- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Las fronteras azules
Isla de Gorgonilla.
Sierra Nevada de Santa Marta.
En la Sierra Nevada de Santa Marta se halla Ciudad Perdida, con sus terrazas, terraplenes y caminos, también los actuales poblados indígenas.
Iglesia en Mompox.
El mar visto desde la Sierra Nevada de Santa Marta.
El Cabo de la Vela, la marea alta en la Costa Pacífica de Tumaco, y el pescador solitario de las islas del Rosario, constituyen tres exposiciones de los dos océanos colombianos.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Cartagena es la ciudad amada por todos los colombianos, y es casi un deber conocerla.
Bahía concha en el parque Tayrona, la Quinta de San Pedro Alejandrino donde murió el Libertador Simón Bolívary el sector turístico de El Rodadero, caracterizan el área de la ciudad de Santa Marta.
El desierto, las salinas de Manaure y el carbón del Cerrejón son los rostros actuales de la Guajira colombiana.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
El puente Pumarejo, sobre el río Magdalena, en Barranquilla.
Carretera Panamericana en el tapón del Darién.
Río Atrato en el Chocó.
Ensenada de Utría en la costa Pacífica.
Vista de Gorgona, que acaba de pasar de prisión a la Isla Ciencia de Colombia.
Isla del Rosario, parque nacional natural por la belleza de sus corales.
Vivienda típica, el cocotero y el mar de San Andrés.
Armenia, capital del Quindío.
Centro Internacional de Bogotá.
Aracataca, según el pintor Henry Arias.
Vista Nocturna de Bogotá.
En la Sierra Nevada de Santa Marta se halla Ciudad Perdida, con sus terrazas, terraplenes y caminos, también los actuales poblados indígenas.
En la Sierra Nevada de Santa Marta se halla Ciudad Perdida, con sus terrazas, terraplenes y caminos, también los actuales poblados indígenas.
El Cabo de la Vela, la marea alta en la Costa Pacífica de Tumaco, y el pescador solitario de las islas del Rosario, constituyen tres exposiciones de los dos océanos colombianos.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Parque Tairona, Costa Atlántica.
Parque Tairona, Costa Atlántica.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
Cocotero en la isla de San Andrés.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Isla del Rosario, parque nacional natural por la belleza de sus corales.
Isla del Rosario, parque nacional natural por la belleza de sus corales.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Bahía concha en el parque Tayrona, la Quinta de San Pedro Alejandrino donde murió el Libertador Simón Bolívary el sector turístico de El Rodadero, caracterizan el área de la ciudad de Santa Marta.
Bahía concha en el parque Tayrona, la Quinta de San Pedro Alejandrino donde murió el Libertador Simón Bolívary el sector turístico de El Rodadero, caracterizan el área de la ciudad de Santa Marta.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Poblado Kogui en la Sierra Nevada de Santa Marta.
A lo largo de aproximadamente tres mil kilómetros, la periferia costera de Colombia es una línea sinuosa que viaja por las más contrastadas regiones naturales y por los más diversos tipos y pueblos humanos. Colombia no es un país de vocación marítima y sin embargo es la única nación suramericana que posee costas en los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Y es más, el mar de Colombia se extiende hasta ¡as fronteras de Centroamérica con las islas de San Andrés y Providencia y varios cayos rocosos extraviados en el mar antillano.
El litoral empieza en los manglares y esteros de Tumaco, cerca a la frontera con Ecuador, avanza por las selvas lluviosas de¡ Cauca y del Valle, atraviesa el diluvio ardiente y perpetuo del Chocó, se interrumpe en las serranías y en el Tapón del Darién, de nuevo se abre en las espléndidas bahías chocoanas y antioqueñas del golfo de Urabá, continúa por los valles de los ríos Sinú, San Jorge y Magdalena, pasa por la espléndida bahía de Cartagena, bordea la Sierra Nevada de Santa Marta formando bahías de ensueño paradisíaco y penetra al desierto de la Guajira hasta bordear toda la península, por entre arenas y sal, hasta terminar en la laguna de Cocineta, frente al golfo de Venezuela.
Durante su travesía el litoral colombiano pasa por regiones tan primigenias en lo social que se asemejan al África pobre, como en la zona del Pacífico en el Chocó, pero también toca suntuosos balnearios de hoteles de cinco estrellas, en Cartagena y Santa Marta, e igualmente se prodiga en bahías y ensenadas casi desconocidas para el hombre, como en la Guajira y en el golfo de Urabá. Al mismo tiempo en estas costas yace gran parte del potencia¡ económico del país, como la gran explotación de carbón en el Cerrejón, los complejos químicos e industriales de Cartagena y Santa Marta, y la explotación de oro y de platino en el departamento del Chocó.
Las aguas de estos mares son verdes en la Guajira, azules en el Parque Tayrona y en Santa Marta, grises en Cartagena, turbias en Barranquilla, infestadas de tiburones en Urabá, tormentosas e imprevisibles en el Chocó y propensas a los maremotos en el Cauca y Nariño. Son profundas en los guarecidos, puertos de Santa Marta en el Caribe y de Buenaventura en el Pacífico, y superficiales y sosegadas en los balnearios de Tolú y Coveñas y en las playas doradas de Capurganá y Acandí.
Y a casi 700 kilómetros del litoral continental se hallan las islas de San Andrés y Providencia. Estas dos esmeraldas a la deriva en un mar azul verde, transparente, profundo y sensual pertenecen también al océano colombiano que se extiende más allá del horizonte, hacia el corazón de las antillas.
Tal vez ningún colombiano se atrevería a contrariar la siguiente afirmación: Cartagena es la ciudad más bella del país y una de las más hermosas de América. Fue llamada la "Llavede las Indias", pues durante dos siglos fue el puerto feliz a donde llegaban los flotas de galeones españoles que venían de África trayendo esclavos negros y que partían después repletos de oro. Se afirmaba que quien dominara a Cartagena adquiría las llaves para penetrar a todas las Indias occidentales. Por ello los españoles, durante un trabajo de casi 200 años, fortificaron la ciudad con un sistema de murallas, torres y almenas que convirtió a la ciudad en el puerto más protegido y ambicionado de América. Se afirma que el rey Felipe II, soberano de todo el imperio colonial, trataba de avistar en las lejanías de ultramar desde su palacio del Escorial en los alrededores de Madrid, el fuerte que tan oneroso le resultaba al tesoro de la metrópoli. A finales del siglo XVI Cartagena fue atacada por el filibustero Francis Drake, sicario de la corona inglesa; a finales del siglo XVIII el barón Pointis también asaltó la amurallada. El almirante Vernon al frente de una armada poderosa trató inútilmente de ganar la ciudad para Inglaterra, pero el valor del legendario comandante militar Blas de Lezo y la decisión de sus pobladores se lo impidieron. Corría el año 1741.
El conquistador español Pedro de Heredia fundó la ciudad en el año 1533. Fue construida en una bahía resguardada por islas y cabos, canales y colinas. Su estructura mezcla la belleza poética con la rigidez militar de sus inexpugnables fortificaciones. La historia de Cartagena es la más intensa de ciudad alguna colombiana y conoció los estragos de las pestes, el terror de la Inquisición del Santo Oficio y en 1815, cuando el rey Fernando VII emprendió la Reconquista de América, fue sitiada la ciudad por una flota de seis buques y 5.000 hombres al mando del "Pacificador" Pablo Morillo.
Durante ciento seis días los españoles asediaron la ciudad impidiendo el acceso de agua y alimentos, y cuando penetraron, sus habitantes habían huido aunque aún quedaban los moribundos empuñando sus armas. Como jamás se rindieron al enemigo, y sobrevivieron comiendo cueros y ratas, los habitantes de Cartagena escribieron una página gloriosa de la historia de América y ganaron para la ciudad el título eterno de "La Heroica”.
Pasaron los años y hoy día Cartagena es el símbolo colombiano de la costa Caribe. Es la principal ciudad turística del país, y su sector antiguo, amurallado y con callejuelas estrechas y balcones y cornisas y patios interiores, se ofrece como la más genuina expresión de arquitectura colonial en Colombia. Pero no sólo historia para escribir tiene Cartagena. Una moderna ciudad surgió sobre el sector de Bocagrande y un complejo de modernos hoteles constituye el balneario más famoso del país. Con sus playas abiertas, su perfil amurallado, sus restaurantes marineros, sus coches de caballos que transitan con faroles en las noches calurosas y, sobre todo, con su imponente bahía azul que penetra hasta la entraña de la ciudad para convertirla en una Venecia tropical, Cartagena es la ciudad más amada del país, y aun hay muchos que afirman que desean morir en ella, como lo ha dicho el Premio Nobel Gabriel García Márquez.
Sin embargo, Cartagena ?como Colombia? no es un paraíso. Aunque ya se adelanta un programa correctivo, su espléndida bahía está afectada por una inquietante contaminación producida por los residuos industriales del complejo petroquímico construido cerca de la ensenada principal. Y más allá del imponente castillo de San Felipe ? el cuartel más inexpugnable y espléndido construido por los españoles en América? y también más allá del cerro de La Popa ?una colina escarpada en cuya cumbre existe un antiguo monasterio? se halla la zona tugurial de la ciudad. Se calcula que unas 150 mil personas viven en una total marginalidad, sin servicios esenciales, en casas que se levantan sobre pilotes en la ciénaga de las Animas. Desde hace algunos años un programa gubernamental, con financiación internacional, busca el saneamiento mejoramiento social de esta zona urbana, una de las más deprimidas del país.
Más que una ciudad.
Cuna de campeones mundiales de boxeo, única ciudad colombiana donde el deporte principal no es el fútbol sino el béisbol, sede del Centro de Convenciones más grande y moderno de Suramérica, exponente de un arte popular caribeño que se expresa en la forma de pintar y decorar los buses urbanos o los puestos callejeros de venta, Cartagena es la joya colombiana en el Caribe y es una ciudad a la cual todos los colombianos se sienten en la obligación de cuidar y amar. Como La Meca para los musulmanes, cada colombiano sueña con visitar esta ciudad por lo menos una vez en su vida. Y como dijera Ernest Hemingway de París, Cartagena se convierte en una fiesta que persigue...
Finalmente, Cartagena, con cerca de 700 mil habitantes, ¿quizá la única ciudad colombiana de su tamaño en que se puede vivir con las puertas abiertas. Segura, tranquila, de vida coloquial y picaresca hogareña como la describiera su cantor el poeta Luis Carlos López, Cartagena es incluso una ciudad donde por fortuna casi nunca ocurre algo malo. La Cruz Roja de la ciudad, una de las mejor dotadas de¡ país, acepta que su labor se circunscribe a acciones de atención primaria en salud, porque las catástrofes naturales o las calamidades parecen ya ser leyenda de su historia remota.
Tayrona y más.
Cuando el Libertador Simón Bolívar sintió que la muerte lo acechaba, partió hacia Santa Marta, una ciudad que por estar entre el mar y la gigantesca pirámide de la Sierra Nevada goza de¡ clima costero más benigno de Colombia. Es tan especial que allí los metales no se oxidan porque la ciudad está ubicada en la encrucijada de los vientos salados que soplan del mar y los fríos y limpios que descienden de la Sierra Nevada, produciendo un micro?clima verdaderamente excepcional. Pues bien, aquí el gran visionario de la América Latina murió bajo los Samanes de la Quinta de San Pedro Alejandrino un 17 de diciembre a la una y cinco minutos de la tarde.
Por entonces Santa Marta era apenas una población pequeña y faltaban muchos años para que los colombianos descubrieran que allí, en la zona de El Rodadero, existía la bahía más azul y tranquila de Colombia, a tal punto que parece una enorme piscina frente al océano. Cuando lo hicieron, construyeron el complejo hotelero que es, junto al de Cartagena, el polo de desarrollo turístico de la costa colombiana.
Estas playas apacibles y la ciudad se hallan de espaldas a la Sierra Nevada de Santa Marta, que como su techo de nieve. Pero lo que más importante es que, a partir de la ciudad la Sierra termina en el mar en una serie de bahías y ensenadas. Meguanje, Cinto y Bahía Concha son sin lugar a duda los recintos del mar más hermosos de Colombia. Existe allí tanta belleza natural y tanta exuberancia vegetal y faunística que el Estado colombiano acertadamente convirtió esta zona en reserva ecológica y parque natural. El Parque Nacional Tayrona es una belleza que no se puede ni se debe transformar con el desarrollo turístico moderno y, por eso, quienes allí viajen tienen que practicar el turismo ecológico al aire libré, bajo los bosques y los cocoteros que bordean las ensenadas.
Al penetrar a Santa Marta y al Tayrona se vive el litoral colombiano de una manera distinta. Aún se respira el esplendor del banano, cuando toda la zona era algo así como una pequeña" Banana Republica", y a los pies de la descomunal Sierra Nevada se palpa el ámbito de la vida costeña, descomplicada, locuaz, vital. "Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía", reza el estribillo de la famosa canción que repitió toda América.
Arena y carbón.
Hasta hace diez años, la Guajira era una de las regiones más deprimidas del país. Pero desde siempre ha sido una de las más hermosas. Es un vasto desierto de dunas y cactus que en ondulaciones y en tempestades de arena se extiende hasta el final de la península. Son arenas ardientes que en Manaure se convierten en una enorme fábrica de sal, cuya blancura también irradia un fulgor enceguecedor. Cerca de allí, en el corregimiento de Camarones, millares de flamencos rojos y rosados vuelan con elegancia sensual sobre un mar tibio y azul.
Lo demás era apenas viento y soledad. Y por entre aquellos parajes hermosos deambulaban los clanes tribales de los indígenas guajiros con sus rebaños de cabras. Son una raza altiva, orgullosa, desconfiada y nómada, y sus matrimonios imponen 5 días de fiesta lo mismo que sus velorios funerarios. Las mujeres se tiznan de cremas vegetales la cara para protegerse de las quemaduras solares. Espigadas, morenas, algunas de ojos color de esmeralda, las mujeres guajiras son de una belleza exótica casi trastornadora. Pero igualmente no hay en Colombia un hombre más celoso que el hombre guajiro.
Lo demás en la Guajira eran contrabandistas furtivos por los caminos invisibles de los arenales y pueblos fantasmas como Uribia y Nazareth, que parecen arrancados de una leyenda apocalíptica. Pero de pronto todo parece haber cambiado en la península. Fue la fiebre del carbón. Empezó hace siete años cuando se dio vía libre a la explotación carbonífera de¡ Cerrejón. Esta es la mina de carbón a tajo abierto más grande del mundo y se considera que su extracción comercial se puede prolongar por unos 50 años, y apenas comienza. La obra de infraestructura implicó una inversión superior a los tres mil millones de dólares ?la inversión más grande jamás realizada en Colombia. Esta obra fabulosa cambió la faz de la Guajira. Toda una ciudadela moderna, un ferrocarril que atraviesa la península y millares de ingenieros, operarios, técnicos y obreros, transformaron la Guajira en la zona en que la Colombia de hoy tiene cifradas todas sus esperanzas de desarrollo y progreso.
No obstante que las máquinas arribaron a la otrora primitiva Guajira, ésta aún guarda todo el encanto de su recia belleza, de sus saladas playas solitarias, de sus arenales sin fin y de sus hermosas mujeres de rostro tiznado y mantas multicolores que el viento lleva en su vuelo.
El hombre de Barranquilla.
Es Barranquilla, la capital del departamento del Atlántico, la ciudad que expresa mejor la dimensión humana y vital de la costa atlántica colombiana. "Lo mejor de Barranquilla son sus habitantes", afirma una sentencia sobre la ciudad. De más de un millón de pobladores, se trata de un puerto sobre el río Magdalena y próximo al mar que se caracteriza por ser el gran centro comercial e industrial de todo el litoral Caribe. Es una ciudad moderna, cosmopolita como todos los puertos y con una abundante población marginal; aunque pocos podrían afirmar que es una urbe con abundantes encantos turísticos. Su aeropuerto internacional ?el más moderno de Colombia? permanece congestionado con la cantidad de hombres de negocios y de industria que llegan o parten de la ciudad.
Pero, eso sí, todos los colombianos están de acuerdo en que Barranquilla es uno de los mejores vivideros de¡ país. Los barranquilleros son los típicos costeños, desinhibidos, generosos, locuaces, ingeniosos y capaces de toda la magia humana del Caribe. Las puertas de sus casas son las más abiertas del país; la música, el baile y el humor están en cada uno de sus actos cotidianos. Durante los llamados carnavales de Barranquilla toda esta vitalidad se prodiga a raudales. Después de los carnavales del Brasil, los de Barranquilla son los más intensos e interesantes a nivel antropológico y sociológico en Latinoamérica. Es una fiesta metida muy adentro de la tradición popular, que mezcla los elementos africanos y cristianos. Y por ello durante los días de febrero de cada año, se da toda una dimensión telúrica de la fiesta de las máscaras que cubren, todos los rostros, de las comparsas, de las carrozas, de los "congos" y del ritual de la muerte de "Joselito Carnaval". Varios antropólogos y cineastas han dedicado pacientes trabajos a reconstruir la dinámica y los signos cifrados de este carnaval.
Cuando termina el carnaval, la ciudad vuelve a ser la misma de siempre: el puerto, a orillas del gran río Magdalena, que concluye aquí después de nacer en el departamento del Huila, al sur del país, y luego de haber recorrido toda Colombia a través de su corazón geográfico. Y Barranquilla es un bonito lugar para que termine el camino del río más importante de la patria.
Islas en la corriente.
Muy lejos de los 1.600 kilómetros que constituyen el litoral Caribe colombiano, que de la Guajira se extiende hasta las selvas de Urabá, está la Colombia más lejana del mar, que son las islas de San Andrés y Providencia, la pequeña isla de Santa Catalina y diez promontorios entre cayos, bancos y bajos.
Este territorio ha sido llamado "las fronteras azules de Colombia", porque allí existe el mar transparente más remoto del país.
Durante el pasado estas islas fueron descubiertas y habitadas temporalmente por holandeses e ingleses. Por ello la comunidad nativa negra habla una variante del inglés, su religión, mayoritaria es el protestantismo y su arquitectura multicolor de casas de madera, con porche y altillo, revela la influencia de la arquitectura colonial que resolvieron los holandeses para sus enclaves territoriales en el trópico. Pero los isleños le han agregado su sabor original y auténtico y en San Andrés se encuentran las casas rústicas más lindas de Colombia.
Con algunas explotaciones ganaderas y plantaciones de cocoteros, realmente las dos islas mayores, San Andrés y Providencia, viven del turismo. La primera es un puerto libre; pero además del atractivo de su comercio, prodiga sobre todo el atractivo de sus magníficas playas y de su riqueza y variedad ictiológica y submarina. Providencia es un mundo original perdido en el Caribe, una montaña hermosa y primigenia donde sus habitantes nativos pescan, sueñan y se convierten en capitanes de buques que remontan las aguas de Caribe azul.
Lo demás son los cayos, bancos y bajos. Algunos son apenas una roca o un peñasco que emerge de las aguas azules. Criadero y refugio de millones de aves, son nichos ecológicos en el mar y allí la pesca es abundantísima. La bandera de Colombia es agitada por "los vientos de la patria" en estos confines remotos del territorio nacional, fronteras azules donde el mar comienza o termina...
El sueño del Pacífico.
En Colombia lo mejor para la costa de¡ Océano Pacífico es apenas un proyecto para el porvenir. Es más, aún se trata de un sueño que, aunque oficial izado en una ley de la República, exige para su realización el más grande esfuerzo financiero y humano que jamás haya emprendido Colombia.
En efecto, la ley 53 del 28 de diciembre de 1984, aprobada por el Congreso de la República y sancionada por el Presidente Belisario Betancur, ordena la construcción del canal interoceánico Atrato Truandó. Se trata de un viejo proyecto soñado por ingenieros y expedicionarios, como el explorador y argonauta Mauricio 0bregón, quien remontó las selvas, ríos y tremedales entre los dos océanos en busca de la ruta más propicia para construir el canal. Este Marco Polo colombiano descubrió uno de los varios puntos que se han proyectado para el canal. Se trata de un canal interoceánico que sea más que una vi la alterna al Canal de Panamá, pues por los ríos Atrato y Truandó podrían
pasar de uno a otro océano hasta los llamados barcos "colosos", o sea, aquéllos con capacidad superiora las 250 mil toneladas. Según el último proyecto, el canal partiría de la bahía de Humboldt, en el Pacífico, uniría al río Truandó con el río Atrato y terminaría en el golfo de Urabá, en el Atlántico, en la llamada bahía de La Candelaria. Este proyecto exige la construcción de tres grandes puertos: el primero en el Pacífico, el segundo en la confluencia de los dos ríos y el tercero en la desembocadura del Atrato en el Atlántico.
Con una extensión de 103 millas ?el de Panamá tiene 80 kilómetros de longitud? la construcción del canal Atrato?Truandó exigiría excavaciones mediante explosivos nucleares y su costo, a los precios actuales, puede superar los dos mil millones de dólares. Esta obra de tres superpuertos significa el surgimiento de tres ciudades importantes en la región, donde igualmente se incorporarían a la industria maderera y a la agricultura más de 500 mil hectáreas.
En fin, es toda una obra portentosa y decisiva para el país, pues además de convertir a Colombia en punto clave de las comunicaciones marítimas mundiales, el canal Atrato?Truandó sería fundamentalmente una realización que vendría a transformar radicalmente la costa Pacífica colombiana. De un solo golpe sacaría a los 1.300 kilómetros de litoral Pacífico de lo que es hoy día, para llevar allí lo mejor, y en ocasiones lo discutible, de la civilización y el desarrollo moderno.
El oro es triste.
En el poblado de Andagoya, cerca de Itsmina y a orillas del plateado río San Juan, actualmente se encuentran montañas de chatarra, hierros retorcidos y dragas agonizantes que hicieron parte de la parafernalia que hace 80 años habían llevado las compañías auríferas extranjeras para explotar los inmensos yacimientos de oro y platino de¡ Pacífico. Desde la región chocoana hasta Barbacoas en el departamento de Nariño, al sur de¡ país, la explotación del oro a gran escala a marcó el destino de estos pueblos negros y silenciosos. Provenientes en su abrumadora mayoría de los esclavos negros traídos del África en la época de la Colonia, los habitantes del litoral vivieron del oro y gozaron de alguna prosperidad cuando Colombia llegó a ser el segundo productor mundial de este metal; pero igualmente volvieron a la indigencia cuando las multinacionales se marcharon y quedaron sólo las ciudadelas alambradas desde donde los "gringos", de sombrero de corcho y pantalones cortos de "safari", lanzaban caramelos a los niños negros, que tenían prohibido, como todos los de su raza, traspasar las murallas de la compañía. Ahora sólo quedar la desolación y los buenos y malos recuerdos de los tiempos dorados. "El oro es triste", sostiene una sentencia sobre los ríos dorados de la costa Pacífica colombiana.
Expoliado el oro, las zonas del Pacífico de los cuatro departamentos que cuentan con costa en esta región ?Chocó, Valle, Nariño y Cauca, volvieron a su primigenio destino. La caza, la pesca, el comercio, la explotación maderera y la extracción de oro con métodos artesanales, son las fuentes económicas para la supervivencia de sus habitantes.
A diferencia de la costa Atlántica, el litoral del Océano Pacífico es en Colombia una serpenteante línea de contraste entre un mar plomizo e impaciente y una franja de selva verde, intensa, exuberante. Con una precipitación pluvial anual hasta de 12.000 mm, estas selvas son las más lluviosas del mundo, y sus aguaceros pertinaces y sus vientos y sus nubes conforman un mundo tan azarosamente bello que parece como si allá la naturaleza todavía no encontrara sosiego.
Pequeños y remotos pueblos mineros, caseríos madereros a la orilla de ríos caudalosos pero de breve extensión, caracterizan el norte chocoano de¡ litoral, el mismo que en el sur se convierte en tremedales de manglares y esteros, donde los cangrejos forman entre el follaje pedregales rojizos. Quibdó como capital del Chocó, Tumaco como el puerto principal de Nariño y Buenaventura en el Valle del Cauca, son las tres concentraciones urbanas más importantes de este litoral. A orillas de un mar cenizo, Buenaventura es el puerto fundamental de Colombia y por sus muelles de estibadores azules entra y sale la mayoría de los productos que importa y exporta el país.
El litoral del Pacífico es un mundo aún no del todo conocido. Su naturaleza es tan procelosa e inescrutable que pocos saben que cerca a Guapi, en el Cauca, hay un caserío en lo más adentro de un estero, llamado Mulatos, donde existe una exótica raza de hombres morenos con ojos verdes. También pocos turistas han llegado a la isla de Gorgona, antiguo centro penitenciario, hoy convertida en un parque natural y centro científico, pero en realidad una joya paradisíaca en el Océano Pacífico. Igualmente, hacia el norte del Chocó, existen bahías y ensenadas que se pueden considerar como de las más bellas del mundo, no obstante que hasta ahora están siendo apenas reconocidas por los mismos colombianos.
De esta manera la costa del Pacífico es quizá la zona más deprimida y azarosa del país. Socorristas, voluntarios y damas grises de la Cruz Roja colombiana saben cuántas emergencias por fenómenos naturales u otras catástrofes, han tenido que afrontar en la región. Pero ellos saben también de la esperanza que u e existe en cada uno de los leales s corazones colombianos que laten en este litoral oscuro y profundo que por la fuerza desencadenada de su naturaleza "de Pacífico tiene muy poco”.
Volver al mar.
Durante la administración del Presidente López Michelsen (19741978), Colombia adelantó una gestión de liderazgo continental para establecer como política general las 200 millas de mar territorial. Cuando esto se logró, alguien anotó que la extensión del país prácticamente se había duplicado.
En coincidencia con este logro, el país vuelve sus ojos al mar. Hasta entonces, Colombia había vivido de espaldas a sus dos océanos, tal vez menospreciando absurdamente su enorme riqueza. Como país mediterráneo que fue durante siglos, sus costas permanecieron deprimidas y la civilización entró al país por ellas, pero no se detuvo en sus poblaciones.
La belleza, sin embargo, sí ancló en el litoral, en el Atlántico y en el Pacífico y en los territorios antillanos, lo que convirtió a Colombia en la nación poseedora de algunas de las playas y parajes marinos más suntuosos del mundo.
Frente a Cartagena existe un lugar que expresa toda esta dimensión estética. Se trata de las islas del Rosario. Un mar transparente y un fondo de corales multicolores que reflejan todos los matices de los rayos del sol caribe, conforman una increíble cadena ecológica de inquietante belleza. Es una belleza espléndida, pero frágil. De la misma manera, los tres mil kilómetros del litoral colombiano, los mares y costas tas del país, son de una soberbia hermosura, pero aún frágiles en su desarrollo socioeconómico y su utilización turística.
#AmorPorColombia
Las fronteras azules
Isla de Gorgonilla.
Sierra Nevada de Santa Marta.
En la Sierra Nevada de Santa Marta se halla Ciudad Perdida, con sus terrazas, terraplenes y caminos, también los actuales poblados indígenas.
Iglesia en Mompox.
El mar visto desde la Sierra Nevada de Santa Marta.
El Cabo de la Vela, la marea alta en la Costa Pacífica de Tumaco, y el pescador solitario de las islas del Rosario, constituyen tres exposiciones de los dos océanos colombianos.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Cartagena es la ciudad amada por todos los colombianos, y es casi un deber conocerla.
Bahía concha en el parque Tayrona, la Quinta de San Pedro Alejandrino donde murió el Libertador Simón Bolívary el sector turístico de El Rodadero, caracterizan el área de la ciudad de Santa Marta.
El desierto, las salinas de Manaure y el carbón del Cerrejón son los rostros actuales de la Guajira colombiana.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
El puente Pumarejo, sobre el río Magdalena, en Barranquilla.
Carretera Panamericana en el tapón del Darién.
Río Atrato en el Chocó.
Ensenada de Utría en la costa Pacífica.
Vista de Gorgona, que acaba de pasar de prisión a la Isla Ciencia de Colombia.
Isla del Rosario, parque nacional natural por la belleza de sus corales.
Vivienda típica, el cocotero y el mar de San Andrés.
Armenia, capital del Quindío.
Centro Internacional de Bogotá.
Aracataca, según el pintor Henry Arias.
Vista Nocturna de Bogotá.
En la Sierra Nevada de Santa Marta se halla Ciudad Perdida, con sus terrazas, terraplenes y caminos, también los actuales poblados indígenas.
En la Sierra Nevada de Santa Marta se halla Ciudad Perdida, con sus terrazas, terraplenes y caminos, también los actuales poblados indígenas.
El Cabo de la Vela, la marea alta en la Costa Pacífica de Tumaco, y el pescador solitario de las islas del Rosario, constituyen tres exposiciones de los dos océanos colombianos.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Parque Tairona, Costa Atlántica.
Parque Tairona, Costa Atlántica.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
Estampas del carnaval de Barranquilla.
Cocotero en la isla de San Andrés.
Tumaco, los manglares y “la barequera”, buscadora de oro en Barbacoas, son imágenes de la costa Pacífica.
Isla del Rosario, parque nacional natural por la belleza de sus corales.
Isla del Rosario, parque nacional natural por la belleza de sus corales.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Salinas de Manaure en la Guajira.
Bahía concha en el parque Tayrona, la Quinta de San Pedro Alejandrino donde murió el Libertador Simón Bolívary el sector turístico de El Rodadero, caracterizan el área de la ciudad de Santa Marta.
Bahía concha en el parque Tayrona, la Quinta de San Pedro Alejandrino donde murió el Libertador Simón Bolívary el sector turístico de El Rodadero, caracterizan el área de la ciudad de Santa Marta.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Las viejas murallas, el sector turístico de Bocagrande, el Centro de Convenciones y el boxeo, expresan la Cartagena de hoy.
Poblado Kogui en la Sierra Nevada de Santa Marta.
A lo largo de aproximadamente tres mil kilómetros, la periferia costera de Colombia es una línea sinuosa que viaja por las más contrastadas regiones naturales y por los más diversos tipos y pueblos humanos. Colombia no es un país de vocación marítima y sin embargo es la única nación suramericana que posee costas en los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Y es más, el mar de Colombia se extiende hasta ¡as fronteras de Centroamérica con las islas de San Andrés y Providencia y varios cayos rocosos extraviados en el mar antillano.
El litoral empieza en los manglares y esteros de Tumaco, cerca a la frontera con Ecuador, avanza por las selvas lluviosas de¡ Cauca y del Valle, atraviesa el diluvio ardiente y perpetuo del Chocó, se interrumpe en las serranías y en el Tapón del Darién, de nuevo se abre en las espléndidas bahías chocoanas y antioqueñas del golfo de Urabá, continúa por los valles de los ríos Sinú, San Jorge y Magdalena, pasa por la espléndida bahía de Cartagena, bordea la Sierra Nevada de Santa Marta formando bahías de ensueño paradisíaco y penetra al desierto de la Guajira hasta bordear toda la península, por entre arenas y sal, hasta terminar en la laguna de Cocineta, frente al golfo de Venezuela.
Durante su travesía el litoral colombiano pasa por regiones tan primigenias en lo social que se asemejan al África pobre, como en la zona del Pacífico en el Chocó, pero también toca suntuosos balnearios de hoteles de cinco estrellas, en Cartagena y Santa Marta, e igualmente se prodiga en bahías y ensenadas casi desconocidas para el hombre, como en la Guajira y en el golfo de Urabá. Al mismo tiempo en estas costas yace gran parte del potencia¡ económico del país, como la gran explotación de carbón en el Cerrejón, los complejos químicos e industriales de Cartagena y Santa Marta, y la explotación de oro y de platino en el departamento del Chocó.
Las aguas de estos mares son verdes en la Guajira, azules en el Parque Tayrona y en Santa Marta, grises en Cartagena, turbias en Barranquilla, infestadas de tiburones en Urabá, tormentosas e imprevisibles en el Chocó y propensas a los maremotos en el Cauca y Nariño. Son profundas en los guarecidos, puertos de Santa Marta en el Caribe y de Buenaventura en el Pacífico, y superficiales y sosegadas en los balnearios de Tolú y Coveñas y en las playas doradas de Capurganá y Acandí.
Y a casi 700 kilómetros del litoral continental se hallan las islas de San Andrés y Providencia. Estas dos esmeraldas a la deriva en un mar azul verde, transparente, profundo y sensual pertenecen también al océano colombiano que se extiende más allá del horizonte, hacia el corazón de las antillas.
Tal vez ningún colombiano se atrevería a contrariar la siguiente afirmación: Cartagena es la ciudad más bella del país y una de las más hermosas de América. Fue llamada la "Llavede las Indias", pues durante dos siglos fue el puerto feliz a donde llegaban los flotas de galeones españoles que venían de África trayendo esclavos negros y que partían después repletos de oro. Se afirmaba que quien dominara a Cartagena adquiría las llaves para penetrar a todas las Indias occidentales. Por ello los españoles, durante un trabajo de casi 200 años, fortificaron la ciudad con un sistema de murallas, torres y almenas que convirtió a la ciudad en el puerto más protegido y ambicionado de América. Se afirma que el rey Felipe II, soberano de todo el imperio colonial, trataba de avistar en las lejanías de ultramar desde su palacio del Escorial en los alrededores de Madrid, el fuerte que tan oneroso le resultaba al tesoro de la metrópoli. A finales del siglo XVI Cartagena fue atacada por el filibustero Francis Drake, sicario de la corona inglesa; a finales del siglo XVIII el barón Pointis también asaltó la amurallada. El almirante Vernon al frente de una armada poderosa trató inútilmente de ganar la ciudad para Inglaterra, pero el valor del legendario comandante militar Blas de Lezo y la decisión de sus pobladores se lo impidieron. Corría el año 1741.
El conquistador español Pedro de Heredia fundó la ciudad en el año 1533. Fue construida en una bahía resguardada por islas y cabos, canales y colinas. Su estructura mezcla la belleza poética con la rigidez militar de sus inexpugnables fortificaciones. La historia de Cartagena es la más intensa de ciudad alguna colombiana y conoció los estragos de las pestes, el terror de la Inquisición del Santo Oficio y en 1815, cuando el rey Fernando VII emprendió la Reconquista de América, fue sitiada la ciudad por una flota de seis buques y 5.000 hombres al mando del "Pacificador" Pablo Morillo.
Durante ciento seis días los españoles asediaron la ciudad impidiendo el acceso de agua y alimentos, y cuando penetraron, sus habitantes habían huido aunque aún quedaban los moribundos empuñando sus armas. Como jamás se rindieron al enemigo, y sobrevivieron comiendo cueros y ratas, los habitantes de Cartagena escribieron una página gloriosa de la historia de América y ganaron para la ciudad el título eterno de "La Heroica”.
Pasaron los años y hoy día Cartagena es el símbolo colombiano de la costa Caribe. Es la principal ciudad turística del país, y su sector antiguo, amurallado y con callejuelas estrechas y balcones y cornisas y patios interiores, se ofrece como la más genuina expresión de arquitectura colonial en Colombia. Pero no sólo historia para escribir tiene Cartagena. Una moderna ciudad surgió sobre el sector de Bocagrande y un complejo de modernos hoteles constituye el balneario más famoso del país. Con sus playas abiertas, su perfil amurallado, sus restaurantes marineros, sus coches de caballos que transitan con faroles en las noches calurosas y, sobre todo, con su imponente bahía azul que penetra hasta la entraña de la ciudad para convertirla en una Venecia tropical, Cartagena es la ciudad más amada del país, y aun hay muchos que afirman que desean morir en ella, como lo ha dicho el Premio Nobel Gabriel García Márquez.
Sin embargo, Cartagena ?como Colombia? no es un paraíso. Aunque ya se adelanta un programa correctivo, su espléndida bahía está afectada por una inquietante contaminación producida por los residuos industriales del complejo petroquímico construido cerca de la ensenada principal. Y más allá del imponente castillo de San Felipe ? el cuartel más inexpugnable y espléndido construido por los españoles en América? y también más allá del cerro de La Popa ?una colina escarpada en cuya cumbre existe un antiguo monasterio? se halla la zona tugurial de la ciudad. Se calcula que unas 150 mil personas viven en una total marginalidad, sin servicios esenciales, en casas que se levantan sobre pilotes en la ciénaga de las Animas. Desde hace algunos años un programa gubernamental, con financiación internacional, busca el saneamiento mejoramiento social de esta zona urbana, una de las más deprimidas del país.
Más que una ciudad.
Cuna de campeones mundiales de boxeo, única ciudad colombiana donde el deporte principal no es el fútbol sino el béisbol, sede del Centro de Convenciones más grande y moderno de Suramérica, exponente de un arte popular caribeño que se expresa en la forma de pintar y decorar los buses urbanos o los puestos callejeros de venta, Cartagena es la joya colombiana en el Caribe y es una ciudad a la cual todos los colombianos se sienten en la obligación de cuidar y amar. Como La Meca para los musulmanes, cada colombiano sueña con visitar esta ciudad por lo menos una vez en su vida. Y como dijera Ernest Hemingway de París, Cartagena se convierte en una fiesta que persigue...
Finalmente, Cartagena, con cerca de 700 mil habitantes, ¿quizá la única ciudad colombiana de su tamaño en que se puede vivir con las puertas abiertas. Segura, tranquila, de vida coloquial y picaresca hogareña como la describiera su cantor el poeta Luis Carlos López, Cartagena es incluso una ciudad donde por fortuna casi nunca ocurre algo malo. La Cruz Roja de la ciudad, una de las mejor dotadas de¡ país, acepta que su labor se circunscribe a acciones de atención primaria en salud, porque las catástrofes naturales o las calamidades parecen ya ser leyenda de su historia remota.
Tayrona y más.
Cuando el Libertador Simón Bolívar sintió que la muerte lo acechaba, partió hacia Santa Marta, una ciudad que por estar entre el mar y la gigantesca pirámide de la Sierra Nevada goza de¡ clima costero más benigno de Colombia. Es tan especial que allí los metales no se oxidan porque la ciudad está ubicada en la encrucijada de los vientos salados que soplan del mar y los fríos y limpios que descienden de la Sierra Nevada, produciendo un micro?clima verdaderamente excepcional. Pues bien, aquí el gran visionario de la América Latina murió bajo los Samanes de la Quinta de San Pedro Alejandrino un 17 de diciembre a la una y cinco minutos de la tarde.
Por entonces Santa Marta era apenas una población pequeña y faltaban muchos años para que los colombianos descubrieran que allí, en la zona de El Rodadero, existía la bahía más azul y tranquila de Colombia, a tal punto que parece una enorme piscina frente al océano. Cuando lo hicieron, construyeron el complejo hotelero que es, junto al de Cartagena, el polo de desarrollo turístico de la costa colombiana.
Estas playas apacibles y la ciudad se hallan de espaldas a la Sierra Nevada de Santa Marta, que como su techo de nieve. Pero lo que más importante es que, a partir de la ciudad la Sierra termina en el mar en una serie de bahías y ensenadas. Meguanje, Cinto y Bahía Concha son sin lugar a duda los recintos del mar más hermosos de Colombia. Existe allí tanta belleza natural y tanta exuberancia vegetal y faunística que el Estado colombiano acertadamente convirtió esta zona en reserva ecológica y parque natural. El Parque Nacional Tayrona es una belleza que no se puede ni se debe transformar con el desarrollo turístico moderno y, por eso, quienes allí viajen tienen que practicar el turismo ecológico al aire libré, bajo los bosques y los cocoteros que bordean las ensenadas.
Al penetrar a Santa Marta y al Tayrona se vive el litoral colombiano de una manera distinta. Aún se respira el esplendor del banano, cuando toda la zona era algo así como una pequeña" Banana Republica", y a los pies de la descomunal Sierra Nevada se palpa el ámbito de la vida costeña, descomplicada, locuaz, vital. "Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía", reza el estribillo de la famosa canción que repitió toda América.
Arena y carbón.
Hasta hace diez años, la Guajira era una de las regiones más deprimidas del país. Pero desde siempre ha sido una de las más hermosas. Es un vasto desierto de dunas y cactus que en ondulaciones y en tempestades de arena se extiende hasta el final de la península. Son arenas ardientes que en Manaure se convierten en una enorme fábrica de sal, cuya blancura también irradia un fulgor enceguecedor. Cerca de allí, en el corregimiento de Camarones, millares de flamencos rojos y rosados vuelan con elegancia sensual sobre un mar tibio y azul.
Lo demás era apenas viento y soledad. Y por entre aquellos parajes hermosos deambulaban los clanes tribales de los indígenas guajiros con sus rebaños de cabras. Son una raza altiva, orgullosa, desconfiada y nómada, y sus matrimonios imponen 5 días de fiesta lo mismo que sus velorios funerarios. Las mujeres se tiznan de cremas vegetales la cara para protegerse de las quemaduras solares. Espigadas, morenas, algunas de ojos color de esmeralda, las mujeres guajiras son de una belleza exótica casi trastornadora. Pero igualmente no hay en Colombia un hombre más celoso que el hombre guajiro.
Lo demás en la Guajira eran contrabandistas furtivos por los caminos invisibles de los arenales y pueblos fantasmas como Uribia y Nazareth, que parecen arrancados de una leyenda apocalíptica. Pero de pronto todo parece haber cambiado en la península. Fue la fiebre del carbón. Empezó hace siete años cuando se dio vía libre a la explotación carbonífera de¡ Cerrejón. Esta es la mina de carbón a tajo abierto más grande del mundo y se considera que su extracción comercial se puede prolongar por unos 50 años, y apenas comienza. La obra de infraestructura implicó una inversión superior a los tres mil millones de dólares ?la inversión más grande jamás realizada en Colombia. Esta obra fabulosa cambió la faz de la Guajira. Toda una ciudadela moderna, un ferrocarril que atraviesa la península y millares de ingenieros, operarios, técnicos y obreros, transformaron la Guajira en la zona en que la Colombia de hoy tiene cifradas todas sus esperanzas de desarrollo y progreso.
No obstante que las máquinas arribaron a la otrora primitiva Guajira, ésta aún guarda todo el encanto de su recia belleza, de sus saladas playas solitarias, de sus arenales sin fin y de sus hermosas mujeres de rostro tiznado y mantas multicolores que el viento lleva en su vuelo.
El hombre de Barranquilla.
Es Barranquilla, la capital del departamento del Atlántico, la ciudad que expresa mejor la dimensión humana y vital de la costa atlántica colombiana. "Lo mejor de Barranquilla son sus habitantes", afirma una sentencia sobre la ciudad. De más de un millón de pobladores, se trata de un puerto sobre el río Magdalena y próximo al mar que se caracteriza por ser el gran centro comercial e industrial de todo el litoral Caribe. Es una ciudad moderna, cosmopolita como todos los puertos y con una abundante población marginal; aunque pocos podrían afirmar que es una urbe con abundantes encantos turísticos. Su aeropuerto internacional ?el más moderno de Colombia? permanece congestionado con la cantidad de hombres de negocios y de industria que llegan o parten de la ciudad.
Pero, eso sí, todos los colombianos están de acuerdo en que Barranquilla es uno de los mejores vivideros de¡ país. Los barranquilleros son los típicos costeños, desinhibidos, generosos, locuaces, ingeniosos y capaces de toda la magia humana del Caribe. Las puertas de sus casas son las más abiertas del país; la música, el baile y el humor están en cada uno de sus actos cotidianos. Durante los llamados carnavales de Barranquilla toda esta vitalidad se prodiga a raudales. Después de los carnavales del Brasil, los de Barranquilla son los más intensos e interesantes a nivel antropológico y sociológico en Latinoamérica. Es una fiesta metida muy adentro de la tradición popular, que mezcla los elementos africanos y cristianos. Y por ello durante los días de febrero de cada año, se da toda una dimensión telúrica de la fiesta de las máscaras que cubren, todos los rostros, de las comparsas, de las carrozas, de los "congos" y del ritual de la muerte de "Joselito Carnaval". Varios antropólogos y cineastas han dedicado pacientes trabajos a reconstruir la dinámica y los signos cifrados de este carnaval.
Cuando termina el carnaval, la ciudad vuelve a ser la misma de siempre: el puerto, a orillas del gran río Magdalena, que concluye aquí después de nacer en el departamento del Huila, al sur del país, y luego de haber recorrido toda Colombia a través de su corazón geográfico. Y Barranquilla es un bonito lugar para que termine el camino del río más importante de la patria.
Islas en la corriente.
Muy lejos de los 1.600 kilómetros que constituyen el litoral Caribe colombiano, que de la Guajira se extiende hasta las selvas de Urabá, está la Colombia más lejana del mar, que son las islas de San Andrés y Providencia, la pequeña isla de Santa Catalina y diez promontorios entre cayos, bancos y bajos.
Este territorio ha sido llamado "las fronteras azules de Colombia", porque allí existe el mar transparente más remoto del país.
Durante el pasado estas islas fueron descubiertas y habitadas temporalmente por holandeses e ingleses. Por ello la comunidad nativa negra habla una variante del inglés, su religión, mayoritaria es el protestantismo y su arquitectura multicolor de casas de madera, con porche y altillo, revela la influencia de la arquitectura colonial que resolvieron los holandeses para sus enclaves territoriales en el trópico. Pero los isleños le han agregado su sabor original y auténtico y en San Andrés se encuentran las casas rústicas más lindas de Colombia.
Con algunas explotaciones ganaderas y plantaciones de cocoteros, realmente las dos islas mayores, San Andrés y Providencia, viven del turismo. La primera es un puerto libre; pero además del atractivo de su comercio, prodiga sobre todo el atractivo de sus magníficas playas y de su riqueza y variedad ictiológica y submarina. Providencia es un mundo original perdido en el Caribe, una montaña hermosa y primigenia donde sus habitantes nativos pescan, sueñan y se convierten en capitanes de buques que remontan las aguas de Caribe azul.
Lo demás son los cayos, bancos y bajos. Algunos son apenas una roca o un peñasco que emerge de las aguas azules. Criadero y refugio de millones de aves, son nichos ecológicos en el mar y allí la pesca es abundantísima. La bandera de Colombia es agitada por "los vientos de la patria" en estos confines remotos del territorio nacional, fronteras azules donde el mar comienza o termina...
El sueño del Pacífico.
En Colombia lo mejor para la costa de¡ Océano Pacífico es apenas un proyecto para el porvenir. Es más, aún se trata de un sueño que, aunque oficial izado en una ley de la República, exige para su realización el más grande esfuerzo financiero y humano que jamás haya emprendido Colombia.
En efecto, la ley 53 del 28 de diciembre de 1984, aprobada por el Congreso de la República y sancionada por el Presidente Belisario Betancur, ordena la construcción del canal interoceánico Atrato Truandó. Se trata de un viejo proyecto soñado por ingenieros y expedicionarios, como el explorador y argonauta Mauricio 0bregón, quien remontó las selvas, ríos y tremedales entre los dos océanos en busca de la ruta más propicia para construir el canal. Este Marco Polo colombiano descubrió uno de los varios puntos que se han proyectado para el canal. Se trata de un canal interoceánico que sea más que una vi la alterna al Canal de Panamá, pues por los ríos Atrato y Truandó podrían
pasar de uno a otro océano hasta los llamados barcos "colosos", o sea, aquéllos con capacidad superiora las 250 mil toneladas. Según el último proyecto, el canal partiría de la bahía de Humboldt, en el Pacífico, uniría al río Truandó con el río Atrato y terminaría en el golfo de Urabá, en el Atlántico, en la llamada bahía de La Candelaria. Este proyecto exige la construcción de tres grandes puertos: el primero en el Pacífico, el segundo en la confluencia de los dos ríos y el tercero en la desembocadura del Atrato en el Atlántico.
Con una extensión de 103 millas ?el de Panamá tiene 80 kilómetros de longitud? la construcción del canal Atrato?Truandó exigiría excavaciones mediante explosivos nucleares y su costo, a los precios actuales, puede superar los dos mil millones de dólares. Esta obra de tres superpuertos significa el surgimiento de tres ciudades importantes en la región, donde igualmente se incorporarían a la industria maderera y a la agricultura más de 500 mil hectáreas.
En fin, es toda una obra portentosa y decisiva para el país, pues además de convertir a Colombia en punto clave de las comunicaciones marítimas mundiales, el canal Atrato?Truandó sería fundamentalmente una realización que vendría a transformar radicalmente la costa Pacífica colombiana. De un solo golpe sacaría a los 1.300 kilómetros de litoral Pacífico de lo que es hoy día, para llevar allí lo mejor, y en ocasiones lo discutible, de la civilización y el desarrollo moderno.
El oro es triste.
En el poblado de Andagoya, cerca de Itsmina y a orillas del plateado río San Juan, actualmente se encuentran montañas de chatarra, hierros retorcidos y dragas agonizantes que hicieron parte de la parafernalia que hace 80 años habían llevado las compañías auríferas extranjeras para explotar los inmensos yacimientos de oro y platino de¡ Pacífico. Desde la región chocoana hasta Barbacoas en el departamento de Nariño, al sur de¡ país, la explotación del oro a gran escala a marcó el destino de estos pueblos negros y silenciosos. Provenientes en su abrumadora mayoría de los esclavos negros traídos del África en la época de la Colonia, los habitantes del litoral vivieron del oro y gozaron de alguna prosperidad cuando Colombia llegó a ser el segundo productor mundial de este metal; pero igualmente volvieron a la indigencia cuando las multinacionales se marcharon y quedaron sólo las ciudadelas alambradas desde donde los "gringos", de sombrero de corcho y pantalones cortos de "safari", lanzaban caramelos a los niños negros, que tenían prohibido, como todos los de su raza, traspasar las murallas de la compañía. Ahora sólo quedar la desolación y los buenos y malos recuerdos de los tiempos dorados. "El oro es triste", sostiene una sentencia sobre los ríos dorados de la costa Pacífica colombiana.
Expoliado el oro, las zonas del Pacífico de los cuatro departamentos que cuentan con costa en esta región ?Chocó, Valle, Nariño y Cauca, volvieron a su primigenio destino. La caza, la pesca, el comercio, la explotación maderera y la extracción de oro con métodos artesanales, son las fuentes económicas para la supervivencia de sus habitantes.
A diferencia de la costa Atlántica, el litoral del Océano Pacífico es en Colombia una serpenteante línea de contraste entre un mar plomizo e impaciente y una franja de selva verde, intensa, exuberante. Con una precipitación pluvial anual hasta de 12.000 mm, estas selvas son las más lluviosas del mundo, y sus aguaceros pertinaces y sus vientos y sus nubes conforman un mundo tan azarosamente bello que parece como si allá la naturaleza todavía no encontrara sosiego.
Pequeños y remotos pueblos mineros, caseríos madereros a la orilla de ríos caudalosos pero de breve extensión, caracterizan el norte chocoano de¡ litoral, el mismo que en el sur se convierte en tremedales de manglares y esteros, donde los cangrejos forman entre el follaje pedregales rojizos. Quibdó como capital del Chocó, Tumaco como el puerto principal de Nariño y Buenaventura en el Valle del Cauca, son las tres concentraciones urbanas más importantes de este litoral. A orillas de un mar cenizo, Buenaventura es el puerto fundamental de Colombia y por sus muelles de estibadores azules entra y sale la mayoría de los productos que importa y exporta el país.
El litoral del Pacífico es un mundo aún no del todo conocido. Su naturaleza es tan procelosa e inescrutable que pocos saben que cerca a Guapi, en el Cauca, hay un caserío en lo más adentro de un estero, llamado Mulatos, donde existe una exótica raza de hombres morenos con ojos verdes. También pocos turistas han llegado a la isla de Gorgona, antiguo centro penitenciario, hoy convertida en un parque natural y centro científico, pero en realidad una joya paradisíaca en el Océano Pacífico. Igualmente, hacia el norte del Chocó, existen bahías y ensenadas que se pueden considerar como de las más bellas del mundo, no obstante que hasta ahora están siendo apenas reconocidas por los mismos colombianos.
De esta manera la costa del Pacífico es quizá la zona más deprimida y azarosa del país. Socorristas, voluntarios y damas grises de la Cruz Roja colombiana saben cuántas emergencias por fenómenos naturales u otras catástrofes, han tenido que afrontar en la región. Pero ellos saben también de la esperanza que u e existe en cada uno de los leales s corazones colombianos que laten en este litoral oscuro y profundo que por la fuerza desencadenada de su naturaleza "de Pacífico tiene muy poco”.
Volver al mar.
Durante la administración del Presidente López Michelsen (19741978), Colombia adelantó una gestión de liderazgo continental para establecer como política general las 200 millas de mar territorial. Cuando esto se logró, alguien anotó que la extensión del país prácticamente se había duplicado.
En coincidencia con este logro, el país vuelve sus ojos al mar. Hasta entonces, Colombia había vivido de espaldas a sus dos océanos, tal vez menospreciando absurdamente su enorme riqueza. Como país mediterráneo que fue durante siglos, sus costas permanecieron deprimidas y la civilización entró al país por ellas, pero no se detuvo en sus poblaciones.
La belleza, sin embargo, sí ancló en el litoral, en el Atlántico y en el Pacífico y en los territorios antillanos, lo que convirtió a Colombia en la nación poseedora de algunas de las playas y parajes marinos más suntuosos del mundo.
Frente a Cartagena existe un lugar que expresa toda esta dimensión estética. Se trata de las islas del Rosario. Un mar transparente y un fondo de corales multicolores que reflejan todos los matices de los rayos del sol caribe, conforman una increíble cadena ecológica de inquietante belleza. Es una belleza espléndida, pero frágil. De la misma manera, los tres mil kilómetros del litoral colombiano, los mares y costas tas del país, son de una soberbia hermosura, pero aún frágiles en su desarrollo socioeconómico y su utilización turística.