- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Un nuevo modo de vivir
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
El argumento de la película Grupo de familia en un interior (Gruppo di famiglia in un interno), de Luchino Visconti, se desarrolla en un antiguo edificio de apartamentos localizado en el centro de Roma. Dos de ellos son protagónicos. En el primero, un aristócrata experto en arte habita un mundo de espacios en penumbra, poblados por libros, pinturas y esculturas. El segundo es alquilado por una familia perteneciente a la alta burguesía romana, cuya madre, de carácter dominante, se empeña en renovarlo completamente hasta convertirlo en un inmenso espacio blanco, con muebles y objetos vanguardistas. El contraste visual entre estos ambientes interiores es magistralmente empleado por Visconti como representación de las diferencias afectivas y morales existentes entre sus habitantes.
Gracias a la fidelidad de Visconti hacia el pasado, es posible valorar en la película la imagen de un edificio de apartamentos creada, probablemente, con base en el montaje de lugares reales —el vestíbulo, las escaleras y la terraza, por ejemplo— y espacios interiores construidos en estudio. ?Los ambientes internos están magistralmente escenificados y las secuencias visuales son impecables. Más allá de esto, Visconti enfatiza la relación entre el carácter espacial y ornamental de cada apartamento y la personalidad de sus habitantes y, en cada caso, el interés por acercar o alejar los mundos del pasado y sus herencias. Es un reflejo del contraste establecido desde el siglo xix entre tradición y modernidad, visto a través del espacio de dos apartamentos.
El apartamento: bocetos históricos
El apartamento es uno de los signos más visibles y difundidos de los modos modernos de habitar. Es urbano, lo que significa que su lugar de nacimiento, de expansión y evolución son las ciudades. Su imagen urbana es la de edificaciones altas o muy altas. Su presencia indica un incremento de la densidad de habitantes en los sectores en que se desarrollan.
El término español apartamento proviene del italiano “appartamento”. Ambos se refieren a lo mismo, una vivienda completa que forma parte de una edificación mayor, compuesta por varias unidades similares. Se subraya el carácter de “vivienda completa”, es decir, con los espacios y servicios necesarios para la permanencia de una o varias personas, en general de una familia. El término “edificio multifamiliar” es sinónimo de edificio de apartamentos.
El apartamento ha sido entendido históricamente en dos sentidos: como la réplica simplificada de una casa o como un lugar que posee su propia especificidad. La primera interpretación bien pudo estar presente antes de la modernidad, la segunda se estableció claramente en el siglo xx. Hay, sin embargo, una mutua interacción entre el concepto actual de una casa y el de un apartamento y es posible afirmar que, en este juego, el apartamento ha incidido notoriamente en la transformación de la vivienda individual, al punto de poder pensar en esta como la réplica de un apartamento.
¿Cómo se originó esta forma de habitar? Hay estudios que señalan dos posibles orígenes del edificio de apartamentos. Uno de ellos, la subdivisión por pisos de casas existentes en los antiguos centros europeos, cuyos propietarios encontraron una nueva forma de renta, antes aplicada solo en barrios pobres o miserables. Otro, la construcción deliberada de edificios de apartamentos, y esta es más antigua de lo que se cree.
En Roma se permitían desde el siglo xvii, y en Madrid, por ejemplo, al finalizar el siglo xviii ya se disponía de ordenanzas municipales que permitían la construcción de edificios altos con viviendas higiénicas e incluso manzanas enteras formadas por edificios repetitivos de apartamentos. El siglo xix es, en Europa, el período en el que los apartamentos se establecieron, socialmente, como un modo de habitar en las ciudades y su presencia modificó el perfil de sectores enteros de las mismas. Se gestó así ese nuevo modo moderno de vivir.
El apartamento nació como una vivienda para ser alquilada y sostuvo ese carácter por décadas, antes de que sus propietarios los consideraran vivienda en propiedad. Muchos de los primeros apartamentos europeos fueron una alternativa de vivienda para sectores emergentes de población en el mundo burgués: funcionarios y empleados, intelectuales y artistas independientes, personas mayores. En varias novelas de Balzac se mencionan algunos de estos. En el París de la segunda mitad del xix se construyeron nuevos edificios de apartamentos, algunos de ellos lujosos, para ser habitados por personas más adineradas. Barrios prestigiosos se formaron con estos edificios. Los nombres de conocidos arquitectos se asociaron a edificios notables. Tal es el caso de los edificios de Antonio Gaudí en Barcelona, de Víctor Horta en Bruselas, de Adolf Loos en Viena y de Auguste Perret en París.
Al iniciar el siglo xx el apartamento ya estaba instalado como un modo urbano de habitar en las grandes ciudades europeas. Un aporte de la modernización fue la planeación y construcción de grandes conjuntos de vivienda auspiciados por el Estado y, entre ellos, los de edificios de apartamentos. Algunos de los ejemplos más notables de esta modalidad se construyeron en Holanda y Alemania después de 1920, muchos de ellos trazados por arquitectos destacados. Con esto se configuró un mercado especial de apartamentos distinto de los anteriores, el de la vivienda económica.
Buena parte de la mirada moderna al edificio de apartamentos se orientó hacia el aprovechamiento de sus ventajas espaciales, funcionales e higiénicas en el espacio urbano, en el edificio mismo y en las unidades de vivienda. El edificio de apartamentos se presentó, a ojos de muchos urbanistas y arquitectos, como el elemento fundamental de la ciudad moderna. Estas ideas se apoyaron en numerosos estudios “científicos” de la vida doméstica, en algunos de los cuales se habló ya de una “ingeniería doméstica”: el manejo racional de la vivienda. La traducción de estas ideas a planteamientos de arquitectura dio como resultado nuevos tipos de edificios y de apartamentos concebidos como “máquinas de habitar”.
El apartamento no tuvo una rápida acogida en Estados Unidos. La mentalidad individualista había entronizado, en el imaginario ciudadano, la casa como el lugar ideal de habitación. Pero, en las grandes urbes, el mercado del suelo urbano y de la vivienda, con sus exigencias de mayor rentabilidad, encontró en el apartamento un recurso ideal para sus aspiraciones económicas. En Nueva York la subdivisión de casas en sectores como Harlem o Brooklyn sirvió, aquí como en Europa, para ofrecer apartamentos en alquiler a grupos de habitantes pobres, en este caso negros o inmigrantes. Los apartamentos de lujo se desarrollaron en Manhattan alrededor del Parque Central o de Park Avenue, la avenida más exclusiva de la ciudad. Mientras tanto nuevos conjuntos de apartamentos económicos sirvieron como laboratorio de ensayo de vivienda colectiva.
En Colombia la aceptación del apartamento como una nueva manera urbana de habitar tardó bastante. La tradición colonial de la casa individual estaba muy arraigada en la mentalidad ciudadana. El tamaño de las principales ciudades al inicio del siglo xx era relativamente pequeño y no justificaba ningún proceso de diversificación. Bogotá era, hacia 1930, la ciudad más poblada del país y también la más cercana a los aires de modernización. La densificación de su sector central se había iniciado diez años antes, con la construcción de los primeros edificios en altura, dedicados a la actividad bancaria. Se tienen indicios de la construcción de edificios de apartamentos en ese sector a partir de 1930. Un edificio emblemático de este período, por su calidad arquitectónica, el edificio Vengoechea, data de 1939 y hoy en día se encuentra incorporado en el conjunto de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. En ese mismo año se inauguró el conjunto denominado la “Cité Restrepo”, formado por dos bloques paralelos de apartamentos dispuestos en torno a un espacio central. Parte de este conjunto fue demolido a mediados de siglo para dar paso a la ampliación de la carrera décima.
Los registros publicados en revistas indican que es en la década siguiente, la de los años cuarenta, cuando se incrementa la construcción de edificios de apartamentos en Bogotá, no sólo en el sector central sino en su extensión hacia el barrio de Chapinero. Es también el período en que aparecen los primeros escritos de profesionales de la arquitectura que alaban las ventajas del apartamento moderno como forma de habitación. En la revista Proa, fundada por Carlos Martínez Jiménez en 1946, se puede hacer un seguimiento de los ejemplos más destacados de “edificios de renta”, calificativo que indica que en Bogotá, al igual que lo sucedido en otras partes del mundo, los apartamentos fueron concebidos inicialmente para ser alquilados y como una forma de inversión favorita en un sector de la sociedad que veía en ella la posibilidad de construir y manejar varios edificios como forma de ingreso permanente. Solo al aprobarse más adelante la ley de “propiedad horizontal” se permitió la venta de apartamentos. El edificio “Residencias El Nogal”, inaugurado en 1948, fue pensado desde un comienzo para ser vendido por este sistema y su configuración de siete pisos servidos por ascensores fue en su momento excepcional.
¿Cuál fue en Bogotá el primer grupo social que escogió el apartamento como el lugar adecuado para satisfacer su necesidad de habitación? La localización de los edificios y su diseño arquitectónico dan indicios de ello. Los apartamentos construidos en el sector central se ofrecieron a personas y familias que prefirieron su carácter práctico y la posibilidad de contar con una buena vivienda sin tener que adquirirla. Los inmigrantes europeos llegados a Bogotá entre 1930 y 1940 fueron buenos clientes por traer ya en su experiencia la de vivir en pisos o apartamentos. Parejas jóvenes y familias provenientes de otras regiones del país vieron en el apartamento una posibilidad de instalarse temporalmente mientras encontraban otra vivienda más permanente. Personas mayores encontraron una forma cómoda de vivir sin las complicaciones de una casa. El carácter de vivienda en alquiler predominó durante varias décadas. Solo después de 1960 se fortaleció la conciencia de convertir el apartamento en vivienda permanente.
El edificio de apartamentos, en la óptica moderna, fue asumido como la base para nuevos planteamientos urbanísticos y habitacionales. Se imaginó, como ya se dijo, una nueva ciudad formada por grandes conjuntos de edificios en altura separados por amplios espacios libres. En su interior las unidades de vivienda se concibieron como espacios funcionales en los que se diferenciaban claramente tres áreas: la social, la de habitaciones y la de servicios. En los sectores urbanos existentes, los nuevos edificios, entre medianeras, no dispusieron de la misma libertad de los conjuntos periféricos y se guiaron por ordenanzas más restrictivas. En Bogotá, entre 1950 y 1960 se construyeron innumerables edificios de apartamentos, pero solo se construyó un ejemplo del modelo de unidad vecinal con edificios en altura y amplias áreas libres, el Centro Urbano Antonio Nariño.
Al tiempo que esto sucedía en Bogotá, en Europa y Estados Unidos, entre 1950 y 1960, se construyeron algunos ejemplos emblemáticos de la visión moderna del edificio de apartamentos. La Unidad de Habitación de Marsella, del arquitecto suizo Le Corbusier, fue un manifiesto totalizante del edificio-ciudad, con calles interiores que atienden apartamentos dúplex dispuestos a lado y lado. En Estados Unidos, en los diecinueve pisos de la torre Price, de Frank Lloyd Wright, construida en Bakersville, Ohio, se combinaron oficinas y apartamentos y en las dos torres de Lakeshore Drive de Chicago, Mies van der Rohe aplicó su modelo de la caja acristalada al tema de los apartamentos. En Alemania se realizaron dos ejemplos importantes del enfoque organicista de la arquitectura: la Torre de Bremen de Alvar Aalto y el conjunto Romeo y Julieta de Hans Scharoun. Todos estos ejemplos demostraron con brillantez las posibilidades funcionales y estéticas del edificio de apartamentos. En la década siguiente se produjeron propuestas bastante más audaces tales, como las viviendas encapsuladas de Kisho Kurosawa en Tokio o los contenedores prefabricados de concreto de Moshe Safdie en Habitat 67 de Montreal. Las ideas vanguardistas de las megaestructuras se basaron, obviamente, en el manejo masivo de apartamentos.
En Bogotá los grandes maestros de la arquitectura aportaron sus mejores ejemplos desde 1950. Y fue en la década siguiente cuando se construyó una serie de edificios de singular valor arquitectónico, obra de arquitectos como Fernando Martínez Sanabria, Guillermo Bermúdez Umaña, Enrique Triana Uribe y Santiago Vargas Rocha, Dicken Castro, Arturo Robledo, Rogelio Salmona y Hernán Vieco, entre otros. Muchos de esos edificios forman parte hoy del patrimonio de la ciudad. No todos ellos se destinaron a clientes adinerados. Hay ejemplos interesantes en los conjuntos de apartamentos promovidos por el Banco Central Hipotecario, entre los que sobresale la Unidad Residencial El Parque, obra de Rogelio Salmona.
En las últimas décadas los apartamentos se han convertido en un tema importante de diseño interior y en algunos casos han alcanzado proporciones interiores enormes, al punto de llegar a ser de mayor tamaño que una casa aislada. Los aportes del diseño de interiores y del diseño industrial son muy importantes. El mundo de los objetos domésticos ayudado por los avances tecnológicos se ha hecho más eficaz, práctico, estéticamente agradable o sencillamente bello. Viejos apartamentos, como el mencionado en la introducción, son renovados, conservando en muchos casos sus valores patrimoniales más significativos. El rascacielos, anteriormente símbolo máximo del edificio de oficinas, hoy se destina a apartamentos. La vida urbana los requiere y los aprecia.
Interludio cinematográfico
Hablar de apartamentos en el cine es un tema interminable. Hay miles de películas en las que figuran uno o muchos apartamentos. Hollywood mostró en los años 30, los lujosos apartamentos de Manhattan, todos hechos en estudio, donde se desarrollaban dramas o comedias. Alfred Hitchcock logró con La soga una de sus obras maestras. La película, de un sola toma y con un argumento siniestro, como es de esperarse, se desarrolla en un apartamento neoyorquino, cuyos espacios la cámara registra con minuciosidad. Billy Wilder hizo incluso una película titulada El apartamento, mezcla de drama y humor. Blade Runner, la película de Ridley Scott, transcurre en la ciudad de Los Ángeles en 2021 y la imagen de la ciudad que se muestra al inicio es la de una enorme masa de edificios donde sobresale una inmensa pirámide que aloja las dependencias de la corporación Tyrell. Su propietario habita en el último piso, en un apartamento de enormes proporciones, ornamentado de manera ecléctica. Dos apartamentos más figuran en la película. Uno de ellos, donde habita el protagonista, el detective, se encuentra en un edificio medio ruinoso al que se llega por un ascensor de hierro localizado sobre un espacio vacío. En otro, donde se aloja J. F. Sebastián, el inventor de androides y muñecos animados, es un enorme apartamento, vetusto, tenuemente iluminado. En todos los apartamentos y en la ciudad las tecnologías electrónicas están disponibles para todo: inventar, indagar, observar, investigar. La visión es sombría.
Por contraste, en el cine de Pedro Almodóvar los apartamentos son brillantes, coloridos y luminosos. Sus extravagancias cinematográficas cuentan como apoyo con esos espacios recargados, mezcla de realidad e imaginación escenográfica. Cabe recordar, por ejemplo, los bellos espacios interiores de los pisos de Barcelona en Todo sobre mi madre. Y en el cine de Woody Allen sus personajes, víctimas de perpetuas neurosis, habitan en apartamentos acordes con sus atribuladas personalidades.
El apartamento como modo de vida
Vivir hoy en apartamentos en Bogotá es ya un hábito cultural; las nuevas casas se construyen usualmente en las periferias. El perfil urbano de muchos sectores se ha transformado. Las casas existentes se demuelen para dar paso a edificios de apartamentos. En barrios antes residenciales como el Antiguo Country o El Chicó quedan muy pocas casas de la época de su construcción, a mediados del siglo xx, y hoy alojan nuevos edificios con apartamentos de lujo. Los conjuntos de apartamentos de costos medianos o bajos bordean la ciudad por todos sus costados. En el Centro Internacional se levantan edificios de apartamentos cada vez más elevados que incrementan la densidad residencial del sector. Todo esto significa un cambio profundo en los modos de habitar la ciudad, que se ha llevado a cabo apenas en los últimos cuarenta años.
Los primeros apartamentos, como ya se dijo, fueron pensados como objeto de renta y se ofrecieron, por una parte, a varios sectores sociales, a grupos emergentes de funcionarios y empleados localizados económicamente en las oficinas públicas o en los sectores empresariales y comerciales. Por otra, a familias jóvenes o sin hijos, a inmigrantes extranjeros y en especial a quienes preferían un modo de vida moderno. La oferta se amplió y diversificó una vez aprobada la ley de propiedad horizontal que permitía ofrecerlos en venta.
Vivir en apartamentos exigió, desde un comienzo, un suficiente grado de acomodo a las condiciones de unos espacios relativamente pequeños en comparación con los de las casas. Los primeros apartamentos bogotanos intentaron replicar algunas de esas condiciones. Por ejemplo, la entrada independiente de servicio y la cocina con repostería adjunta; algunos conservaron el hall o vestíbulo. La idea del ama de casa presente en todo momento en la vivienda, pendiente de su buen funcionamiento, permeó esas ideas.
El diseño moderno cambió esas costumbres y propuso un espacio más libre y fluido. Los nuevos aparatos y muebles se asociaron a la imagen de la mujer moderna, menos esclavizada en las labores domésticas. En Bogotá, paralelamente al desarrollo del apartamento moderno se llevó a cabo una transformación en el mercado de muebles y objetos. Fábricas como Artecto y Camacho Roldán se comprometieron con el diseño moderno y produjeron mobiliarios más funcionales y livianos. El mueble moderno se asoció indiscutiblemente con el modo de vida del apartamento.
Los sectores de altos ingresos exigieron y exigen un apartamento que facilite los ritos sociales habituales. Es así como, hacia 1960, ya se había definido cierta tipología espacial y funcional de apartamento bogotano: una amplia zona social con sala, comedor y estudio separados pero intercomunicados a través de umbrales y vanos; un estar de alcobas o estar informal para la reunión familiar; una alcoba de padres amplia y con sus propios servicios, cercana al área social, y las alcobas de los hijos en torno al estar familiar. La zona de servicios, igualmente amplia, incluía lo habitual: cocina, habitaciones de servicio y lavandería.
La tipología ha evolucionado y llega hasta el presente con matices contemporáneos. El apartamento de hoy es más sencillo en algunos aspectos y más sofisticado en otros. Hace varias décadas el arquitecto Gabriel Serrano Camargo, en un pequeño artículo titulado “Apartamentos modernos”, publicado en la revista Ingeniería y Arquitectura, hacía eco de las ideas de un arquitecto inglés de apellido Yorke y consideraba que el apartamento debía responder a un nuevo modo de vida en el que la ocupación diurna de los padres y la educación de los hijos, al tiempo con una mayor oferta de actividades fuera de la vivienda, exigía dar énfasis al área social y restar importancia a las habitaciones, los que solo se usarían en las noches. Apoyaba la idea de la integración de las áreas sociales como lugar de reunión familiar y proponía la localización de por lo menos dos vestíbulos, uno de ingreso y otro de alcobas. Puede decirse que esos preceptos se cumplieron cabalmente en los apartamentos bogotanos de la segunda mitad del siglo xx, se adicionaron con nuevos requerimientos y se transformaron en lo que se hace y se ofrece como apartamentos de gran tamaño y calidad.
Los edificios mismos se han transformado. Los vestíbulos principales son ahora objeto de atención, a la manera de una sala de espera cómodamente amoblada. Los ascensores, antes propios de edificaciones muy altas o de lujo, hoy son una pieza indispensable en un edificio. Algo semejante puede decirse de los estacionamientos, que hoy se requieren para dos o más vehículos por apartamento, amén de los de visitantes. La tradicional separación funcional entre las tres áreas: social, habitaciones y servicios prevalece, con las debidas interpretaciones por parte de los arquitectos. El vestíbulo y el hall de alcobas persisten.
La zona social es, sin duda, el espacio principal de cada apartamento. Reúne la sala y el comedor, a veces integrados, a veces separados mediante recursos mínimos: un muro bajo, un mueble. La chimenea aparece en las salas, a veces en forma tradicional con leña o carbón y más frecuentemente con las nuevas técnicas del gas. La sala es casi siempre el espacio más iluminado del apartamento, distinguida por sus grandes ventanales y abierta la mayoría de las veces hacia un balcón o una terraza. El comedor le sigue en importancia, especialmente en los eventos sociales. Su papel en la vida cotidiana depende mucho de las actividades de sus ocupantes, quienes muchas veces prefieren usar el espacio de la cocina para el desayuno y la cena informales.
Uno de los cambios recientes más significativos se ha dado en torno al espacio de la cocina, antes incorporado en el área de servicios y hoy cada vez más integrado al espacio social. La nueva cocina cumple con la vieja aspiración de ser un “laboratorio” en el que la preparación de la comida se apoya en un conjunto de aparatos tecnológicamente avanzados. Cocinar ya no es exclusivo de una empleada, es un rito socialmente significativo, es un placer compartido. El diseño de la cocina es hoy tan importante como el del resto del apartamento. La adición de un comedor requiere más espacio y también ciertas condiciones especiales, por ejemplo la delimitación de un espacio adecuado, integrado y a la vez separado de la cocina.
El diseño interior de un apartamento es ahora objeto de particular atención. Anteriormente los apartamentos se entregaban terminados a gusto del arquitecto. El carácter de los apartamentos bogotanos derivaba de lo que el diseñador encontraba consecuente con su idea del espacio interior. La apertura al gusto de los propietarios y la entrega en “obra gris”, es decir, sin acabados, deja a aquellos un margen amplio de decisión sobre la imagen final del apartamento, a veces asesorados por especialistas en diseño interior. La escogencia de muebles, objetos y obras de arte es compleja y puede orientarse a la armonía o al contraste. La tendencia minimalista, que cuenta con cierto aprecio, busca reducir la cantidad de muebles y objetos y de escogerlos dentro de líneas muy sencillas. Recuerda los amoblamientos de los primeros apartamentos modernos en los que se intentaba aplicar la idea de Mies van der Rohe de “menos es más”. Hay cabida, sin embargo, a ciertas digresiones o extravagancias.
A modo de conclusión
El apartamento es cada vez más la vivienda del siglo xxi, las ciudades lo piden, los ciudadanos lo aprecian. Habitar un apartamento es aún indicio de modernidad. Su carácter práctico prevalece. Bogotá se puebla cada día con más edificios de apartamentos. Al mismo tiempo, en las áreas periféricas se construyen extensos condominios de casas unifamiliares. La nueva ciudad que se perfila será cada vez más densa y tal vez más eficiaz. Hay que entender la lógica de una ciudad de apartamentos para configurar ese futuro.
#AmorPorColombia
Un nuevo modo de vivir
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
El argumento de la película Grupo de familia en un interior (Gruppo di famiglia in un interno), de Luchino Visconti, se desarrolla en un antiguo edificio de apartamentos localizado en el centro de Roma. Dos de ellos son protagónicos. En el primero, un aristócrata experto en arte habita un mundo de espacios en penumbra, poblados por libros, pinturas y esculturas. El segundo es alquilado por una familia perteneciente a la alta burguesía romana, cuya madre, de carácter dominante, se empeña en renovarlo completamente hasta convertirlo en un inmenso espacio blanco, con muebles y objetos vanguardistas. El contraste visual entre estos ambientes interiores es magistralmente empleado por Visconti como representación de las diferencias afectivas y morales existentes entre sus habitantes.
Gracias a la fidelidad de Visconti hacia el pasado, es posible valorar en la película la imagen de un edificio de apartamentos creada, probablemente, con base en el montaje de lugares reales —el vestíbulo, las escaleras y la terraza, por ejemplo— y espacios interiores construidos en estudio. ?Los ambientes internos están magistralmente escenificados y las secuencias visuales son impecables. Más allá de esto, Visconti enfatiza la relación entre el carácter espacial y ornamental de cada apartamento y la personalidad de sus habitantes y, en cada caso, el interés por acercar o alejar los mundos del pasado y sus herencias. Es un reflejo del contraste establecido desde el siglo xix entre tradición y modernidad, visto a través del espacio de dos apartamentos.
El apartamento: bocetos históricos
El apartamento es uno de los signos más visibles y difundidos de los modos modernos de habitar. Es urbano, lo que significa que su lugar de nacimiento, de expansión y evolución son las ciudades. Su imagen urbana es la de edificaciones altas o muy altas. Su presencia indica un incremento de la densidad de habitantes en los sectores en que se desarrollan.
El término español apartamento proviene del italiano “appartamento”. Ambos se refieren a lo mismo, una vivienda completa que forma parte de una edificación mayor, compuesta por varias unidades similares. Se subraya el carácter de “vivienda completa”, es decir, con los espacios y servicios necesarios para la permanencia de una o varias personas, en general de una familia. El término “edificio multifamiliar” es sinónimo de edificio de apartamentos.
El apartamento ha sido entendido históricamente en dos sentidos: como la réplica simplificada de una casa o como un lugar que posee su propia especificidad. La primera interpretación bien pudo estar presente antes de la modernidad, la segunda se estableció claramente en el siglo xx. Hay, sin embargo, una mutua interacción entre el concepto actual de una casa y el de un apartamento y es posible afirmar que, en este juego, el apartamento ha incidido notoriamente en la transformación de la vivienda individual, al punto de poder pensar en esta como la réplica de un apartamento.
¿Cómo se originó esta forma de habitar? Hay estudios que señalan dos posibles orígenes del edificio de apartamentos. Uno de ellos, la subdivisión por pisos de casas existentes en los antiguos centros europeos, cuyos propietarios encontraron una nueva forma de renta, antes aplicada solo en barrios pobres o miserables. Otro, la construcción deliberada de edificios de apartamentos, y esta es más antigua de lo que se cree.
En Roma se permitían desde el siglo xvii, y en Madrid, por ejemplo, al finalizar el siglo xviii ya se disponía de ordenanzas municipales que permitían la construcción de edificios altos con viviendas higiénicas e incluso manzanas enteras formadas por edificios repetitivos de apartamentos. El siglo xix es, en Europa, el período en el que los apartamentos se establecieron, socialmente, como un modo de habitar en las ciudades y su presencia modificó el perfil de sectores enteros de las mismas. Se gestó así ese nuevo modo moderno de vivir.
El apartamento nació como una vivienda para ser alquilada y sostuvo ese carácter por décadas, antes de que sus propietarios los consideraran vivienda en propiedad. Muchos de los primeros apartamentos europeos fueron una alternativa de vivienda para sectores emergentes de población en el mundo burgués: funcionarios y empleados, intelectuales y artistas independientes, personas mayores. En varias novelas de Balzac se mencionan algunos de estos. En el París de la segunda mitad del xix se construyeron nuevos edificios de apartamentos, algunos de ellos lujosos, para ser habitados por personas más adineradas. Barrios prestigiosos se formaron con estos edificios. Los nombres de conocidos arquitectos se asociaron a edificios notables. Tal es el caso de los edificios de Antonio Gaudí en Barcelona, de Víctor Horta en Bruselas, de Adolf Loos en Viena y de Auguste Perret en París.
Al iniciar el siglo xx el apartamento ya estaba instalado como un modo urbano de habitar en las grandes ciudades europeas. Un aporte de la modernización fue la planeación y construcción de grandes conjuntos de vivienda auspiciados por el Estado y, entre ellos, los de edificios de apartamentos. Algunos de los ejemplos más notables de esta modalidad se construyeron en Holanda y Alemania después de 1920, muchos de ellos trazados por arquitectos destacados. Con esto se configuró un mercado especial de apartamentos distinto de los anteriores, el de la vivienda económica.
Buena parte de la mirada moderna al edificio de apartamentos se orientó hacia el aprovechamiento de sus ventajas espaciales, funcionales e higiénicas en el espacio urbano, en el edificio mismo y en las unidades de vivienda. El edificio de apartamentos se presentó, a ojos de muchos urbanistas y arquitectos, como el elemento fundamental de la ciudad moderna. Estas ideas se apoyaron en numerosos estudios “científicos” de la vida doméstica, en algunos de los cuales se habló ya de una “ingeniería doméstica”: el manejo racional de la vivienda. La traducción de estas ideas a planteamientos de arquitectura dio como resultado nuevos tipos de edificios y de apartamentos concebidos como “máquinas de habitar”.
El apartamento no tuvo una rápida acogida en Estados Unidos. La mentalidad individualista había entronizado, en el imaginario ciudadano, la casa como el lugar ideal de habitación. Pero, en las grandes urbes, el mercado del suelo urbano y de la vivienda, con sus exigencias de mayor rentabilidad, encontró en el apartamento un recurso ideal para sus aspiraciones económicas. En Nueva York la subdivisión de casas en sectores como Harlem o Brooklyn sirvió, aquí como en Europa, para ofrecer apartamentos en alquiler a grupos de habitantes pobres, en este caso negros o inmigrantes. Los apartamentos de lujo se desarrollaron en Manhattan alrededor del Parque Central o de Park Avenue, la avenida más exclusiva de la ciudad. Mientras tanto nuevos conjuntos de apartamentos económicos sirvieron como laboratorio de ensayo de vivienda colectiva.
En Colombia la aceptación del apartamento como una nueva manera urbana de habitar tardó bastante. La tradición colonial de la casa individual estaba muy arraigada en la mentalidad ciudadana. El tamaño de las principales ciudades al inicio del siglo xx era relativamente pequeño y no justificaba ningún proceso de diversificación. Bogotá era, hacia 1930, la ciudad más poblada del país y también la más cercana a los aires de modernización. La densificación de su sector central se había iniciado diez años antes, con la construcción de los primeros edificios en altura, dedicados a la actividad bancaria. Se tienen indicios de la construcción de edificios de apartamentos en ese sector a partir de 1930. Un edificio emblemático de este período, por su calidad arquitectónica, el edificio Vengoechea, data de 1939 y hoy en día se encuentra incorporado en el conjunto de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. En ese mismo año se inauguró el conjunto denominado la “Cité Restrepo”, formado por dos bloques paralelos de apartamentos dispuestos en torno a un espacio central. Parte de este conjunto fue demolido a mediados de siglo para dar paso a la ampliación de la carrera décima.
Los registros publicados en revistas indican que es en la década siguiente, la de los años cuarenta, cuando se incrementa la construcción de edificios de apartamentos en Bogotá, no sólo en el sector central sino en su extensión hacia el barrio de Chapinero. Es también el período en que aparecen los primeros escritos de profesionales de la arquitectura que alaban las ventajas del apartamento moderno como forma de habitación. En la revista Proa, fundada por Carlos Martínez Jiménez en 1946, se puede hacer un seguimiento de los ejemplos más destacados de “edificios de renta”, calificativo que indica que en Bogotá, al igual que lo sucedido en otras partes del mundo, los apartamentos fueron concebidos inicialmente para ser alquilados y como una forma de inversión favorita en un sector de la sociedad que veía en ella la posibilidad de construir y manejar varios edificios como forma de ingreso permanente. Solo al aprobarse más adelante la ley de “propiedad horizontal” se permitió la venta de apartamentos. El edificio “Residencias El Nogal”, inaugurado en 1948, fue pensado desde un comienzo para ser vendido por este sistema y su configuración de siete pisos servidos por ascensores fue en su momento excepcional.
¿Cuál fue en Bogotá el primer grupo social que escogió el apartamento como el lugar adecuado para satisfacer su necesidad de habitación? La localización de los edificios y su diseño arquitectónico dan indicios de ello. Los apartamentos construidos en el sector central se ofrecieron a personas y familias que prefirieron su carácter práctico y la posibilidad de contar con una buena vivienda sin tener que adquirirla. Los inmigrantes europeos llegados a Bogotá entre 1930 y 1940 fueron buenos clientes por traer ya en su experiencia la de vivir en pisos o apartamentos. Parejas jóvenes y familias provenientes de otras regiones del país vieron en el apartamento una posibilidad de instalarse temporalmente mientras encontraban otra vivienda más permanente. Personas mayores encontraron una forma cómoda de vivir sin las complicaciones de una casa. El carácter de vivienda en alquiler predominó durante varias décadas. Solo después de 1960 se fortaleció la conciencia de convertir el apartamento en vivienda permanente.
El edificio de apartamentos, en la óptica moderna, fue asumido como la base para nuevos planteamientos urbanísticos y habitacionales. Se imaginó, como ya se dijo, una nueva ciudad formada por grandes conjuntos de edificios en altura separados por amplios espacios libres. En su interior las unidades de vivienda se concibieron como espacios funcionales en los que se diferenciaban claramente tres áreas: la social, la de habitaciones y la de servicios. En los sectores urbanos existentes, los nuevos edificios, entre medianeras, no dispusieron de la misma libertad de los conjuntos periféricos y se guiaron por ordenanzas más restrictivas. En Bogotá, entre 1950 y 1960 se construyeron innumerables edificios de apartamentos, pero solo se construyó un ejemplo del modelo de unidad vecinal con edificios en altura y amplias áreas libres, el Centro Urbano Antonio Nariño.
Al tiempo que esto sucedía en Bogotá, en Europa y Estados Unidos, entre 1950 y 1960, se construyeron algunos ejemplos emblemáticos de la visión moderna del edificio de apartamentos. La Unidad de Habitación de Marsella, del arquitecto suizo Le Corbusier, fue un manifiesto totalizante del edificio-ciudad, con calles interiores que atienden apartamentos dúplex dispuestos a lado y lado. En Estados Unidos, en los diecinueve pisos de la torre Price, de Frank Lloyd Wright, construida en Bakersville, Ohio, se combinaron oficinas y apartamentos y en las dos torres de Lakeshore Drive de Chicago, Mies van der Rohe aplicó su modelo de la caja acristalada al tema de los apartamentos. En Alemania se realizaron dos ejemplos importantes del enfoque organicista de la arquitectura: la Torre de Bremen de Alvar Aalto y el conjunto Romeo y Julieta de Hans Scharoun. Todos estos ejemplos demostraron con brillantez las posibilidades funcionales y estéticas del edificio de apartamentos. En la década siguiente se produjeron propuestas bastante más audaces tales, como las viviendas encapsuladas de Kisho Kurosawa en Tokio o los contenedores prefabricados de concreto de Moshe Safdie en Habitat 67 de Montreal. Las ideas vanguardistas de las megaestructuras se basaron, obviamente, en el manejo masivo de apartamentos.
En Bogotá los grandes maestros de la arquitectura aportaron sus mejores ejemplos desde 1950. Y fue en la década siguiente cuando se construyó una serie de edificios de singular valor arquitectónico, obra de arquitectos como Fernando Martínez Sanabria, Guillermo Bermúdez Umaña, Enrique Triana Uribe y Santiago Vargas Rocha, Dicken Castro, Arturo Robledo, Rogelio Salmona y Hernán Vieco, entre otros. Muchos de esos edificios forman parte hoy del patrimonio de la ciudad. No todos ellos se destinaron a clientes adinerados. Hay ejemplos interesantes en los conjuntos de apartamentos promovidos por el Banco Central Hipotecario, entre los que sobresale la Unidad Residencial El Parque, obra de Rogelio Salmona.
En las últimas décadas los apartamentos se han convertido en un tema importante de diseño interior y en algunos casos han alcanzado proporciones interiores enormes, al punto de llegar a ser de mayor tamaño que una casa aislada. Los aportes del diseño de interiores y del diseño industrial son muy importantes. El mundo de los objetos domésticos ayudado por los avances tecnológicos se ha hecho más eficaz, práctico, estéticamente agradable o sencillamente bello. Viejos apartamentos, como el mencionado en la introducción, son renovados, conservando en muchos casos sus valores patrimoniales más significativos. El rascacielos, anteriormente símbolo máximo del edificio de oficinas, hoy se destina a apartamentos. La vida urbana los requiere y los aprecia.
Interludio cinematográfico
Hablar de apartamentos en el cine es un tema interminable. Hay miles de películas en las que figuran uno o muchos apartamentos. Hollywood mostró en los años 30, los lujosos apartamentos de Manhattan, todos hechos en estudio, donde se desarrollaban dramas o comedias. Alfred Hitchcock logró con La soga una de sus obras maestras. La película, de un sola toma y con un argumento siniestro, como es de esperarse, se desarrolla en un apartamento neoyorquino, cuyos espacios la cámara registra con minuciosidad. Billy Wilder hizo incluso una película titulada El apartamento, mezcla de drama y humor. Blade Runner, la película de Ridley Scott, transcurre en la ciudad de Los Ángeles en 2021 y la imagen de la ciudad que se muestra al inicio es la de una enorme masa de edificios donde sobresale una inmensa pirámide que aloja las dependencias de la corporación Tyrell. Su propietario habita en el último piso, en un apartamento de enormes proporciones, ornamentado de manera ecléctica. Dos apartamentos más figuran en la película. Uno de ellos, donde habita el protagonista, el detective, se encuentra en un edificio medio ruinoso al que se llega por un ascensor de hierro localizado sobre un espacio vacío. En otro, donde se aloja J. F. Sebastián, el inventor de androides y muñecos animados, es un enorme apartamento, vetusto, tenuemente iluminado. En todos los apartamentos y en la ciudad las tecnologías electrónicas están disponibles para todo: inventar, indagar, observar, investigar. La visión es sombría.
Por contraste, en el cine de Pedro Almodóvar los apartamentos son brillantes, coloridos y luminosos. Sus extravagancias cinematográficas cuentan como apoyo con esos espacios recargados, mezcla de realidad e imaginación escenográfica. Cabe recordar, por ejemplo, los bellos espacios interiores de los pisos de Barcelona en Todo sobre mi madre. Y en el cine de Woody Allen sus personajes, víctimas de perpetuas neurosis, habitan en apartamentos acordes con sus atribuladas personalidades.
El apartamento como modo de vida
Vivir hoy en apartamentos en Bogotá es ya un hábito cultural; las nuevas casas se construyen usualmente en las periferias. El perfil urbano de muchos sectores se ha transformado. Las casas existentes se demuelen para dar paso a edificios de apartamentos. En barrios antes residenciales como el Antiguo Country o El Chicó quedan muy pocas casas de la época de su construcción, a mediados del siglo xx, y hoy alojan nuevos edificios con apartamentos de lujo. Los conjuntos de apartamentos de costos medianos o bajos bordean la ciudad por todos sus costados. En el Centro Internacional se levantan edificios de apartamentos cada vez más elevados que incrementan la densidad residencial del sector. Todo esto significa un cambio profundo en los modos de habitar la ciudad, que se ha llevado a cabo apenas en los últimos cuarenta años.
Los primeros apartamentos, como ya se dijo, fueron pensados como objeto de renta y se ofrecieron, por una parte, a varios sectores sociales, a grupos emergentes de funcionarios y empleados localizados económicamente en las oficinas públicas o en los sectores empresariales y comerciales. Por otra, a familias jóvenes o sin hijos, a inmigrantes extranjeros y en especial a quienes preferían un modo de vida moderno. La oferta se amplió y diversificó una vez aprobada la ley de propiedad horizontal que permitía ofrecerlos en venta.
Vivir en apartamentos exigió, desde un comienzo, un suficiente grado de acomodo a las condiciones de unos espacios relativamente pequeños en comparación con los de las casas. Los primeros apartamentos bogotanos intentaron replicar algunas de esas condiciones. Por ejemplo, la entrada independiente de servicio y la cocina con repostería adjunta; algunos conservaron el hall o vestíbulo. La idea del ama de casa presente en todo momento en la vivienda, pendiente de su buen funcionamiento, permeó esas ideas.
El diseño moderno cambió esas costumbres y propuso un espacio más libre y fluido. Los nuevos aparatos y muebles se asociaron a la imagen de la mujer moderna, menos esclavizada en las labores domésticas. En Bogotá, paralelamente al desarrollo del apartamento moderno se llevó a cabo una transformación en el mercado de muebles y objetos. Fábricas como Artecto y Camacho Roldán se comprometieron con el diseño moderno y produjeron mobiliarios más funcionales y livianos. El mueble moderno se asoció indiscutiblemente con el modo de vida del apartamento.
Los sectores de altos ingresos exigieron y exigen un apartamento que facilite los ritos sociales habituales. Es así como, hacia 1960, ya se había definido cierta tipología espacial y funcional de apartamento bogotano: una amplia zona social con sala, comedor y estudio separados pero intercomunicados a través de umbrales y vanos; un estar de alcobas o estar informal para la reunión familiar; una alcoba de padres amplia y con sus propios servicios, cercana al área social, y las alcobas de los hijos en torno al estar familiar. La zona de servicios, igualmente amplia, incluía lo habitual: cocina, habitaciones de servicio y lavandería.
La tipología ha evolucionado y llega hasta el presente con matices contemporáneos. El apartamento de hoy es más sencillo en algunos aspectos y más sofisticado en otros. Hace varias décadas el arquitecto Gabriel Serrano Camargo, en un pequeño artículo titulado “Apartamentos modernos”, publicado en la revista Ingeniería y Arquitectura, hacía eco de las ideas de un arquitecto inglés de apellido Yorke y consideraba que el apartamento debía responder a un nuevo modo de vida en el que la ocupación diurna de los padres y la educación de los hijos, al tiempo con una mayor oferta de actividades fuera de la vivienda, exigía dar énfasis al área social y restar importancia a las habitaciones, los que solo se usarían en las noches. Apoyaba la idea de la integración de las áreas sociales como lugar de reunión familiar y proponía la localización de por lo menos dos vestíbulos, uno de ingreso y otro de alcobas. Puede decirse que esos preceptos se cumplieron cabalmente en los apartamentos bogotanos de la segunda mitad del siglo xx, se adicionaron con nuevos requerimientos y se transformaron en lo que se hace y se ofrece como apartamentos de gran tamaño y calidad.
Los edificios mismos se han transformado. Los vestíbulos principales son ahora objeto de atención, a la manera de una sala de espera cómodamente amoblada. Los ascensores, antes propios de edificaciones muy altas o de lujo, hoy son una pieza indispensable en un edificio. Algo semejante puede decirse de los estacionamientos, que hoy se requieren para dos o más vehículos por apartamento, amén de los de visitantes. La tradicional separación funcional entre las tres áreas: social, habitaciones y servicios prevalece, con las debidas interpretaciones por parte de los arquitectos. El vestíbulo y el hall de alcobas persisten.
La zona social es, sin duda, el espacio principal de cada apartamento. Reúne la sala y el comedor, a veces integrados, a veces separados mediante recursos mínimos: un muro bajo, un mueble. La chimenea aparece en las salas, a veces en forma tradicional con leña o carbón y más frecuentemente con las nuevas técnicas del gas. La sala es casi siempre el espacio más iluminado del apartamento, distinguida por sus grandes ventanales y abierta la mayoría de las veces hacia un balcón o una terraza. El comedor le sigue en importancia, especialmente en los eventos sociales. Su papel en la vida cotidiana depende mucho de las actividades de sus ocupantes, quienes muchas veces prefieren usar el espacio de la cocina para el desayuno y la cena informales.
Uno de los cambios recientes más significativos se ha dado en torno al espacio de la cocina, antes incorporado en el área de servicios y hoy cada vez más integrado al espacio social. La nueva cocina cumple con la vieja aspiración de ser un “laboratorio” en el que la preparación de la comida se apoya en un conjunto de aparatos tecnológicamente avanzados. Cocinar ya no es exclusivo de una empleada, es un rito socialmente significativo, es un placer compartido. El diseño de la cocina es hoy tan importante como el del resto del apartamento. La adición de un comedor requiere más espacio y también ciertas condiciones especiales, por ejemplo la delimitación de un espacio adecuado, integrado y a la vez separado de la cocina.
El diseño interior de un apartamento es ahora objeto de particular atención. Anteriormente los apartamentos se entregaban terminados a gusto del arquitecto. El carácter de los apartamentos bogotanos derivaba de lo que el diseñador encontraba consecuente con su idea del espacio interior. La apertura al gusto de los propietarios y la entrega en “obra gris”, es decir, sin acabados, deja a aquellos un margen amplio de decisión sobre la imagen final del apartamento, a veces asesorados por especialistas en diseño interior. La escogencia de muebles, objetos y obras de arte es compleja y puede orientarse a la armonía o al contraste. La tendencia minimalista, que cuenta con cierto aprecio, busca reducir la cantidad de muebles y objetos y de escogerlos dentro de líneas muy sencillas. Recuerda los amoblamientos de los primeros apartamentos modernos en los que se intentaba aplicar la idea de Mies van der Rohe de “menos es más”. Hay cabida, sin embargo, a ciertas digresiones o extravagancias.
A modo de conclusión
El apartamento es cada vez más la vivienda del siglo xxi, las ciudades lo piden, los ciudadanos lo aprecian. Habitar un apartamento es aún indicio de modernidad. Su carácter práctico prevalece. Bogotá se puebla cada día con más edificios de apartamentos. Al mismo tiempo, en las áreas periféricas se construyen extensos condominios de casas unifamiliares. La nueva ciudad que se perfila será cada vez más densa y tal vez más eficiaz. Hay que entender la lógica de una ciudad de apartamentos para configurar ese futuro.