- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La solidaridad de la nación
Prácticas de rescate de la Cruz Roja, en Bogotá.
Rescate de victimas en el derrumbe de la represa del río Guavio.
Transporte y evacuación de víctimas de desastre aéreo por parte de la fuerza Aérea Colombiana y la Cruz Roja.
Socorristas de la Cruz Roja, colaborando en la extinción de incendio en la selva colombiana.
Campaña de vacunación y atención médica en la Amazonas colombiana.
Extinción del incendio de los tanques de combustible en Puente Aranda, en la capital del país.
Rescate de víctimas del desastre aéreo en Florencia Caquetá.
Prácticas de rescate de la Cruz Roja, en Bogotá.
A las ocho y quince de la mañana del Jueves Santo de 1983 se escuchó una explosión en todo Popayán. Fue el principio de un terremoto que destruyó el setenta por ciento de la ciudad, dejó sin vivienda a más de dos mil familias y cobró la vida de 250 personas en la ciudad y otros municipios del Cauca afectados por el movimiento sísmico.
Durante un temblor de 18 segundos se ?desplomaron 447 años de historia. En efecto, la mayoría de las iglesias y demás suntuosas construcciones coloniales, que eran la más bellas e importantes del país, se derrumbaron, y con ellas se destruyó su rico patrimonio cultural, histórico y de arte religioso del Barroco español. De su imponente catedral construida durante el siglo XVIII, y de las iglesias de San Francisco y Santo Domingo solo quedaron escombros. Y todo ocurrió por extraño designio precisamente un Jueves Santo, cuando la ciudad estaba plena de creyentes de todo el país y aun de visitantes extranjeros, puesto que Popayán celebra desde hace muchísimo tiempo la Semana Santa más solemne, multitudinaria y vistosa de todas cuantas se celebran en Latinoamérica.
A las 8 y 22 minutos de la mañana el puñado de socorristas que se hallaba en la sede de la Cruz Roja de Popayán logró enviar por radio el, primer llamado de auxilio al Sistema Nacional de Socorro de todo el país. El mensaje enviado fue el siguiente: "Emergencia CQ, Popayán destruido 70%. Solicitud pedido: A Bogotá: hospital campaña, medicamentos, personal. A Cali: puente aéreo sobre la Base Marco Fidel Suárez y el aeropuerto de Popayán... envío de aviones bimotores y motores de la patrulla aérea... sangre... plasma ... suero... personal ... ambulancias .... plantas eléctricas...
helicópteros para el transporte de heridos ......
Hasta las nueve y diez minutos de la mañana, cuando los mensajes de auxilio se seguían repitiendo, en Popayán no cesaba de temblar y el pánico se había apoderado de toda la población; entre un apocalíptico panorama de muertos, heridos y gentes corriendo por las calles en busca de sus familiares y amigos, el polvo de millares de casas derrumbadas formaba una atmósfera irrespirable sobre la ciudad.
A partir de ese momento se puso a prueba de manera nítida la gran capacidad de solidaridad y de ayuda del pueblo colombiano, y la capacidad de la Cruz Roja Colombiana para afrontar y liderar la ayuda y el socorro ante una catástrofe natural tan grave como lo fue el terremoto de Popayán. El desafío para el país y para la Cruz Roja se prolongó mucho más allá de ese jueves 31 de marzo y de esa dramática Semana Santa, verdadera Semana de Pasión.
Lo agreste y caprichoso de su naturaleza, su condición tropical, su situación de país en desarrollo y también sus condiciones sociales, hacen que Colombia sea una nación sometida a diario a una prueba tenaz, al sacrificio de sus habitantes, que exige la respuesta y la solidaridad de su Estado y de la sociedad en general.
En primer lugar, aún los sociólogos y los analistas políticos no han logrado esclarecer por qué Colombia es el país latinoamericano donde la insurgencia armada se ha logrado mantener de manera permanente, aunque aislada y controlada, durante los últimos 40 años. Esta acción de hombres alzados en armas siempre ha generado zonas de agudo conflicto, especialmente en los campos del país habitados por los campesinos más pobres.
Un ejemplo de ello es que la Cruz Roja Colombiana hubiera surgido durante una guerra, de la misma manera que la Cruz Roja Internacional se esbozó en el año 1859, cuando el ginebrino Henry Dunant, conmovido por el espectáculo de la batalla de Solferino entre austriacos, franceses y piamonteses, decidió prestarles ayuda a los heridos que yacían abandonados por todos en el campo de batalla. De la misma manera, en Colombia en el año 1899, los señores Santiago Samper, Hipólito Machado, Nicolás Buendía, Lisandro Reyes y José María Montoya, organizaron una ambulancia con el personal correspondiente para socorrera los heridos en las confrontaciones bélicas durante la llamada Guerra de los Mil Días, la última de las 32 guerras que asolaron el país durante el siglo pasado y principios del presente siglo. Esta acción humanitaria se interrumpió, pero en 1913 el doctor Adriano Perdomo propuso ante el II Congreso Médico Nacional la creación formal de la Cruz Roja de Colombia. Y gracias a las gestiones realizadas por don Joaquín Samper, el teniente coronel Luis Acevedo y el doctor Hipólito Machado, se fundó la Sociedad Nacional de la Cruz Roja Colombiana el 30 de junio de 1915. Fue reconocida por el Comité Internacional de la Cruz Roja en marzo de 1922.
Nacida, pues, en el campo de batalla, la Cruz Roja Colombiana se inspiró desde su comienzo en los principios fundamentales de la Cruz Roja Internacional, que son: humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, carácter voluntario, unidad y universalidad. Cumpliendo este ideario, durante el proceso de los conflictos armados que se han presentado en el país, la Cruz Roja Colombiana ha tenido una participación decisiva. Dos ejemplos recientes revelan el grado de respetabilidad y confianza que le han otorgado todos los estamentos de la sociedad y el Estado colombianos a la institución de la Cruz Roja.
El primero fue cuando la toma de la Embajada de la República Dominicana en Bogotá, considerado el secuestro político más espectacular de la historia moderna, ya que fueron mantenidos en cautiverio más de catorce embajadores, entre ellos el Sr. Nuncio Apostólico y el Embajador de los Estados Unidos.
De febrero a abril de 1980, fueron más de sesenta días de retención, en pleno centro de la capital de la República. Al día siguiente de la toma, una comisión de la Cruz Roja fue la primera en ingresar al recinto de la Embajada, donde estaban los asaltantes y los rehenes. Y así, durante todo el tiempo que duró la toma, fueron los socorristas de la Cruz Roja quienes a diario ingresaron a la sede diplomática para llevar drogas y alimentos, y para constituirse en el único vehículo real de comunicación entre el exterior y las personas que vivieron el drama en el interior de la Embajada de la República Dominicana.
También, con vasta experiencia de ayuda y socorro humanitario durante la guerra civil no declarada que se llevó a cabo a partir de 1948 y que dejó un saldo de más de 250 mil muertos, la acción fundamental de la Cruz Roja en ese sentido se sigue desarrollando plenamente en la actualidad. En efecto, en Colombia se inició a partir del año 1980 una serie de gestiones de paz entre el gobierno y los aproximadamente diez mil hombres alzados en armas que se calcula operan en la guerra de guerrillas o guerra irregular en Colombia, para concretar una negociación que diera término definitivo al conflicto. Finalmente se lograron firmar mar con la mayoría de los grupos insurgentes, pactos de tregua y cese al fuego después de haber sido decretada una amnistía general; estos fueron los primeros pasos hacia una paz duradera, que implicaron además programas de recuperación social y económica para las principales zonas de¡ país afectadas por el problema de la violencia.
El afianzamiento de la paz, después de casi 40 años de conflicto, ha sido un proceso lento y difícil. En el municipio de Corinto, en el departamento del Cauca, se produjo la mayor tensión entre las Fuerzas Armadas del Estado y los grupos subversivos. En estos enfrentamientos en que peligraron seriamente las hasta ese entonces exitosas negociaciones de paz, la Cruz Roja intervino destacadamente cuando, a partir del 22 de diciembre de 1984, los socorristas realizaron largas travesías por las escarpadas y peligrosas montañas para evacuar los heridos que habían quedado después de los combates. Fue una acción estrictamente humanitaria y neutral. De la misma manera, en otros distintos hechos de orden público en Colombia, la Cruz Roja siempre ha estado presente. Para ello ha contado con el invaluable concurso humano de 4.118 socorristas que en 86 grupos cubren todo el territorio nacional.
Todos por Popayán.
La ayuda y solidaridad de la Cruz Roja Colombiana y de todos los compatriotas no fue sólo durante esos fatídicos días de Semana Santa, sino especialmente a lo largo de los meses que siguieron y todavía continúa hoy en muchos sentidos. En el desarrollo de la primera etapa de asistencia se realizaron labores de evacuación y rescate de víctimas de los escombros, salvamento, atención y transporte de pacientes, asistencia médica de urgencia, alojamiento en albergues y ?campamentos de emergencia, distribución de carpas, alimentos y vestuario, y realización de censos y estadísticas de todos los estragos y necesidades.
En una febril actividad, trabajando día y noche, el voluntariado de la Cruz Roja Colombiana, durante aquellos tres meses posteriores al terremoto, acumuló 345.986 horas de trabajo. Los socorristas y los auxiliares de socorrismo en Popayán, que ascendían a cien en total, trabajaron 180 mil horas. Las 15 damas grises de la ciudad totalizaron 7.843 horas de trabajo, y entre juveniles y pre?juveniles de Popayán y otros municipios aledaños contabilizaron 126.103 horas de trabajo.
Mientras que todo el país se movilizaba en la demostración de solidaridad más multitudinaria conocida en Colombia en los tiempos modernos, la Cruz Roja adelantaba una magnífica empresa que comprendió desde albergara 1.561 personas sin techo, repartir 49.032 mercados, 20.081 cobijas, 6.295 bultos de ropa, hasta ofrecer 9.315 consultas médicas gratuitas. Canalizando la contribución de muchos colombianos, la Cruz Roja logró prestar auxilios de primera necesidad por cerca de dos millones de dólares. Igualmente con el consenso de la Cruz Roja de Alemania y Finlandia, auspició trabajos de reconstrucción y autoconstrucción de vivienda por 20 millones de pesos colombianos. Fueron tantos y tan variados sus programas de ayuda, que llegó incluso a lograr, con la colaboración del Instituto de Crédito Territorial, la solución de vivienda para 63 familias que vivían como "inquilinos" en el hacinado y marginal barrio Alfonso López, de Popayán.
Dos años después de¡ fatídico terremoto, aún no han cesado los estragos de este fenómeno natural que dejó tantas víctimas y destruyó tan rico patrimonio cultural e histórico rico de la nación. Sólo gracias a la magnanimidad del pueblo colombiano y a su solidaridad canalizada a través de la Cruz Roja, Popayán seguirá existiendo.
Naturaleza desatada.
La imponencia y belleza de la naturaleza colombiana suele a menudo desencadenar sus fuerzas para causar estragos que afligen a millares de colombianos. Es una procelosa naturaleza que se erige hermosa pero amenazante. Cuando se producen grandes lluvias en las remotas montañas del Perú o del Ecuador, entonces el río Amazonas se desborda y el rebalse de las aguas arrastra las humildes chozas ribereñas de los colonos y los indígenas. Entonces, los socorristas y damas grises de la Cruz Roja remontan en embarcaciones el Amazonas, tanto para llevar víveres a los damnificados como para vacunar e impedir epidemias o entregar frazadas a las comunidades de Ticunas y Yaguas, que habitan las orillas del río más caudaloso del mundo.
La temporada de lluvias que azotan al país en los meses finales de cada año también siembra estragos y desolación. Por lo general, los ríos Magdalena y Cauca se salen de madre y sus aguas anegan vastas extensiones de tierra. Las sementeras son arrasadas y de las humildes viviendas ribereñas en ocasiones sólo se alcanza a vislumbrar los techos entre las ciénagas. Las sabanas de la costa Caribe se convierten en lagunas ilímites y pueblos enteros tienen que ser evacuados. Se dan casos tan insólitos como el de un pueblo en la isla de Mompox, que cuando empieza a subir el río, todos sus pobladores se trasladan a tierras más altas. Es decir, desocupan el pueblo, se mudan, y al bajar las aguas regresan porque es una comunidad que tiene "un pueblo para el invierno y otro para el verano...".
Uno de los más fuertes inviernos de los últimos años afectó al país durante el postrer trimestre de 1984. La magnitud de las inundaciones se mide por la labor que desarrolló la Cruz Roja al atender aproximadamente 10 mil familias damnificadas en todo el país, especialmente los habitantes de los valles de los ríos Magdalena y Cauca. La atención de casi 80 mil personas demandó una inversión cercana al medio millón de dólares en auxilios varios, alimentos, ropas, frazadas, sábanas, cobertores, colchonetas y menajes de cocina. Las condiciones en las zonas afectadas fueron tan extremas, que el 10 por ciento de los damnificados debieron ser trasladados transitoriamente a albergues administrativos auspiciados por la Cruz Roja. Como es tradicional en cada temporada invernal de inundaciones, en esta emergencia nacional la institución de la Cruz Roja Colombiana no ahorró esfuerzo alguno en la atención de los necesitados.
Médicos lejanos.
A bordo de una avioneta que volaba entre San José de¡ Guaviare, en lo más profundo de la Orinoquia, y Villavicencio, la capital de los Llanos nos Orientales, iban como pasajeros un colono y su hijo. El padre era un hombre viejo, cetrino, de piel lacerada, un huilense que cinco años atrás había dejado su comarca y con su mujer y cuatro hijos se había internado en aquellas lejanas vegas del río Guaviare donde se encuentra la frontera entre la selva y los llanos. Se adentró en lo más profundo, derrumbó los árboles, construyó su rancho y sembró el maíz, la yuca y el plátano. Como era muy costoso sacar el grano porque se necesitaban varios días a pie por la selva, pensó cebar cerdos con el maíz y después venderlos en San José del Guaviare. Pero el tigre se comió uno por uno la piara de cerdos; después, para su mayor infelicidad, la malaria acabó con la vida de sus tres hijos mayores. Cuando el hijo menor se cayó del caballo y se fracturó la pierna derecha, el anciano vendió el caballo y con el dinero pagó los pasajes de avión para trasladar al niño al hospital de Villavicencio o a más de 300 kilómetros de donde se hallaba "fundado". Y este es apenas un ejemplo del drama social de los colombianos marginados y olvidados pertenecientes a los sectores más pobres de la población.
En Colombia de cada mil niños que nacen, 62 se mueren antes de cumplir los dos años. De igual manera, se sabe que sólo el 10 por ciento de la población dispone de los recursos económicos para cancelar gastos médicos y hospitalarios en caso de cualquier enfermedad o accidente. Asimismo, el noventa por ciento de los médicos del país se concentra en poblaciones de más de 30 mil habitantes, donde vive más del 50 por ciento de los colombianos. En las grandes ciudades el promedio de médicos se estima en por 800 habitantes, mientras que en los campos es de por 6.200 habitantes. Pero lo más preocupante es que de esos 62 de cada mil niños que fallecen, en su abrumadora mayoría se debe a infecciones gastrointestinales, tales como Gastritis y Enteritis, denominadas "enfermedades sociales" producto de la carencia de acueductos y alcantarillados adecuados en las ciudades y pueblos.
Ante este inquietante panorama de la salud en Colombia, un país donde igualmente existen clínicas y hospitales ultramodernos y programados mediante sistemas computarizados, entidades como la Cruz Roja colombiana adelantan? una importante labor médico social mediante programas de atención primaria en salud, educación de la comunidad y prácticas de medidas preventivas y de profilaxis, lo mismo que asistencia de bienestar social y promoción de la salud.
Por ello, sólo en 1984, la Cruz Roja Colombiana mostró un importante informe de actividades en el que se pueden destacar cifras como las siguientes: 511.094 consultas médicas, 119.312 atenciones odontológicas, 303.924 exámenes de laboratorio, 104.310 inyecciones, 124.761 vacunas aplicadas, 128.732 atenciones de primeros auxilios, 20.907 personas capacitadas (en cursos de Primeros Auxilios, Difusión, Atención Primaria, Socorrismo, Seguridad Acuática, etc.).
Estas cifras tienen un profundo significado en un país decidido a curar las enfermedades que padece su población. Es tan irrevocable este propósito que, igualmente durante 1984, distintos estamentos públicos y privados del país promocionaron una campaña de vacunación masiva para los niños de Colombia. Durante tres jornadas de vacunación se logró inmunizar aproximadamente un millón de niños, Esta fue una hazaña humana tan trascendental que las más importantes organizaciones internacionales de salud exaltaron y citaron como modelo mundial esta campaña. Sin embargo, se trata apenas de un paso pequeño de una empresa y un cometido gigantes.
La salud perdida.
Desde la perspectiva de los países desarrollados y de las sociedades opulentas, es difícil comprender el esfuerzo que significa en un país como Colombia, combatir problemas como son la precariedad en la prestación de servicios de educación y salud. La enorme capacidad de solidaridad de los colombianos no logra, sin embargo, modificar una nación con muchas limitaciones en cuanto a la capacidad de respuesta ante los desafíos de los grandes problemas sociales y ante las calamidades y desastres naturales que obviamente agravan aquéllos.
Y en Colombia los desafíos de solidaridad y capacidad médica se pueden producir en todo momento. Así ocurrió cuando el país entero se. encontró abocado a la movilización con motivo del maremoto que borró pueblos enteros en la costa Pacífica. En aquella madrugada El Charco en el Cauca, y San Juan de la Costa en el departamento de Nariño, fueron literalmente arrasados, y sólo así Colombia descubrió con asombro que eran comunidades tan remotas que ni siquiera figuraban todavía en los mapas. También cuando un río se represó y al amanecer rompió los diques, y de un sólo tajo se llevó a medio pueblo de El Playón, en el departamento de Santander, o cuando otra quebrada aparentemente mansa y rumorosa, se hinchó tanto con las lluvias que una tarde devastó miles de hectáreas en las planicies de Saravena.
Estas catástrofes y calamidades cotidianas someten permanentemente a prueba al país. Y de muchas maneras forjan su temple. El aporte de la Cruz Roja colombiana a tal empresa es invaluable, pero no sólo en las emergencias sino en las áreas de recreación y deporte, asistencia a la infancia ?la Cruz Roja cuenta con 12 guarderías y 7 al albergues? y también en el área de adiestramiento y capacitación para emergencias con sus 14 escuelas de socorrismo y 7 centros de seguridad acuática.
Para cumplir esta empresa se cuenta con un verdadero ejército neutral y humanitario de 1.336 damas grises distribuidas en 67 grupos, 24.969 juveniles disgregados a lo largo y ancho del territorio colombiano en 117 grupos y 4.118 socorristas igualmente distribuidos en 86 grupos nacionales.
En los departamentos, intendencias y comisarías del país se encuentran las cabezas de las 26 seccionales de la Cruz Roja de Colombia. Pero 2 cada caño selvático, alguna vez se desplaza una ¡ancha con sus voluntarios. A cada aldea llegan las damas grises a vacunar. Todo barrio marginal recibe la visita de sus juveniles. Cada lugar del país donde se produce un accidente recibe la presencia inmediata de sus socorristas. En las noches de las grandes ciudades las ambulancias de la Cruz Roja corren veloces por sus calles y avenidas, ya sea transportando heridos o enfermos graves o simplemente asistiendo en brigadas especiales a los niños abandonados que deambulan por la entraña solitaria de la ciudad.
Cada 8 de mayo, en cada pecho de los 28 millones de colombianos se observa la banderita roja como señal de contribución voluntaria de toda la comunidad nacional al día de la Cruz Roja, para conmemorar su fecha y recaudar fondos con destino a sus innumerables e importantes actividades. Es la misma bandera de la Cruz Roja que flamea o transita sita en la espalda o en el pecho de los voluntarios, a lo largo, a lo ancho y en lo profundo de un país verde, intenso, grandioso en ocasiones, injusto en otras, próspero aquí, desarrollado, arcaico, hermoso, tenaz, construido de oro y de lodo, como todos los hombres de la tierra...
#AmorPorColombia
La solidaridad de la nación
Prácticas de rescate de la Cruz Roja, en Bogotá.
Rescate de victimas en el derrumbe de la represa del río Guavio.
Transporte y evacuación de víctimas de desastre aéreo por parte de la fuerza Aérea Colombiana y la Cruz Roja.
Socorristas de la Cruz Roja, colaborando en la extinción de incendio en la selva colombiana.
Campaña de vacunación y atención médica en la Amazonas colombiana.
Extinción del incendio de los tanques de combustible en Puente Aranda, en la capital del país.
Rescate de víctimas del desastre aéreo en Florencia Caquetá.
Prácticas de rescate de la Cruz Roja, en Bogotá.
A las ocho y quince de la mañana del Jueves Santo de 1983 se escuchó una explosión en todo Popayán. Fue el principio de un terremoto que destruyó el setenta por ciento de la ciudad, dejó sin vivienda a más de dos mil familias y cobró la vida de 250 personas en la ciudad y otros municipios del Cauca afectados por el movimiento sísmico.
Durante un temblor de 18 segundos se ?desplomaron 447 años de historia. En efecto, la mayoría de las iglesias y demás suntuosas construcciones coloniales, que eran la más bellas e importantes del país, se derrumbaron, y con ellas se destruyó su rico patrimonio cultural, histórico y de arte religioso del Barroco español. De su imponente catedral construida durante el siglo XVIII, y de las iglesias de San Francisco y Santo Domingo solo quedaron escombros. Y todo ocurrió por extraño designio precisamente un Jueves Santo, cuando la ciudad estaba plena de creyentes de todo el país y aun de visitantes extranjeros, puesto que Popayán celebra desde hace muchísimo tiempo la Semana Santa más solemne, multitudinaria y vistosa de todas cuantas se celebran en Latinoamérica.
A las 8 y 22 minutos de la mañana el puñado de socorristas que se hallaba en la sede de la Cruz Roja de Popayán logró enviar por radio el, primer llamado de auxilio al Sistema Nacional de Socorro de todo el país. El mensaje enviado fue el siguiente: "Emergencia CQ, Popayán destruido 70%. Solicitud pedido: A Bogotá: hospital campaña, medicamentos, personal. A Cali: puente aéreo sobre la Base Marco Fidel Suárez y el aeropuerto de Popayán... envío de aviones bimotores y motores de la patrulla aérea... sangre... plasma ... suero... personal ... ambulancias .... plantas eléctricas...
helicópteros para el transporte de heridos ......
Hasta las nueve y diez minutos de la mañana, cuando los mensajes de auxilio se seguían repitiendo, en Popayán no cesaba de temblar y el pánico se había apoderado de toda la población; entre un apocalíptico panorama de muertos, heridos y gentes corriendo por las calles en busca de sus familiares y amigos, el polvo de millares de casas derrumbadas formaba una atmósfera irrespirable sobre la ciudad.
A partir de ese momento se puso a prueba de manera nítida la gran capacidad de solidaridad y de ayuda del pueblo colombiano, y la capacidad de la Cruz Roja Colombiana para afrontar y liderar la ayuda y el socorro ante una catástrofe natural tan grave como lo fue el terremoto de Popayán. El desafío para el país y para la Cruz Roja se prolongó mucho más allá de ese jueves 31 de marzo y de esa dramática Semana Santa, verdadera Semana de Pasión.
Lo agreste y caprichoso de su naturaleza, su condición tropical, su situación de país en desarrollo y también sus condiciones sociales, hacen que Colombia sea una nación sometida a diario a una prueba tenaz, al sacrificio de sus habitantes, que exige la respuesta y la solidaridad de su Estado y de la sociedad en general.
En primer lugar, aún los sociólogos y los analistas políticos no han logrado esclarecer por qué Colombia es el país latinoamericano donde la insurgencia armada se ha logrado mantener de manera permanente, aunque aislada y controlada, durante los últimos 40 años. Esta acción de hombres alzados en armas siempre ha generado zonas de agudo conflicto, especialmente en los campos del país habitados por los campesinos más pobres.
Un ejemplo de ello es que la Cruz Roja Colombiana hubiera surgido durante una guerra, de la misma manera que la Cruz Roja Internacional se esbozó en el año 1859, cuando el ginebrino Henry Dunant, conmovido por el espectáculo de la batalla de Solferino entre austriacos, franceses y piamonteses, decidió prestarles ayuda a los heridos que yacían abandonados por todos en el campo de batalla. De la misma manera, en Colombia en el año 1899, los señores Santiago Samper, Hipólito Machado, Nicolás Buendía, Lisandro Reyes y José María Montoya, organizaron una ambulancia con el personal correspondiente para socorrera los heridos en las confrontaciones bélicas durante la llamada Guerra de los Mil Días, la última de las 32 guerras que asolaron el país durante el siglo pasado y principios del presente siglo. Esta acción humanitaria se interrumpió, pero en 1913 el doctor Adriano Perdomo propuso ante el II Congreso Médico Nacional la creación formal de la Cruz Roja de Colombia. Y gracias a las gestiones realizadas por don Joaquín Samper, el teniente coronel Luis Acevedo y el doctor Hipólito Machado, se fundó la Sociedad Nacional de la Cruz Roja Colombiana el 30 de junio de 1915. Fue reconocida por el Comité Internacional de la Cruz Roja en marzo de 1922.
Nacida, pues, en el campo de batalla, la Cruz Roja Colombiana se inspiró desde su comienzo en los principios fundamentales de la Cruz Roja Internacional, que son: humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, carácter voluntario, unidad y universalidad. Cumpliendo este ideario, durante el proceso de los conflictos armados que se han presentado en el país, la Cruz Roja Colombiana ha tenido una participación decisiva. Dos ejemplos recientes revelan el grado de respetabilidad y confianza que le han otorgado todos los estamentos de la sociedad y el Estado colombianos a la institución de la Cruz Roja.
El primero fue cuando la toma de la Embajada de la República Dominicana en Bogotá, considerado el secuestro político más espectacular de la historia moderna, ya que fueron mantenidos en cautiverio más de catorce embajadores, entre ellos el Sr. Nuncio Apostólico y el Embajador de los Estados Unidos.
De febrero a abril de 1980, fueron más de sesenta días de retención, en pleno centro de la capital de la República. Al día siguiente de la toma, una comisión de la Cruz Roja fue la primera en ingresar al recinto de la Embajada, donde estaban los asaltantes y los rehenes. Y así, durante todo el tiempo que duró la toma, fueron los socorristas de la Cruz Roja quienes a diario ingresaron a la sede diplomática para llevar drogas y alimentos, y para constituirse en el único vehículo real de comunicación entre el exterior y las personas que vivieron el drama en el interior de la Embajada de la República Dominicana.
También, con vasta experiencia de ayuda y socorro humanitario durante la guerra civil no declarada que se llevó a cabo a partir de 1948 y que dejó un saldo de más de 250 mil muertos, la acción fundamental de la Cruz Roja en ese sentido se sigue desarrollando plenamente en la actualidad. En efecto, en Colombia se inició a partir del año 1980 una serie de gestiones de paz entre el gobierno y los aproximadamente diez mil hombres alzados en armas que se calcula operan en la guerra de guerrillas o guerra irregular en Colombia, para concretar una negociación que diera término definitivo al conflicto. Finalmente se lograron firmar mar con la mayoría de los grupos insurgentes, pactos de tregua y cese al fuego después de haber sido decretada una amnistía general; estos fueron los primeros pasos hacia una paz duradera, que implicaron además programas de recuperación social y económica para las principales zonas de¡ país afectadas por el problema de la violencia.
El afianzamiento de la paz, después de casi 40 años de conflicto, ha sido un proceso lento y difícil. En el municipio de Corinto, en el departamento del Cauca, se produjo la mayor tensión entre las Fuerzas Armadas del Estado y los grupos subversivos. En estos enfrentamientos en que peligraron seriamente las hasta ese entonces exitosas negociaciones de paz, la Cruz Roja intervino destacadamente cuando, a partir del 22 de diciembre de 1984, los socorristas realizaron largas travesías por las escarpadas y peligrosas montañas para evacuar los heridos que habían quedado después de los combates. Fue una acción estrictamente humanitaria y neutral. De la misma manera, en otros distintos hechos de orden público en Colombia, la Cruz Roja siempre ha estado presente. Para ello ha contado con el invaluable concurso humano de 4.118 socorristas que en 86 grupos cubren todo el territorio nacional.
Todos por Popayán.
La ayuda y solidaridad de la Cruz Roja Colombiana y de todos los compatriotas no fue sólo durante esos fatídicos días de Semana Santa, sino especialmente a lo largo de los meses que siguieron y todavía continúa hoy en muchos sentidos. En el desarrollo de la primera etapa de asistencia se realizaron labores de evacuación y rescate de víctimas de los escombros, salvamento, atención y transporte de pacientes, asistencia médica de urgencia, alojamiento en albergues y ?campamentos de emergencia, distribución de carpas, alimentos y vestuario, y realización de censos y estadísticas de todos los estragos y necesidades.
En una febril actividad, trabajando día y noche, el voluntariado de la Cruz Roja Colombiana, durante aquellos tres meses posteriores al terremoto, acumuló 345.986 horas de trabajo. Los socorristas y los auxiliares de socorrismo en Popayán, que ascendían a cien en total, trabajaron 180 mil horas. Las 15 damas grises de la ciudad totalizaron 7.843 horas de trabajo, y entre juveniles y pre?juveniles de Popayán y otros municipios aledaños contabilizaron 126.103 horas de trabajo.
Mientras que todo el país se movilizaba en la demostración de solidaridad más multitudinaria conocida en Colombia en los tiempos modernos, la Cruz Roja adelantaba una magnífica empresa que comprendió desde albergara 1.561 personas sin techo, repartir 49.032 mercados, 20.081 cobijas, 6.295 bultos de ropa, hasta ofrecer 9.315 consultas médicas gratuitas. Canalizando la contribución de muchos colombianos, la Cruz Roja logró prestar auxilios de primera necesidad por cerca de dos millones de dólares. Igualmente con el consenso de la Cruz Roja de Alemania y Finlandia, auspició trabajos de reconstrucción y autoconstrucción de vivienda por 20 millones de pesos colombianos. Fueron tantos y tan variados sus programas de ayuda, que llegó incluso a lograr, con la colaboración del Instituto de Crédito Territorial, la solución de vivienda para 63 familias que vivían como "inquilinos" en el hacinado y marginal barrio Alfonso López, de Popayán.
Dos años después de¡ fatídico terremoto, aún no han cesado los estragos de este fenómeno natural que dejó tantas víctimas y destruyó tan rico patrimonio cultural e histórico rico de la nación. Sólo gracias a la magnanimidad del pueblo colombiano y a su solidaridad canalizada a través de la Cruz Roja, Popayán seguirá existiendo.
Naturaleza desatada.
La imponencia y belleza de la naturaleza colombiana suele a menudo desencadenar sus fuerzas para causar estragos que afligen a millares de colombianos. Es una procelosa naturaleza que se erige hermosa pero amenazante. Cuando se producen grandes lluvias en las remotas montañas del Perú o del Ecuador, entonces el río Amazonas se desborda y el rebalse de las aguas arrastra las humildes chozas ribereñas de los colonos y los indígenas. Entonces, los socorristas y damas grises de la Cruz Roja remontan en embarcaciones el Amazonas, tanto para llevar víveres a los damnificados como para vacunar e impedir epidemias o entregar frazadas a las comunidades de Ticunas y Yaguas, que habitan las orillas del río más caudaloso del mundo.
La temporada de lluvias que azotan al país en los meses finales de cada año también siembra estragos y desolación. Por lo general, los ríos Magdalena y Cauca se salen de madre y sus aguas anegan vastas extensiones de tierra. Las sementeras son arrasadas y de las humildes viviendas ribereñas en ocasiones sólo se alcanza a vislumbrar los techos entre las ciénagas. Las sabanas de la costa Caribe se convierten en lagunas ilímites y pueblos enteros tienen que ser evacuados. Se dan casos tan insólitos como el de un pueblo en la isla de Mompox, que cuando empieza a subir el río, todos sus pobladores se trasladan a tierras más altas. Es decir, desocupan el pueblo, se mudan, y al bajar las aguas regresan porque es una comunidad que tiene "un pueblo para el invierno y otro para el verano...".
Uno de los más fuertes inviernos de los últimos años afectó al país durante el postrer trimestre de 1984. La magnitud de las inundaciones se mide por la labor que desarrolló la Cruz Roja al atender aproximadamente 10 mil familias damnificadas en todo el país, especialmente los habitantes de los valles de los ríos Magdalena y Cauca. La atención de casi 80 mil personas demandó una inversión cercana al medio millón de dólares en auxilios varios, alimentos, ropas, frazadas, sábanas, cobertores, colchonetas y menajes de cocina. Las condiciones en las zonas afectadas fueron tan extremas, que el 10 por ciento de los damnificados debieron ser trasladados transitoriamente a albergues administrativos auspiciados por la Cruz Roja. Como es tradicional en cada temporada invernal de inundaciones, en esta emergencia nacional la institución de la Cruz Roja Colombiana no ahorró esfuerzo alguno en la atención de los necesitados.
Médicos lejanos.
A bordo de una avioneta que volaba entre San José de¡ Guaviare, en lo más profundo de la Orinoquia, y Villavicencio, la capital de los Llanos nos Orientales, iban como pasajeros un colono y su hijo. El padre era un hombre viejo, cetrino, de piel lacerada, un huilense que cinco años atrás había dejado su comarca y con su mujer y cuatro hijos se había internado en aquellas lejanas vegas del río Guaviare donde se encuentra la frontera entre la selva y los llanos. Se adentró en lo más profundo, derrumbó los árboles, construyó su rancho y sembró el maíz, la yuca y el plátano. Como era muy costoso sacar el grano porque se necesitaban varios días a pie por la selva, pensó cebar cerdos con el maíz y después venderlos en San José del Guaviare. Pero el tigre se comió uno por uno la piara de cerdos; después, para su mayor infelicidad, la malaria acabó con la vida de sus tres hijos mayores. Cuando el hijo menor se cayó del caballo y se fracturó la pierna derecha, el anciano vendió el caballo y con el dinero pagó los pasajes de avión para trasladar al niño al hospital de Villavicencio o a más de 300 kilómetros de donde se hallaba "fundado". Y este es apenas un ejemplo del drama social de los colombianos marginados y olvidados pertenecientes a los sectores más pobres de la población.
En Colombia de cada mil niños que nacen, 62 se mueren antes de cumplir los dos años. De igual manera, se sabe que sólo el 10 por ciento de la población dispone de los recursos económicos para cancelar gastos médicos y hospitalarios en caso de cualquier enfermedad o accidente. Asimismo, el noventa por ciento de los médicos del país se concentra en poblaciones de más de 30 mil habitantes, donde vive más del 50 por ciento de los colombianos. En las grandes ciudades el promedio de médicos se estima en por 800 habitantes, mientras que en los campos es de por 6.200 habitantes. Pero lo más preocupante es que de esos 62 de cada mil niños que fallecen, en su abrumadora mayoría se debe a infecciones gastrointestinales, tales como Gastritis y Enteritis, denominadas "enfermedades sociales" producto de la carencia de acueductos y alcantarillados adecuados en las ciudades y pueblos.
Ante este inquietante panorama de la salud en Colombia, un país donde igualmente existen clínicas y hospitales ultramodernos y programados mediante sistemas computarizados, entidades como la Cruz Roja colombiana adelantan? una importante labor médico social mediante programas de atención primaria en salud, educación de la comunidad y prácticas de medidas preventivas y de profilaxis, lo mismo que asistencia de bienestar social y promoción de la salud.
Por ello, sólo en 1984, la Cruz Roja Colombiana mostró un importante informe de actividades en el que se pueden destacar cifras como las siguientes: 511.094 consultas médicas, 119.312 atenciones odontológicas, 303.924 exámenes de laboratorio, 104.310 inyecciones, 124.761 vacunas aplicadas, 128.732 atenciones de primeros auxilios, 20.907 personas capacitadas (en cursos de Primeros Auxilios, Difusión, Atención Primaria, Socorrismo, Seguridad Acuática, etc.).
Estas cifras tienen un profundo significado en un país decidido a curar las enfermedades que padece su población. Es tan irrevocable este propósito que, igualmente durante 1984, distintos estamentos públicos y privados del país promocionaron una campaña de vacunación masiva para los niños de Colombia. Durante tres jornadas de vacunación se logró inmunizar aproximadamente un millón de niños, Esta fue una hazaña humana tan trascendental que las más importantes organizaciones internacionales de salud exaltaron y citaron como modelo mundial esta campaña. Sin embargo, se trata apenas de un paso pequeño de una empresa y un cometido gigantes.
La salud perdida.
Desde la perspectiva de los países desarrollados y de las sociedades opulentas, es difícil comprender el esfuerzo que significa en un país como Colombia, combatir problemas como son la precariedad en la prestación de servicios de educación y salud. La enorme capacidad de solidaridad de los colombianos no logra, sin embargo, modificar una nación con muchas limitaciones en cuanto a la capacidad de respuesta ante los desafíos de los grandes problemas sociales y ante las calamidades y desastres naturales que obviamente agravan aquéllos.
Y en Colombia los desafíos de solidaridad y capacidad médica se pueden producir en todo momento. Así ocurrió cuando el país entero se. encontró abocado a la movilización con motivo del maremoto que borró pueblos enteros en la costa Pacífica. En aquella madrugada El Charco en el Cauca, y San Juan de la Costa en el departamento de Nariño, fueron literalmente arrasados, y sólo así Colombia descubrió con asombro que eran comunidades tan remotas que ni siquiera figuraban todavía en los mapas. También cuando un río se represó y al amanecer rompió los diques, y de un sólo tajo se llevó a medio pueblo de El Playón, en el departamento de Santander, o cuando otra quebrada aparentemente mansa y rumorosa, se hinchó tanto con las lluvias que una tarde devastó miles de hectáreas en las planicies de Saravena.
Estas catástrofes y calamidades cotidianas someten permanentemente a prueba al país. Y de muchas maneras forjan su temple. El aporte de la Cruz Roja colombiana a tal empresa es invaluable, pero no sólo en las emergencias sino en las áreas de recreación y deporte, asistencia a la infancia ?la Cruz Roja cuenta con 12 guarderías y 7 al albergues? y también en el área de adiestramiento y capacitación para emergencias con sus 14 escuelas de socorrismo y 7 centros de seguridad acuática.
Para cumplir esta empresa se cuenta con un verdadero ejército neutral y humanitario de 1.336 damas grises distribuidas en 67 grupos, 24.969 juveniles disgregados a lo largo y ancho del territorio colombiano en 117 grupos y 4.118 socorristas igualmente distribuidos en 86 grupos nacionales.
En los departamentos, intendencias y comisarías del país se encuentran las cabezas de las 26 seccionales de la Cruz Roja de Colombia. Pero 2 cada caño selvático, alguna vez se desplaza una ¡ancha con sus voluntarios. A cada aldea llegan las damas grises a vacunar. Todo barrio marginal recibe la visita de sus juveniles. Cada lugar del país donde se produce un accidente recibe la presencia inmediata de sus socorristas. En las noches de las grandes ciudades las ambulancias de la Cruz Roja corren veloces por sus calles y avenidas, ya sea transportando heridos o enfermos graves o simplemente asistiendo en brigadas especiales a los niños abandonados que deambulan por la entraña solitaria de la ciudad.
Cada 8 de mayo, en cada pecho de los 28 millones de colombianos se observa la banderita roja como señal de contribución voluntaria de toda la comunidad nacional al día de la Cruz Roja, para conmemorar su fecha y recaudar fondos con destino a sus innumerables e importantes actividades. Es la misma bandera de la Cruz Roja que flamea o transita sita en la espalda o en el pecho de los voluntarios, a lo largo, a lo ancho y en lo profundo de un país verde, intenso, grandioso en ocasiones, injusto en otras, próspero aquí, desarrollado, arcaico, hermoso, tenaz, construido de oro y de lodo, como todos los hombres de la tierra...