- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
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- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
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- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Introducción

El manglar es un ecosistema abierto al flujo de energía, la cual importa de otros, pero a su vez
exporta abundante
materia orgánica en forma de hojarasca que nutre sistemas vecinos, como el estuarino.
Flor de Pelliciera
A diferencia del man-
glar, la selva húmeda tropical es cerrada al flujo de energía y la mayor
parte de la hojarasca liberada la recicla en el mismo sitio.
Por lo consiguiente no exporta nutrientes a otros ecosistemas. Para lograr este objetivo la selva dispone de eficientes mecanismos de absorción de los nutrientes, especial-5mente hongos asociados a sus raíces superficiales.
Los arrecifes han perfeccionado el reciclaje de nutrientes al punto de que los desechos metabólicos no salen del pólipo
coralino sino que son tomados por algas asociadas y transformados en nutrientes útiles para
el coral, sin abandonar en ni ningún momento el ecosistema.
Pólipos coralinos
Texto de: Henry von Prahl
Al igual que la selva húmeda tropical americana, los Manglares colombianos vienen siendo talados y degradados en forma indiscriminada. Esteros y pantanos en los que se desarrollan, sólo se consideran de valor cuando han sido transformados por el hombre, como es el caso de las islas de San Andrés y Providencia, donde son utilizados como basurero. En otras regiones se rellenan con fines urbanísticos, para construir muelles u otros requerimientos de las ciudades costeras.
Semejante desprecio no es nada nuevo, por el contrario, nos viene desde los tiempos de la conquista. Con este término se designaban los bosques impenetrables de raíces enmarañadas, algunas veces alejados del mar, que impedían el paso de la tropa y los caballos de los europeos.
En 1552, hablando de los antecedentes de la conquista del Perú, Cristóbal de Molina decía que los Manglares son Ia más trabajosa tierra de estos reinos. Al parecer, Pizarro y Almagro pasaron dificultades en lo que hoy es el litoral Pacífico colombiano, por ser tierra anegada cubierta con Manglares. Con razón, De Molina narra jubilosamente la salida de esta zona Por fin llegaron a Catamez... que era ya fuera de aquellos Manglares.
Las crónicas se encargaron de mostrar , manglar como un mundo impenetrable, inhóspito, malsano, plagado de pantanos fétidos y mosquitos, concepto que aún perdura entre nosotros. A pesar de este menosprecio, muy pronto se inició la explotación de este recurso natural en las nuevas tierras, al descubrir las cualidades de la madera de mangle como elemento de construcción, especialmente para vigas de soporte y quillas de barco.
Al respecto, Molina dice que cerca a Guayaquil hay unas montañas que se llaman Manglares, a la mar, tierra toda de esteros y ciénagas, y unos árboles muy altos y derechos que se llaman mangles, y la madera de ellos es muy incorruptible y tan dura que hace pedazos las hachas con que la cortan. Los vecinos de este pueblo, porque esta madera tiene precio en esta costa y en esta ciudad de Lima, mandan a sus indios que tienen encomendados, que les corten esta madera y dánles tanta prisa que todo el año andan los tristes indios de esta ciénaga cortándola, y de media legua, más o menos la llevan a la mar a embarcar; y es la madera tan pesada como plomo, y allí revientan con ella; y se han muerto muchos indios y mueren cada día en este diabólico ejercicio; y ningún dinero se saca de estos mangles que no va untado y cuajado con sangre humana.
La crónica reseña las cualidades de la madera de mangle, característica por ser resistente en seco y en agua dulce, y por su alta densidad que la hace pesada, al punto de no flotar. Este rasgo, así como su inmunidad al gorgojo, explican que el mangle haya sido tradicionalmente apreciado en la construcción. Paradójicamente, en el agua marina el mangle está indefenso ante la actividad de un molusco perforador que excava galerías en el interior de la madera, destruyéndola completamente en corto tiempo.
Desde el siglo XVI está bien documentado el envío de mangles del Pacífico colombiano a Lima, práctica que se continuó durante centurias y alcanzó, a mediados del XVIII, seis mil unidades por año. Se sabe que la segunda iglesia mandada hacer por Vaca de Castro en Lima, en 1543, fue enmaderada de mangle y la madera permaneció intacta más de medio siglo hasta 1604.
Por su durabilidad en seco el mangle se usa para postes telegráficos y durmientes de ferrocarril. Recordemos cómo en 1977 Colombia exportó a Cuba miles de polines de mangle nato del Pacífico. En Guayaquil, Ecuador, buena parte de los inmuebles de la ciudad vieja, incluyendo los grandes edificios de los años 30, están totalmente construidos sobre gigantescas vigas de mangle cubiertas de estuco.
Su uso como combustible en forma de carbón es habitual. Hoy por hoy, las fritangueras de la costa pacífica siguen utilizando preferencialmente el carbón de mangle por su alto poder calorífico y escasa producción de ceniza. Curiosamente, uno de los productos más valiosos del mangle es la corteza, de la cual se obtiene el tanino, indispensable en los procesos de curtiembre.
Tan apreciada y de tanto valor fue ésta materia prima que, en 1760, el rey José de Portugal emitió un edicto donde declaraba legal la tala de mangle para su uso como leña, sin el previo retiro de la corteza, debido a la creciente presión de los leñadores brasileños sobre el manglar, medida con la cual sólo consiguió elevar el precio del tanino.
En Colombia, la utilización contemporánea de la corteza del mangle, específicamente en la costa del Pacífico, afectó gravemente este recurso. Se talaron miles de gigantescos y añosos árboles con el fin exclusivo de quitarles la corteza. Un símbolo elocuente del despilfarro de un recurso natural.
Hablando sin eufemismos, debemos decir que el manglar ha sido maltratado desde siempre. Por encontrarse en zonas de aguas turbias y pantanosas, con mosquitos y de difícil acceso, los Manglares han tenido pocos defensores si se los compara con otros ecosistemas, como los hermosos arrecifes coralinos.
Evidentemente, el desconocimiento de la significación del ecosistema manglar estuario ha sido la principal causa de su mal manejo y destrucción. De hecho, es un ecosistema querido por muy pocos y considerado por la mayoría como basura.
No obstante, esta situación está cambiando en forma progresiva en los últimos años. Investigaciones científicas han mostrado de manera clara su verdadero valor.
La ciencia ha descubierto en el manglar uno de los ecosistemas más productivos del planeta, del que a su vez dependen otros, incluyendo buena parte de los arrecifes coralinos. El manglar y su sistema estuarino se pueden considerar como la gran salacuna natural donde ocurren las etapas larvales de incontables especies marinas y de agua dulce, que desarrollan en él parte de su ciclo vital. La importancia de los Manglares radica en su oferta de nutrientes y protección. Reciben nutrientes inorgánicos arrastrados por los ríos y las mareas, los incorporan a su biomasa, y a su vez los envían al exterior en forma de hojarasca. Las hojas, las flores, lo mismo que las ramas desprendidas caen al agua, donde son colonizadas por infinidad de microorganismos bacterias y hongos , que inician el proceso de degradación y remineralización.
Este material orgánico podrá ser consumido por criaturas mayores, particularmente cangrejos y camarones, que ingieren fragmentos vegetales con el fin de nutrirse de los microorganismos asociados, fuente rica e invaluble de proteína.
Para lograrlo, incorporan grandes trozos de hojas u otros restos orgánicos y los desmenuzan en su estómago con estructuras maceradoras, a las que se da el nombre de molinos gástricos.
Luego de procesarlo, retiran la proteína bacteriana y la absorben, defecando los restos orgánicos triturados, que son liberados nuevamente al medio en forma de detritus, para ser colonizados una y otra vez por las mismas bacterias. Pero también pueden mantenerse suspendidas y salir del manglar por acción de las mareas y las corrientes costeras, para servir de alimento a organismos filtradores más pequeños como los moluscos y los gusanos marinos.
Una vez entra en contacto con el agua salada, esta masa de proteína bacteriana y detritus orgánico se coagula y precipita al fondo, formando conglomerados que son recogidos por organismos bentFagos, tales como cangrejos, jaibas, camarones y peces como la lisa.
Este aspecto es clave porque hace del manglar un ecosistema abierto al flujo de energía importa nutrientes inorgánicos del medio y exporta materia orgánica. Algo infrecuente en los trópicos, donde los ecosistemas son predominantemente cerrados, como ocurre en la selva húmeda tropical, donde el material orgánico desprendido en forma de hojarasca es reciclado allí mismo, mediante adaptaciones especiales en las raíces (pelos absorbentes y hongos asociados), destinadas a retener rápidamente los nutrientes liberados al degradarse la hoja por la acción de bacterias y microorganismos descomponedores.
Así evitan que la lluvia los arrastre lejos del alcance del ecosistema. Es el caso de los arrecifes coralinos, donde gran parte de los desechos orgánicos ni siquiera sale de los pólipos al medio, sino que es reciclada internamente con ayuda de las algas simbióticas.
Con base en lo anterior podemos subrayar que el manglar es un sistema generoso y decisivo para mantener buena parte de la red alimenticia estuarina y marina, hasta el punto que algunas de nuestras pesquerías costeras, especialmente la de camarón e, incluso, oceánicas, como la atunera, dependen de la existencia de los Manglares y de su capacidad de producir nutrientes orgánicos y servir de criadero a innumerables especies.
Este nuevo conocimiento del manglar nos ha hecho cambiar de opinión y ha corrido el velo de los prejucios. No obstante es urgente que todos veamos las bondades y la importancia del manglar, para que desarrollemos eficaces políticas de manejo de un ecosistema del que dependemos de manera tan estrecha y casi sin darnos cuenta, ya que muchos de los peces y crustáceos que consumimos vivieron alguna etapa de su desarrollo en el manglar y en el medio estuarino.
De otra parte, el manglar soporta una explotación sostenida; miles de pobladores costeros obtienen de él valiosos recursos, por lo cual su subsistencia está estrechamente ligada a él.
Por lo tanto, se hace indispensable aprender que este medio de penumbra, calor bochornoso, intrincadas raíces, pantanos salobres, aguas turbias, enjambres de mosquitos y jejenes, es realmente un hervidero de vida.
Su conservación y manejo racional es vital para todos. No olvidemos que nuestro desarrollo e, incluso, el de las primeras culturas americanas, ha permanecido históricamente sujeto a este ecosistema.
#AmorPorColombia
Introducción

El manglar es un ecosistema abierto al flujo de energía, la cual importa de otros, pero a su vez exporta abundante materia orgánica en forma de hojarasca que nutre sistemas vecinos, como el estuarino.

Flor de Pelliciera

A diferencia del man- glar, la selva húmeda tropical es cerrada al flujo de energía y la mayor parte de la hojarasca liberada la recicla en el mismo sitio. Por lo consiguiente no exporta nutrientes a otros ecosistemas. Para lograr este objetivo la selva dispone de eficientes mecanismos de absorción de los nutrientes, especial-5mente hongos asociados a sus raíces superficiales.


Los arrecifes han perfeccionado el reciclaje de nutrientes al punto de que los desechos metabólicos no salen del pólipo coralino sino que son tomados por algas asociadas y transformados en nutrientes útiles para el coral, sin abandonar en ni ningún momento el ecosistema.

Pólipos coralinos
Texto de: Henry von Prahl
Al igual que la selva húmeda tropical americana, los Manglares colombianos vienen siendo talados y degradados en forma indiscriminada. Esteros y pantanos en los que se desarrollan, sólo se consideran de valor cuando han sido transformados por el hombre, como es el caso de las islas de San Andrés y Providencia, donde son utilizados como basurero. En otras regiones se rellenan con fines urbanísticos, para construir muelles u otros requerimientos de las ciudades costeras.
Semejante desprecio no es nada nuevo, por el contrario, nos viene desde los tiempos de la conquista. Con este término se designaban los bosques impenetrables de raíces enmarañadas, algunas veces alejados del mar, que impedían el paso de la tropa y los caballos de los europeos.
En 1552, hablando de los antecedentes de la conquista del Perú, Cristóbal de Molina decía que los Manglares son Ia más trabajosa tierra de estos reinos. Al parecer, Pizarro y Almagro pasaron dificultades en lo que hoy es el litoral Pacífico colombiano, por ser tierra anegada cubierta con Manglares. Con razón, De Molina narra jubilosamente la salida de esta zona Por fin llegaron a Catamez... que era ya fuera de aquellos Manglares.
Las crónicas se encargaron de mostrar , manglar como un mundo impenetrable, inhóspito, malsano, plagado de pantanos fétidos y mosquitos, concepto que aún perdura entre nosotros. A pesar de este menosprecio, muy pronto se inició la explotación de este recurso natural en las nuevas tierras, al descubrir las cualidades de la madera de mangle como elemento de construcción, especialmente para vigas de soporte y quillas de barco.
Al respecto, Molina dice que cerca a Guayaquil hay unas montañas que se llaman Manglares, a la mar, tierra toda de esteros y ciénagas, y unos árboles muy altos y derechos que se llaman mangles, y la madera de ellos es muy incorruptible y tan dura que hace pedazos las hachas con que la cortan. Los vecinos de este pueblo, porque esta madera tiene precio en esta costa y en esta ciudad de Lima, mandan a sus indios que tienen encomendados, que les corten esta madera y dánles tanta prisa que todo el año andan los tristes indios de esta ciénaga cortándola, y de media legua, más o menos la llevan a la mar a embarcar; y es la madera tan pesada como plomo, y allí revientan con ella; y se han muerto muchos indios y mueren cada día en este diabólico ejercicio; y ningún dinero se saca de estos mangles que no va untado y cuajado con sangre humana.
La crónica reseña las cualidades de la madera de mangle, característica por ser resistente en seco y en agua dulce, y por su alta densidad que la hace pesada, al punto de no flotar. Este rasgo, así como su inmunidad al gorgojo, explican que el mangle haya sido tradicionalmente apreciado en la construcción. Paradójicamente, en el agua marina el mangle está indefenso ante la actividad de un molusco perforador que excava galerías en el interior de la madera, destruyéndola completamente en corto tiempo.
Desde el siglo XVI está bien documentado el envío de mangles del Pacífico colombiano a Lima, práctica que se continuó durante centurias y alcanzó, a mediados del XVIII, seis mil unidades por año. Se sabe que la segunda iglesia mandada hacer por Vaca de Castro en Lima, en 1543, fue enmaderada de mangle y la madera permaneció intacta más de medio siglo hasta 1604.
Por su durabilidad en seco el mangle se usa para postes telegráficos y durmientes de ferrocarril. Recordemos cómo en 1977 Colombia exportó a Cuba miles de polines de mangle nato del Pacífico. En Guayaquil, Ecuador, buena parte de los inmuebles de la ciudad vieja, incluyendo los grandes edificios de los años 30, están totalmente construidos sobre gigantescas vigas de mangle cubiertas de estuco.
Su uso como combustible en forma de carbón es habitual. Hoy por hoy, las fritangueras de la costa pacífica siguen utilizando preferencialmente el carbón de mangle por su alto poder calorífico y escasa producción de ceniza. Curiosamente, uno de los productos más valiosos del mangle es la corteza, de la cual se obtiene el tanino, indispensable en los procesos de curtiembre.
Tan apreciada y de tanto valor fue ésta materia prima que, en 1760, el rey José de Portugal emitió un edicto donde declaraba legal la tala de mangle para su uso como leña, sin el previo retiro de la corteza, debido a la creciente presión de los leñadores brasileños sobre el manglar, medida con la cual sólo consiguió elevar el precio del tanino.
En Colombia, la utilización contemporánea de la corteza del mangle, específicamente en la costa del Pacífico, afectó gravemente este recurso. Se talaron miles de gigantescos y añosos árboles con el fin exclusivo de quitarles la corteza. Un símbolo elocuente del despilfarro de un recurso natural.
Hablando sin eufemismos, debemos decir que el manglar ha sido maltratado desde siempre. Por encontrarse en zonas de aguas turbias y pantanosas, con mosquitos y de difícil acceso, los Manglares han tenido pocos defensores si se los compara con otros ecosistemas, como los hermosos arrecifes coralinos.
Evidentemente, el desconocimiento de la significación del ecosistema manglar estuario ha sido la principal causa de su mal manejo y destrucción. De hecho, es un ecosistema querido por muy pocos y considerado por la mayoría como basura.
No obstante, esta situación está cambiando en forma progresiva en los últimos años. Investigaciones científicas han mostrado de manera clara su verdadero valor.
La ciencia ha descubierto en el manglar uno de los ecosistemas más productivos del planeta, del que a su vez dependen otros, incluyendo buena parte de los arrecifes coralinos. El manglar y su sistema estuarino se pueden considerar como la gran salacuna natural donde ocurren las etapas larvales de incontables especies marinas y de agua dulce, que desarrollan en él parte de su ciclo vital. La importancia de los Manglares radica en su oferta de nutrientes y protección. Reciben nutrientes inorgánicos arrastrados por los ríos y las mareas, los incorporan a su biomasa, y a su vez los envían al exterior en forma de hojarasca. Las hojas, las flores, lo mismo que las ramas desprendidas caen al agua, donde son colonizadas por infinidad de microorganismos bacterias y hongos , que inician el proceso de degradación y remineralización.
Este material orgánico podrá ser consumido por criaturas mayores, particularmente cangrejos y camarones, que ingieren fragmentos vegetales con el fin de nutrirse de los microorganismos asociados, fuente rica e invaluble de proteína.
Para lograrlo, incorporan grandes trozos de hojas u otros restos orgánicos y los desmenuzan en su estómago con estructuras maceradoras, a las que se da el nombre de molinos gástricos.
Luego de procesarlo, retiran la proteína bacteriana y la absorben, defecando los restos orgánicos triturados, que son liberados nuevamente al medio en forma de detritus, para ser colonizados una y otra vez por las mismas bacterias. Pero también pueden mantenerse suspendidas y salir del manglar por acción de las mareas y las corrientes costeras, para servir de alimento a organismos filtradores más pequeños como los moluscos y los gusanos marinos.
Una vez entra en contacto con el agua salada, esta masa de proteína bacteriana y detritus orgánico se coagula y precipita al fondo, formando conglomerados que son recogidos por organismos bentFagos, tales como cangrejos, jaibas, camarones y peces como la lisa.
Este aspecto es clave porque hace del manglar un ecosistema abierto al flujo de energía importa nutrientes inorgánicos del medio y exporta materia orgánica. Algo infrecuente en los trópicos, donde los ecosistemas son predominantemente cerrados, como ocurre en la selva húmeda tropical, donde el material orgánico desprendido en forma de hojarasca es reciclado allí mismo, mediante adaptaciones especiales en las raíces (pelos absorbentes y hongos asociados), destinadas a retener rápidamente los nutrientes liberados al degradarse la hoja por la acción de bacterias y microorganismos descomponedores.
Así evitan que la lluvia los arrastre lejos del alcance del ecosistema. Es el caso de los arrecifes coralinos, donde gran parte de los desechos orgánicos ni siquiera sale de los pólipos al medio, sino que es reciclada internamente con ayuda de las algas simbióticas.
Con base en lo anterior podemos subrayar que el manglar es un sistema generoso y decisivo para mantener buena parte de la red alimenticia estuarina y marina, hasta el punto que algunas de nuestras pesquerías costeras, especialmente la de camarón e, incluso, oceánicas, como la atunera, dependen de la existencia de los Manglares y de su capacidad de producir nutrientes orgánicos y servir de criadero a innumerables especies.
Este nuevo conocimiento del manglar nos ha hecho cambiar de opinión y ha corrido el velo de los prejucios. No obstante es urgente que todos veamos las bondades y la importancia del manglar, para que desarrollemos eficaces políticas de manejo de un ecosistema del que dependemos de manera tan estrecha y casi sin darnos cuenta, ya que muchos de los peces y crustáceos que consumimos vivieron alguna etapa de su desarrollo en el manglar y en el medio estuarino.
De otra parte, el manglar soporta una explotación sostenida; miles de pobladores costeros obtienen de él valiosos recursos, por lo cual su subsistencia está estrechamente ligada a él.
Por lo tanto, se hace indispensable aprender que este medio de penumbra, calor bochornoso, intrincadas raíces, pantanos salobres, aguas turbias, enjambres de mosquitos y jejenes, es realmente un hervidero de vida.
Su conservación y manejo racional es vital para todos. No olvidemos que nuestro desarrollo e, incluso, el de las primeras culturas americanas, ha permanecido históricamente sujeto a este ecosistema.