- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Fotografías
Makaraipaho. Santiago Harker.
Neimana. Santiago Harker.
Puerto López. Santiago Harker.
El Pájaro. Santiago Harker.
El Pájaro. Santiago Harker.
Romana. Santiago Harker.
Romana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Porojari. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Puerto Estrella. Santiago Harker.
Warpana, Puerto López. Santiago Harker.
París, Alta Guajira. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
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Yojarralí. Santiago Harker.
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Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Yojarralí. Santiago Harker.
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Riohacha. Santiago Harker.
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Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
El Cangrejito, Riohacha. Santiago Harker.
Portete. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Portete. Santiago Harker.
Riohacha. Santiago Harker.
Portete. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Riohacha. Santiago Harker.
Puerto López. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
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Marquetalia. Santiago Harker.
El Cangrejito, Riohacha. Santiago Harker.
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Yoruma. Santiago Harker.
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Poropo. Santiago Harker.
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Manaure Abajo. Santiago Harker.
Manaure Abajo. Santiago Harker.
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Manaure. Santiago Harker.
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Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
El Cangrejito, Riohacha. Santiago Harker.
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Puerto López. Santiago Harker.
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Kitsoule. Santiago Harker.
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Flor de Karonka. Santiago Harker.
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Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Marquetalia. Santiago Harker.
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Yoruma. Santiago Harker.
Nazareth. Santiago Harker.
Nazareth. Santiago Harker.
Nazareth. Santiago Harker.
Uribia. Santiago Harker.
Uribia. Santiago Harker.
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Cabo de la Vela. Santiago Harker.
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Ríohacha. Santiago Harker.
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Yorijarú. Santiago Harker.
Yorijarú. Santiago Harker.
Ríohacha. Santiago Harker.
Poropo. Santiago Harker.
Poropo. Santiago Harker.
Nazareth. Santiago Harker.
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Uribia. Santiago Harker.
Texto de: Weildler Guerra Curvelo.
Las piaches o chamanes entre los Wayuu son en su mayoría mujeres, quizás por su menor contacto con la cultura occidental. Ellas se comunican con los espíritus a través de los sueños. Los poderes que ellos les otorgan, les permiten, entre otras muchas posibilidades, curar enfermos, atraer la lluvia, mejorar las cosechas, prever el futuro y espantar malos espíritus.
En el siglo XVI ya ocurría en La Guajira lo que en ese entonces se llamó trato ilícito, el contrabando. En este siglo ha florecido, por toda la península, el comercio ilegal de café, de licor y cigarrilllos, de marijuana y otras sustancias. Es frecuente encontrar restos de aviones, vestigios de accidentes ocurridos tiempo atrás, incorporados a la vida cotidiana de la ranchería.
El contrabando en La Guajira era una actividad tolerada desde el siglo XVI, cuando españoles, ingleses, holandeses y franceses, cambiaban armas y pólvora por perlas, carne, cueros y madera con la población Wayuu. El gobierno colombiano concedió, hace poco, trato especial a las mercancías desembarcadas en Portete y Puerto Nuevo con destino a la ciudad de Maicao.
Con el desarrollo petrolero del Golfo de Maracaibo desde 1930, la emigración del campo a la ciudad se aceleró en forma vertiginosa. Actualmente, un estimado de 30.000 Wayuu viven en los alrededores de la ciudad de Maracaibo. La migración ha sido en su mayoría masculina, lo cual ha obligado a las mujeres a asumir tareas que antes eran exclusivas de los hombres.
Investigaciones arqueológicas en la península han establecido que estaba habitada por cazadores y recolectores desde hace miles de años. Siglos después éstos fueron desplazados por los Wayuu, que al parecer llegaron a las orillas del lago de Maracaibo provenientes de las Guayanas. Su lengua, el wayunaiki, está emparentada con la de la tribu Arawak, oriunda de la Guayana.
Todas las actividades de los Wayuu giran en torno del chinchorro. Lo usan desde el nacimiento hasta la muerte. En el chinchorro, se duerme, se descansa, se come y se procrea. Es, además, muestra de prestigio. Antiguamente, los muertos eran envueltos en su chinchorro para ser enterrados en troncos huecos. Ahora sólo los restos exhumados se velan y lloran de esa manera.
La sociedad guajira es matrilineal: el apellido materno es el que se transmite a los hijos y el que los vincula al grupo. Dado que la ley guajira se basa en el poder de los clanes familiares, la defensa del individuo sólo está garantizada por el apoyo de su grupo familiar. Si bien es el tío materno quien ejerce el poder públicamente, las mujeres del clan detentan también un gran poder.
Los Wayuu aseguran que el alma es como la sombra, nos acompaña siempre. Aseguran, también, que ésta nos deja en los sueños y que todo lo que nos sucede en ellos le está ocurriendo al alma. Cuando enfermamos, ella deja el cuerpo. Es, entonces, labor de la piache, con ayuda de sus espíritus, encontrar esa alma y devolverla al cuerpo. Sólo así evitará su muerte.
En el siglo XVI los Wayuu realizaron con los españoles, trueque de perlas por ganado, caballos, burros y cabras. Comenzó, entonces, el paso de una sociedad nómada de cazadores, pescadores y recolectores a una seminómada de pastores y agricultores. Ahora, con la disminución en el régimen de lluvias, la emigración a las ciudades preludia una nueva transformación.
Hace muchos años, con gran éxito, se instalaron unos molinos de viento para sacar el agua de pozos profundos. Luego fueron abandonados y ahora quedan pocos en funcionamiento. Gracias al esfuerzo de unos quijotes blancos, la energía solar ha llegado, con buenos resultados, a sitios como el hospital de Nazareth y algunas rancherías.
Siguiendo el camino que cruza la sierra del Macuira hasta Siapana, y a dos horas de Nazareth, se encuentra un médano de arena rodeado de bosque por todos lados. Es un lugar pulowi. Cuentan que en la época de la marimba, hace unos 20 años, un avión "gringo" se estrelló allí y desapareció con la tula de los dólares y todos sus tripulantes.
Manaure se fundó en lo que ahora se llama Manaure Abajo, un barrio situado en la playa y habitado por trabajadores de la sal. A mediados de siglo, con la idea de controlar el flujo de los arroyos que en invierno buscan el mar, se ejecutaron obras civiles que provocaron la inundación del asentamiento original. La expansión se centró entonces en Manaure Arriba.
En la mitología Wayuu existen dos personajes de gran importancia: Juyá y Pulowi, marido y mujer. Juyá encarna la luz y lo masculino: el padre, el cazador, el guerrero cuya arma es el rayo y simboliza la vida porque está asociado con la lluvia. Pulowi, en cambio, encarna la obscuridad y lo femenino: el poder misterioso, la sequía, el hambre y la enfermedad.
Con una población relativamente pequeña, dispersa en un área tan grande como es la Alta Guajira, las distancias de ranchería a ranchería se miden con frecuencia en kilómetros. Las familias que emigran a centros urbanos como Manaure aprenden a realizar las mismas tareas cotidianas con nuevas herramientas y en espacios mucho más reducidos.
La educación en la Alta Guajira es un problema difícil de resolver dada la dispersión de la comunidad. Existen escuelas en algunas rancherías, pero en ciertas zonas las distancias son muy grandes, por ello no es extraño que los niños tengan que caminar en muchos casos más de una hora para llegar a la escuela. Afortunadamente, ahora la educación es en wayunaiki. Hubo épocas en que no lo fue.
En aquellos lugares que son frontera de culturas, se encuentran situaciones que no parecen representar a ninguna de las partes, de la misma manera como la aleación de dos metales al fundirse produce, muchas veces, un metal del todo diferente. En realidad, son como destellos de una nueva cultura que no es ya Wayuu, pero tampoco la del hombre blanco.
Ya en épocas precolombinas los Wayuu explotaban y comerciaban la sal con sociedades vecinas. Los métodos de explotación eran primitivos, pero ellos trabajaban sus propias charcas. Cuando llegó la mecanización de la explotación y la producción aumentó para cubrir la demanda, llegó también el trabajo asalariado. Muchos perdieron la propiedad de sus charcas.
Los animales salvajes son considerados en la mitología Wayuu como pertenecientes a Pulowi. Ella castiga a los cazadores y pescadores ambiciosos que toman más de lo que necesitan. Los animales domésticos son, en cambio, fruto de la colaboración entre el hombre y la naturaleza. Los hombres pueden disponer de ellos libremente.
En términos reales, el precio de la sal ha disminuido en forma dramática este siglo. Hoy en día, un bulto de 60 kilos puesto en el camión tiene un valor aproximado de 700 pesos, precio ligeramente superior a lo que cuesta una libra en el supermercado. La necesidad y el gran número de charcas ha hecho que el negocio bueno sea para los intermediarios de Maicao.
La mitología guajira incluye dos transformaciones relacionadas con la muerte y el viaje al más allá. La primera ocurre aquí al morir, cuando el espíritu se convierte en yoluja y se dirige a Jepira. La segunda, después de Jepira, cuando los yolujas se vuelven lluvia o se convierten en wanülüs. En ambos casos ellos regresan a la tierra, de ahí la importancia de los muertos en la cultura Wayuu.
Desafortunadamente, en La Guajira existen muy pocas fuentes de trabajo. La explotación de la sal en la forma tradicional es un trabajo que se realiza en familia. Mujeres, niños y hombres del núcleo familiar trabajan duro de junio a agosto, y muchas veces lo hacen en turnos nocturnos para evitar el calor y el reflejo del sol sobre la sal, el cual les puede causar ceguera.
Durante la exhumación de restos, o segundo entierro, evento que sucede por lo menos tres años después de la muerte, una mujer, pariente cercana del muerto, recoge los huesos y los limpia. Después los restos serán depositados en una urna común y el muerto perderá su identidad para siempre. Su espíritu se convertirá en lluvia o wanülü y regresará a la tierra.
En la península hay muchos lugares pulowi, son sitios peligrosos que la gente evita para no desaparecer o caer gravemente enferma. Están asociados con Pulowi, la mujer de Juyá, y con el viento y la sequía. En ellos rondan sus emisarios, los espíritus malignos, los wanülü, que usando flechas invisibles, hieren de gravedad a aquellos que se atrevan a aventurarse por esos lugares.
En el primer entierro, el muerto es velado y llorado durante varios días para dar tiempo a que sus parientes cercanos lleguen a la ranchería. Durante este tiempo, se sirve comida y chirrinche a los asistentes. Cuando llega el momento del entierro, el muerto es despedido con tiros al aire y trasladado en hombros al cementerio familiar, siempre cercano.
El cactus columnar o cardón crece en casi toda la península y es muy utilizado por los Wayuu. Produce un fruto que se llama iguaraya, que es recolectado con una vara larga con tridente en la punta. Se usa también para hacer cercas vivas, sembrado en hilera. Finalmente, ya seco, se le extrae el corazón, llamado yotojolo, que se usa para hacer techos y paredes de viviendas y enramadas.
Cuando el ataúd llega al cementerio, es saludado con disparos al aire y colocado bajo una enramada donde es velado y llorado nuevamente. Horas después es introducido en la tumba y llorado una vez más por las mujeres. A su lado se colocan las pertenencias y víveres más queridos del difunto para que lo acompañen en su viaje a Jepira, donde su espíritu se convertirá en yoluja.
En la Alta Guajira los pozos de agua son lugares de encuentro en los que se tejen amistades y se cuentan historias. Eso, en una comunidad tan dispersa, es de gran importancia. Los pozos son, además, como lugares encantados, zonas de sortilegio. Es una tradición dentro de la cultura Wayuu cavarlos en los lugares indicados por los sueños.
La península de La Guajira ha sido testigo de asentamientos que han nacido, florecido y desaparecido en el lapso de pocos años. Lugares como Puerto López, Taroa y Carrizal, importantes en su tiempo, son hoy pueblos fantasmas. Algunos desaparecieron por razones económicas, otros por guerras entre clanes familiares.
A finales del verano, dar de beber a diario a rebaños de hasta cien chivos, sacando el agua de pozos artesianos o cacimbas, es una dura labor, usualmente a cargo de los hombres. Desde mediados de siglo, se ha fomentado la construcción de jagüeyes donde se recolecta el agua lluvia de octubre; éstos pueden almacenar el agua hasta julio o agosto del siguiente año.
Colombia es un país abierto a la aventura. La Alta Guajira, en especial, es uno de esos pocos lugares mágicos de la tierra donde cualquier cosa puede suceder. Las historias que la gente cuenta tienen un alto contenido surrealista, muy en la línea de los escritos de García Márquez. Los encuentros son frecuentes y producen en el viajero un estado maravilloso de irrealidad.
A las niñas se les enseña, desde muy pequeñas, a cocinar, cuidar bebés, recoger leña, prender fuego, coser y tejer. Además, se les exige que colaboren a diario en todas esas actividades. En verdad, las ocupaciones en la ranchería son infinitas y las mujeres trabajan mucho más que los hombres. Ellas son las primeras en levantarse y las últimas en acostarse.
En la mitología Wayuu, el creador de hombres y animales es Maleiwa. El creó los ganados y los entregó a los ricos con los hierros de marcar, que luego se convirtieron en los símbolos de las castas. Les dio también armas para matar y herramientas para trabajar. A los pobres, una vara muy larga para recolectar iguarayas, la fruta del cardón, y así no morir de hambre.
El sobrepastoreo de cabras y ovejas en todo el territorio de La Guajira, acompañado de una reducción en el régimen de lluvias en los últimos años, ha traído como consecuencia un franco deterioro del ambiente. Este círculo vicioso de degradación de la ya escasa capa vegetal, ha diezmado los rebaños y con ello el prestigio y la calidad de vida de sus propietarios.
Las serranías son fuente de numerosos arroyos, secos durante el verano. Cuando llueve, éstos crecen en forma dramática y se convierten en verdaderos torrentes que en busca del mar arrastran todo a su paso. Sin embargo, estas corrientes duran sólo horas y luego desaparecen bajo la arena. En algunos lugares se forman lagunas que conservan el agua durante meses.
A finales del siglo pasado había más de veinte clanes familiares Wayuu dispersos por la península. Hoy día hay además familias mestizas con vínculos estrechos en la comunidad y mucho poder político y económico en la región. En la actualidad las guerras entre algunos clanes han cobrado ya muchas vidas, especialmente en la zona de Taparajín y la serranía de Cosinas.
La pesca ha sido una actividad milenaria entre los Wayuú. No obstante, y debido tal vez a los valores de su sociedad, que otorgan mayor prestigio a quienes poseen grandes rebaños, la actividad pesquera no ha tenido un desarrollo notable. Las mayoría de las comunidades que habitan en la costa pescan en forma artesanal, apenas lo suficiente para su subsistencia.
La danza constituye un puente entre lo sagrado y lo humano. La danza tradicional Wayuu, la yonna, se celebra siempre al ritmo de la casha o tambor. Esto ocurre en diversas ocasiones: cuando una niña se convierte en mujer, cuando la piache lo prescribe, cuando llegan las lluvias, cuando se inicia una piache, o para celebrar un acontecimiento especial.
Según los mitos guajiros, Jepira,"la tierra de los yoluja", se encuentra situada en las colinas desérticas que conforman el Cabo de la Vela. La vida en Jepira esta regulada por las mismas reglas sociales y económicas que regulan la vida de los Wayuu. Allí existen ricos, pobres y clanes familiares. Sin embargo, las mujeres pueden tener varios esposos y hay alimentos en abundancia.
Cuando llega la primera menstruación, la niña es sometida a un rito de transición. Se le corta el pelo y se le instala en un chinchorro alto, cerca del techo de la vivienda y se le ordena no moverse, comer o beber durante tres o cinco días. Luego inicia un período de reclusión de tres o más meses en los que aprende las tareas tradicionales femeninas, como hilar y tejer.
La pesca artesanal de El Cabo de la Vela, sustento de muchas familias de la región, tiene problemas, como todas las comunidades de pesca artesanal del país, con los buques camaroneros que se acercan ilegalmente a la costa. ƒstos, con sus redes de arrastre, destrozan el fondo marino llevándose todo a su paso. Los corales tardan muchísimos años en recuperarse plenamente.
Las pinturas faciales que usan los bailarines cambian según el sexo. Las mujeres se adornan con múltiples diseños, que incluyen siempre líneas curvas. Los hombres, en cambio, elaboran sus diseños con líneas rectas. Las pinturas están elaboradas a partir de esporas de hongos, tintes vegetales o polvos de arcilla. Cuando la yonna es prescripción de una piache, ella escoge los diseños.
Los sueños son de gran importancia en la cultura Wayuu. Ser buen soñador es requisito para ser piache, pues la comunicación con los espíritus se hace a través de los sueños. Decisiones como escoger lugares para cavar pozos o construir viviendas, se toman a partir de sueños. En el saludo matutino se acostumbra a preguntar por los sueños de la noche anterior.
En el matrimonio Wayuu se acostumbra un arreglo económico que realizan el tío materno de la novia con el tío materno del novio. Este arreglo es entendido como el sello de una relación entre clanes familiares y una compensación por la educación y preparación de la novia. El monto de la compensación depende de la importancia y la riqueza de ambas familias.
Existe un vallenato que cuenta la mala suerte del compadre Socarrás que perdió todo cuando la fragata Almirante Padilla llegó a Puerto López en los años 50. En ese entonces, el lugar era próspero y por allí entraba buena parte del contrabando. La lejanía, los pésimos caminos y una duna que lentamente lo incomunicó, lo convirtieron en un pueblo fantasma.
Tiempo atrás, los guajiros dedicados al pastoreo, se desplazaban a lo largo y ancho de la península. Llevaban sus rebaños a tierras pertenecientes a su clan, en busca de mejores pastos y pozos de agua. Hoy en día, aunque todavía se presenta el caso, el concepto de propiedad privada de la tierra se ha acentuado y los desplazamientos son cada vez menores.
Cuando los españoles llegaron a La Guajira, encontraron que los indios habían desarrollado técnicas de buceo y que explotaban los abundantes bancos de perlas del Cabo de la Vela. Allí fundaron entonces un caserío, que se llamó Santa María de los Remedios. Aplicando un régimen de esclavitud, explotaron los bancos hasta agotarlos años después.
Los vientos alisios o "el nordeste", como lo llaman los guajiros, barren la península diez meses al año y sólo amainan durante los meses de la estación lluviosa de octubre y noviembre. Además de producir erosión y resecamiento de la tierra, también regulan las jornadas de pesca, ya que en los días de más viento esta actividad se torna imposible.
Cuando hace unos años surgió un litigio entre dos clanes familiares por el derecho a explotar unos muelles en la Alta Guajira, se verificó cuál de los dos clanes tenía su cementerio en la zona. El dato era de mucha importancia para alcanzar una decisión acorde con la ley guajira. Para los Wayuu, la gente pertenece a la tierra en donde están sus muertos.
Los muertos cuyos restos han sido exhumados, no son más objeto de manifestación o ceremonia. Después de este segundo entierro, las mujeres que han manipulado los huesos deben abstenerse por varios días de ingerir alimentos y de tocar a otras personas, en especial a niños pequeños. Existe la creencia de que ellas transmiten una enfermedad llamada "contagio por los huesos".
La recolección del agua para la ranchería es responsabilidad de las mujeres. Siempre se escogen las horas de la tarde, cuando el sol ha bajado y los hombres se han ido ya del pozo con los rebaños. Llevan consigo burros, vasijas, ropa para lavar y una jabonera con toalla para un buen baño detrás de los arbustos. Si el sol está aún muy fuerte, la pintura facial protege la piel.
En la sociedad Wayuu el hombre es esencialmente móvil, vive fuera la mayor parte del tiempo, cuidando los rebaños o pescando y se desplaza para visitar a sus diferentes esposas. La mujer, por el contrario, cumple la mayor parte de sus obligaciones en la ranchería y está atada fijamente a su matrilineaje. Por lo general reside cerca de su madre y su familia.
En los centros urbanos el problema del agua es apremiante. La creciente población ha obligado a las autoridades a hacer cuantiosas inversiones en plantas desalinizadoras de agua que pronto son insuficientes. La de Uribia fue reinstalada en la zona rural de El Pájaro y es una bendición para la gente, habituada hasta entonces a consumir agua algo salobre.
La tradición oral dice que cuando los yoluja dejan Jepira, después de la exhumación de sus restos aquí en la tierra, se convierten en lluvia y son emisarios de Juyá, o se convierten en wanülüs y son emisarios de Pulowi. De todas maneras, los wanülü están asociados con la enfermedad y la muerte y son muy temidos por los Wayuu.
Para evitar que los animales se coman la roza o cultivo, y para proteger las fuentes de agua como jagüeyes y cacimbas, los Wayuu han desarrollado técnicas para construir cercas con los materiales que tienen a mano. Un tipo de cerca semeja un enorme tejido de palos secos, material que abunda en la zona y que, en un clima como el de La Guajira, se conserva mucho tiempo.
Las bóvedas, así como todo el cementerio, están siempre construidas en dirección oriente- occidente. Algunos Wayuu argumentan que los muertos deben ser enterrados con la cabeza hacia el oriente para que puedan ver el sol caer en el horizonte hacia tierras desconocidas, de igual manera que el alma, al final de su paso por la tierra, parte hacia Jepira.
En el mito de la creación, Jaguar es perseguido por Maleiwa para vengar la muerte de su madre. Jaguar, sediento, pide agua a Julera, un caracol que en épocas de lluvia se pega a los árboles. Pero, éste lo engaña y se esconde en un "palo de Brasil". Jaguar destroza la corteza del árbol en su búsqueda. Desde entonces, el "palo de Brasil" tiene las huellas de las garras de Jaguar.
Durante el entierro guajiro los rebaños del difunto son sacrificados y la carne repartida entre los asistentes al velorio, en agradecimiento por su dolor y llanto. Existe la creencia de que el difunto se reunirá de nuevo con sus animales muertos en Jepira y que allá, por lo tanto, su prestigio y posición económica se mantendrán intactos.
En las estribaciones de las serranías y los cauces secos de los arroyos crece el "palo de Brasil ", madera muy codiciada por su dureza y durabilidad. Existen registros que indican que ya en el siglo XVIII esta madera era cambiada por armas y pólvora a las tripulaciones de los buques ingleses, holandeses y franceses, que frecuentaban las costas de la península.
Muchos de los cauces secos tienen corrientes de agua subterránea a profundidades aproximadas de10 metros. Cuando la lluvia de octubre llega, los arroyos se convierten en torrentes y los pozos cavados en su cauce quedan destruidos. En marzo y abril, esos pozos artesianos deben ser cavados de nuevo, pues son la única fuente de agua para los últimos meses del verano.
Pulowi habita las profundidades de la tierra y del mar, se le asocia con cuevas y obscuridad. Existen relatos de tradición oral según los cuales en época de sequía se tapan los agujeros y cuevas de la tierra para evitar la salida de las serpientes que encarnan a Pulowi, y permitir así que caiga la lluvia. Los guajiros le temen a la obscuridad, pues son las horas en que rondan los espíritus.
Un relato de la mitología Wayuu cuenta acerca de una montaña pulowi, llamada Ayajui, situada en el suroccidente de la península. Una inmensa serpiente oculta en su interior devoró a dos hijas de Juyá, quien para rescatarlas desintegró la montaña. De esa explosión nacieron las dunas de arena que se encuentran a lo largo de la costa y que ahora también son pulowi.
La cultura Wayuu ha asimilado valores occidentales, pero aún así, es una sociedad vigorosa en transformación. Prueba de ello es que crece en número y aún se enorgullece de sus valores tradicionales. Los alijunas, hombres blancos, que viven en la Alta Guajira también se han transformado y enriquecido espiritualmente por el contacto con los Wayuu.
Desde muy pequeño el niño en la cultura Wayuu se familiariza con las faenas del pastoreo de rebaños. A los 7 años es capaz de manejar un rebaño pequeño de cabras y puede ayudar al padre en las faenas cotidianas. A los 10 conoce bien la región y controla confiablemente un rebaño de reses o caballos. A los 15 años maneja ya las armas con propiedad.
Hasta mediados de siglo, los guajiros cultivaban su propio algodón y producían su lana que hilaban y teñían con tintes naturales de la región. Después llegaron las telas estampadas y los hilos procesados industrialmente, y los cultivos fueron abandonados. Sin embargo, los diseños tradicionales de los tejidos se han mantenido y están basados en abstracciones de lo cotidiano.
Durante las fiestas de octubre en Nazareth, se celebra un reinado de Majayuras, jóvenes vírgenes que representan a su comunidad. El concurso, a diferencia de los reinados tradicionales de Colombia, considera de gran importancia el conocimiento que la joven tenga de su cultura y tradición. Su belleza es considerada una cualidad más, nunca la más importante.
Desafortunadamente, cuando los Wayuu deciden emigrar a las ciudades donde los mestizos y los blancos son mayoría, las posibilidades de un trabajo y una vivienda dignas son escasas. Riohacha y Maicao no son ciudades industriales y ofrecen poco empleo, Maracaibo sí lo es. Pero Venezuela, como Colombia, vive un período de recesión económica.
La mayor parte del transporte a distancia en la Alta Guajira se hace en "termotablas" y camperos o camionetas particulares. Cuando llega el invierno, las trillas de la costa, que usualmente serpentean entre salinas, se inundan por completo y se tornan intransitables. Los camperos por las trillas de la sierra o los burros y las bicicletas por el resto, son entonces la única opción.
Los primeros brotes de cólera en la Alta Guajira se dieron en Portete, hace unos tres años. La rápida cuarentena de la zona evitó que la epidemia se expandiera por toda la península. Los asentamientos como Portete, con una gran población flotante, agua escasa y poco control higiénico son particularmente vulnerables al cólera.
El manejo de las basuras por la comunidad Wayuu es desconcertante. En lugares con mucha población, como Maicao, Riohacha y Uribia, la acumulación de basura es alarmante. Antes la comunidad manejaba materiales de empaque que desaparecían con el tiempo, hoy en día maneja plásticos. Los materiales cambiaron, las costumbres no.
Al dejar atrás las últimas calles del pueblo, se entra en una zona que se puede llamar de transición porque allí ya no impera la razón. Un poco más allá todo es silencio, sentimiento. Ventanas a otros mundos, paisajes solitarios cuya única compañía está en el viento, que permite oír la propia voz, aquella que viene de adentro.
Los asentamientos sobre la costa han sido históricamente los de mayor mestizaje. Puerto López, Puerto Estrella, Portete, Bahía Honda, El Cabo y Manaure, comerciaron siempre con Aruba, Curazao y otras islas del Caribe. En general fueron negociantes y marineros los que se establecieron con mujeres Wayuu y en algunos casos fundaron familias muy importantes hoy en día.
Todos los cementerios tradicionales Wayuu cuentan con enramadas para acomodar a los parientes durante el velorio. Los centros urbanos tienen un cementerio común, que no tiene enramadas. Para aquellos habitantes de Uribia, que no tienen su propio cementerio ni espacio para celebrar un velorio, se ofrece el mejor estilo de los blancos: una funeraria.
El Cabo de la Vela, además de ser muy importante dentro de la mitología Wayuu, es un lugar inusitadamente bello y una zona de mucho potencial turístico por su relativa cercanía a Maicao y a Riohacha. La comunidad Wayuu de El Cabo ha mantenido hasta el momento un desarrollo armónico de la zona y ha hecho un esfuerzo para controlar el problema de las basuras.
Pueblos como Uribia han crecido aceleradamente y de una manera desordenada, debido a la alta tasa de inmigración Wayuu, proveniente de la zona rural. Buena parte de los barrios nuevos no tiene servicio de agua potable y sus habitantes deben hacer largas colas bajo el sol para abastecerse de agua porque la planta desalinizadora no tiene suficiente capacidad.
Casi todas las rancherías tienen su roza o huerta. Algunos de esos cultivos abarcan 3 ó 4 hectáreas minuciosamente cercadas, al estilo tradicional de palos entretejidos, para evitar que los rebaños las destruyan. Cuando llegan las primeras lluvias, la familia siembra maíz, fríjol, patilla, auyama, melón, y otros productos. Dos meses después cosechan.
Uribia es la cabecera de tal vez uno de los municipios más grandes del país pues incluye toda la Alta Guajira. Es opinión generalizada de los habitantes de esa región, que los políticos de Uribia sólo se acuerdan de ellos al acercarse las elecciones. Entonces, anuncios, dinero y promesas llegan a raudales como los arroyos en el invierno. Después, todo desaparece bajo la arena.
En los centros urbanos como Uribia, Riohacha, Maicao y Manaure existen mataderos de chivos, donde los animales son sacrificados en la forma tradicional pero en mayor volumen. Muchas de las familias no tienen ya rebaños, así que son las rancherías vecinas las que las proveen de carne. Los animales son llevados al matadero en el medio de transporte que esté a disposición.
El consumo de chirrinche, un destilado de caña que se prepara en alambique en las rancherías, ha sido siempre alto entre los hombres durante los velorios y las fiestas. La introducción de licores fuertes, como el aguardiente y el whisky, sumada a la pérdida de valores tradicionales, ha incrementado el consumo. Las mujeres beben poco, son un ejemplo de fortaleza.
El estilo de vida está cambiando, son pocas las rancherías que no tienen un televisor que funcione con batería de automóvil. La televisión colombiana no cubre la Alta Guajira, pero sí lo hace la venezolana. En pueblos como Uribia y Manaure, los cambios dependen, a veces, sólo de la cantidad de dinero disponible para adquirir lo que esté de moda en Maicao.
Los rostros de las mujeres guajiras, son una síntesis del espíritu de la raza. Los Wayuu, que escogieron vivir en una península desértica, una vida dura en un clima hostíl, no conocen todavía la derrota. Los españoles después de muchas campañas militares no pudieron nunca someterlos. Son dignos y orgullosos. Les sobran razones para serlo.
La península de La Guajira se rige por la ley Wayuu. Uribia es el último pueblo que tiene fuerzas de policia colombianas, de ahí para arriba todo es ley guajira. Para el viajero blanco, el hecho de no pertenecer a ningún clan familiar lo hace sentirse vulnerable. Cuando un alijuna se hospeda con una familia Wayuu, ésta le brinda no sólo su hospitalidad sino también su respaldo.
Las costumbres políticas en La Guajira no han cambiado en los últimos tiempos. Los candidatos de la clase politica tradicional están apoyados en caciques electorales que consiguen votos con promesas o dinero. El voto de opinión es casi inexistente. No obstante, algunos dirigentes Wayuu pueden llegar a ser una alternativa en un futuro cercano.
La ley Wayuu se basa en el balance de poder entre los diferentes clanes familiares. En el caso de una ofensa, se ofende a un clan, no solamente a un individuo. Existe un mediador, al que se le llama "palabrero", usualmente un hombre o mujer de experiencia y sabiduría, cuya función es la de establecer un puente entre ambos bandos y evitar así una guerra.
Cuando se establece un pago por una ofensa cometida, cosa que se hace a través del palabrero, el clan que cometió la ofensa realiza una colecta entre sus miembros de familia y acumula ganado, collares, chivos y dinero, hasta reunir lo acordado con la familia ofendida. El individuo que cometió la falta será seguramente reconvenido por su comportamiento.
#AmorPorColombia
Fotografías
Makaraipaho. Santiago Harker.
Neimana. Santiago Harker.
Puerto López. Santiago Harker.
El Pájaro. Santiago Harker.
El Pájaro. Santiago Harker.
Romana. Santiago Harker.
Romana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Porojari. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Puerto Estrella. Santiago Harker.
Warpana, Puerto López. Santiago Harker.
París, Alta Guajira. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Yojarralí. Santiago Harker.
Romana. Santiago Harker.
Uribia. Santiago Harker.
Siapana. Santiago Harker.
Poropo. Santiago Harker.
Siapana. Santiago Harker.
Siapana. Santiago Harker.
Mulakimana. Santiago Harker.
Siapana. Santiago Harker.
Siapana. Santiago Harker.
Siapana. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Yojarralí. Santiago Harker.
Puerto Estrella. Santiago Harker.
Castilletes. Santiago Harker.
Riohacha. Santiago Harker.
Riohacha. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Cabo de la Vela. Santiago Harker.
El Cangrejito, Riohacha. Santiago Harker.
Portete. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Portete. Santiago Harker.
Riohacha. Santiago Harker.
Portete. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Riohacha. Santiago Harker.
Puerto López. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Poropo. Santiago Harker.
Marquetalia. Santiago Harker.
El Cangrejito, Riohacha. Santiago Harker.
Serranía del Macuira. Santiago Harker.
Nazareth. Santiago Harker.
Tres Bocas. Santiago Harker.
Yoruma. Santiago Harker.
Yoruma. Santiago Harker.
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Poropo. Santiago Harker.
Poropo. Santiago Harker.
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Manaure Abajo. Santiago Harker.
Manaure Abajo. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
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Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
Manaure. Santiago Harker.
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Puerto López. Santiago Harker.
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Cabo de la Vela. Santiago Harker.
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Yorijarú. Santiago Harker.
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Poropo. Santiago Harker.
Nazareth. Santiago Harker.
Uribia. Santiago Harker.
Casuso. Santiago Harker.
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Uribia. Santiago Harker.
Uribia. Santiago Harker.
Texto de: Weildler Guerra Curvelo.
Las piaches o chamanes entre los Wayuu son en su mayoría mujeres, quizás por su menor contacto con la cultura occidental. Ellas se comunican con los espíritus a través de los sueños. Los poderes que ellos les otorgan, les permiten, entre otras muchas posibilidades, curar enfermos, atraer la lluvia, mejorar las cosechas, prever el futuro y espantar malos espíritus.
En el siglo XVI ya ocurría en La Guajira lo que en ese entonces se llamó trato ilícito, el contrabando. En este siglo ha florecido, por toda la península, el comercio ilegal de café, de licor y cigarrilllos, de marijuana y otras sustancias. Es frecuente encontrar restos de aviones, vestigios de accidentes ocurridos tiempo atrás, incorporados a la vida cotidiana de la ranchería.
El contrabando en La Guajira era una actividad tolerada desde el siglo XVI, cuando españoles, ingleses, holandeses y franceses, cambiaban armas y pólvora por perlas, carne, cueros y madera con la población Wayuu. El gobierno colombiano concedió, hace poco, trato especial a las mercancías desembarcadas en Portete y Puerto Nuevo con destino a la ciudad de Maicao.
Con el desarrollo petrolero del Golfo de Maracaibo desde 1930, la emigración del campo a la ciudad se aceleró en forma vertiginosa. Actualmente, un estimado de 30.000 Wayuu viven en los alrededores de la ciudad de Maracaibo. La migración ha sido en su mayoría masculina, lo cual ha obligado a las mujeres a asumir tareas que antes eran exclusivas de los hombres.
Investigaciones arqueológicas en la península han establecido que estaba habitada por cazadores y recolectores desde hace miles de años. Siglos después éstos fueron desplazados por los Wayuu, que al parecer llegaron a las orillas del lago de Maracaibo provenientes de las Guayanas. Su lengua, el wayunaiki, está emparentada con la de la tribu Arawak, oriunda de la Guayana.
Todas las actividades de los Wayuu giran en torno del chinchorro. Lo usan desde el nacimiento hasta la muerte. En el chinchorro, se duerme, se descansa, se come y se procrea. Es, además, muestra de prestigio. Antiguamente, los muertos eran envueltos en su chinchorro para ser enterrados en troncos huecos. Ahora sólo los restos exhumados se velan y lloran de esa manera.
La sociedad guajira es matrilineal: el apellido materno es el que se transmite a los hijos y el que los vincula al grupo. Dado que la ley guajira se basa en el poder de los clanes familiares, la defensa del individuo sólo está garantizada por el apoyo de su grupo familiar. Si bien es el tío materno quien ejerce el poder públicamente, las mujeres del clan detentan también un gran poder.
Los Wayuu aseguran que el alma es como la sombra, nos acompaña siempre. Aseguran, también, que ésta nos deja en los sueños y que todo lo que nos sucede en ellos le está ocurriendo al alma. Cuando enfermamos, ella deja el cuerpo. Es, entonces, labor de la piache, con ayuda de sus espíritus, encontrar esa alma y devolverla al cuerpo. Sólo así evitará su muerte.
En el siglo XVI los Wayuu realizaron con los españoles, trueque de perlas por ganado, caballos, burros y cabras. Comenzó, entonces, el paso de una sociedad nómada de cazadores, pescadores y recolectores a una seminómada de pastores y agricultores. Ahora, con la disminución en el régimen de lluvias, la emigración a las ciudades preludia una nueva transformación.
Hace muchos años, con gran éxito, se instalaron unos molinos de viento para sacar el agua de pozos profundos. Luego fueron abandonados y ahora quedan pocos en funcionamiento. Gracias al esfuerzo de unos quijotes blancos, la energía solar ha llegado, con buenos resultados, a sitios como el hospital de Nazareth y algunas rancherías.
Siguiendo el camino que cruza la sierra del Macuira hasta Siapana, y a dos horas de Nazareth, se encuentra un médano de arena rodeado de bosque por todos lados. Es un lugar pulowi. Cuentan que en la época de la marimba, hace unos 20 años, un avión "gringo" se estrelló allí y desapareció con la tula de los dólares y todos sus tripulantes.
Manaure se fundó en lo que ahora se llama Manaure Abajo, un barrio situado en la playa y habitado por trabajadores de la sal. A mediados de siglo, con la idea de controlar el flujo de los arroyos que en invierno buscan el mar, se ejecutaron obras civiles que provocaron la inundación del asentamiento original. La expansión se centró entonces en Manaure Arriba.
En la mitología Wayuu existen dos personajes de gran importancia: Juyá y Pulowi, marido y mujer. Juyá encarna la luz y lo masculino: el padre, el cazador, el guerrero cuya arma es el rayo y simboliza la vida porque está asociado con la lluvia. Pulowi, en cambio, encarna la obscuridad y lo femenino: el poder misterioso, la sequía, el hambre y la enfermedad.
Con una población relativamente pequeña, dispersa en un área tan grande como es la Alta Guajira, las distancias de ranchería a ranchería se miden con frecuencia en kilómetros. Las familias que emigran a centros urbanos como Manaure aprenden a realizar las mismas tareas cotidianas con nuevas herramientas y en espacios mucho más reducidos.
La educación en la Alta Guajira es un problema difícil de resolver dada la dispersión de la comunidad. Existen escuelas en algunas rancherías, pero en ciertas zonas las distancias son muy grandes, por ello no es extraño que los niños tengan que caminar en muchos casos más de una hora para llegar a la escuela. Afortunadamente, ahora la educación es en wayunaiki. Hubo épocas en que no lo fue.
En aquellos lugares que son frontera de culturas, se encuentran situaciones que no parecen representar a ninguna de las partes, de la misma manera como la aleación de dos metales al fundirse produce, muchas veces, un metal del todo diferente. En realidad, son como destellos de una nueva cultura que no es ya Wayuu, pero tampoco la del hombre blanco.
Ya en épocas precolombinas los Wayuu explotaban y comerciaban la sal con sociedades vecinas. Los métodos de explotación eran primitivos, pero ellos trabajaban sus propias charcas. Cuando llegó la mecanización de la explotación y la producción aumentó para cubrir la demanda, llegó también el trabajo asalariado. Muchos perdieron la propiedad de sus charcas.
Los animales salvajes son considerados en la mitología Wayuu como pertenecientes a Pulowi. Ella castiga a los cazadores y pescadores ambiciosos que toman más de lo que necesitan. Los animales domésticos son, en cambio, fruto de la colaboración entre el hombre y la naturaleza. Los hombres pueden disponer de ellos libremente.
En términos reales, el precio de la sal ha disminuido en forma dramática este siglo. Hoy en día, un bulto de 60 kilos puesto en el camión tiene un valor aproximado de 700 pesos, precio ligeramente superior a lo que cuesta una libra en el supermercado. La necesidad y el gran número de charcas ha hecho que el negocio bueno sea para los intermediarios de Maicao.
La mitología guajira incluye dos transformaciones relacionadas con la muerte y el viaje al más allá. La primera ocurre aquí al morir, cuando el espíritu se convierte en yoluja y se dirige a Jepira. La segunda, después de Jepira, cuando los yolujas se vuelven lluvia o se convierten en wanülüs. En ambos casos ellos regresan a la tierra, de ahí la importancia de los muertos en la cultura Wayuu.
Desafortunadamente, en La Guajira existen muy pocas fuentes de trabajo. La explotación de la sal en la forma tradicional es un trabajo que se realiza en familia. Mujeres, niños y hombres del núcleo familiar trabajan duro de junio a agosto, y muchas veces lo hacen en turnos nocturnos para evitar el calor y el reflejo del sol sobre la sal, el cual les puede causar ceguera.
Durante la exhumación de restos, o segundo entierro, evento que sucede por lo menos tres años después de la muerte, una mujer, pariente cercana del muerto, recoge los huesos y los limpia. Después los restos serán depositados en una urna común y el muerto perderá su identidad para siempre. Su espíritu se convertirá en lluvia o wanülü y regresará a la tierra.
En la península hay muchos lugares pulowi, son sitios peligrosos que la gente evita para no desaparecer o caer gravemente enferma. Están asociados con Pulowi, la mujer de Juyá, y con el viento y la sequía. En ellos rondan sus emisarios, los espíritus malignos, los wanülü, que usando flechas invisibles, hieren de gravedad a aquellos que se atrevan a aventurarse por esos lugares.
En el primer entierro, el muerto es velado y llorado durante varios días para dar tiempo a que sus parientes cercanos lleguen a la ranchería. Durante este tiempo, se sirve comida y chirrinche a los asistentes. Cuando llega el momento del entierro, el muerto es despedido con tiros al aire y trasladado en hombros al cementerio familiar, siempre cercano.
El cactus columnar o cardón crece en casi toda la península y es muy utilizado por los Wayuu. Produce un fruto que se llama iguaraya, que es recolectado con una vara larga con tridente en la punta. Se usa también para hacer cercas vivas, sembrado en hilera. Finalmente, ya seco, se le extrae el corazón, llamado yotojolo, que se usa para hacer techos y paredes de viviendas y enramadas.
Cuando el ataúd llega al cementerio, es saludado con disparos al aire y colocado bajo una enramada donde es velado y llorado nuevamente. Horas después es introducido en la tumba y llorado una vez más por las mujeres. A su lado se colocan las pertenencias y víveres más queridos del difunto para que lo acompañen en su viaje a Jepira, donde su espíritu se convertirá en yoluja.
En la Alta Guajira los pozos de agua son lugares de encuentro en los que se tejen amistades y se cuentan historias. Eso, en una comunidad tan dispersa, es de gran importancia. Los pozos son, además, como lugares encantados, zonas de sortilegio. Es una tradición dentro de la cultura Wayuu cavarlos en los lugares indicados por los sueños.
La península de La Guajira ha sido testigo de asentamientos que han nacido, florecido y desaparecido en el lapso de pocos años. Lugares como Puerto López, Taroa y Carrizal, importantes en su tiempo, son hoy pueblos fantasmas. Algunos desaparecieron por razones económicas, otros por guerras entre clanes familiares.
A finales del verano, dar de beber a diario a rebaños de hasta cien chivos, sacando el agua de pozos artesianos o cacimbas, es una dura labor, usualmente a cargo de los hombres. Desde mediados de siglo, se ha fomentado la construcción de jagüeyes donde se recolecta el agua lluvia de octubre; éstos pueden almacenar el agua hasta julio o agosto del siguiente año.
Colombia es un país abierto a la aventura. La Alta Guajira, en especial, es uno de esos pocos lugares mágicos de la tierra donde cualquier cosa puede suceder. Las historias que la gente cuenta tienen un alto contenido surrealista, muy en la línea de los escritos de García Márquez. Los encuentros son frecuentes y producen en el viajero un estado maravilloso de irrealidad.
A las niñas se les enseña, desde muy pequeñas, a cocinar, cuidar bebés, recoger leña, prender fuego, coser y tejer. Además, se les exige que colaboren a diario en todas esas actividades. En verdad, las ocupaciones en la ranchería son infinitas y las mujeres trabajan mucho más que los hombres. Ellas son las primeras en levantarse y las últimas en acostarse.
En la mitología Wayuu, el creador de hombres y animales es Maleiwa. El creó los ganados y los entregó a los ricos con los hierros de marcar, que luego se convirtieron en los símbolos de las castas. Les dio también armas para matar y herramientas para trabajar. A los pobres, una vara muy larga para recolectar iguarayas, la fruta del cardón, y así no morir de hambre.
El sobrepastoreo de cabras y ovejas en todo el territorio de La Guajira, acompañado de una reducción en el régimen de lluvias en los últimos años, ha traído como consecuencia un franco deterioro del ambiente. Este círculo vicioso de degradación de la ya escasa capa vegetal, ha diezmado los rebaños y con ello el prestigio y la calidad de vida de sus propietarios.
Las serranías son fuente de numerosos arroyos, secos durante el verano. Cuando llueve, éstos crecen en forma dramática y se convierten en verdaderos torrentes que en busca del mar arrastran todo a su paso. Sin embargo, estas corrientes duran sólo horas y luego desaparecen bajo la arena. En algunos lugares se forman lagunas que conservan el agua durante meses.
A finales del siglo pasado había más de veinte clanes familiares Wayuu dispersos por la península. Hoy día hay además familias mestizas con vínculos estrechos en la comunidad y mucho poder político y económico en la región. En la actualidad las guerras entre algunos clanes han cobrado ya muchas vidas, especialmente en la zona de Taparajín y la serranía de Cosinas.
La pesca ha sido una actividad milenaria entre los Wayuú. No obstante, y debido tal vez a los valores de su sociedad, que otorgan mayor prestigio a quienes poseen grandes rebaños, la actividad pesquera no ha tenido un desarrollo notable. Las mayoría de las comunidades que habitan en la costa pescan en forma artesanal, apenas lo suficiente para su subsistencia.
La danza constituye un puente entre lo sagrado y lo humano. La danza tradicional Wayuu, la yonna, se celebra siempre al ritmo de la casha o tambor. Esto ocurre en diversas ocasiones: cuando una niña se convierte en mujer, cuando la piache lo prescribe, cuando llegan las lluvias, cuando se inicia una piache, o para celebrar un acontecimiento especial.
Según los mitos guajiros, Jepira,"la tierra de los yoluja", se encuentra situada en las colinas desérticas que conforman el Cabo de la Vela. La vida en Jepira esta regulada por las mismas reglas sociales y económicas que regulan la vida de los Wayuu. Allí existen ricos, pobres y clanes familiares. Sin embargo, las mujeres pueden tener varios esposos y hay alimentos en abundancia.
Cuando llega la primera menstruación, la niña es sometida a un rito de transición. Se le corta el pelo y se le instala en un chinchorro alto, cerca del techo de la vivienda y se le ordena no moverse, comer o beber durante tres o cinco días. Luego inicia un período de reclusión de tres o más meses en los que aprende las tareas tradicionales femeninas, como hilar y tejer.
La pesca artesanal de El Cabo de la Vela, sustento de muchas familias de la región, tiene problemas, como todas las comunidades de pesca artesanal del país, con los buques camaroneros que se acercan ilegalmente a la costa. ƒstos, con sus redes de arrastre, destrozan el fondo marino llevándose todo a su paso. Los corales tardan muchísimos años en recuperarse plenamente.
Las pinturas faciales que usan los bailarines cambian según el sexo. Las mujeres se adornan con múltiples diseños, que incluyen siempre líneas curvas. Los hombres, en cambio, elaboran sus diseños con líneas rectas. Las pinturas están elaboradas a partir de esporas de hongos, tintes vegetales o polvos de arcilla. Cuando la yonna es prescripción de una piache, ella escoge los diseños.
Los sueños son de gran importancia en la cultura Wayuu. Ser buen soñador es requisito para ser piache, pues la comunicación con los espíritus se hace a través de los sueños. Decisiones como escoger lugares para cavar pozos o construir viviendas, se toman a partir de sueños. En el saludo matutino se acostumbra a preguntar por los sueños de la noche anterior.
En el matrimonio Wayuu se acostumbra un arreglo económico que realizan el tío materno de la novia con el tío materno del novio. Este arreglo es entendido como el sello de una relación entre clanes familiares y una compensación por la educación y preparación de la novia. El monto de la compensación depende de la importancia y la riqueza de ambas familias.
Existe un vallenato que cuenta la mala suerte del compadre Socarrás que perdió todo cuando la fragata Almirante Padilla llegó a Puerto López en los años 50. En ese entonces, el lugar era próspero y por allí entraba buena parte del contrabando. La lejanía, los pésimos caminos y una duna que lentamente lo incomunicó, lo convirtieron en un pueblo fantasma.
Tiempo atrás, los guajiros dedicados al pastoreo, se desplazaban a lo largo y ancho de la península. Llevaban sus rebaños a tierras pertenecientes a su clan, en busca de mejores pastos y pozos de agua. Hoy en día, aunque todavía se presenta el caso, el concepto de propiedad privada de la tierra se ha acentuado y los desplazamientos son cada vez menores.
Cuando los españoles llegaron a La Guajira, encontraron que los indios habían desarrollado técnicas de buceo y que explotaban los abundantes bancos de perlas del Cabo de la Vela. Allí fundaron entonces un caserío, que se llamó Santa María de los Remedios. Aplicando un régimen de esclavitud, explotaron los bancos hasta agotarlos años después.
Los vientos alisios o "el nordeste", como lo llaman los guajiros, barren la península diez meses al año y sólo amainan durante los meses de la estación lluviosa de octubre y noviembre. Además de producir erosión y resecamiento de la tierra, también regulan las jornadas de pesca, ya que en los días de más viento esta actividad se torna imposible.
Cuando hace unos años surgió un litigio entre dos clanes familiares por el derecho a explotar unos muelles en la Alta Guajira, se verificó cuál de los dos clanes tenía su cementerio en la zona. El dato era de mucha importancia para alcanzar una decisión acorde con la ley guajira. Para los Wayuu, la gente pertenece a la tierra en donde están sus muertos.
Los muertos cuyos restos han sido exhumados, no son más objeto de manifestación o ceremonia. Después de este segundo entierro, las mujeres que han manipulado los huesos deben abstenerse por varios días de ingerir alimentos y de tocar a otras personas, en especial a niños pequeños. Existe la creencia de que ellas transmiten una enfermedad llamada "contagio por los huesos".
La recolección del agua para la ranchería es responsabilidad de las mujeres. Siempre se escogen las horas de la tarde, cuando el sol ha bajado y los hombres se han ido ya del pozo con los rebaños. Llevan consigo burros, vasijas, ropa para lavar y una jabonera con toalla para un buen baño detrás de los arbustos. Si el sol está aún muy fuerte, la pintura facial protege la piel.
En la sociedad Wayuu el hombre es esencialmente móvil, vive fuera la mayor parte del tiempo, cuidando los rebaños o pescando y se desplaza para visitar a sus diferentes esposas. La mujer, por el contrario, cumple la mayor parte de sus obligaciones en la ranchería y está atada fijamente a su matrilineaje. Por lo general reside cerca de su madre y su familia.
En los centros urbanos el problema del agua es apremiante. La creciente población ha obligado a las autoridades a hacer cuantiosas inversiones en plantas desalinizadoras de agua que pronto son insuficientes. La de Uribia fue reinstalada en la zona rural de El Pájaro y es una bendición para la gente, habituada hasta entonces a consumir agua algo salobre.
La tradición oral dice que cuando los yoluja dejan Jepira, después de la exhumación de sus restos aquí en la tierra, se convierten en lluvia y son emisarios de Juyá, o se convierten en wanülüs y son emisarios de Pulowi. De todas maneras, los wanülü están asociados con la enfermedad y la muerte y son muy temidos por los Wayuu.
Para evitar que los animales se coman la roza o cultivo, y para proteger las fuentes de agua como jagüeyes y cacimbas, los Wayuu han desarrollado técnicas para construir cercas con los materiales que tienen a mano. Un tipo de cerca semeja un enorme tejido de palos secos, material que abunda en la zona y que, en un clima como el de La Guajira, se conserva mucho tiempo.
Las bóvedas, así como todo el cementerio, están siempre construidas en dirección oriente- occidente. Algunos Wayuu argumentan que los muertos deben ser enterrados con la cabeza hacia el oriente para que puedan ver el sol caer en el horizonte hacia tierras desconocidas, de igual manera que el alma, al final de su paso por la tierra, parte hacia Jepira.
En el mito de la creación, Jaguar es perseguido por Maleiwa para vengar la muerte de su madre. Jaguar, sediento, pide agua a Julera, un caracol que en épocas de lluvia se pega a los árboles. Pero, éste lo engaña y se esconde en un "palo de Brasil". Jaguar destroza la corteza del árbol en su búsqueda. Desde entonces, el "palo de Brasil" tiene las huellas de las garras de Jaguar.
Durante el entierro guajiro los rebaños del difunto son sacrificados y la carne repartida entre los asistentes al velorio, en agradecimiento por su dolor y llanto. Existe la creencia de que el difunto se reunirá de nuevo con sus animales muertos en Jepira y que allá, por lo tanto, su prestigio y posición económica se mantendrán intactos.
En las estribaciones de las serranías y los cauces secos de los arroyos crece el "palo de Brasil ", madera muy codiciada por su dureza y durabilidad. Existen registros que indican que ya en el siglo XVIII esta madera era cambiada por armas y pólvora a las tripulaciones de los buques ingleses, holandeses y franceses, que frecuentaban las costas de la península.
Muchos de los cauces secos tienen corrientes de agua subterránea a profundidades aproximadas de10 metros. Cuando la lluvia de octubre llega, los arroyos se convierten en torrentes y los pozos cavados en su cauce quedan destruidos. En marzo y abril, esos pozos artesianos deben ser cavados de nuevo, pues son la única fuente de agua para los últimos meses del verano.
Pulowi habita las profundidades de la tierra y del mar, se le asocia con cuevas y obscuridad. Existen relatos de tradición oral según los cuales en época de sequía se tapan los agujeros y cuevas de la tierra para evitar la salida de las serpientes que encarnan a Pulowi, y permitir así que caiga la lluvia. Los guajiros le temen a la obscuridad, pues son las horas en que rondan los espíritus.
Un relato de la mitología Wayuu cuenta acerca de una montaña pulowi, llamada Ayajui, situada en el suroccidente de la península. Una inmensa serpiente oculta en su interior devoró a dos hijas de Juyá, quien para rescatarlas desintegró la montaña. De esa explosión nacieron las dunas de arena que se encuentran a lo largo de la costa y que ahora también son pulowi.
La cultura Wayuu ha asimilado valores occidentales, pero aún así, es una sociedad vigorosa en transformación. Prueba de ello es que crece en número y aún se enorgullece de sus valores tradicionales. Los alijunas, hombres blancos, que viven en la Alta Guajira también se han transformado y enriquecido espiritualmente por el contacto con los Wayuu.
Desde muy pequeño el niño en la cultura Wayuu se familiariza con las faenas del pastoreo de rebaños. A los 7 años es capaz de manejar un rebaño pequeño de cabras y puede ayudar al padre en las faenas cotidianas. A los 10 conoce bien la región y controla confiablemente un rebaño de reses o caballos. A los 15 años maneja ya las armas con propiedad.
Hasta mediados de siglo, los guajiros cultivaban su propio algodón y producían su lana que hilaban y teñían con tintes naturales de la región. Después llegaron las telas estampadas y los hilos procesados industrialmente, y los cultivos fueron abandonados. Sin embargo, los diseños tradicionales de los tejidos se han mantenido y están basados en abstracciones de lo cotidiano.
Durante las fiestas de octubre en Nazareth, se celebra un reinado de Majayuras, jóvenes vírgenes que representan a su comunidad. El concurso, a diferencia de los reinados tradicionales de Colombia, considera de gran importancia el conocimiento que la joven tenga de su cultura y tradición. Su belleza es considerada una cualidad más, nunca la más importante.
Desafortunadamente, cuando los Wayuu deciden emigrar a las ciudades donde los mestizos y los blancos son mayoría, las posibilidades de un trabajo y una vivienda dignas son escasas. Riohacha y Maicao no son ciudades industriales y ofrecen poco empleo, Maracaibo sí lo es. Pero Venezuela, como Colombia, vive un período de recesión económica.
La mayor parte del transporte a distancia en la Alta Guajira se hace en "termotablas" y camperos o camionetas particulares. Cuando llega el invierno, las trillas de la costa, que usualmente serpentean entre salinas, se inundan por completo y se tornan intransitables. Los camperos por las trillas de la sierra o los burros y las bicicletas por el resto, son entonces la única opción.
Los primeros brotes de cólera en la Alta Guajira se dieron en Portete, hace unos tres años. La rápida cuarentena de la zona evitó que la epidemia se expandiera por toda la península. Los asentamientos como Portete, con una gran población flotante, agua escasa y poco control higiénico son particularmente vulnerables al cólera.
El manejo de las basuras por la comunidad Wayuu es desconcertante. En lugares con mucha población, como Maicao, Riohacha y Uribia, la acumulación de basura es alarmante. Antes la comunidad manejaba materiales de empaque que desaparecían con el tiempo, hoy en día maneja plásticos. Los materiales cambiaron, las costumbres no.
Al dejar atrás las últimas calles del pueblo, se entra en una zona que se puede llamar de transición porque allí ya no impera la razón. Un poco más allá todo es silencio, sentimiento. Ventanas a otros mundos, paisajes solitarios cuya única compañía está en el viento, que permite oír la propia voz, aquella que viene de adentro.
Los asentamientos sobre la costa han sido históricamente los de mayor mestizaje. Puerto López, Puerto Estrella, Portete, Bahía Honda, El Cabo y Manaure, comerciaron siempre con Aruba, Curazao y otras islas del Caribe. En general fueron negociantes y marineros los que se establecieron con mujeres Wayuu y en algunos casos fundaron familias muy importantes hoy en día.
Todos los cementerios tradicionales Wayuu cuentan con enramadas para acomodar a los parientes durante el velorio. Los centros urbanos tienen un cementerio común, que no tiene enramadas. Para aquellos habitantes de Uribia, que no tienen su propio cementerio ni espacio para celebrar un velorio, se ofrece el mejor estilo de los blancos: una funeraria.
El Cabo de la Vela, además de ser muy importante dentro de la mitología Wayuu, es un lugar inusitadamente bello y una zona de mucho potencial turístico por su relativa cercanía a Maicao y a Riohacha. La comunidad Wayuu de El Cabo ha mantenido hasta el momento un desarrollo armónico de la zona y ha hecho un esfuerzo para controlar el problema de las basuras.
Pueblos como Uribia han crecido aceleradamente y de una manera desordenada, debido a la alta tasa de inmigración Wayuu, proveniente de la zona rural. Buena parte de los barrios nuevos no tiene servicio de agua potable y sus habitantes deben hacer largas colas bajo el sol para abastecerse de agua porque la planta desalinizadora no tiene suficiente capacidad.
Casi todas las rancherías tienen su roza o huerta. Algunos de esos cultivos abarcan 3 ó 4 hectáreas minuciosamente cercadas, al estilo tradicional de palos entretejidos, para evitar que los rebaños las destruyan. Cuando llegan las primeras lluvias, la familia siembra maíz, fríjol, patilla, auyama, melón, y otros productos. Dos meses después cosechan.
Uribia es la cabecera de tal vez uno de los municipios más grandes del país pues incluye toda la Alta Guajira. Es opinión generalizada de los habitantes de esa región, que los políticos de Uribia sólo se acuerdan de ellos al acercarse las elecciones. Entonces, anuncios, dinero y promesas llegan a raudales como los arroyos en el invierno. Después, todo desaparece bajo la arena.
En los centros urbanos como Uribia, Riohacha, Maicao y Manaure existen mataderos de chivos, donde los animales son sacrificados en la forma tradicional pero en mayor volumen. Muchas de las familias no tienen ya rebaños, así que son las rancherías vecinas las que las proveen de carne. Los animales son llevados al matadero en el medio de transporte que esté a disposición.
El consumo de chirrinche, un destilado de caña que se prepara en alambique en las rancherías, ha sido siempre alto entre los hombres durante los velorios y las fiestas. La introducción de licores fuertes, como el aguardiente y el whisky, sumada a la pérdida de valores tradicionales, ha incrementado el consumo. Las mujeres beben poco, son un ejemplo de fortaleza.
El estilo de vida está cambiando, son pocas las rancherías que no tienen un televisor que funcione con batería de automóvil. La televisión colombiana no cubre la Alta Guajira, pero sí lo hace la venezolana. En pueblos como Uribia y Manaure, los cambios dependen, a veces, sólo de la cantidad de dinero disponible para adquirir lo que esté de moda en Maicao.
Los rostros de las mujeres guajiras, son una síntesis del espíritu de la raza. Los Wayuu, que escogieron vivir en una península desértica, una vida dura en un clima hostíl, no conocen todavía la derrota. Los españoles después de muchas campañas militares no pudieron nunca someterlos. Son dignos y orgullosos. Les sobran razones para serlo.
La península de La Guajira se rige por la ley Wayuu. Uribia es el último pueblo que tiene fuerzas de policia colombianas, de ahí para arriba todo es ley guajira. Para el viajero blanco, el hecho de no pertenecer a ningún clan familiar lo hace sentirse vulnerable. Cuando un alijuna se hospeda con una familia Wayuu, ésta le brinda no sólo su hospitalidad sino también su respaldo.
Las costumbres políticas en La Guajira no han cambiado en los últimos tiempos. Los candidatos de la clase politica tradicional están apoyados en caciques electorales que consiguen votos con promesas o dinero. El voto de opinión es casi inexistente. No obstante, algunos dirigentes Wayuu pueden llegar a ser una alternativa en un futuro cercano.
La ley Wayuu se basa en el balance de poder entre los diferentes clanes familiares. En el caso de una ofensa, se ofende a un clan, no solamente a un individuo. Existe un mediador, al que se le llama "palabrero", usualmente un hombre o mujer de experiencia y sabiduría, cuya función es la de establecer un puente entre ambos bandos y evitar así una guerra.
Cuando se establece un pago por una ofensa cometida, cosa que se hace a través del palabrero, el clan que cometió la ofensa realiza una colecta entre sus miembros de familia y acumula ganado, collares, chivos y dinero, hasta reunir lo acordado con la familia ofendida. El individuo que cometió la falta será seguramente reconvenido por su comportamiento.