- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Riqueza en cifras
Lagunas de Riego. Costa Rica, Valle del Cauca. César David Martínez.
Río Atrato. Chocó. Aldo Brando.
Río Cauca. Pereira, Risaralda. Aldo Brando.
Represa de Teatinos. Boyacá. Aldo Brando.
Río Orinoco. Parque Nacional Natural Tuparro, Vichada. Andrés Hurtado.
Río Chinchiná. Villa María, Caldas. Jesús Vélez.
Figura 3. Demanda de agua para las actividades socieconómicas. Año 2003.
Escarnecía promedio anual.
Ríos de Colombia.
Texto de: Manuel Rodríguez Becerra
La enorme riqueza en aguas de Colombia deriva de su ubicación en la franja intertropical, donde cae la mitad de la precipitación pluvial del globo, resultado de la convergencia de los vientos alisios que soplan en dirección noreste y los alisios que soplan en dirección sureste, generando el ascenso de aire caliente cargado de vapor y su condensación en forma de abundantes lluvias. Esta ubicación en la zona de convergencia intertropical se combina con su compleja topografía que, en interrelación con los alisios, causa altas pluviosidades en unas regiones y sequía en otras.
Para precisar la oferta total de agua dulce del país en comparación con otros, debemos recurrir a conceptos y mediciones de la ciencia y la tecnología a fin de cuantificar la lluvia que cae al año y el agua que acaba fluyendo por los ríos.
La precipitación, que se expresa en milímetros anuales, se refiere a la altura del agua lluvia que cubriría la superficie del suelo en el área de influencia de una estación pluviométrica, si pudiese mantenerse sobre esta área sin filtrarse ni evaporarse. Con tal medida, vemos que Colombia tiene una precipitación promedio anual de 3000 mm, en comparación con 900 mm anuales en el ámbito global y 1600 mm anuales en América Latina.
Escorrentía es la porción de lluvia que luego de haber sido precipitada, interceptada por la cobertura vegetal, evapotranspirada por el sistema suelo-vegetación e infiltrada, alcanza los cauces de los ríos y escurre a través de ellos. El agua que alcanza los ríos, quebradas y lagos está conformada por tres flujos: superficial, subsuperficial y subterráneo, siendo los dos últimos los principales en términos del caudal que aportan.
La escorrentía se expresa en l/s/km², que indica la cantidad de agua en litros que se produce durante un segundo en un km2. En el caso de Colombia la precipitación genera un caudal específico de escorrentía de 59,0 l/s/km², unas tres veces más que el promedio suramericano y seis veces mayor que el mundial, ubicando al país entre los diez más ricos en agua del globo (Ideam, 2004).
Así, Colombia tiene una oferta disponible de 50000 m3 por habitante al año. Y si se toman en cuenta las reducciones, tanto de calidad (en particular por la contaminación) como por la regulación natural, la disponibilidad es de 30,000 m3 por habitante al año, que coloca al país en el promedio de este indicador para América Latina, la cual es cuatro veces mayor que la disponibilidad promedio del mundo.
La extraordinaria riqueza de agua dulce está representada “por la red fluvial superficial que cubre el país; las favorables condiciones de almacenamiento de aguas subterráneas; la existencia de cuerpos lénticos, distribuidos en buena parte de la superficie total, y la presencia de grandes extensiones de humedales” (Ideam, 2004). De todas estas fuentes de agua dulce, la más importante por su volumen y uso es la fluvial, esa extensa red de ríos que vierten al mar Caribe, al Pacífico y a los ríos Orinoco y de la Amazonia.
Pero esta rica oferta de agua no está homogéneamente distribuida en el país, que tiene zonas deficitarias y zonas con un superávit considerable, como muestra el mapa de la página siguiente.
Como ha subrayado el Ideam: “La distribución heterogénea del recurso, de la población y de las actividades económicas en Colombia, hacen que el indicador promedio de disponibilidad de agua, relativamente favorable, que ostenta el país, sea engañoso, o menos favorable, en la medida en que se consideran exclusivamente las zonas donde se concentra la mayor parte de su población y de la actividad económica, cuencas de los ríos Magdalena y Cauca y de los ríos que drenan al Caribe, incluido el Catatumbo, los cuales en conjunto solo representan el 25 por ciento del volumen de agua anual en Colombia” (Ideam, 1998).
En efecto, cuando se toma en cuenta la disponibilidad de agua en las diferentes regiones del país, las condiciones más críticas corresponden a las cuencas de la alta y baja Guajira, río Catatumbo, sabana de Bogotá, y Sinú y Caribe. Y cuando se examina el nivel departamental a partir de la evaluación de la oferta hídrica neta en las cabeceras municipales, las zonas con mayores problemas son: La Guajira, San Andrés, Norte de Santander, Valle del Cauca y Quindío.
Escorrentía promedio anual
En Colombia, como en la mayoría de países, dependemos principalmente de los ríos para la provisión de agua potable, las labores domésticas, la agricultura y los usos relacionados con la industria y la minería. La figura 3 ilustra la demanda de agua dulce para estos usos (Ideam, 2004).
Figura 3
Además, el país depende de los ríos para la generación de un 78 por ciento de su energía eléctrica, situación poco común en el mundo que la genera principalmente a partir de la combustión de combustibles fósiles, lo que contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero. Es un hecho que, obviamente, se deriva de nuestra gran disponibilidad de agua, junto con la existencia del empinado sistema montañoso andino, cuyas fantásticas caídas permiten, en muchos casos, una generación eficiente, como se tipifica, por ejemplo, en el sistema hidroeléctrico de Antioquia.
Los ríos de Colombia: vertientes y cuencas
Nuestros ríos vierten sus aguas en el mar Caribe, el océano Pacífico y los ríos Orinoco y Amazonas. Estas vertientes, con sus ríos más importantes, juzgados por su caudal, son:
VERTIENTE | CORRIENTE | |
Caribe | Magdalena | Páez |
Saldaña | Bogotá | |
La Miel | Carare | |
Sogamoso | Lebrija | |
Cauca | La Vieja | |
Palo | Risaralda | |
San Juan | Tarazá | |
Otún | Nechi | |
Ranchería | Sinú | |
Atrato | Catatumbo | |
Zulia | ||
Orinoquia | Arauca | Meta |
Guaviare | Vichada | |
Amazonia | Caquetá | Orteguaza |
Caguán | Yarí | |
Apaporis | Putumayo | |
Pacífico | San Juan | Patía |
San Juan de Micay | Mira |
No todos los ríos del país desembocan en su propio territorio. La mayoría de los que vierten sus aguas en el Amazonas y una buena parte de los que lo hacen en el Orinoco, desembocan en estas corrientes de agua en Brasil, Perú o Ecuador, los primeros; y en Venezuela, los segundos. El río Catatumbo desemboca en el Caribe venezolano.
Cada vez que una corriente se hace tributaria de un río, su cuenca se suma a la cuenca previa del río. Así, la llegada de los tributarios no solo crece el caudal de los ríos y hace más complejo el transporte de sedimentos, sino que crecen también sus cuencas hidrográficas, o sea, toda el área terrestre que drena aguas hacia ellos.
Por ello, las cuencas de los grandes ríos abarcan enormes territorios, como es el caso del Amazonas y el Orinoco. La cuenca amazónica, compartida por nueve países, alcanza una extensión de 8,121,313 km², cuando se incluye toda la cuenca de drenaje, conformada por los ríos Amazonas y Tocantis y su amplia red de tributarios, y abarca, entre otras, las cabeceras de los ríos en la región andina hasta su desembocadura en el Amazonas y las aguas salobres del estuario. La del Orinoco, compartida con Venezuela, tiene 1,100.000 km², con un 34 por ciento en Colombia.
En el territorio colombiano las cuencas, o áreas de drenaje, de sus principales ríos alcanzan también extensiones significativas: Magdalena, 257,438 km²; Caquetá, 199,203 km²; Guaviare, 166,168 km²; Meta 103,052 km²; Putumayo, 53,165 km²; Vaupés, 37,748 km²; Atrato, 35,702 km²; Vichada, 25,532 km²; San Juan, 15,180 km²; Sinú, 14,915 km²; y Patía, 14,162 km².
Lagos, ciénagas y otros humedales
En contraste, los lagos son cuerpos de agua dulce con poca presencia en el paisaje colombiano, situación común a los países suramericanos que cuentan con un número menor de este tipo de ecosistema, frente a Norteamérica, África, Asia y Europa, donde se concentran los grandes lagos.
No obstante, en el imaginario colombiano aparecen siempre las lagunas de Tota y la Cocha, representantes típicos de estos ecosistemas, cuyos paisajes únicos nos hacen soñar que somos un país de lagos. Ilusión estimulada además por las imágenes de los grandes embalses construidos para la provisión de hidroenergía, irrigación y agua potable. Guatapé, Teatinos, Betania, Calima, Chingaza, Sisga, Tominé, Prado y Guavio, entre otros, son en cierta forma, lagos artificiales que hacen parte integral de sus paisajes como si hubiesen estado allí, de manera natural, por miles de años.
En términos del volumen de agua que contienen, los embalses son ya más significativos que los lagos y lagunas: los 20 embalses mayores en operación contienen más del doble de agua que los 20 lagos y lagunas más grandes.
No somos un país de lagos, pero sí de ciénagas y otros tipos de humedales —pantanos, turberas y marismas— que dominan un amplio espectro de nuestro territorio. Las ciénagas, un elemento clave de los planos inundables, contienen volúmenes de agua que varían a lo largo del año, según las lluvias que caen sobre ellas, pero sobre todo sobre las cuencas de los ríos con que se hallan conectadas por medio de canales de naturaleza meándrica. Las ciénagas reciben el exceso de agua que corre por los ríos durante los inviernos y alimentan a estos en los veranos. Son ecosistemas ricos en flora y fauna (manatíes, babillas, caimanes, aves migratorias y locales) que, por milenios, han sido fuente de pesca para diversos grupos humanos. Son sistemas de agua dulce con una profundidad que, por lo general, no excede los cinco metros.
El sistema cenagoso más importante del país se encuentra entre 1,000 m sobre el nivel del mar y el nivel del mar, en las llanuras aluviales de inundación de los ríos Sinú, Atrato y Magdalena, que incluyen la parte baja del San Jorge y el Cauca. Las ciénagas de Ayapel y Betancí en Córdoba, Las Garzas y Mojanita en Sucre, y Morrocoyal y Joba en Bolívar, son algunos de estos ecosistemas acuáticos básicos para las zonas donde se enclavan y para el ciclo mismo del agua.
A las ciénagas identificadas, o con nombre, se suman 13,334 cuerpos de agua, muchos de ellos con rasgos de ciénaga, que abarcan 12,000 km². Unas y otros ocupan 60,800 km², 57 por ciento de los cuales se ubican en los departamentos de Bolívar y Magdalena (Ideam, 1998).
Entre las ciénagas se encuentran también las costeras, alimentadas tanto por agua dulce de río como por agua salada de mar —en mezclas que crean un medio único para diferentes especies de fauna y flora—, que conforman áreas de transición entre los sistemas acuáticos continentales y oceánicos, y en cuyos paisajes predominan los manglares.
Las zonas pantanosas ocupan una extensa área del país, equivalente al 2 por ciento de su territorio (20,000 km²) y en un 60 por ciento se concentran en los departamentos de Amazonas, Guainía y Guaviare. Se caracterizan por estancamiento, escasa fluidez y una saturación de humedad permanente (Ideam, 1998).
La casi totalidad de lagunas y ciénagas, así como muchos otros tipos de humedales, se han deteriorado, en algunos casos de forma severa. A menudo, estos cuerpos de agua han sufrido la proliferación de una o varias especies vegetales (el llamado buchón es muy común), como resultado del exceso de nitrogenados procedentes de la actividad agrícola o de aguas servidas de origen doméstico vertidas en ellos. Estos procesos, conocidos técnicamente como de eutrificación, se expresan en una demanda de grandes cantidades de oxígeno del agua por la especie vegetal dominante, en perjuicio de las otras especies de flora y fauna, hasta el punto de hacerlas desaparecer. A esto se suma que grandes áreas de lagos, ciénagas y otros tipos de humedales han sido desecados para dedicarlos al uso agrícola.
Los casos de La laguna de Fúquene, los humedales de la sabana de Bogotá y las ciénagas de Lórica y Bentancí, son evidencia de cuán graves pueden llegar a ser estos procesos de deterioro. En casos extremos han llegado a desaparecer, como ocurrió con varias ciénagas del Magdalena medio, arruinadas por vertimientos de la actividad petrolera, que no dejaron otra alternativa que eliminarlas. En otros casos, quedan vestigios de humedales que por su valor ecológico se hallan en importantes procesos de recuperación, como sucede con los humedales que existen dentro del perímetro urbano de Bogotá y sus alrededores.
Aguas subterráneas
Las aguas subterráneas constituyen enormes reservas, toda vez que podrían llegar a 141,000 km3, lo que equivale a 70 veces el total de las aguas superficiales disponibles por año. Comparado con las otras fuentes de agua, éste es un recurso poco utilizado en Colombia, mirado en su conjunto. Pero en algunos lugares, como la sabana de Bogotá y el Valle del Cauca, la extracción de agua de pozos profundos se ha intensificado en las dos últimas décadas, muchas veces sin sopesar juiciosamente las restricciones impuestas por los acuíferos mismos y sus tiempos de recarga. Hay que investigar más las existencias, calidades, cantidades y disponibilidades de este recurso, para poderlo aprovechar de manera adecuada.
Y, asimismo, en comparación con las otras fuentes de agua, existen muy pocos registros fotográficos de las aguas subterráneas, por la razón obvia de que se encuentran en lugares inalcanzables. Pero existen, claro está, algunas excepciones que nos brinda la propia naturaleza para que disfrutemos de ese misterioso mundo subterráneo, como se ha registrado en esta obra.
Agua dulce y biodiversidad
Colombia es el segundo país más rico en biodiversidad del planeta después del Brasil. Gran parte de esa riqueza de encuentra en sus ríos, lagunas, ciénagas y otros humedales (Mittermeier, 1997). Basta recordar que el país ocupa el primer lugar del mundo en número de especies de anfibios, que ascienden a 583 —los cuales, por lo general, pasan las primeras etapas de su vida en el agua, para después dispersarse en tierra firme— y el segundo lugar en cuanto al número de especies de peces de agua dulce, que ascienden a 1500 y habitan en ecosistemas ricos en vegetación, los cuales son también hábitat de cientos de otras especies, de las cuales los insectos son la más abundante. Entre los invertebrados —que a menudo se encuentran tanto en las aguas que fluyen, desde una pequeña quebrada hasta un gran río, como en las aguas quietas— se mencionan también los caracoles y cangrejos de río que representan, estos últimos, el 10 por ciento de las especies existentes en la Tierra.
Los lagos, las ciénagas y otros humedales, así como las riberas de los ríos son también hábitat de gran número de las especies de aves de Colombia, que ocupa el primer lugar en diversidad en el mundo, con un total de 1?815 especies (Mittermeier, 1997).
Los peces de agua dulce en Colombia son muy vulnerables a la acción humana. Entre otras, “el importante ciclo de ‘subiendas’ y ‘bajanzas’ de peces es interferido por la acción del hombre, mediante la deforestación, las quemas, el taponamiento intencional de caños y la construcción de embalses, que impiden la comunicación libre con el río principal” (Ideam, 1998). La sobreexplotación pesquera; la pesca indiscriminada; la contaminación de aguas, tanto por desechos domésticos e industriales como por agroquímicos; el deterioro de las aguas por exceso de erosión y los grandes cambios en sus niveles por la destrucción de los bosques y la desecación de ciénagas, no solo han reducido la producción pesquera, sino han puesto en peligro de extinción muchas especies de peces y de la fauna acuática en general.
Dos especies de peces dulceacuícolas, por cientos de años fuente primordial de alimentación de amplios grupos de la población, se hallan severamente amenazadas. El bocachico (prochilodus magdalenae) está en peligro crítico a nivel nacional, su riesgo de extinción en estado silvestre en el futuro inmediato es extremadamente alto. Este pez de talla mediana que puede superar los 50 cm de longitud —distribuido en las zonas bajas de los sistemas del Magdalena, Sinú y Atrato, y río Ranchería hasta los 1000 m sobre el nivel del mar, y en el río Cauca hasta los 1500 m sobre el nivel del mar— representaba en 1975 el 60 por ciento del total de la pesca de la cuenca del Magdalena, con casi 40.000 toneladas anuales. Entre esta fecha y el año 2000 la captura descendió casi un 90 por ciento. El bagre rayado (pseudoplatysoma fasciatum), especie de gran tamaño que puede llegar a 1,40 m de longitud, está en peligro crítico de extinción en la cuenca del Magdalena, y en estado de peligro —alto riesgo de extinción o deterioro poblacional en el futuro cercano— en las del Amazonas, el Orinoco y el Atrato.
En l, 45 especies de peces de agua dulce se hallan amenazadas de extinción o de grave deterioro poblacional en el país, la mayor parte en las cuencas del Magdalena y el Catatumbo. En las otras cuencas también se observan problemas con aquellos peces predominantes en la dieta de los habitantes y en muchos casos también con algunas especies de peces ornamentales de alta demanda internacional (Mojica et al., 2002).
Asimismo, el caimán del Magdalena (cocodriylus acutus) y el cocodrilo negro del Orinoco (cocodrylus intermedius), dos especies antes comunes a los hábitat acuáticos de las cuencas que les dieron su nombre vulgar, están también amenazadas de extinción (Castaño, M., 2002).
A su vez, 14 especies de anfibios (sapos, ranas, salamandras) están en peligro crítico de extinción, mientras 27 están en peligro y 8 a punto de estarlo. Ello es resultado no solo del deterioro de los ecosistemas acuáticos, sino también de los terrestres, donde a menudo, en pozos a veces minúsculos, los anfibios pasan sus primeras fases de vida (Rueda, A., J. V., et al., 2004).
El peligro de extinción de las mencionadas especies de peces, anfibios y reptiles, es representativo de lo que está sucediendo con muchas otras especies de flora y fauna de agua dulce, y constituye un fuerte SOS sobre el deterioro registrado de nuestro rico patrimonio natural, en particular, de nuestros ecosistemas de agua dulce.
¿Escasez futura de agua?
Es un SOS de no poca significación, porque paradójicamente nuestro país con su inmensa riqueza de agua dulce podría sufrir escasez de este recurso en un gran número de sus cabeceras municipales, como registra el Ideam en forma dramática: “La evaluación de tendencias de los índices de escasez y vulnerabilidad señalan que en un horizonte de 25 años, si no se adelantan programas de conservación en las cuencas abastecedoras, al igual que el ordenamiento y tratamiento del uso de las aguas servidas, el país podría enfrentar un panorama de alta fragilidad para atender las demandas de agua para las distintas actividades económicas. Estas proyecciones indican que en ausencia de tales medidas cerca del 70 por ciento de la población se encontraría en riesgo de un desabastecimiento severo” (Ideam, 2004).
Este riesgo se produciría en particular para los períodos secos, y estaría concentrado en los municipios y cabeceras municipales del centro del país, particularmente en las regiones de más alta presión como la Andina y la Caribe, en contraste con las regiones del Pacífico, Orinoquia y Amazonia, en las cuales, en general, esta situación no se presentaría, gracias a su gran oferta de agua dulce, en cantidad y calidad.
#AmorPorColombia
Riqueza en cifras
Lagunas de Riego. Costa Rica, Valle del Cauca. César David Martínez.
Río Atrato. Chocó. Aldo Brando.
Río Cauca. Pereira, Risaralda. Aldo Brando.
Represa de Teatinos. Boyacá. Aldo Brando.
Río Orinoco. Parque Nacional Natural Tuparro, Vichada. Andrés Hurtado.
Río Chinchiná. Villa María, Caldas. Jesús Vélez.
Figura 3. Demanda de agua para las actividades socieconómicas. Año 2003.
Escarnecía promedio anual.
Ríos de Colombia.
Texto de: Manuel Rodríguez Becerra
La enorme riqueza en aguas de Colombia deriva de su ubicación en la franja intertropical, donde cae la mitad de la precipitación pluvial del globo, resultado de la convergencia de los vientos alisios que soplan en dirección noreste y los alisios que soplan en dirección sureste, generando el ascenso de aire caliente cargado de vapor y su condensación en forma de abundantes lluvias. Esta ubicación en la zona de convergencia intertropical se combina con su compleja topografía que, en interrelación con los alisios, causa altas pluviosidades en unas regiones y sequía en otras.
Para precisar la oferta total de agua dulce del país en comparación con otros, debemos recurrir a conceptos y mediciones de la ciencia y la tecnología a fin de cuantificar la lluvia que cae al año y el agua que acaba fluyendo por los ríos.
La precipitación, que se expresa en milímetros anuales, se refiere a la altura del agua lluvia que cubriría la superficie del suelo en el área de influencia de una estación pluviométrica, si pudiese mantenerse sobre esta área sin filtrarse ni evaporarse. Con tal medida, vemos que Colombia tiene una precipitación promedio anual de 3000 mm, en comparación con 900 mm anuales en el ámbito global y 1600 mm anuales en América Latina.
Escorrentía es la porción de lluvia que luego de haber sido precipitada, interceptada por la cobertura vegetal, evapotranspirada por el sistema suelo-vegetación e infiltrada, alcanza los cauces de los ríos y escurre a través de ellos. El agua que alcanza los ríos, quebradas y lagos está conformada por tres flujos: superficial, subsuperficial y subterráneo, siendo los dos últimos los principales en términos del caudal que aportan.
La escorrentía se expresa en l/s/km², que indica la cantidad de agua en litros que se produce durante un segundo en un km2. En el caso de Colombia la precipitación genera un caudal específico de escorrentía de 59,0 l/s/km², unas tres veces más que el promedio suramericano y seis veces mayor que el mundial, ubicando al país entre los diez más ricos en agua del globo (Ideam, 2004).
Así, Colombia tiene una oferta disponible de 50000 m3 por habitante al año. Y si se toman en cuenta las reducciones, tanto de calidad (en particular por la contaminación) como por la regulación natural, la disponibilidad es de 30,000 m3 por habitante al año, que coloca al país en el promedio de este indicador para América Latina, la cual es cuatro veces mayor que la disponibilidad promedio del mundo.
La extraordinaria riqueza de agua dulce está representada “por la red fluvial superficial que cubre el país; las favorables condiciones de almacenamiento de aguas subterráneas; la existencia de cuerpos lénticos, distribuidos en buena parte de la superficie total, y la presencia de grandes extensiones de humedales” (Ideam, 2004). De todas estas fuentes de agua dulce, la más importante por su volumen y uso es la fluvial, esa extensa red de ríos que vierten al mar Caribe, al Pacífico y a los ríos Orinoco y de la Amazonia.
Pero esta rica oferta de agua no está homogéneamente distribuida en el país, que tiene zonas deficitarias y zonas con un superávit considerable, como muestra el mapa de la página siguiente.
Como ha subrayado el Ideam: “La distribución heterogénea del recurso, de la población y de las actividades económicas en Colombia, hacen que el indicador promedio de disponibilidad de agua, relativamente favorable, que ostenta el país, sea engañoso, o menos favorable, en la medida en que se consideran exclusivamente las zonas donde se concentra la mayor parte de su población y de la actividad económica, cuencas de los ríos Magdalena y Cauca y de los ríos que drenan al Caribe, incluido el Catatumbo, los cuales en conjunto solo representan el 25 por ciento del volumen de agua anual en Colombia” (Ideam, 1998).
En efecto, cuando se toma en cuenta la disponibilidad de agua en las diferentes regiones del país, las condiciones más críticas corresponden a las cuencas de la alta y baja Guajira, río Catatumbo, sabana de Bogotá, y Sinú y Caribe. Y cuando se examina el nivel departamental a partir de la evaluación de la oferta hídrica neta en las cabeceras municipales, las zonas con mayores problemas son: La Guajira, San Andrés, Norte de Santander, Valle del Cauca y Quindío.
Escorrentía promedio anual
En Colombia, como en la mayoría de países, dependemos principalmente de los ríos para la provisión de agua potable, las labores domésticas, la agricultura y los usos relacionados con la industria y la minería. La figura 3 ilustra la demanda de agua dulce para estos usos (Ideam, 2004).
Figura 3
Además, el país depende de los ríos para la generación de un 78 por ciento de su energía eléctrica, situación poco común en el mundo que la genera principalmente a partir de la combustión de combustibles fósiles, lo que contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero. Es un hecho que, obviamente, se deriva de nuestra gran disponibilidad de agua, junto con la existencia del empinado sistema montañoso andino, cuyas fantásticas caídas permiten, en muchos casos, una generación eficiente, como se tipifica, por ejemplo, en el sistema hidroeléctrico de Antioquia.
Los ríos de Colombia: vertientes y cuencas
Nuestros ríos vierten sus aguas en el mar Caribe, el océano Pacífico y los ríos Orinoco y Amazonas. Estas vertientes, con sus ríos más importantes, juzgados por su caudal, son:
VERTIENTE | CORRIENTE | |
Caribe | Magdalena | Páez |
Saldaña | Bogotá | |
La Miel | Carare | |
Sogamoso | Lebrija | |
Cauca | La Vieja | |
Palo | Risaralda | |
San Juan | Tarazá | |
Otún | Nechi | |
Ranchería | Sinú | |
Atrato | Catatumbo | |
Zulia | ||
Orinoquia | Arauca | Meta |
Guaviare | Vichada | |
Amazonia | Caquetá | Orteguaza |
Caguán | Yarí | |
Apaporis | Putumayo | |
Pacífico | San Juan | Patía |
San Juan de Micay | Mira |
No todos los ríos del país desembocan en su propio territorio. La mayoría de los que vierten sus aguas en el Amazonas y una buena parte de los que lo hacen en el Orinoco, desembocan en estas corrientes de agua en Brasil, Perú o Ecuador, los primeros; y en Venezuela, los segundos. El río Catatumbo desemboca en el Caribe venezolano.
Cada vez que una corriente se hace tributaria de un río, su cuenca se suma a la cuenca previa del río. Así, la llegada de los tributarios no solo crece el caudal de los ríos y hace más complejo el transporte de sedimentos, sino que crecen también sus cuencas hidrográficas, o sea, toda el área terrestre que drena aguas hacia ellos.
Por ello, las cuencas de los grandes ríos abarcan enormes territorios, como es el caso del Amazonas y el Orinoco. La cuenca amazónica, compartida por nueve países, alcanza una extensión de 8,121,313 km², cuando se incluye toda la cuenca de drenaje, conformada por los ríos Amazonas y Tocantis y su amplia red de tributarios, y abarca, entre otras, las cabeceras de los ríos en la región andina hasta su desembocadura en el Amazonas y las aguas salobres del estuario. La del Orinoco, compartida con Venezuela, tiene 1,100.000 km², con un 34 por ciento en Colombia.
En el territorio colombiano las cuencas, o áreas de drenaje, de sus principales ríos alcanzan también extensiones significativas: Magdalena, 257,438 km²; Caquetá, 199,203 km²; Guaviare, 166,168 km²; Meta 103,052 km²; Putumayo, 53,165 km²; Vaupés, 37,748 km²; Atrato, 35,702 km²; Vichada, 25,532 km²; San Juan, 15,180 km²; Sinú, 14,915 km²; y Patía, 14,162 km².
Lagos, ciénagas y otros humedales
En contraste, los lagos son cuerpos de agua dulce con poca presencia en el paisaje colombiano, situación común a los países suramericanos que cuentan con un número menor de este tipo de ecosistema, frente a Norteamérica, África, Asia y Europa, donde se concentran los grandes lagos.
No obstante, en el imaginario colombiano aparecen siempre las lagunas de Tota y la Cocha, representantes típicos de estos ecosistemas, cuyos paisajes únicos nos hacen soñar que somos un país de lagos. Ilusión estimulada además por las imágenes de los grandes embalses construidos para la provisión de hidroenergía, irrigación y agua potable. Guatapé, Teatinos, Betania, Calima, Chingaza, Sisga, Tominé, Prado y Guavio, entre otros, son en cierta forma, lagos artificiales que hacen parte integral de sus paisajes como si hubiesen estado allí, de manera natural, por miles de años.
En términos del volumen de agua que contienen, los embalses son ya más significativos que los lagos y lagunas: los 20 embalses mayores en operación contienen más del doble de agua que los 20 lagos y lagunas más grandes.
No somos un país de lagos, pero sí de ciénagas y otros tipos de humedales —pantanos, turberas y marismas— que dominan un amplio espectro de nuestro territorio. Las ciénagas, un elemento clave de los planos inundables, contienen volúmenes de agua que varían a lo largo del año, según las lluvias que caen sobre ellas, pero sobre todo sobre las cuencas de los ríos con que se hallan conectadas por medio de canales de naturaleza meándrica. Las ciénagas reciben el exceso de agua que corre por los ríos durante los inviernos y alimentan a estos en los veranos. Son ecosistemas ricos en flora y fauna (manatíes, babillas, caimanes, aves migratorias y locales) que, por milenios, han sido fuente de pesca para diversos grupos humanos. Son sistemas de agua dulce con una profundidad que, por lo general, no excede los cinco metros.
El sistema cenagoso más importante del país se encuentra entre 1,000 m sobre el nivel del mar y el nivel del mar, en las llanuras aluviales de inundación de los ríos Sinú, Atrato y Magdalena, que incluyen la parte baja del San Jorge y el Cauca. Las ciénagas de Ayapel y Betancí en Córdoba, Las Garzas y Mojanita en Sucre, y Morrocoyal y Joba en Bolívar, son algunos de estos ecosistemas acuáticos básicos para las zonas donde se enclavan y para el ciclo mismo del agua.
A las ciénagas identificadas, o con nombre, se suman 13,334 cuerpos de agua, muchos de ellos con rasgos de ciénaga, que abarcan 12,000 km². Unas y otros ocupan 60,800 km², 57 por ciento de los cuales se ubican en los departamentos de Bolívar y Magdalena (Ideam, 1998).
Entre las ciénagas se encuentran también las costeras, alimentadas tanto por agua dulce de río como por agua salada de mar —en mezclas que crean un medio único para diferentes especies de fauna y flora—, que conforman áreas de transición entre los sistemas acuáticos continentales y oceánicos, y en cuyos paisajes predominan los manglares.
Las zonas pantanosas ocupan una extensa área del país, equivalente al 2 por ciento de su territorio (20,000 km²) y en un 60 por ciento se concentran en los departamentos de Amazonas, Guainía y Guaviare. Se caracterizan por estancamiento, escasa fluidez y una saturación de humedad permanente (Ideam, 1998).
La casi totalidad de lagunas y ciénagas, así como muchos otros tipos de humedales, se han deteriorado, en algunos casos de forma severa. A menudo, estos cuerpos de agua han sufrido la proliferación de una o varias especies vegetales (el llamado buchón es muy común), como resultado del exceso de nitrogenados procedentes de la actividad agrícola o de aguas servidas de origen doméstico vertidas en ellos. Estos procesos, conocidos técnicamente como de eutrificación, se expresan en una demanda de grandes cantidades de oxígeno del agua por la especie vegetal dominante, en perjuicio de las otras especies de flora y fauna, hasta el punto de hacerlas desaparecer. A esto se suma que grandes áreas de lagos, ciénagas y otros tipos de humedales han sido desecados para dedicarlos al uso agrícola.
Los casos de La laguna de Fúquene, los humedales de la sabana de Bogotá y las ciénagas de Lórica y Bentancí, son evidencia de cuán graves pueden llegar a ser estos procesos de deterioro. En casos extremos han llegado a desaparecer, como ocurrió con varias ciénagas del Magdalena medio, arruinadas por vertimientos de la actividad petrolera, que no dejaron otra alternativa que eliminarlas. En otros casos, quedan vestigios de humedales que por su valor ecológico se hallan en importantes procesos de recuperación, como sucede con los humedales que existen dentro del perímetro urbano de Bogotá y sus alrededores.
Aguas subterráneas
Las aguas subterráneas constituyen enormes reservas, toda vez que podrían llegar a 141,000 km3, lo que equivale a 70 veces el total de las aguas superficiales disponibles por año. Comparado con las otras fuentes de agua, éste es un recurso poco utilizado en Colombia, mirado en su conjunto. Pero en algunos lugares, como la sabana de Bogotá y el Valle del Cauca, la extracción de agua de pozos profundos se ha intensificado en las dos últimas décadas, muchas veces sin sopesar juiciosamente las restricciones impuestas por los acuíferos mismos y sus tiempos de recarga. Hay que investigar más las existencias, calidades, cantidades y disponibilidades de este recurso, para poderlo aprovechar de manera adecuada.
Y, asimismo, en comparación con las otras fuentes de agua, existen muy pocos registros fotográficos de las aguas subterráneas, por la razón obvia de que se encuentran en lugares inalcanzables. Pero existen, claro está, algunas excepciones que nos brinda la propia naturaleza para que disfrutemos de ese misterioso mundo subterráneo, como se ha registrado en esta obra.
Agua dulce y biodiversidad
Colombia es el segundo país más rico en biodiversidad del planeta después del Brasil. Gran parte de esa riqueza de encuentra en sus ríos, lagunas, ciénagas y otros humedales (Mittermeier, 1997). Basta recordar que el país ocupa el primer lugar del mundo en número de especies de anfibios, que ascienden a 583 —los cuales, por lo general, pasan las primeras etapas de su vida en el agua, para después dispersarse en tierra firme— y el segundo lugar en cuanto al número de especies de peces de agua dulce, que ascienden a 1500 y habitan en ecosistemas ricos en vegetación, los cuales son también hábitat de cientos de otras especies, de las cuales los insectos son la más abundante. Entre los invertebrados —que a menudo se encuentran tanto en las aguas que fluyen, desde una pequeña quebrada hasta un gran río, como en las aguas quietas— se mencionan también los caracoles y cangrejos de río que representan, estos últimos, el 10 por ciento de las especies existentes en la Tierra.
Los lagos, las ciénagas y otros humedales, así como las riberas de los ríos son también hábitat de gran número de las especies de aves de Colombia, que ocupa el primer lugar en diversidad en el mundo, con un total de 1?815 especies (Mittermeier, 1997).
Los peces de agua dulce en Colombia son muy vulnerables a la acción humana. Entre otras, “el importante ciclo de ‘subiendas’ y ‘bajanzas’ de peces es interferido por la acción del hombre, mediante la deforestación, las quemas, el taponamiento intencional de caños y la construcción de embalses, que impiden la comunicación libre con el río principal” (Ideam, 1998). La sobreexplotación pesquera; la pesca indiscriminada; la contaminación de aguas, tanto por desechos domésticos e industriales como por agroquímicos; el deterioro de las aguas por exceso de erosión y los grandes cambios en sus niveles por la destrucción de los bosques y la desecación de ciénagas, no solo han reducido la producción pesquera, sino han puesto en peligro de extinción muchas especies de peces y de la fauna acuática en general.
Dos especies de peces dulceacuícolas, por cientos de años fuente primordial de alimentación de amplios grupos de la población, se hallan severamente amenazadas. El bocachico (prochilodus magdalenae) está en peligro crítico a nivel nacional, su riesgo de extinción en estado silvestre en el futuro inmediato es extremadamente alto. Este pez de talla mediana que puede superar los 50 cm de longitud —distribuido en las zonas bajas de los sistemas del Magdalena, Sinú y Atrato, y río Ranchería hasta los 1000 m sobre el nivel del mar, y en el río Cauca hasta los 1500 m sobre el nivel del mar— representaba en 1975 el 60 por ciento del total de la pesca de la cuenca del Magdalena, con casi 40.000 toneladas anuales. Entre esta fecha y el año 2000 la captura descendió casi un 90 por ciento. El bagre rayado (pseudoplatysoma fasciatum), especie de gran tamaño que puede llegar a 1,40 m de longitud, está en peligro crítico de extinción en la cuenca del Magdalena, y en estado de peligro —alto riesgo de extinción o deterioro poblacional en el futuro cercano— en las del Amazonas, el Orinoco y el Atrato.
En l, 45 especies de peces de agua dulce se hallan amenazadas de extinción o de grave deterioro poblacional en el país, la mayor parte en las cuencas del Magdalena y el Catatumbo. En las otras cuencas también se observan problemas con aquellos peces predominantes en la dieta de los habitantes y en muchos casos también con algunas especies de peces ornamentales de alta demanda internacional (Mojica et al., 2002).
Asimismo, el caimán del Magdalena (cocodriylus acutus) y el cocodrilo negro del Orinoco (cocodrylus intermedius), dos especies antes comunes a los hábitat acuáticos de las cuencas que les dieron su nombre vulgar, están también amenazadas de extinción (Castaño, M., 2002).
A su vez, 14 especies de anfibios (sapos, ranas, salamandras) están en peligro crítico de extinción, mientras 27 están en peligro y 8 a punto de estarlo. Ello es resultado no solo del deterioro de los ecosistemas acuáticos, sino también de los terrestres, donde a menudo, en pozos a veces minúsculos, los anfibios pasan sus primeras fases de vida (Rueda, A., J. V., et al., 2004).
El peligro de extinción de las mencionadas especies de peces, anfibios y reptiles, es representativo de lo que está sucediendo con muchas otras especies de flora y fauna de agua dulce, y constituye un fuerte SOS sobre el deterioro registrado de nuestro rico patrimonio natural, en particular, de nuestros ecosistemas de agua dulce.
¿Escasez futura de agua?
Es un SOS de no poca significación, porque paradójicamente nuestro país con su inmensa riqueza de agua dulce podría sufrir escasez de este recurso en un gran número de sus cabeceras municipales, como registra el Ideam en forma dramática: “La evaluación de tendencias de los índices de escasez y vulnerabilidad señalan que en un horizonte de 25 años, si no se adelantan programas de conservación en las cuencas abastecedoras, al igual que el ordenamiento y tratamiento del uso de las aguas servidas, el país podría enfrentar un panorama de alta fragilidad para atender las demandas de agua para las distintas actividades económicas. Estas proyecciones indican que en ausencia de tales medidas cerca del 70 por ciento de la población se encontraría en riesgo de un desabastecimiento severo” (Ideam, 2004).
Este riesgo se produciría en particular para los períodos secos, y estaría concentrado en los municipios y cabeceras municipales del centro del país, particularmente en las regiones de más alta presión como la Andina y la Caribe, en contraste con las regiones del Pacífico, Orinoquia y Amazonia, en las cuales, en general, esta situación no se presentaría, gracias a su gran oferta de agua dulce, en cantidad y calidad.