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- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
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- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
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- Herederos de los Incas (1996)
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Colombia y sus orquídeas
Nombre científico: Sievekingia fimbriata // Clima: cálido
Nombre científico: Barbosella cucullata // Clima: frío
Nombre científico: Clowesia warscewiczii // Clima: cálido
Nombre científico: Coryanthes macrantha // Clima: cálido
Nombre científico: Rodriguezia lanceolata // Clima: cálido
Nombre científico: Embreea rodigasiana // Clima: cálido
Nombre científico: Lepanthopsis floripecten // Clima: medio, frío
Nombre científico: Trichoceros antennifer // Clima: frío
Nombre científico: Cycnoches barthiorum // Clima: cálido
Texto de: Pedro Ortiz Valdivieso S. J.
Hay quienes piensan que las orquídeas son las flores más hermosas del mundo.
¿En qué consiste su belleza? Hay muchos factores que contribuyen a ello. Quizás el ?más notable sea su enorme variedad.
Ante todo en el colorido. Las orquídeas exhiben todos los colores: el blanco inmaculado, el blanco con manchas, el crema, el amarillo, el anaranjado, el rosado, el rojo intenso, el lila, el magenta, el morado, hasta el negro —al menos algo parecido al negro—. El menos frecuente es el azul, pero hay orquídeas naturales de ese color. También se ven manchas de todo tipo: puntos pequeños, manchas grandes, rayas.
Luego la forma. Desde las más sencillas, como las de una Stelis, hasta las más complicadas, como las de una Stanhopea o una Coryanthes. Aunque todas las orquídeas tienen tres sépalos y tres pétalos, estos pueden variar enormemente.
También está el tamaño. Una flor de orquídea puede ir desde medio metro —si se cuenta la longitud de los pétalos de algunos “zapaticos”— hasta los 2 milímetros de algunas orquídeas miniatura que solo se pueden apreciar con una buena lupa.
Uno de los aspectos más sorprendentes de las orquídeas es la manera como atraen a sus polinizadores. Muchas exhalan fragancias exquisitas y también olores que para nosotros resultan repugnantes pero que para algunos insectos son muy apetecibles. Otras les ofrecen néctar; otras les tienden trampas para atraparlos. Con una inmensa variedad de recursos se aseguran de que pájaros o insectos les sirvan de polinizadores.
Colombia es un país privilegiado por su enorme biodiversidad, favorecida por un territorio rico en variedad climática, con sus tres cordilleras andinas, su Sierra Nevada de Santa Marta, sus enormes territorios de la Amazonia y la Orinoquia, sus dos costas oceánicas y su península de La Guajira.
Este libro ofrece una muestra de esa gran variedad y belleza, captada por la lente de un hábil fotógrafo. Se trata de un abrebocas que estimule el interés por conocer más a fondo este maravilloso mundo y que incite a todos a proteger este recurso tan rico que poseemos y a cultivar y propagar estas maravillas.
¿Qué es una orquídea?
Para los botánicos las orquídeas forman una familia: la familia de las orquídeas o, más técnicamente, “las orquidáceas”. Es la familia más numerosa en especies del reino vegetal. Se calculan en 30 000 las especies esparcidas en todo el mundo. Pero, donde más abundan es en las zonas tropicales de todos los continentes. Colombia es uno de los países con mayor variedad de orquídeas. Se puede calcular que, cuando se reporten todas las especies existentes, su número pasará de 5 000.
Frente a esa variedad tan grande, nos podemos preguntar qué es lo que caracteriza a una orquídea. Todas las orquídeas tienen tres sépalos: un sépalo dorsal y dos laterales. Tienen también tres pétalos, pero el tercero suele tener forma, colorido, tamaño y ornamentación especiales, que lo distinguen claramente de los otros, pues desempeña un papel específico en la atracción de los polinizadores. A este tercer pétalo se le da el nombre de “labelo”.
Pero lo más distintivo de las orquídeas es la manera como están formados los órganos propiamente reproductores —los estambres y el pistilo— que se encuentran agrupados en un órgano denominado “columna”. El polen no tiene consistencia de polvo suelto sino que forma unas masitas, más o menos duras, llamadas “polinios”. Estas masitas suelen estar protegidas en una especie de capucha, de nombre “antera”. El pistilo suele tener forma de una masa pegajosa —conocida como “estigma”—, a donde el agente polinizador —un insecto, un colibrí— lleva los polinios para fecundar la flor. La forma como están conformados los diversos elementos que integran la columna, distingue los diversos grupos de orquídeas. ?
Otro aspecto típico de las orquídeas es que sus semillas son microscópicas —en una cápsula puede haber centenas de millares— y carecen de sustancias nutritivas, dependiendo de que ciertos hongos les suministren las sustancias necesarias para germinar y desarrollarse. Después ya pueden defenderse solas. Estas son algunas de las características de las orquídeas:
Tallos que no parecen tallos
Como muchas de las orquídeas son epifitas, es decir, crecen sobre troncos o ramas de árboles —pero no se alimentan de su savia—, o a veces crecen sobre piedras, necesitan guardar alimento para las épocas de sequía. Esto lo hacen los tallos, llamados “seudobulbos”, que con frecuencia se engruesan y abultan. ¿Por qué “seudobulbos”, o sea, falsos bulbos? Porque los verdaderos bulbos son los de las cebollas o los de las azucenas, que están formados por la base de las hojas. Los de las orquídeas son verdaderos tallos que se engruesan para conservar agua y otras reservas alimenticias. Esta característica permite a las orquídeas sobrevivir a prolongados períodos de sequía.
Pero no todas las orquídeas tienen seudobulbos. Hay muchas que tienen tallos delgados, a manera de cañas. Muchas especies de Epidendrum o de Sobralia, que vemos con frecuencia en los barrancos de las carreteras, tienen este tipo de tallos. Muchas veces estas encuentran en el suelo, en el humus, en la hojarasca o en el musgo, la humedad necesaria, por lo cual no necesitan seudobulbos.
Aunque la mayoría de nuestras orquídeas, y sobre todo las más apreciadas como las Cattleyas, son epifitas, hay orquídeas auténticamente terrestres. Muchas de las orquídeas terrestres son pequeñas y de flores poco vistosas, y casi nadie les dedica atención. Pero si las observamos con cuidado, encontraremos los rasgos de familia.
Flores al revés
Algo notable en las flores de orquídeas es una torsión que muchas realizan alrededor de su eje para asumir una determinada posición, de manera que el observador que mira una de estas flores de lado, que es la posición más frecuente, ve la columna encima del labelo. Se suele hablar de “resupinación”. Flores resupinadas son aquellas en que la columna está encima del labelo. Este es el caso más frecuente en las orquídeas. Pero hay algunas en que el labelo queda encima de la columna y nos da la impresión de que la flor está “patas arriba”.
Pero hay un grupo bastante grande de orquídeas de flores muy llamativas que tienen otra particularidad: las flores no crecen hacia arriba como en la mayoría de las plantas, sino hacia abajo. Se habla de inflorescencias péndulas. Obviamente se trata de plantas que crecen en los troncos de los árboles. A este grupo pertenecen orquídeas como las que vulgarmente se llaman “toritos” —Stanhopea—, “calaveras” —Acineta— y otras que no tienen nombre vulgar: Coryanthes, Gongora, Lueddemannia. En estos casos, el labelo puede quedar debajo de la columna —toritos y calaveras— o encima de la columna —góngoras—. En algunos casos las inflorescencias crecen desde la base del seudobulbo y desde el primer momento lo hacen hacia abajo. Esto es esencial para el cultivo: se deben cultivar en canastas que permitan a la inflorescencia crecer hacia abajo. Otras, como las góngoras, desarrollan inflorescencias que primero crecen hacia arriba y luego se arquean de manera que la mayor parte queda péndula.
Pero hay también flores que miran hacia arriba. En tal caso no se puede hablar de resupinación propiamente. De este tipo son, por ejemplo, las cunas de Venus —Anguloa—.
Caprichos de las formas
Una de las características de las orquídeas es la variedad inmensa de las formas, variedad en las partes vegetativas y variedad en las flores.
Desde luego, en las orquídeas no hay propiamente árboles. Son todas plantas relativamente pequeñas. Pero esto no quiere decir que todas tengan apenas unos cuantos centímetros de altura. Una planta de Galeola —que es una orquídea de Asia en forma de liana— puede alcanzar 40 metros de longitud. Algunas plantas de Sobralia, que se ven en los barrancos de nuestra tierra, pueden alcanzar hasta 5 metros de altura. Por otro lado, hay planticas de Platystele que apenas alcanzan uno o dos centímetros de altura.
Las hojas pueden ser como las de las catleyas que conocemos, pero hay orquídeas que tienen hojas plegadas o plicadas, como las de muchas palmitas. En otros casos las hojas son lateralmente aplanadas y no tienen haz y envés como las otras, sino que muestran los lados o son de contorno cilíndrico. Algunas son duras y carnosas, mientras otras son tenues y delicadas.
La mayor variedad se percibe en las flores. Teniendo todas el mismo esquema general —tres sépalos y tres pétalos—, las formas de unos y otros pueden variar mucho. En algunas son los sépalos los más vistosos, en otras los pétalos. En algunas los sépalos pueden unirse formando una copa. En la mayoría el labelo es el que más llama la atención. En otras, en cambio, este puede ser pequeñito; puede ser simple y muy complicado; puede tener forma de zapato o de copa. Es difícil describir con palabras las diversas formas. Esperamos que las imágenes den alguna idea de la inmensa variedad.
Por ejemplo, a más de una orquídea se le ha encontrado un parecido con las mariposas y eso se refleja en los nombres. Uno de los géneros más populares de orquídeas asiáticas se llama Phalaenopsis, que en griego quiere decir “aspecto de mariposa nocturna”. La semejanza está en que los pétalos de estas orquídeas son muy grandes y extendidos. También hay una orquídea colombiana —conocida en algunos sitios como “santa bárbara”— que tiene esta palabra como epíteto específico: Miltoniopsis phalaenopsis. Pero hay otro género que indica lo mismo con otro nombre: Psychopsis, palabra que en griego significa “aspecto de mariposa”. En este caso los pétalos semejan antenas y la columna se parece a la cabeza. Y hay una especie que tiene doblemente ese significado: Psychopsis papilio —papilio en latín quiere decir mariposa—.
Al género Dracula le dieron ese nombre por el supuesto parecido con el conde Drácula y porque en latín la palabra significa “pequeño dragón”. Una de esas especies se llama Dracula simia por su parecido con un simio. El color y el olor de muchas de estas especies, como de carne podrida, atraen a las moscas que las polinizan.
Más sorprendente es el parecido —que a nosotros se nos antojaría intencional— de algunas orquídeas con las hembras de los insectos por los que son polinizadas. Se trata en realidad de un verdadero engaño, tan real que los insectos tratan de copular con la flor ¡creyendo que se trata de su hembra!
Flores masculinas y flores femeninas
La mayoría de las flores de orquídeas tiene órganos masculinos —polinios— y femeninos —estigma— funcionales. Es decir, son flores hermafroditas. Pero hay un grupo de orquídeas que tiene flores unisexuales, o al menos que funcionan solo como masculinas o femeninas.
Tal es el caso de las orquídeas de los géneros Catasetum y Cycnoches. En este género las flores masculinas se distinguen porque en la mayoría de los casos, no siempre, son resupinadas y la columna no solo tiene polinios bien desarrollados sino que las flores tienen unos filamentos que se dirigen hacia abajo, llamados antenas, que tienen una propiedad muy interesante: cuando el insecto polinizador o cualquier otro los toca, el polen salta de inmediato y se le pega para que lo lleve a una flor femenina. Estas flores no producen semillas. Las flores femeninas, en cambio, no son resupinadas; el labelo, que ocupa la parte superior de la flor, en forma de jarro boca abajo, no tiene antenas, pero sí cuenta con el estigma funcional. Estas son las que producen semillas. Como sucede en el caso de muchas aves, el sexo bello son aquí los machos, no las hembras, que tratan más bien de pasar desapercibidas.
Las reinas de la selva
Con frecuencia asociamos las orquídeas con las selvas. Y no sin razón. Werner Hopp, un ingeniero alemán que vino a Colombia a principios del siglo xx se interesó también con gran dedicación en recolectar orquídeas que luego enviaba a Rudolf Schlechter, el célebre orquideólogo de Berlín. Sobre una visita a la región del Putumayo en 1922 dijo lo siguiente: “Con solo derribar uno de los gigantes de la selva virgen se encontraron 40 especies de orquídeas florecidas simultáneamente, y si se tiene en cuenta que mi interés especial era la colección de mariposas y que yo solo pude dedicar unos pocos días y con mal tiempo a la recolección de orquídeas, no queda duda de que en esa región aún queda por descubrir una multitud enorme de orquídeas”.
Otro tanto puede decirse de las selvas del Chocó y del Amazonas. Las orquídeas son realmente las reinas de la selva. Es en estas zonas, en las selvas tropicales, donde las orquídeas han alcanzado su mayor diversificación y donde crecen con mayor profusión.
La destrucción de las selvas es la destrucción del hábitat de las orquídeas y, por consiguiente, la pérdida irreparable de este tesoro natural.
A este propósito, hay que recordar que en Colombia las orquídeas no son de un solo clima. Las hay de todos los climas o pisos térmicos: caliente, medio y frío, incluso hasta muy frío, cerca de las nieves perpetuas.
También en los barrancos
Para fortuna nuestra y de ellas, las orquídeas también crecen en lugares menos románticos y misteriosos. A veces se dan con profusión en los barrancos y taludes de carreteras y caminos.
Varias especies del género Sobralia, como Sobralia mutisii, S. violacea y otras, crecen en los barrancos, en lugares bastante inaccesibles, pero que adornan con sus bellas flores nuestros caminos.
Unas orquídeas que todos seguramente habrán visto, tal vez sin caer en cuenta de que son orquídeas, son varias especies del género Epidendrum. Epidendrum secundum se encuentra en casi todos los caminos de Colombia y con sus pequeñas flores blancas, amarillas, moradas y multitud de tonos intermedios, ponen un toque de color en el verde de los matorrales. Lo mismo sucede con el Epidendrum ibaguense, con flores de color rojo intenso o amarillo.
No es raro encontrar otras especies de Epidendrum, Pleurothallis, Stelis, en esos sitios. Hay que saber mirar con ojos atentos para descubrir, aun en los lugares más inesperados, miniaturas de belleza sorprendente.
Bellas por un día
Algunas orquídeas pueden durar frescas semanas enteras, incluso después de cortadas. Estas son favoritas de los horticultores. En otros casos las flores se van abriendo una tras otra — las inflorescencias sucesivas— y cuando una se marchita viene enseguida otra que la reemplaza. Sin embargo, hay algunas orquídeas que se pueden llamar con razón “bellas de un día”, se abren por la mañana y se marchitan por la tarde. En este corto período de apertura deben contar con la suerte de que el polinizador las visite y transporte el polen de una flor a otra. Es claro que muchas flores no se fecundan.
A este grupo pertenecen muchas de las del género Sobralia, que pueden ser tan grandes como las de las catleyas y competir en belleza con cualquier otra orquídea. En realidad, están entre las más bellas de la familia. Pero muchas no duran más de un día abiertas. Por otra parte, la época de floración tampoco dura todo el año, apenas se prolonga por unos dos o tres meses.
Orquídeas e insectos
El polen de las orquídeas no es transportado por el viento como es el caso de muchas otras plantas. Las orquídeas necesitan un agente animal que transporte el polen y fecunde otra flor. Aunque algunas se autopolinizan, esto no es lo más común.
Los más frecuentes agentes polinizadores de las orquídeas son los insectos, en especial abejas, abejorros, moscas, zancudos, avispas y mariposas. También hay orquídeas que son polinizadas por colibríes e incluso por murciélagos. Para que dichos animalitos las visiten, estas flores les ofrecen diversos atractivos: alimento en forma de néctar, de sustancias farináceas y, sobre todo, fragancias que los insectos buscan para procesar como alimento. El labelo y la columna de las orquídeas suelen tener unos osmóforos —productores de fragancias— que atraen a los insectos, a veces desde muy lejos. Lo interesante es que hay más orquídeas que insectos polinizadores, y para evitar que se produzca una polinización cruzada indeseable, cada flor de orquídea tiene una forma y un tamaño propios que hacen que el polinario se deposite en un sitio propio y adecuado del insecto para realizar la polinización de la especie correcta.
La atracción de los insectos por las orquídeas puede tener un grado de sofisticación muy grande. En el género Coryanthes, cerca de la base de la columna, hay unas glándulas que segregan un líquido que se deposita en un recipiente que forma el labelo. La abeja que viene en busca de la fragancia, cae en este recipiente y solo puede salir por un orificio donde está el polinario. Al salir se lo lleva y lo deposita en otra flor. En el género Catasetum las flores masculinas tienen unas antenas que, al ser tocadas por el insecto, despiden con fuerza el polinario, que se deposita en el tórax del insecto y este lo lleva a una flor femenina.
En algunos casos se presenta la seudocopulación en flores que imitan la apariencia, el color, los pelos y hasta el olor de las hembras de abejorros buscadas por los machos.
Los colibríes son atraídos por el color rojo vivo, el néctar y la forma de copa de algunas flores de orquídea. En ciertas flores el color y el olor atraen a algunas moscas.
Flor nacional
No es de extrañar que muchos países hayan escogido una orquídea como flor nacional. Tal es el caso de Colombia. Es cierto que no hay ninguna ley de la República que defina la flor nacional de nuestro país. Pero existen determinaciones más o menos oficiales, como la aparición de emisiones de estampillas o sellos de correo con esta designación. En 1936, por recomendación de la Academia Colombiana de Historia, se consideró la Cattleya trianae como flor nacional. Es indudablemente una flor colombiana, aunque afín y parecida a otras catleyas, y es originaria de una vasta zona del centro del país. Esta flor además se ha hecho muy popular en todo el mundo.
Por determinación oficial, el Odontoglossum luteopurpureum fue escogido como flor emblemática de Bogotá.
Por qué esos nombres tan raros
En la mayoría de las lenguas europeas las orquídeas nativas, que no pasan de unos pocos centenares, tienen nombres tradicionales. En una visita a la Sierra Nevada de Santa Marta nos encontramos con un indígena kogui y le mostramos cinco orquídeas pequeñitas: para cada una de ellas nos dio un nombre diferente. Infortunadamente, para nuestros campesinos todas las orquídeas son sencillamente “parásitas”. Algunas de las más llamativas tienen nombres populares. Hemos oído los siguientes nombres para varias orquídeas: mayos, lirios de mayo, sanjuanes, narditos, grisálidas, varas de san José, cuaresmas, toritos, calaveras. Pero esos nombres ni se conocen universalmente ni se aplican a las mismas especies en todas partes. Por estas razones, los botánicos han resuelto usar nombres que sean estables y universales, y para ello acudieron al latín, la lengua científica en el siglo xviii, cuando se decidió usar una nomenclatura fija. Fue Lineo, el padre de la botánica moderna, quien instauró el sistema de usar para cada especie de plantas y animales un nombre doble: el primero indica el género y es común a todas las especies de ese género, el segundo es propio de cada especie. Son como el nombre y apellido de cada planta y de cada animal. Como en el mundo existen varios millares de géneros de plantas, hay que darle a cada género un nombre diferente, que debe ser latino o latinizado. Dentro de cada género no se pueden repetir los epítetos específicos. En distintos géneros sí se pueden repetir. Estos nombres son aceptados en todos los países, a pesar de que en las diversas lenguas tengan nombres distintos. En esta forma se pueden entender los botánicos de todo el mundo*.
Los nombres aluden a alguna característica especial de las plantas. Epidendrum significa en griego “sobre árboles” porque muchas especies son epifitas. Otras veces honran al primero que las popularizó en Europa. Como Cattleya se nombró el género de unas orquídeas americanas en honor a W. Cattley, el primer horticultor que las dio a conocer en Inglaterra. En algunos casos el botánico que describió el género sencillamente le puso un nombre arbitrario. Por ejemplo, H. G. Reichenbach, un botánico alemán, le dio el nombre Aa, nadie sabe bien por qué, a un género de plantas terrestres de las zonas frías de Sudamérica.
Lo mismo pasa con el epíteto específico de la especie: encierra alguna característica de la especie, recuerda a alguien que se supone relacionado con la planta —el botánico que la publicó o el que la encontró— o reconoce el lugar donde fue hallada. El que algunas orquídeas sean llamadas “zapatilla de Venus” no le extrañará a quien haya visto una de estas flores: el labelo parece una zapatilla y los pétalos semejan los cordones sueltos.
Para qué sirven las orquídeas
El hombre moderno, utilitarista, puede preguntar para qué sirven las orquídeas. En la pregunta está implícita la idea: si no tienen utilidad práctica, son un simple adorno y nada más.
Es verdad que en la antigüedad se pensó que los bulbos de las orquídeas tenían poder afrodisíaco. Se creía que las plantas tenían propiedades de acuerdo con su apariencia. Si los bulbos de algunas orquídeas europeas parecían testículos —orkhis en griego— quería decir que se podían emplear con propiedades afrodisíacas. Esa sustancia se vendía, y aún se vende en el Oriente, con el nombre de salep. También los indios mexicanos atribuían valores curativos a la vainilla, mezclada con otras plantas. Otras orquídeas han sido utilizadas en diversas regiones, en Asia especialmente, como plantas medicinales o como alimento.
Pero la que se ha llamado orquídea comercial ha sido la vainilla, que, aunque muchos lo ignoran, es una orquídea. Sus frutos fermentados ya eran usados por los indios americanos para dar fragancia al chocolate y aún hoy día se emplea en algunas bebidas en su forma natural, a pesar de que la vainilla sintética haya suplantado a la natural en la mayor parte del mercado. Sin embargo, en algunas regiones existen grandes cultivos de vainilla para satisfacer esta demanda.
Realmente, las orquídeas tienen un valor esencialmente ornamental. Son bellas, y eso basta. El ser humano nunca dejará de admirar la belleza de las flores, como nunca dejará de admirar la poesía, la música y otras cosas que no tienen valor comercial. Desde las épocas más remotas, nuestros antepasados han cultivado las artes y han disfrutado la belleza de las cosas.
El cultivo comercial de las orquídeas, como flores ornamentales, se ha extendido enormemente en el último siglo, no solo en Europa y Estados Unidos, donde hay cultivos comerciales muy grandes, con todas las técnicas modernas. También en Asia y en nuestro país muchos han visto su gran potencial. Un potencial que, bien llevado, puede producir no solo inmensas satisfacciones a los amantes de la belleza de las flores, sino emolumentos económicos a los cultivadores.
¿Se extinguirán las orquídeas?
Las orquídeas están amenazadas. Los peligros que las agobian son de distinto orden.
El primero es la destrucción de su hábitat natural —en muchos casos los bosques, que están desapareciendo a un ritmo impresionante—. La tala de bosques para aprovechar la madera con fines agrícolas o urbanísticos, está acabando con el medio natural donde crecen las orquídeas. En nuestra patria una de las mayores calamidades ecológicas es la destrucción del bosque para sembrar cultivos ilícitos —marihuana, amapola, coca... Al paso que vamos, muy poco va a quedar de nuestras riquezas forestales.
El segundo es el uso de pesticidas que acaba con los agentes polinizadores —insectos, pájaros— que aseguran su propagación. Sin la producción de semilla, las pocas orquídeas que sobrevivan quedan limitadas solo a la propagación vegetativa, que es mucho más lenta y reducida.
En tercer lugar, está la explotación excesiva, causada en parte por los mismos aficionados a las orquídeas. Muchos “materos” arrasan con las existencias de orquídeas, para evitar la competencia y asegurar precios altos. En el siglo antepasado Colombia fue víctima de aventureros europeos que acabaron con muchas de nuestras más bellas orquídeas. Las sacaban por toneladas y muchas de ellas ni siquiera llegaban a su destino, debido a los largos viajes, al calor, a los naufragios y a otras calamidades.
Debemos hacer un esfuerzo por:
- salvar lo que nos queda del medio ambiente
- proteger las especies que aún tenemos
- proteger la fauna
- multiplicar artificialmente el mayor número posible de especies
- fomentar entre los aficionados el cultivo de plantas producidas en laboratorio o viveros especializados.
#AmorPorColombia
Colombia y sus orquídeas
Nombre científico: Sievekingia fimbriata // Clima: cálido
Nombre científico: Barbosella cucullata // Clima: frío
Nombre científico: Clowesia warscewiczii // Clima: cálido
Nombre científico: Coryanthes macrantha // Clima: cálido
Nombre científico: Rodriguezia lanceolata // Clima: cálido
Nombre científico: Embreea rodigasiana // Clima: cálido
Nombre científico: Lepanthopsis floripecten // Clima: medio, frío
Nombre científico: Trichoceros antennifer // Clima: frío
Nombre científico: Cycnoches barthiorum // Clima: cálido
Texto de: Pedro Ortiz Valdivieso S. J.
Hay quienes piensan que las orquídeas son las flores más hermosas del mundo.
¿En qué consiste su belleza? Hay muchos factores que contribuyen a ello. Quizás el ?más notable sea su enorme variedad.
Ante todo en el colorido. Las orquídeas exhiben todos los colores: el blanco inmaculado, el blanco con manchas, el crema, el amarillo, el anaranjado, el rosado, el rojo intenso, el lila, el magenta, el morado, hasta el negro —al menos algo parecido al negro—. El menos frecuente es el azul, pero hay orquídeas naturales de ese color. También se ven manchas de todo tipo: puntos pequeños, manchas grandes, rayas.
Luego la forma. Desde las más sencillas, como las de una Stelis, hasta las más complicadas, como las de una Stanhopea o una Coryanthes. Aunque todas las orquídeas tienen tres sépalos y tres pétalos, estos pueden variar enormemente.
También está el tamaño. Una flor de orquídea puede ir desde medio metro —si se cuenta la longitud de los pétalos de algunos “zapaticos”— hasta los 2 milímetros de algunas orquídeas miniatura que solo se pueden apreciar con una buena lupa.
Uno de los aspectos más sorprendentes de las orquídeas es la manera como atraen a sus polinizadores. Muchas exhalan fragancias exquisitas y también olores que para nosotros resultan repugnantes pero que para algunos insectos son muy apetecibles. Otras les ofrecen néctar; otras les tienden trampas para atraparlos. Con una inmensa variedad de recursos se aseguran de que pájaros o insectos les sirvan de polinizadores.
Colombia es un país privilegiado por su enorme biodiversidad, favorecida por un territorio rico en variedad climática, con sus tres cordilleras andinas, su Sierra Nevada de Santa Marta, sus enormes territorios de la Amazonia y la Orinoquia, sus dos costas oceánicas y su península de La Guajira.
Este libro ofrece una muestra de esa gran variedad y belleza, captada por la lente de un hábil fotógrafo. Se trata de un abrebocas que estimule el interés por conocer más a fondo este maravilloso mundo y que incite a todos a proteger este recurso tan rico que poseemos y a cultivar y propagar estas maravillas.
¿Qué es una orquídea?
Para los botánicos las orquídeas forman una familia: la familia de las orquídeas o, más técnicamente, “las orquidáceas”. Es la familia más numerosa en especies del reino vegetal. Se calculan en 30 000 las especies esparcidas en todo el mundo. Pero, donde más abundan es en las zonas tropicales de todos los continentes. Colombia es uno de los países con mayor variedad de orquídeas. Se puede calcular que, cuando se reporten todas las especies existentes, su número pasará de 5 000.
Frente a esa variedad tan grande, nos podemos preguntar qué es lo que caracteriza a una orquídea. Todas las orquídeas tienen tres sépalos: un sépalo dorsal y dos laterales. Tienen también tres pétalos, pero el tercero suele tener forma, colorido, tamaño y ornamentación especiales, que lo distinguen claramente de los otros, pues desempeña un papel específico en la atracción de los polinizadores. A este tercer pétalo se le da el nombre de “labelo”.
Pero lo más distintivo de las orquídeas es la manera como están formados los órganos propiamente reproductores —los estambres y el pistilo— que se encuentran agrupados en un órgano denominado “columna”. El polen no tiene consistencia de polvo suelto sino que forma unas masitas, más o menos duras, llamadas “polinios”. Estas masitas suelen estar protegidas en una especie de capucha, de nombre “antera”. El pistilo suele tener forma de una masa pegajosa —conocida como “estigma”—, a donde el agente polinizador —un insecto, un colibrí— lleva los polinios para fecundar la flor. La forma como están conformados los diversos elementos que integran la columna, distingue los diversos grupos de orquídeas. ?
Otro aspecto típico de las orquídeas es que sus semillas son microscópicas —en una cápsula puede haber centenas de millares— y carecen de sustancias nutritivas, dependiendo de que ciertos hongos les suministren las sustancias necesarias para germinar y desarrollarse. Después ya pueden defenderse solas. Estas son algunas de las características de las orquídeas:
Tallos que no parecen tallos
Como muchas de las orquídeas son epifitas, es decir, crecen sobre troncos o ramas de árboles —pero no se alimentan de su savia—, o a veces crecen sobre piedras, necesitan guardar alimento para las épocas de sequía. Esto lo hacen los tallos, llamados “seudobulbos”, que con frecuencia se engruesan y abultan. ¿Por qué “seudobulbos”, o sea, falsos bulbos? Porque los verdaderos bulbos son los de las cebollas o los de las azucenas, que están formados por la base de las hojas. Los de las orquídeas son verdaderos tallos que se engruesan para conservar agua y otras reservas alimenticias. Esta característica permite a las orquídeas sobrevivir a prolongados períodos de sequía.
Pero no todas las orquídeas tienen seudobulbos. Hay muchas que tienen tallos delgados, a manera de cañas. Muchas especies de Epidendrum o de Sobralia, que vemos con frecuencia en los barrancos de las carreteras, tienen este tipo de tallos. Muchas veces estas encuentran en el suelo, en el humus, en la hojarasca o en el musgo, la humedad necesaria, por lo cual no necesitan seudobulbos.
Aunque la mayoría de nuestras orquídeas, y sobre todo las más apreciadas como las Cattleyas, son epifitas, hay orquídeas auténticamente terrestres. Muchas de las orquídeas terrestres son pequeñas y de flores poco vistosas, y casi nadie les dedica atención. Pero si las observamos con cuidado, encontraremos los rasgos de familia.
Flores al revés
Algo notable en las flores de orquídeas es una torsión que muchas realizan alrededor de su eje para asumir una determinada posición, de manera que el observador que mira una de estas flores de lado, que es la posición más frecuente, ve la columna encima del labelo. Se suele hablar de “resupinación”. Flores resupinadas son aquellas en que la columna está encima del labelo. Este es el caso más frecuente en las orquídeas. Pero hay algunas en que el labelo queda encima de la columna y nos da la impresión de que la flor está “patas arriba”.
Pero hay un grupo bastante grande de orquídeas de flores muy llamativas que tienen otra particularidad: las flores no crecen hacia arriba como en la mayoría de las plantas, sino hacia abajo. Se habla de inflorescencias péndulas. Obviamente se trata de plantas que crecen en los troncos de los árboles. A este grupo pertenecen orquídeas como las que vulgarmente se llaman “toritos” —Stanhopea—, “calaveras” —Acineta— y otras que no tienen nombre vulgar: Coryanthes, Gongora, Lueddemannia. En estos casos, el labelo puede quedar debajo de la columna —toritos y calaveras— o encima de la columna —góngoras—. En algunos casos las inflorescencias crecen desde la base del seudobulbo y desde el primer momento lo hacen hacia abajo. Esto es esencial para el cultivo: se deben cultivar en canastas que permitan a la inflorescencia crecer hacia abajo. Otras, como las góngoras, desarrollan inflorescencias que primero crecen hacia arriba y luego se arquean de manera que la mayor parte queda péndula.
Pero hay también flores que miran hacia arriba. En tal caso no se puede hablar de resupinación propiamente. De este tipo son, por ejemplo, las cunas de Venus —Anguloa—.
Caprichos de las formas
Una de las características de las orquídeas es la variedad inmensa de las formas, variedad en las partes vegetativas y variedad en las flores.
Desde luego, en las orquídeas no hay propiamente árboles. Son todas plantas relativamente pequeñas. Pero esto no quiere decir que todas tengan apenas unos cuantos centímetros de altura. Una planta de Galeola —que es una orquídea de Asia en forma de liana— puede alcanzar 40 metros de longitud. Algunas plantas de Sobralia, que se ven en los barrancos de nuestra tierra, pueden alcanzar hasta 5 metros de altura. Por otro lado, hay planticas de Platystele que apenas alcanzan uno o dos centímetros de altura.
Las hojas pueden ser como las de las catleyas que conocemos, pero hay orquídeas que tienen hojas plegadas o plicadas, como las de muchas palmitas. En otros casos las hojas son lateralmente aplanadas y no tienen haz y envés como las otras, sino que muestran los lados o son de contorno cilíndrico. Algunas son duras y carnosas, mientras otras son tenues y delicadas.
La mayor variedad se percibe en las flores. Teniendo todas el mismo esquema general —tres sépalos y tres pétalos—, las formas de unos y otros pueden variar mucho. En algunas son los sépalos los más vistosos, en otras los pétalos. En algunas los sépalos pueden unirse formando una copa. En la mayoría el labelo es el que más llama la atención. En otras, en cambio, este puede ser pequeñito; puede ser simple y muy complicado; puede tener forma de zapato o de copa. Es difícil describir con palabras las diversas formas. Esperamos que las imágenes den alguna idea de la inmensa variedad.
Por ejemplo, a más de una orquídea se le ha encontrado un parecido con las mariposas y eso se refleja en los nombres. Uno de los géneros más populares de orquídeas asiáticas se llama Phalaenopsis, que en griego quiere decir “aspecto de mariposa nocturna”. La semejanza está en que los pétalos de estas orquídeas son muy grandes y extendidos. También hay una orquídea colombiana —conocida en algunos sitios como “santa bárbara”— que tiene esta palabra como epíteto específico: Miltoniopsis phalaenopsis. Pero hay otro género que indica lo mismo con otro nombre: Psychopsis, palabra que en griego significa “aspecto de mariposa”. En este caso los pétalos semejan antenas y la columna se parece a la cabeza. Y hay una especie que tiene doblemente ese significado: Psychopsis papilio —papilio en latín quiere decir mariposa—.
Al género Dracula le dieron ese nombre por el supuesto parecido con el conde Drácula y porque en latín la palabra significa “pequeño dragón”. Una de esas especies se llama Dracula simia por su parecido con un simio. El color y el olor de muchas de estas especies, como de carne podrida, atraen a las moscas que las polinizan.
Más sorprendente es el parecido —que a nosotros se nos antojaría intencional— de algunas orquídeas con las hembras de los insectos por los que son polinizadas. Se trata en realidad de un verdadero engaño, tan real que los insectos tratan de copular con la flor ¡creyendo que se trata de su hembra!
Flores masculinas y flores femeninas
La mayoría de las flores de orquídeas tiene órganos masculinos —polinios— y femeninos —estigma— funcionales. Es decir, son flores hermafroditas. Pero hay un grupo de orquídeas que tiene flores unisexuales, o al menos que funcionan solo como masculinas o femeninas.
Tal es el caso de las orquídeas de los géneros Catasetum y Cycnoches. En este género las flores masculinas se distinguen porque en la mayoría de los casos, no siempre, son resupinadas y la columna no solo tiene polinios bien desarrollados sino que las flores tienen unos filamentos que se dirigen hacia abajo, llamados antenas, que tienen una propiedad muy interesante: cuando el insecto polinizador o cualquier otro los toca, el polen salta de inmediato y se le pega para que lo lleve a una flor femenina. Estas flores no producen semillas. Las flores femeninas, en cambio, no son resupinadas; el labelo, que ocupa la parte superior de la flor, en forma de jarro boca abajo, no tiene antenas, pero sí cuenta con el estigma funcional. Estas son las que producen semillas. Como sucede en el caso de muchas aves, el sexo bello son aquí los machos, no las hembras, que tratan más bien de pasar desapercibidas.
Las reinas de la selva
Con frecuencia asociamos las orquídeas con las selvas. Y no sin razón. Werner Hopp, un ingeniero alemán que vino a Colombia a principios del siglo xx se interesó también con gran dedicación en recolectar orquídeas que luego enviaba a Rudolf Schlechter, el célebre orquideólogo de Berlín. Sobre una visita a la región del Putumayo en 1922 dijo lo siguiente: “Con solo derribar uno de los gigantes de la selva virgen se encontraron 40 especies de orquídeas florecidas simultáneamente, y si se tiene en cuenta que mi interés especial era la colección de mariposas y que yo solo pude dedicar unos pocos días y con mal tiempo a la recolección de orquídeas, no queda duda de que en esa región aún queda por descubrir una multitud enorme de orquídeas”.
Otro tanto puede decirse de las selvas del Chocó y del Amazonas. Las orquídeas son realmente las reinas de la selva. Es en estas zonas, en las selvas tropicales, donde las orquídeas han alcanzado su mayor diversificación y donde crecen con mayor profusión.
La destrucción de las selvas es la destrucción del hábitat de las orquídeas y, por consiguiente, la pérdida irreparable de este tesoro natural.
A este propósito, hay que recordar que en Colombia las orquídeas no son de un solo clima. Las hay de todos los climas o pisos térmicos: caliente, medio y frío, incluso hasta muy frío, cerca de las nieves perpetuas.
También en los barrancos
Para fortuna nuestra y de ellas, las orquídeas también crecen en lugares menos románticos y misteriosos. A veces se dan con profusión en los barrancos y taludes de carreteras y caminos.
Varias especies del género Sobralia, como Sobralia mutisii, S. violacea y otras, crecen en los barrancos, en lugares bastante inaccesibles, pero que adornan con sus bellas flores nuestros caminos.
Unas orquídeas que todos seguramente habrán visto, tal vez sin caer en cuenta de que son orquídeas, son varias especies del género Epidendrum. Epidendrum secundum se encuentra en casi todos los caminos de Colombia y con sus pequeñas flores blancas, amarillas, moradas y multitud de tonos intermedios, ponen un toque de color en el verde de los matorrales. Lo mismo sucede con el Epidendrum ibaguense, con flores de color rojo intenso o amarillo.
No es raro encontrar otras especies de Epidendrum, Pleurothallis, Stelis, en esos sitios. Hay que saber mirar con ojos atentos para descubrir, aun en los lugares más inesperados, miniaturas de belleza sorprendente.
Bellas por un día
Algunas orquídeas pueden durar frescas semanas enteras, incluso después de cortadas. Estas son favoritas de los horticultores. En otros casos las flores se van abriendo una tras otra — las inflorescencias sucesivas— y cuando una se marchita viene enseguida otra que la reemplaza. Sin embargo, hay algunas orquídeas que se pueden llamar con razón “bellas de un día”, se abren por la mañana y se marchitan por la tarde. En este corto período de apertura deben contar con la suerte de que el polinizador las visite y transporte el polen de una flor a otra. Es claro que muchas flores no se fecundan.
A este grupo pertenecen muchas de las del género Sobralia, que pueden ser tan grandes como las de las catleyas y competir en belleza con cualquier otra orquídea. En realidad, están entre las más bellas de la familia. Pero muchas no duran más de un día abiertas. Por otra parte, la época de floración tampoco dura todo el año, apenas se prolonga por unos dos o tres meses.
Orquídeas e insectos
El polen de las orquídeas no es transportado por el viento como es el caso de muchas otras plantas. Las orquídeas necesitan un agente animal que transporte el polen y fecunde otra flor. Aunque algunas se autopolinizan, esto no es lo más común.
Los más frecuentes agentes polinizadores de las orquídeas son los insectos, en especial abejas, abejorros, moscas, zancudos, avispas y mariposas. También hay orquídeas que son polinizadas por colibríes e incluso por murciélagos. Para que dichos animalitos las visiten, estas flores les ofrecen diversos atractivos: alimento en forma de néctar, de sustancias farináceas y, sobre todo, fragancias que los insectos buscan para procesar como alimento. El labelo y la columna de las orquídeas suelen tener unos osmóforos —productores de fragancias— que atraen a los insectos, a veces desde muy lejos. Lo interesante es que hay más orquídeas que insectos polinizadores, y para evitar que se produzca una polinización cruzada indeseable, cada flor de orquídea tiene una forma y un tamaño propios que hacen que el polinario se deposite en un sitio propio y adecuado del insecto para realizar la polinización de la especie correcta.
La atracción de los insectos por las orquídeas puede tener un grado de sofisticación muy grande. En el género Coryanthes, cerca de la base de la columna, hay unas glándulas que segregan un líquido que se deposita en un recipiente que forma el labelo. La abeja que viene en busca de la fragancia, cae en este recipiente y solo puede salir por un orificio donde está el polinario. Al salir se lo lleva y lo deposita en otra flor. En el género Catasetum las flores masculinas tienen unas antenas que, al ser tocadas por el insecto, despiden con fuerza el polinario, que se deposita en el tórax del insecto y este lo lleva a una flor femenina.
En algunos casos se presenta la seudocopulación en flores que imitan la apariencia, el color, los pelos y hasta el olor de las hembras de abejorros buscadas por los machos.
Los colibríes son atraídos por el color rojo vivo, el néctar y la forma de copa de algunas flores de orquídea. En ciertas flores el color y el olor atraen a algunas moscas.
Flor nacional
No es de extrañar que muchos países hayan escogido una orquídea como flor nacional. Tal es el caso de Colombia. Es cierto que no hay ninguna ley de la República que defina la flor nacional de nuestro país. Pero existen determinaciones más o menos oficiales, como la aparición de emisiones de estampillas o sellos de correo con esta designación. En 1936, por recomendación de la Academia Colombiana de Historia, se consideró la Cattleya trianae como flor nacional. Es indudablemente una flor colombiana, aunque afín y parecida a otras catleyas, y es originaria de una vasta zona del centro del país. Esta flor además se ha hecho muy popular en todo el mundo.
Por determinación oficial, el Odontoglossum luteopurpureum fue escogido como flor emblemática de Bogotá.
Por qué esos nombres tan raros
En la mayoría de las lenguas europeas las orquídeas nativas, que no pasan de unos pocos centenares, tienen nombres tradicionales. En una visita a la Sierra Nevada de Santa Marta nos encontramos con un indígena kogui y le mostramos cinco orquídeas pequeñitas: para cada una de ellas nos dio un nombre diferente. Infortunadamente, para nuestros campesinos todas las orquídeas son sencillamente “parásitas”. Algunas de las más llamativas tienen nombres populares. Hemos oído los siguientes nombres para varias orquídeas: mayos, lirios de mayo, sanjuanes, narditos, grisálidas, varas de san José, cuaresmas, toritos, calaveras. Pero esos nombres ni se conocen universalmente ni se aplican a las mismas especies en todas partes. Por estas razones, los botánicos han resuelto usar nombres que sean estables y universales, y para ello acudieron al latín, la lengua científica en el siglo xviii, cuando se decidió usar una nomenclatura fija. Fue Lineo, el padre de la botánica moderna, quien instauró el sistema de usar para cada especie de plantas y animales un nombre doble: el primero indica el género y es común a todas las especies de ese género, el segundo es propio de cada especie. Son como el nombre y apellido de cada planta y de cada animal. Como en el mundo existen varios millares de géneros de plantas, hay que darle a cada género un nombre diferente, que debe ser latino o latinizado. Dentro de cada género no se pueden repetir los epítetos específicos. En distintos géneros sí se pueden repetir. Estos nombres son aceptados en todos los países, a pesar de que en las diversas lenguas tengan nombres distintos. En esta forma se pueden entender los botánicos de todo el mundo*.
Los nombres aluden a alguna característica especial de las plantas. Epidendrum significa en griego “sobre árboles” porque muchas especies son epifitas. Otras veces honran al primero que las popularizó en Europa. Como Cattleya se nombró el género de unas orquídeas americanas en honor a W. Cattley, el primer horticultor que las dio a conocer en Inglaterra. En algunos casos el botánico que describió el género sencillamente le puso un nombre arbitrario. Por ejemplo, H. G. Reichenbach, un botánico alemán, le dio el nombre Aa, nadie sabe bien por qué, a un género de plantas terrestres de las zonas frías de Sudamérica.
Lo mismo pasa con el epíteto específico de la especie: encierra alguna característica de la especie, recuerda a alguien que se supone relacionado con la planta —el botánico que la publicó o el que la encontró— o reconoce el lugar donde fue hallada. El que algunas orquídeas sean llamadas “zapatilla de Venus” no le extrañará a quien haya visto una de estas flores: el labelo parece una zapatilla y los pétalos semejan los cordones sueltos.
Para qué sirven las orquídeas
El hombre moderno, utilitarista, puede preguntar para qué sirven las orquídeas. En la pregunta está implícita la idea: si no tienen utilidad práctica, son un simple adorno y nada más.
Es verdad que en la antigüedad se pensó que los bulbos de las orquídeas tenían poder afrodisíaco. Se creía que las plantas tenían propiedades de acuerdo con su apariencia. Si los bulbos de algunas orquídeas europeas parecían testículos —orkhis en griego— quería decir que se podían emplear con propiedades afrodisíacas. Esa sustancia se vendía, y aún se vende en el Oriente, con el nombre de salep. También los indios mexicanos atribuían valores curativos a la vainilla, mezclada con otras plantas. Otras orquídeas han sido utilizadas en diversas regiones, en Asia especialmente, como plantas medicinales o como alimento.
Pero la que se ha llamado orquídea comercial ha sido la vainilla, que, aunque muchos lo ignoran, es una orquídea. Sus frutos fermentados ya eran usados por los indios americanos para dar fragancia al chocolate y aún hoy día se emplea en algunas bebidas en su forma natural, a pesar de que la vainilla sintética haya suplantado a la natural en la mayor parte del mercado. Sin embargo, en algunas regiones existen grandes cultivos de vainilla para satisfacer esta demanda.
Realmente, las orquídeas tienen un valor esencialmente ornamental. Son bellas, y eso basta. El ser humano nunca dejará de admirar la belleza de las flores, como nunca dejará de admirar la poesía, la música y otras cosas que no tienen valor comercial. Desde las épocas más remotas, nuestros antepasados han cultivado las artes y han disfrutado la belleza de las cosas.
El cultivo comercial de las orquídeas, como flores ornamentales, se ha extendido enormemente en el último siglo, no solo en Europa y Estados Unidos, donde hay cultivos comerciales muy grandes, con todas las técnicas modernas. También en Asia y en nuestro país muchos han visto su gran potencial. Un potencial que, bien llevado, puede producir no solo inmensas satisfacciones a los amantes de la belleza de las flores, sino emolumentos económicos a los cultivadores.
¿Se extinguirán las orquídeas?
Las orquídeas están amenazadas. Los peligros que las agobian son de distinto orden.
El primero es la destrucción de su hábitat natural —en muchos casos los bosques, que están desapareciendo a un ritmo impresionante—. La tala de bosques para aprovechar la madera con fines agrícolas o urbanísticos, está acabando con el medio natural donde crecen las orquídeas. En nuestra patria una de las mayores calamidades ecológicas es la destrucción del bosque para sembrar cultivos ilícitos —marihuana, amapola, coca... Al paso que vamos, muy poco va a quedar de nuestras riquezas forestales.
El segundo es el uso de pesticidas que acaba con los agentes polinizadores —insectos, pájaros— que aseguran su propagación. Sin la producción de semilla, las pocas orquídeas que sobrevivan quedan limitadas solo a la propagación vegetativa, que es mucho más lenta y reducida.
En tercer lugar, está la explotación excesiva, causada en parte por los mismos aficionados a las orquídeas. Muchos “materos” arrasan con las existencias de orquídeas, para evitar la competencia y asegurar precios altos. En el siglo antepasado Colombia fue víctima de aventureros europeos que acabaron con muchas de nuestras más bellas orquídeas. Las sacaban por toneladas y muchas de ellas ni siquiera llegaban a su destino, debido a los largos viajes, al calor, a los naufragios y a otras calamidades.
Debemos hacer un esfuerzo por:
- salvar lo que nos queda del medio ambiente
- proteger las especies que aún tenemos
- proteger la fauna
- multiplicar artificialmente el mayor número posible de especies
- fomentar entre los aficionados el cultivo de plantas producidas en laboratorio o viveros especializados.