Hitos históricos de una tradición civil y de una vocación jurídica

Texto de: Augusto Trujillo Muñoz
Primer Vicepresidente

Colombia nació en medio del derecho. El 20 de julio de 1810 no se hizo con ejércitos sino con cabildos, y de allí salieron las constituciones provinciales de la primera república. En 1811 Cundinamarca adoptó la suya, que se convirtió en la primera Constitución del mundo escrita en idioma español.

La generación del medio siglo xix propició y adoptó la Constitución de 1853. Es la más breve de la historia republicana de Colombia y una de las más innovadoras. Aquella Carta Política consagró la autonomía provincial, en lo que se constituyó en el primer antecedente de un modelo autonómico de Estado.

En 1894 nació la Academia Colombiana de Jurisprudencia “como cuerpo científico independiente del gobierno”. Para el jurista Nicolás Esguerra, “un nuevo freno tendría el poder judicial el día en que sus fallos… pudieran ser materia de estudio para una corporación científica que solo tuviera en mira el triunfo de la verdad jurídica”. (Olano, Historia de la Ac. P. xi, 2007).

Ciertamente, en el siglo xix se produjeron golpes de Estado y guerras civiles. Pero cada caudillo militar, casi que por instinto, explicaba su aventura a partir de razones constitucionales. En ese accidentado proceso histórico, el país fue construyendo una creciente inclinación por la preminencia del derecho para cimentar el Estado.

La “generación del centenario”, que surge en 1910, consolida la vocación civil de la República. En adelante el país rechazó las acciones proclives al predominio de la fuerza. No pocos jefes de Estado de distintas generaciones fortalecieron los trabajos de la Corporación y, con ellos, la tradición jurídica del país y las instituciones del Estado de Derecho. Entre ellos se destacan Eduardo Santos, Darío Echandía, Carlos Lozano y Lozano, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López Michelsen y Belisario Betancur.

En el seno de la Academia de Jurisprudencia tienen asiento los mejores juristas de Colombia. Todos ellos han honrado el pensamiento jurídico y han defendido el Estado de Derecho en la magistratura, en el ejercicio profesional, en la docencia universitaria. Y dejaron no solo su obra sino su ejemplo de vida, como testimonio de idoneidad intelectual y de conciencia ética.