de América, y al escudriñar su cultura material podremos comprender cómo este proceso de evolución está vivo y presente en el trabajo de los artesanos. Ellos son los herederos directos y legítimos de la producción tradicional, que con sus innumerables formas y elementos, configura la riqueza material y estética que caracteriza las diversas zonas del país. La cultura de cada región nos ofrece un amplio repertorio de la capacidad de invención y adecuación a los usos particulares, con que el hombre colombiano crea una segunda naturaleza. A su lado está la sociedad que el artesano interpreta y a la que le devuelve, en forma de objeto terminado, ciertos patrones del gusto general, bajo el pretexto de satisfacer las necesidades prácticas.
Artefacto significa hecho con arte. Los artefactos representan, de manera ejemplar, la relación entre lo práctico y lo bello, señalando el destino del arte en relación con la sociedad que lo produce. Cada artefacto es portador de una historia, acaso inmemorial, porque en él se encuentra expresada una tradición y una continuidad social y cultural.
El artesano comparte con el pequeño fabricante una sabiduría de tipo tradicional, aplicada, siempre, a la fabricación de elementos de uso doméstico y cotidiano. Puede afirmarse que el país rural se refleja en los usos de estos elementos. No hay hogar, por humilde que sea, que no posea escoba, butacos, herramientas, cestería, tejidos y un rústico mobiliario. Elementos, todos ellos, salidos de los talleres del carpintero, del ebanista, del fundidor, del tejedor o del ceramista.
Este libro recoge imágenes de múltiples artefactos de la vida cotidiana, que han acompañado el desarrollo de la cultura colombiana a través de los siglos: objetos rituales, herramientas, vasijas, canastos, muebles, hamacas, sombreros y muchos más. Si han perdurado a través del tiempo, es porque han sido hechos con tradición y originalidad, haciendo uso de materiales nobles como madera, barro, metales, fibras, semillas, piedra y cuero que la humanidad ha transformado de mil y una manera, pero que aquí, dentro de su propia idiosincrasia, adquieren una forma, un color y un contenido, que los hace ejemplares simbólicos de la región continental de la que forman parte, y testimonio de una sólida cultura artesanal.
La artesanía es sólo uno de los aspectos que revelan la enorme importancia de la tradición tanto como forma humana de transmitir un oficio, como de inculcar, en cada nueva generación, los principios que conforman la base espiritual sobre la que se funda toda sociedad. Es, a través de ella, como aprendemos a respetar la sabiduría de los mayores, a sentir amor por la tierra y por las costumbres, y a crear y perpetuar los ritos. Así, tradición y artesanía, tradición y cultura, son parcelas de la vida humana, que se sostienen recíprocamente y que ayudan a un pueblo a conservar y a construir su patrimonio.
Si se consolidan estas bases, se podrá aspirar a mantener una verdadera relación con la naturaleza y con el cosmos. La mirada al pasado y a la artesanía son rutas que pueden conducir a disfrutar la calidad de la vida, dentro de auténticos principios culturales, con “fuerza, carácter, talento y pujanza espiritual”.