- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Comentarios

Amanecer en Tabio. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Los altos de Yerbabuena y el Valle de Tocáncipá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La Sabana vista desde el Cerro Cuadrado, entre el Rosal y Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El Valle de Sopó. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vista desde el Pan de Azúcar hacia el oriente. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Laguna del Sisga. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El Valle de Tabio, y la sabana hacia el oriente. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El Valle de Tenjo y el Cerro Majuy. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La niebla entrando por el boquerón de Fagua. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Bajando por el Cerro Cuadrado hacia Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El valle de Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El pueblo de Tenjo visto desde El Alto de la Cruz. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La Sabana vista desde los cerros de la vereda Carrón. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Helada en Guaymaral, Chía. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Helada en El Estanco, por el camino de Las Palmas. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Hacienda "La Aldea", vereda El Chacal. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vegas del río Bogotá, Chía. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

"La Siberia" Centro Geográfico del Occidente de la Sabana. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

"El Sisga" desde El Cerro de San José". Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vista desde el Cerro El Mesón, Mosquera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Potreros en el occidente de la Sabana divididos con alamedas de eucaliptos. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La portada tradicional cerca del Alto de Córdoba. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cebada en la vereda de la Cuesta, Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La vereda Carrasquilla y el cerro Majuy. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El cerezo sabanero. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

En la hacienda "Las Vertientes", cerca a Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Las Corralejas antiguas de la Sabana. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Por el camino de Mosquera a la Mesa. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Gran siembra de papa en la vereda del Estanco. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Sementeras entre Tabio y Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Hacienda "Las Peñas", Madrid. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

"Las vertientes", en Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Río Frío Occidental, cerca de la cuchilla Paramillo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Potreros en la laguna del Sisga. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Valle del Río Frío. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cebada cerca de "La Herrera", Madrid. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Caminito en Puente de Piedra. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Juncos de la laguna de la Herrera en "Casa Blanca". Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Eucaliptos y cipreses en Chincé. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Carretera El Rosal - Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cultivo de flores en Río Frío. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Camino de Bojacá al Boquerón. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cultivos en la vereda Fute, Mosquera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Corte de cebada cerca a "Canoas", Soacha. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Dejando la leche por Carrasquilla. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Caminito sabanero en Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Tapia y cebada en "Fute", Mosquera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Barbecho cerca de La Pradera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cercas entre el Rosal y Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Inundaciones cerca de Tocancipá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El río Bogotá en Sesquilé. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Hacienda "La Aldea", vereda El Chacal. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La iglesia y el templo antiguo de Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Sementera en Cajicá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Por el camino del Estanco. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vista de la vereda de Zoque, entre Tenjo y Tabio. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Acacias, sauces, y cipreses en Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Veredas Martín y Espino, Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La vereda de Guangatá, desde el camino de la Valvanera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La cuchilla del Cerro de la Valvanera, Chía. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.
Condesa Gertrudis von Podewills Durniz
1880 - 1963.
Por encima de las tierras de los Chibchas está la nada Las montañas de este país se abren vertiginosamente al cielo, y las aguascubren la tierra entre ellas.
La Sabana estaba cubierta por el agua, y lasmontañas oscuras y amenazantes se levantaron de las aguas hacia la oscuridad del cielo, y la niebla envolvió todo en un manto impenetrable.
Todo esto lo vio el Todopoderoso, que era la luz misma. Entonces envió enormes aves que ahuyentaron a las nieblas y soplaron a través de sus picos aire diáfano. Así separó el Todopoderoso la tierra de las aguas de lo infinito del cielo.
Y luego creó lo maravilloso y brillante, lo Grande. El rompió la oscuridad con su luz brillante y calentó las tierras. Y en seguida envió esta luz para que radiara sobre las montañas y las aguas. Así se fue el agua y surgió la Sabana. Y el Todopoderoso llamó esta luz Sua.
Pero Sua secó y hasta tostó la tierra de los Chibchas con su luz abrasadora y ardorosa. Fue entonces cuando el Todopoderoso hizo desaparecer a Sua detrás de las montañas y creó algo suave y blando, lo que vino cuando había desaparecido Sua, y Dios llamó a esta luz Chía. 1
Lorenzo Marroquín
1856 - 1918.
Cuando el muchacho trajo la alondra, Casanova, el mayordomo de El Sauzal, revisó las cinchas para ver si estaban bien templadas; Roberto montó, volvió la rienda, y a saltos cortos y elásticos se hundió, seguido de Casanova, en las profundidades de la niebla.
Descendió la colina, llegó a la llanura, y al galopar de la yegua se le iban presentando comoa través de un sueño, con los contornos perfumados, cercas de piedra, los matorrales de las orillas, y los objetos que surgían de pronto desaparecían luego desvaneciéndose entre la blancura flotante un peñasco gris, zarzales en que la neblina parecía enredarse como vellones de ovejas.
La Sabana se adivinaba entre las brumas; las masas de los árboles, sin contornos precisos, surgían en la penumbra como fantasmas. Roberto sentía que la frescura de la alborada le llegaba al espíritu, alentaba la voluntad y, a medida que se iban abrillantando las nieblas, sus pensamientos se inundaban con claridades y esperanzas de aurora.
Vea, Roberto, qué efecto de niebla... Sólo surge de entre la blancura flotante de la colina de la casa; a pocos pasos se cierra la vista del telón de brumas que empieza a abrillantarse con una claridad vaga, cada vez más intensa. El sol todavía invisible, se anuncia con resplandores por detrás del cerro y a los primeros rayos, la niebla, que llena la inmensa cuenca de la Sabana, principia a moverse, a ondular con pereza, va replegándose, como empujada blandamente, hacia el ocaso. Surge una masa de árboles negros, como dibujados con tinta sobre el fondo lechoso que sigue huyendo van apareciendo, como en la vaguedad de un ensueño, lagunas color de acero, leng¸etas de islotes, juncales, prados dilatados, de un verde pálido, continúa alejándose la niebla, arrollada, cada vez más densa, más luminosa, con reflejos sonrosados, con cambiantes fantásticos de lila. 2
Daniel Samper Ortega
1896 - 1943.
Cuando la Sabana despierta, envuelta en los chales de neblina que flota en los potreros, con penachos de árboles que se dijeran nacidos sobre las nubes, aromada de ruda y de poleo, rumorosa en gorgeos y balidos, hay que contemplarla desde las veredas que conducen a los cerros bien pronto los primeros rayos del sol comienzan a dorar las altas copas de los árboles y chispean en los diamantes del rocío.
La neblina se va desgarrando a jirones, y primero en los techos de los ranchos y después en las hojas y a lo largo de los troncos y en la hierba que exhala fragantes vahos, reverberan lumbraradas de gotas. De rama en rama alguna telaraña se engarza como sutil redecilla de plata y piedras preciosas. La vista alcanza cada vez más, y por fin, allá donde se confunden la luz y la tierra y las nubes, asoman enhiestas y resplandecientes las nevadas cumbres del Tolima, del Ruiz, del Santa Isabel.
Al medio día pica el sol, mirlas y copetones rondan y asaltan los cerezos en donde hierve la colmena, zumba aquí un moscardón, boga allí en la luz la libélula de alas de luz, tiembla el aire sobre los pastales, emanan ondas doradas de los trigos maduros y dondequiera que el agua se remansa a sombra de los alcaparros y de salvios, de arbolocos y sauces, bordan escribanos quiméricos encajes. El ganado pace impertérrito desdeñando el amable parasol de los arrayanes, y ocultas en el maizal agobiado de sol se arrullan las palomas.
Una fila de sauces destacaba su triste verdor sobre el azul borroso de los cerros lejanos, cuyas crestas orlaba en oro el sol. Desde la blanca torre de la Iglesia, que asomaba por entre fresnos y cerezos, venía hasta nosotros, quedo y lento, el toque del ángelus. El cielo, en tintes diversos, formaba con las nubes encendidos piélagos fantásticos. Al frente se tendía la carretera, cada vez más confusa, hasta extinguirse en la sombra. 3
José Manuel Marroquín
1827 - 1908.
La hacienda en que nací, comenzó el Mohíno, es una de las de la Sabana de Bogotá. Comprende una parte alta y montuosa, denominada por la gente de la comarca el Páramo, y otra parte baja y llana, bañada por el río Funza. Picos elevados, agrios peñascales, cañadas profundas, suaves recuestos y cimas anchas y casi planas cubiertas de un césped semejante al de los potreros ribereños, diversifican infinito el aspecto de la parte alta. En algunas explanadas cubiertas de vegetación de un verde caído y negruzco, que a partes deja descubierta una tierra negra y porosa, despunta el pardusco y triste frailejN. De lo más eminente de las sierras descienden arroyos de aguas purísimas, que a veces se esconden en las hondonadas con triste murmullo y salen luego a disfrutar la luz del sol.
Por encima de las otras cumbres y dominando dos valles, yergue su cima un cerro que, por su figura cNica, se apellida Pon de Azúcar. Es hermoso ver desde esta cima, en mañanas despejadas, cómo las nubes abandonan su región y se posan sobre las dos planicies formando dos mares blancos, encerrado el más pequeño entre montañas elevadas, e ilimitado el otro por el lado de occidente, donde se confunde con el cielo.
Al declinar el día, sobre todo cuando una lluvia general y copiosa ha dejado diáfana la atmósfera, se ve desde el Pon de Azúcar otro bello cuadro. En su primer término se descubre la Sabana, con sus dos ciudades, sus pueblos y caseríos, sus sembrados y sus ricas dehesas, sus lagunas y su tortuoso río; en el segundo término del cuadro, las nubes del poniente, tomando formas y colores que cada vez parecen nuevos y más brillantes, se confunden con las tierras lejanas y añaden a las poblaciones, a los bosques y a los lagos verdaderos, ciudades, selvas y piélagos fantásticos.4
Fray Juan de Castellanos
1552 - 1607.
Canto a la Sabana Tierra buena Tierra buena Tierra que pone fin a nuestra pena Tierra de oro, tierra bastecida, Tierra para hacer perpetua casa, ierra con abundancia de comida; Tierra de grandes pueblos, tierra rasa, Tierra donde se ve gente vestida, y a sus tiempos no sabe mal la brasa; Tierra de bendición, clara y serena, Tierra que pone fin a nuestra pena. 6
Carlos Sanz de Santamaría
1905 -
Pocos países del mundo tienen extensiones lanas, rodeadas de montañas, con tierras de tan buena calidad para la agricultura como La Sabana de Bogotá.
Cuando el señor Lindbergh, el famoso aviador que por primera vez cruzó solo el Atlántico en un pequeño avión, vino a Bogotá, declaró que una de las sensaciones más sorprendentes y extraordinarias que él había tenido en el curso de su carrera como piloto, había sido el viaje de los Estados Unidos a Bogotá.
Al llegar a Colombia, dijo, pensaba estar volando sobre Suiza por sus altas montañas y no imaginaba, aun cuando había estudiado el viaje cuidadosamente, que en forma súbita, al traspasar un pico elevado de una de esas montañas, se descubriría ante mis ojos la inmensa Sabana de Bogotá, bellísima región del globo, rodeada de montañas, que no había encontrado, semejante, en ningún otro país de cuantos había visitadoí.
El señor Lindbergh tenía razón. Por entonces la Sabana de Bogotá, extensión explotada para la agricultura, regada por el río del mismo nombre a lo largo de toda la planicie, debía aparecer a este norteamericano extraordinario, como la más perfecta de las despensas para alimentar la capital de la República. Y así era en efecto.7
Gaspard Mollien
La llanura de Bogotá, que está situada a 43íde latitud Norte y a 1.370 toesas sobre el nivel del mar, tiene ocho leguas de Este a Oeste y diez y seis de Norte a Sur si se prolonga hasta Ubaté, como hacen los colombianos en sus mapas manuscritos. El suelo de esta meseta, rodeada de montañas, es completamente llano.
En esta llanura no crecen más árboles que los sauces y los manzanos; pero si las plantas de gran tamaño no adquieren gran desarrollo en esa altitud, en cambio los cereales se dan con abundancia insospechada todo el campo está cubierto de cebadas, de trigales, de avenas y de pastos excelentes Espectáculo maravilloso este de encontrar a una altitud, en la que en Europa el hombre vive a duras penas y que está cubierta de nieves, una campiña tan rica como la de Beauce.
...hay que convenir en que esta meseta de Bogotá excede por su elevación, por su extensión y por su asombrosa fertilidad, a todo cuanto la imaginación del hombre haya podido forjar. 8
José Ignacio Perdomo Escobar
1917 - 1980.
La historia del Valle de los Alcázares se traza a través de la pequeña historia de las haciendas;...
Era la Sabana entonces un verdadero paraíso.
En las corralejas y huertos, daban sombra amable y solemne los cedros y los nogales, que en la Colonia dieron sus robustos troncos a las columnas, frisos y atlantes de los altares...
El sabanero ha amado su planicie y la cultiva como un artista con simetría perfecta se alinean los surcos, ya un maizal con sus espigas altaneras en que se enreda el fríjol o el trigo tierno o maduro o la papa con sus flores blancas y azules y sus mamones.
La Sabana tiene importancia determinante en la formación del carácter y sicología bogotanos...
El primer creador del espíritu santafereño fue la Sabana de Bogotá. Y así, nos des santafereñizamos a medida que nos des sabanerizamos. 9
Tomás Rueda Vargas
1879 - 1943.
Tratemos de fijar ante todo lo que se entiende por Sabana de Bogotá y para ello no vamos al concepto geográfico, que es bien claro y conocido.
Para un calentano o para un individuo que no sea bogotano, la Sabana es toda la extensión de la altiplanicie, sin descontar las laderas que se confunden con la cordillera, y los valles como el de Sopó, La Calera y Tabio. Pero un bogotano no dice voy a la Sabana, sino cuando se dirige al occidente, es decir a la parte más fértil de la planicie y así parece entenderla en general el mismo sabanero, para el cual la Sabana significa lo que ellos llaman el riñón, lo que rodea en varias leguas a la redonda a Funza, la antigua capital de los chibchas; y ciertamente en esa región es donde las costumbres sabaneras han estado más caracterizadas y el tipo de orejón se ha conservado física y moralmente más fijo. Nosotros preferimos, sin despreciar este distingo, que tiene su razón de ser, como Sabana lo que los de fuera de ella entienden por tal, lo que la visera del casco y la del espíritu levantadas, abarcó la vista del gran Adelantado.
Ellos son el fondo hosco, sombrío, severo del paisaje; el comercio del sabanero con el paramuno es íntimo, fraternal y constante, al páramo se va a correr el zorro y el venado; del páramo bajan los yugos de susca, las cabezas y los timones clásicos de los arados de chuzo; en los páramos se crían y se educan los bueyes que no mienten ni por la pezuña ni por el cacho; por sus pendientes rueda el humus a enriquecer la planicie, sus matorrales abrigan las aguas que bajan a fecundarla.10
Eugenio Díaz
1804 - 1861.
La Pradera y El Olivo eran dos haciendas de segunda magnitud en la Sabana de Bogotá.
La casa de El Olivo estaba situada al pie de una loma que se alza de la zona de las gramas y de los arbustos hasta llegar a la del frailejón y la paja de uche, y a las crestas de los peñascos desnudos, que es lo único que se ve desde algunos parajes de la Sabana. Antes de llegar a las puertas de la hacienda se andaba por el lado de las sementeras de cebada, o papas, o de los prados de pacunga, grama y achicoria.
A las huertas de La Pradera se podía ir por recreación, como ir a los paseos públicos de algunas ciudades de Europa, de que nos hablan los viajeros. Fuera de los tablones de alfalfa había casi todo el año habas, papas de semillas exquisitas, matas de maíz, arvejas, repollos muy grandes, lechugas, rábanos, alcachofas y zanahorias, había en fin, cuanto existe en el ramo de las hortalizas. En cuanto a frutas había duraznos, manzanos, curubos, frutas de chil, cerezas, ciruelas y pepinos. Flores las había muy preciosas, y el principal adorno de las huertas era una alameda de cerezos, manzanos y sauces, por la cual iba el camino desde la casa hasta la orilla del río, llendo a terminar al lavadero y cogedero de agua. Los rosales entreverados en los espacios de los árboles, y los curubos enredados por encima, le daban a la alameda las ventajas de la sombra, de la belleza y de las aromas más exquisitas.
El camino era una huella de media vara de anchura, marcada por la ausencia de la grama como los caminos de las hormigas arrieras. El llano no estaba verde sino blanco como una lámina de cristal, porque había helado y se veía el horizonte cubierto de escarcha. Eran blancos los montones de trigo, los árboles de la huerta, los techos de las casas pajizas y los palos de las corralejas.
Es magnífica la vista de la Sabana de Bogotá en los días de las más grandes heladas.11
Camilo Pardo Umaña
1906 - 1956.
Paso a paso, la vasta extensión de la Sabana fue desecándose, al cuadricular el hombre su suelo, con zanjas y más zanjas, que servían también para alinderar las haciendas y, dentro de éstas, los distintos potreros, que iban sembrando de los mejores pastos, cuando no se dedicaban a la agricultura; y fue don Antonio Nariño, el andante caballero bogotano, a quién cupo la gloria de haber importado el famoso trébol, llamado comúnmente carretón, orgullo de los más ricos hacendados y señal indudable de la fertilidad de las tierras. Al mismo tiempo, fueron apareciendo los caminitos vecinales a todo lo largo y ancho de la Sabana, en tanto dentro de las haciendas florecían los senderillos zigzagueantes caminitos de indio , que acortaban las distancias y hacían gratas las jornadas.
Lo que sucede es que Bogotá y la Sabana son una cosa y el resto de Cundinamarca es otra, muy distinta. La Sabana pertenece espiritualmente a la ciudad, y las dos se compenetran absoluta y definitivamente. En la Sabana, cada uno de sus pueblecillos Funza, Fontibón, Serrezuela, Chía, Usaquén, Mosquera, Suba, Cajicá, Bosa, Bojacá, Soacha, Cota, Tenjo, Tabio, etc. tiene su personalidad, como la tiene, y tan marcada, Bogotá; pero todos están unidos por un alma común, por una especie de cordón umbilical del espíritu, que nada tiene qué ver con la que anima al resto del desaparecido imperio Chibcha.12.
Eduardo Posada
1862 - 1942.
Quesada estaba con su ejército en la ciudad llamada Bacatá, en medio de la Sabana, donde el rey Chibcha tenía su corte; y de allá se vino (a Teusaquillo) a hacer la fundación.
Qué bello era Teusaquillo Un grito de admiración lanzaron los españoles al descubrirlo. Al Oriente estaban las gigantescas moles de los Andes, con ligeras gasas de neblina; al pie poéticos collados, llenos de arbustos, piedras y musgos; luego se extendía hacia el poniente la verde Sabana, llena de bohíos como alcázares, de sementeras y lagunas, hasta perderse en el confín del horizonte, donde se veían varios cerros azules, y uno, por sobre todos ellos, majestuoso y altivo, levantaba su cabeza blanca, de nieve inmortal, como un anciano alto y fuerte en medio de sus descendientes; al norte se extendía también la verde llanura, y al sur se veían envueltas en las brumas que venían del Tequendama. Dos ríos cristalinos y rumorosos se desprendían de la cordillera y bajaban por entre dos orillas de césped uno de ellos, el Vichacá (San Francisco), salía por entre dos cerros golpeándose contra grandes piedras, formando copos de blanca espuma y haciendo remolinos al llegar al valle, donde ambos juntaban sus aguas purísimas. El clima era fresco, el aire puro, el sol muy suave y el cielo muy azul. A aquel sitio iban los Zipas a pasar los meses de lluvias, cuando se inundaban los campos de Bacatá. 13
Isabel Lleras de Ospina
1911 - 1965.
He vuelto a mi paisaje, a mi Sabana melancólica y dulce, el cielo mío pone sobre mi tierra su rocío y su rayo de sol en mi ventana. Las montañas azules, la lejana línea del horizonte, el manso río, forman mi ilimitado poderío y satisfacen mi ambición humana. A través del cristal miro el paisaje y él me mira también con su mirada húmeda de ternuras apacibles. Mi corazón se esconde en el celaje y aparece su voz aprisionada del viento entre las manos invisibles.14
José Alejandro Bermúdez
1886 - 1938.
Siempre que miro el excelente mapa geográfico que en relieve levantó el señor Rosales, veo tan pequeñita la Sabana de Bogotá, que hallo muy justa la comparación tan trillada Unido de águilas de que nos hablan los poetas románticos. Qué lejos estamos por acá de los mares y de los ríos portentosos que tanta fama nos dan Mas, si la miro de cerca, en una clara mañana de diciembre, evocadora de los gratos recuerdos de la infancia, mis ojos se recrean con la dilatada extensión de éstos que fueron dominios del antiguo chibcha y valle hermosísimo apellidado por el Conquistador, de los Alcázares.
Recorre la Sabana del uno al otro extremo el tortuoso Funza, lleno de acechanzas bajo unas aguas al parecer tranquilas. Abundan los campos de menuda grama; los verdes sauces, los retamos, los robles y nogales, los pinos y pimientos, esto para no nombrar los eucaliptos, que en la edad presente, forman largas y melancólicas arboledas. Las cascadas, luego de haber retozado en las serranías corren perezosamente por el valle; los sembrados de trigo se agitan suavemente al oreo que viene de los montes; mugen los ganados en las dehesas, y un cielo raras veces limpio de nubes, presta a la Sabana una cierta melancolía que se acrecienta visiblemente cuando en las noches frías de luna se oyen el croar de las ranas y el triste aullido de los canes en las chozas.
Portada adentro y hasta muy cerca a los primeros tejados, rugosos y vetustos sauces alinderan la entrada. Descuélganse desde la altura de las copas, hilos delgados vestidos de finas y largas hojas; evoca el verde de estos árboles, con viveza, la fisonomía peculiar de nuestra Sabana, y contrasta visiblemente con ese otro verde ceniciento de los eucaliptos que aparecen luego allá en el fondo, y que por la corpulencia de sus troncos y la altura desmesurada de sus copas, parecen indicarnos que ya dominaron por siempre a todos y a cada uno de los otros árboles que conocieron nuestros antepasados. 15
Eduardo Guzmán Esponda
1893 -
Bueno es designar con el viejo nombre por lo menos a nuestra patria chica, donde existen aún los viejos caserones españoles rodeados de este paisaje único en los trópicos, tan nuestro y tan europeo, sin la lujuriosa frondosidad de la tierra caliente, en que a cambio de cámbulos incendiados, de mangos abrumadores como fortalezas, reina el suave cerezo, con su follaje tan finamente encajeado, con sus tonalidades verdes tan discretas, sin nunca llegar a proporciones gigantescas, desmesuradas, que proyecta sombra tibia sin dar la fría destemplanza de los ramajes apretados, árbol en que colgamos todos algún travieso recuerdo infantil y en que buscamos por vez primera, para muchos única, la dulzura del fruto del cercado ajeno. 16
José María Cordovez Moure
1835 - 1918.
En pocas comarcas ha derramado la Providencia con tanta prodigalidad sus beneficios en favor del hombre como en el pedazo de tierra que se llama la Sabana de Bogotá.
Atravesada de Norte a Sur por el manso y cenagoso río Funza, que recoge los diversos tributarios que aumentan el caudal de sus aguas, dejando todos a su paso el depósito de limo fecundante, que mantiene en perenne actividad la prodigiosa fuerza productora de su fértil suelo; bajo la influencia de un clima suave e igual, libre de los fríos y de los calores de la zona templada, y exenta de animales dañinos o venenosos; rodeada, como inexpugnable fortaleza por altas y azuladas montañas que le renuevan amorosas las brisas del purísimo ambiente que da la vida a sus moradores; protegida, por razón de su altura sobre el nivel del mar, contra las asoladoras e implacables epidemias que dejan en otras partes una estela pavorosa de muerte y desolación; y lo que aún es mejor, habitada por una raza de carácter apacible, sin ambiciones, humilde y sencilla, apegada al suelo en que nace, vive y muere, amalgamada con la savia de sus conquistadores a quienes recuerda con veneración sin acordarse de las inútiles crueldades empleadas para sojuzgarla. 17
Notas
1. Chigys Mie (en Chibcha cosas pasadas), Leyendas de los chibchas. Página 5 Editorial de Cromos. Bogotá 1930
2. PAX Novela de costumbres latinoameri
3. El Cerezal Acuarelas literarias de la Sabana de Bogotá, página 35 Editorial de Cromos. Bogotá 1924.
4. Bogotá 1538 1938. Página 7 Editor J. V. Ortega Ricaurte. Bogotá 1938
5. El Moro Capítulo XI, páginas 103 y 104 Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo. Yerbabuena Diciembre de 1971
6. Historia del Nuevo Reino de Granada. 1569 1592 Tomo 1, página 192 Imprenta de Pérez Dubrull, Madrid 1886
7. Bogotá, estrucutra y principales servicios públicos Observaciones sobre Bogotá y sus principales servicios, páginas 30 y 31 Talleres Gráficos litografía Arco. Bogotá.
8. Viaje a la República de Colombia en 1823 Capítulo IV, páginas 57, 58, 59 Biblioteca popular de Cultura colombiana Vol. 46 Bogotá, Imprenta Nacional, 1944
9. Las Haciendas de la Sabana a vuelo pluma Página 144 Imprenta Antares. Bogotá 1972
10. La Sabana de Bogotá. Páginas 8, 9 y 11 Casa Editorial de Arboleda y Valencia. Bogotá 1919
11. El rejo de enlazar Páginas ll, 16 y 126 Editorial Bedout S.A. Medellín 1972
12. Haciendas de la Sabana Páginas 22 y 23 Editorial Kelly. Bogotá 1946
13. Narraciones Capítulos para una historia de Bogotá. Páginas 2 y 3 Imprenta La Luz. Bogotá 1906
14. Más alla de mi paisaje he vuelto a mi paisaje, a mi sabana, página 69 Antares, Ltda. Bogotá 1963
15. A través de la Antig¸a Santafé Páginas 47 y 49 Editorial de Cromos, Luis Tamayo y Co. Bogotá.
16. Pasando el rato Tomás Rueda Vargas. Prólogo, página VXII Linotipo de Arciniegas y Mazuera, Ediciones Colombia. Bogotá 1925
17. Reminiscencias de Santa Fe de Bogotá Asalto a la Hacienda de la Herrera, página 155 Carlos Valencia Editores. Bogotá 1978
#AmorPorColombia
Comentarios

Amanecer en Tabio. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Los altos de Yerbabuena y el Valle de Tocáncipá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La Sabana vista desde el Cerro Cuadrado, entre el Rosal y Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El Valle de Sopó. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vista desde el Pan de Azúcar hacia el oriente. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Laguna del Sisga. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El Valle de Tabio, y la sabana hacia el oriente. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El Valle de Tenjo y el Cerro Majuy. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La niebla entrando por el boquerón de Fagua. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Bajando por el Cerro Cuadrado hacia Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El valle de Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El pueblo de Tenjo visto desde El Alto de la Cruz. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La Sabana vista desde los cerros de la vereda Carrón. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Helada en Guaymaral, Chía. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Helada en El Estanco, por el camino de Las Palmas. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Hacienda "La Aldea", vereda El Chacal. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vegas del río Bogotá, Chía. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

"La Siberia" Centro Geográfico del Occidente de la Sabana. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

"El Sisga" desde El Cerro de San José". Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vista desde el Cerro El Mesón, Mosquera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Potreros en el occidente de la Sabana divididos con alamedas de eucaliptos. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La portada tradicional cerca del Alto de Córdoba. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cebada en la vereda de la Cuesta, Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La vereda Carrasquilla y el cerro Majuy. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El cerezo sabanero. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

En la hacienda "Las Vertientes", cerca a Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Las Corralejas antiguas de la Sabana. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Por el camino de Mosquera a la Mesa. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Gran siembra de papa en la vereda del Estanco. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Sementeras entre Tabio y Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Hacienda "Las Peñas", Madrid. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

"Las vertientes", en Facatativá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Río Frío Occidental, cerca de la cuchilla Paramillo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Potreros en la laguna del Sisga. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Valle del Río Frío. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cebada cerca de "La Herrera", Madrid. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Caminito en Puente de Piedra. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Juncos de la laguna de la Herrera en "Casa Blanca". Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Eucaliptos y cipreses en Chincé. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Carretera El Rosal - Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cultivo de flores en Río Frío. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Camino de Bojacá al Boquerón. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cultivos en la vereda Fute, Mosquera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Corte de cebada cerca a "Canoas", Soacha. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Dejando la leche por Carrasquilla. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Caminito sabanero en Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Tapia y cebada en "Fute", Mosquera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Barbecho cerca de La Pradera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Cercas entre el Rosal y Subachoque. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Inundaciones cerca de Tocancipá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

El río Bogotá en Sesquilé. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Hacienda "La Aldea", vereda El Chacal. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La iglesia y el templo antiguo de Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Sementera en Cajicá. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Por el camino del Estanco. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Vista de la vereda de Zoque, entre Tenjo y Tabio. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Acacias, sauces, y cipreses en Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

Veredas Martín y Espino, Tenjo. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La vereda de Guangatá, desde el camino de la Valvanera. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.

La cuchilla del Cerro de la Valvanera, Chía. Juan Ramón Giraldo Arciniegas.
Condesa Gertrudis von Podewills Durniz
1880 - 1963.
Por encima de las tierras de los Chibchas está la nada Las montañas de este país se abren vertiginosamente al cielo, y las aguascubren la tierra entre ellas.
La Sabana estaba cubierta por el agua, y lasmontañas oscuras y amenazantes se levantaron de las aguas hacia la oscuridad del cielo, y la niebla envolvió todo en un manto impenetrable.
Todo esto lo vio el Todopoderoso, que era la luz misma. Entonces envió enormes aves que ahuyentaron a las nieblas y soplaron a través de sus picos aire diáfano. Así separó el Todopoderoso la tierra de las aguas de lo infinito del cielo.
Y luego creó lo maravilloso y brillante, lo Grande. El rompió la oscuridad con su luz brillante y calentó las tierras. Y en seguida envió esta luz para que radiara sobre las montañas y las aguas. Así se fue el agua y surgió la Sabana. Y el Todopoderoso llamó esta luz Sua.
Pero Sua secó y hasta tostó la tierra de los Chibchas con su luz abrasadora y ardorosa. Fue entonces cuando el Todopoderoso hizo desaparecer a Sua detrás de las montañas y creó algo suave y blando, lo que vino cuando había desaparecido Sua, y Dios llamó a esta luz Chía. 1
Lorenzo Marroquín
1856 - 1918.
Cuando el muchacho trajo la alondra, Casanova, el mayordomo de El Sauzal, revisó las cinchas para ver si estaban bien templadas; Roberto montó, volvió la rienda, y a saltos cortos y elásticos se hundió, seguido de Casanova, en las profundidades de la niebla.
Descendió la colina, llegó a la llanura, y al galopar de la yegua se le iban presentando comoa través de un sueño, con los contornos perfumados, cercas de piedra, los matorrales de las orillas, y los objetos que surgían de pronto desaparecían luego desvaneciéndose entre la blancura flotante un peñasco gris, zarzales en que la neblina parecía enredarse como vellones de ovejas.
La Sabana se adivinaba entre las brumas; las masas de los árboles, sin contornos precisos, surgían en la penumbra como fantasmas. Roberto sentía que la frescura de la alborada le llegaba al espíritu, alentaba la voluntad y, a medida que se iban abrillantando las nieblas, sus pensamientos se inundaban con claridades y esperanzas de aurora.
Vea, Roberto, qué efecto de niebla... Sólo surge de entre la blancura flotante de la colina de la casa; a pocos pasos se cierra la vista del telón de brumas que empieza a abrillantarse con una claridad vaga, cada vez más intensa. El sol todavía invisible, se anuncia con resplandores por detrás del cerro y a los primeros rayos, la niebla, que llena la inmensa cuenca de la Sabana, principia a moverse, a ondular con pereza, va replegándose, como empujada blandamente, hacia el ocaso. Surge una masa de árboles negros, como dibujados con tinta sobre el fondo lechoso que sigue huyendo van apareciendo, como en la vaguedad de un ensueño, lagunas color de acero, leng¸etas de islotes, juncales, prados dilatados, de un verde pálido, continúa alejándose la niebla, arrollada, cada vez más densa, más luminosa, con reflejos sonrosados, con cambiantes fantásticos de lila. 2
Daniel Samper Ortega
1896 - 1943.
Cuando la Sabana despierta, envuelta en los chales de neblina que flota en los potreros, con penachos de árboles que se dijeran nacidos sobre las nubes, aromada de ruda y de poleo, rumorosa en gorgeos y balidos, hay que contemplarla desde las veredas que conducen a los cerros bien pronto los primeros rayos del sol comienzan a dorar las altas copas de los árboles y chispean en los diamantes del rocío.
La neblina se va desgarrando a jirones, y primero en los techos de los ranchos y después en las hojas y a lo largo de los troncos y en la hierba que exhala fragantes vahos, reverberan lumbraradas de gotas. De rama en rama alguna telaraña se engarza como sutil redecilla de plata y piedras preciosas. La vista alcanza cada vez más, y por fin, allá donde se confunden la luz y la tierra y las nubes, asoman enhiestas y resplandecientes las nevadas cumbres del Tolima, del Ruiz, del Santa Isabel.
Al medio día pica el sol, mirlas y copetones rondan y asaltan los cerezos en donde hierve la colmena, zumba aquí un moscardón, boga allí en la luz la libélula de alas de luz, tiembla el aire sobre los pastales, emanan ondas doradas de los trigos maduros y dondequiera que el agua se remansa a sombra de los alcaparros y de salvios, de arbolocos y sauces, bordan escribanos quiméricos encajes. El ganado pace impertérrito desdeñando el amable parasol de los arrayanes, y ocultas en el maizal agobiado de sol se arrullan las palomas.
Una fila de sauces destacaba su triste verdor sobre el azul borroso de los cerros lejanos, cuyas crestas orlaba en oro el sol. Desde la blanca torre de la Iglesia, que asomaba por entre fresnos y cerezos, venía hasta nosotros, quedo y lento, el toque del ángelus. El cielo, en tintes diversos, formaba con las nubes encendidos piélagos fantásticos. Al frente se tendía la carretera, cada vez más confusa, hasta extinguirse en la sombra. 3
José Manuel Marroquín
1827 - 1908.
La hacienda en que nací, comenzó el Mohíno, es una de las de la Sabana de Bogotá. Comprende una parte alta y montuosa, denominada por la gente de la comarca el Páramo, y otra parte baja y llana, bañada por el río Funza. Picos elevados, agrios peñascales, cañadas profundas, suaves recuestos y cimas anchas y casi planas cubiertas de un césped semejante al de los potreros ribereños, diversifican infinito el aspecto de la parte alta. En algunas explanadas cubiertas de vegetación de un verde caído y negruzco, que a partes deja descubierta una tierra negra y porosa, despunta el pardusco y triste frailejN. De lo más eminente de las sierras descienden arroyos de aguas purísimas, que a veces se esconden en las hondonadas con triste murmullo y salen luego a disfrutar la luz del sol.
Por encima de las otras cumbres y dominando dos valles, yergue su cima un cerro que, por su figura cNica, se apellida Pon de Azúcar. Es hermoso ver desde esta cima, en mañanas despejadas, cómo las nubes abandonan su región y se posan sobre las dos planicies formando dos mares blancos, encerrado el más pequeño entre montañas elevadas, e ilimitado el otro por el lado de occidente, donde se confunde con el cielo.
Al declinar el día, sobre todo cuando una lluvia general y copiosa ha dejado diáfana la atmósfera, se ve desde el Pon de Azúcar otro bello cuadro. En su primer término se descubre la Sabana, con sus dos ciudades, sus pueblos y caseríos, sus sembrados y sus ricas dehesas, sus lagunas y su tortuoso río; en el segundo término del cuadro, las nubes del poniente, tomando formas y colores que cada vez parecen nuevos y más brillantes, se confunden con las tierras lejanas y añaden a las poblaciones, a los bosques y a los lagos verdaderos, ciudades, selvas y piélagos fantásticos.4
Fray Juan de Castellanos
1552 - 1607.
Canto a la Sabana Tierra buena Tierra buena Tierra que pone fin a nuestra pena Tierra de oro, tierra bastecida, Tierra para hacer perpetua casa, ierra con abundancia de comida; Tierra de grandes pueblos, tierra rasa, Tierra donde se ve gente vestida, y a sus tiempos no sabe mal la brasa; Tierra de bendición, clara y serena, Tierra que pone fin a nuestra pena. 6
Carlos Sanz de Santamaría
1905 -
Pocos países del mundo tienen extensiones lanas, rodeadas de montañas, con tierras de tan buena calidad para la agricultura como La Sabana de Bogotá.
Cuando el señor Lindbergh, el famoso aviador que por primera vez cruzó solo el Atlántico en un pequeño avión, vino a Bogotá, declaró que una de las sensaciones más sorprendentes y extraordinarias que él había tenido en el curso de su carrera como piloto, había sido el viaje de los Estados Unidos a Bogotá.
Al llegar a Colombia, dijo, pensaba estar volando sobre Suiza por sus altas montañas y no imaginaba, aun cuando había estudiado el viaje cuidadosamente, que en forma súbita, al traspasar un pico elevado de una de esas montañas, se descubriría ante mis ojos la inmensa Sabana de Bogotá, bellísima región del globo, rodeada de montañas, que no había encontrado, semejante, en ningún otro país de cuantos había visitadoí.
El señor Lindbergh tenía razón. Por entonces la Sabana de Bogotá, extensión explotada para la agricultura, regada por el río del mismo nombre a lo largo de toda la planicie, debía aparecer a este norteamericano extraordinario, como la más perfecta de las despensas para alimentar la capital de la República. Y así era en efecto.7
Gaspard Mollien
La llanura de Bogotá, que está situada a 43íde latitud Norte y a 1.370 toesas sobre el nivel del mar, tiene ocho leguas de Este a Oeste y diez y seis de Norte a Sur si se prolonga hasta Ubaté, como hacen los colombianos en sus mapas manuscritos. El suelo de esta meseta, rodeada de montañas, es completamente llano.
En esta llanura no crecen más árboles que los sauces y los manzanos; pero si las plantas de gran tamaño no adquieren gran desarrollo en esa altitud, en cambio los cereales se dan con abundancia insospechada todo el campo está cubierto de cebadas, de trigales, de avenas y de pastos excelentes Espectáculo maravilloso este de encontrar a una altitud, en la que en Europa el hombre vive a duras penas y que está cubierta de nieves, una campiña tan rica como la de Beauce.
...hay que convenir en que esta meseta de Bogotá excede por su elevación, por su extensión y por su asombrosa fertilidad, a todo cuanto la imaginación del hombre haya podido forjar. 8
José Ignacio Perdomo Escobar
1917 - 1980.
La historia del Valle de los Alcázares se traza a través de la pequeña historia de las haciendas;...
Era la Sabana entonces un verdadero paraíso.
En las corralejas y huertos, daban sombra amable y solemne los cedros y los nogales, que en la Colonia dieron sus robustos troncos a las columnas, frisos y atlantes de los altares...
El sabanero ha amado su planicie y la cultiva como un artista con simetría perfecta se alinean los surcos, ya un maizal con sus espigas altaneras en que se enreda el fríjol o el trigo tierno o maduro o la papa con sus flores blancas y azules y sus mamones.
La Sabana tiene importancia determinante en la formación del carácter y sicología bogotanos...
El primer creador del espíritu santafereño fue la Sabana de Bogotá. Y así, nos des santafereñizamos a medida que nos des sabanerizamos. 9
Tomás Rueda Vargas
1879 - 1943.
Tratemos de fijar ante todo lo que se entiende por Sabana de Bogotá y para ello no vamos al concepto geográfico, que es bien claro y conocido.
Para un calentano o para un individuo que no sea bogotano, la Sabana es toda la extensión de la altiplanicie, sin descontar las laderas que se confunden con la cordillera, y los valles como el de Sopó, La Calera y Tabio. Pero un bogotano no dice voy a la Sabana, sino cuando se dirige al occidente, es decir a la parte más fértil de la planicie y así parece entenderla en general el mismo sabanero, para el cual la Sabana significa lo que ellos llaman el riñón, lo que rodea en varias leguas a la redonda a Funza, la antigua capital de los chibchas; y ciertamente en esa región es donde las costumbres sabaneras han estado más caracterizadas y el tipo de orejón se ha conservado física y moralmente más fijo. Nosotros preferimos, sin despreciar este distingo, que tiene su razón de ser, como Sabana lo que los de fuera de ella entienden por tal, lo que la visera del casco y la del espíritu levantadas, abarcó la vista del gran Adelantado.
Ellos son el fondo hosco, sombrío, severo del paisaje; el comercio del sabanero con el paramuno es íntimo, fraternal y constante, al páramo se va a correr el zorro y el venado; del páramo bajan los yugos de susca, las cabezas y los timones clásicos de los arados de chuzo; en los páramos se crían y se educan los bueyes que no mienten ni por la pezuña ni por el cacho; por sus pendientes rueda el humus a enriquecer la planicie, sus matorrales abrigan las aguas que bajan a fecundarla.10
Eugenio Díaz
1804 - 1861.
La Pradera y El Olivo eran dos haciendas de segunda magnitud en la Sabana de Bogotá.
La casa de El Olivo estaba situada al pie de una loma que se alza de la zona de las gramas y de los arbustos hasta llegar a la del frailejón y la paja de uche, y a las crestas de los peñascos desnudos, que es lo único que se ve desde algunos parajes de la Sabana. Antes de llegar a las puertas de la hacienda se andaba por el lado de las sementeras de cebada, o papas, o de los prados de pacunga, grama y achicoria.
A las huertas de La Pradera se podía ir por recreación, como ir a los paseos públicos de algunas ciudades de Europa, de que nos hablan los viajeros. Fuera de los tablones de alfalfa había casi todo el año habas, papas de semillas exquisitas, matas de maíz, arvejas, repollos muy grandes, lechugas, rábanos, alcachofas y zanahorias, había en fin, cuanto existe en el ramo de las hortalizas. En cuanto a frutas había duraznos, manzanos, curubos, frutas de chil, cerezas, ciruelas y pepinos. Flores las había muy preciosas, y el principal adorno de las huertas era una alameda de cerezos, manzanos y sauces, por la cual iba el camino desde la casa hasta la orilla del río, llendo a terminar al lavadero y cogedero de agua. Los rosales entreverados en los espacios de los árboles, y los curubos enredados por encima, le daban a la alameda las ventajas de la sombra, de la belleza y de las aromas más exquisitas.
El camino era una huella de media vara de anchura, marcada por la ausencia de la grama como los caminos de las hormigas arrieras. El llano no estaba verde sino blanco como una lámina de cristal, porque había helado y se veía el horizonte cubierto de escarcha. Eran blancos los montones de trigo, los árboles de la huerta, los techos de las casas pajizas y los palos de las corralejas.
Es magnífica la vista de la Sabana de Bogotá en los días de las más grandes heladas.11
Camilo Pardo Umaña
1906 - 1956.
Paso a paso, la vasta extensión de la Sabana fue desecándose, al cuadricular el hombre su suelo, con zanjas y más zanjas, que servían también para alinderar las haciendas y, dentro de éstas, los distintos potreros, que iban sembrando de los mejores pastos, cuando no se dedicaban a la agricultura; y fue don Antonio Nariño, el andante caballero bogotano, a quién cupo la gloria de haber importado el famoso trébol, llamado comúnmente carretón, orgullo de los más ricos hacendados y señal indudable de la fertilidad de las tierras. Al mismo tiempo, fueron apareciendo los caminitos vecinales a todo lo largo y ancho de la Sabana, en tanto dentro de las haciendas florecían los senderillos zigzagueantes caminitos de indio , que acortaban las distancias y hacían gratas las jornadas.
Lo que sucede es que Bogotá y la Sabana son una cosa y el resto de Cundinamarca es otra, muy distinta. La Sabana pertenece espiritualmente a la ciudad, y las dos se compenetran absoluta y definitivamente. En la Sabana, cada uno de sus pueblecillos Funza, Fontibón, Serrezuela, Chía, Usaquén, Mosquera, Suba, Cajicá, Bosa, Bojacá, Soacha, Cota, Tenjo, Tabio, etc. tiene su personalidad, como la tiene, y tan marcada, Bogotá; pero todos están unidos por un alma común, por una especie de cordón umbilical del espíritu, que nada tiene qué ver con la que anima al resto del desaparecido imperio Chibcha.12.
Eduardo Posada
1862 - 1942.
Quesada estaba con su ejército en la ciudad llamada Bacatá, en medio de la Sabana, donde el rey Chibcha tenía su corte; y de allá se vino (a Teusaquillo) a hacer la fundación.
Qué bello era Teusaquillo Un grito de admiración lanzaron los españoles al descubrirlo. Al Oriente estaban las gigantescas moles de los Andes, con ligeras gasas de neblina; al pie poéticos collados, llenos de arbustos, piedras y musgos; luego se extendía hacia el poniente la verde Sabana, llena de bohíos como alcázares, de sementeras y lagunas, hasta perderse en el confín del horizonte, donde se veían varios cerros azules, y uno, por sobre todos ellos, majestuoso y altivo, levantaba su cabeza blanca, de nieve inmortal, como un anciano alto y fuerte en medio de sus descendientes; al norte se extendía también la verde llanura, y al sur se veían envueltas en las brumas que venían del Tequendama. Dos ríos cristalinos y rumorosos se desprendían de la cordillera y bajaban por entre dos orillas de césped uno de ellos, el Vichacá (San Francisco), salía por entre dos cerros golpeándose contra grandes piedras, formando copos de blanca espuma y haciendo remolinos al llegar al valle, donde ambos juntaban sus aguas purísimas. El clima era fresco, el aire puro, el sol muy suave y el cielo muy azul. A aquel sitio iban los Zipas a pasar los meses de lluvias, cuando se inundaban los campos de Bacatá. 13
Isabel Lleras de Ospina
1911 - 1965.
He vuelto a mi paisaje, a mi Sabana melancólica y dulce, el cielo mío pone sobre mi tierra su rocío y su rayo de sol en mi ventana. Las montañas azules, la lejana línea del horizonte, el manso río, forman mi ilimitado poderío y satisfacen mi ambición humana. A través del cristal miro el paisaje y él me mira también con su mirada húmeda de ternuras apacibles. Mi corazón se esconde en el celaje y aparece su voz aprisionada del viento entre las manos invisibles.14
José Alejandro Bermúdez
1886 - 1938.
Siempre que miro el excelente mapa geográfico que en relieve levantó el señor Rosales, veo tan pequeñita la Sabana de Bogotá, que hallo muy justa la comparación tan trillada Unido de águilas de que nos hablan los poetas románticos. Qué lejos estamos por acá de los mares y de los ríos portentosos que tanta fama nos dan Mas, si la miro de cerca, en una clara mañana de diciembre, evocadora de los gratos recuerdos de la infancia, mis ojos se recrean con la dilatada extensión de éstos que fueron dominios del antiguo chibcha y valle hermosísimo apellidado por el Conquistador, de los Alcázares.
Recorre la Sabana del uno al otro extremo el tortuoso Funza, lleno de acechanzas bajo unas aguas al parecer tranquilas. Abundan los campos de menuda grama; los verdes sauces, los retamos, los robles y nogales, los pinos y pimientos, esto para no nombrar los eucaliptos, que en la edad presente, forman largas y melancólicas arboledas. Las cascadas, luego de haber retozado en las serranías corren perezosamente por el valle; los sembrados de trigo se agitan suavemente al oreo que viene de los montes; mugen los ganados en las dehesas, y un cielo raras veces limpio de nubes, presta a la Sabana una cierta melancolía que se acrecienta visiblemente cuando en las noches frías de luna se oyen el croar de las ranas y el triste aullido de los canes en las chozas.
Portada adentro y hasta muy cerca a los primeros tejados, rugosos y vetustos sauces alinderan la entrada. Descuélganse desde la altura de las copas, hilos delgados vestidos de finas y largas hojas; evoca el verde de estos árboles, con viveza, la fisonomía peculiar de nuestra Sabana, y contrasta visiblemente con ese otro verde ceniciento de los eucaliptos que aparecen luego allá en el fondo, y que por la corpulencia de sus troncos y la altura desmesurada de sus copas, parecen indicarnos que ya dominaron por siempre a todos y a cada uno de los otros árboles que conocieron nuestros antepasados. 15
Eduardo Guzmán Esponda
1893 -
Bueno es designar con el viejo nombre por lo menos a nuestra patria chica, donde existen aún los viejos caserones españoles rodeados de este paisaje único en los trópicos, tan nuestro y tan europeo, sin la lujuriosa frondosidad de la tierra caliente, en que a cambio de cámbulos incendiados, de mangos abrumadores como fortalezas, reina el suave cerezo, con su follaje tan finamente encajeado, con sus tonalidades verdes tan discretas, sin nunca llegar a proporciones gigantescas, desmesuradas, que proyecta sombra tibia sin dar la fría destemplanza de los ramajes apretados, árbol en que colgamos todos algún travieso recuerdo infantil y en que buscamos por vez primera, para muchos única, la dulzura del fruto del cercado ajeno. 16
José María Cordovez Moure
1835 - 1918.
En pocas comarcas ha derramado la Providencia con tanta prodigalidad sus beneficios en favor del hombre como en el pedazo de tierra que se llama la Sabana de Bogotá.
Atravesada de Norte a Sur por el manso y cenagoso río Funza, que recoge los diversos tributarios que aumentan el caudal de sus aguas, dejando todos a su paso el depósito de limo fecundante, que mantiene en perenne actividad la prodigiosa fuerza productora de su fértil suelo; bajo la influencia de un clima suave e igual, libre de los fríos y de los calores de la zona templada, y exenta de animales dañinos o venenosos; rodeada, como inexpugnable fortaleza por altas y azuladas montañas que le renuevan amorosas las brisas del purísimo ambiente que da la vida a sus moradores; protegida, por razón de su altura sobre el nivel del mar, contra las asoladoras e implacables epidemias que dejan en otras partes una estela pavorosa de muerte y desolación; y lo que aún es mejor, habitada por una raza de carácter apacible, sin ambiciones, humilde y sencilla, apegada al suelo en que nace, vive y muere, amalgamada con la savia de sus conquistadores a quienes recuerda con veneración sin acordarse de las inútiles crueldades empleadas para sojuzgarla. 17
Notas
1. Chigys Mie (en Chibcha cosas pasadas), Leyendas de los chibchas. Página 5 Editorial de Cromos. Bogotá 1930
2. PAX Novela de costumbres latinoameri
3. El Cerezal Acuarelas literarias de la Sabana de Bogotá, página 35 Editorial de Cromos. Bogotá 1924.
4. Bogotá 1538 1938. Página 7 Editor J. V. Ortega Ricaurte. Bogotá 1938
5. El Moro Capítulo XI, páginas 103 y 104 Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo. Yerbabuena Diciembre de 1971
6. Historia del Nuevo Reino de Granada. 1569 1592 Tomo 1, página 192 Imprenta de Pérez Dubrull, Madrid 1886
7. Bogotá, estrucutra y principales servicios públicos Observaciones sobre Bogotá y sus principales servicios, páginas 30 y 31 Talleres Gráficos litografía Arco. Bogotá.
8. Viaje a la República de Colombia en 1823 Capítulo IV, páginas 57, 58, 59 Biblioteca popular de Cultura colombiana Vol. 46 Bogotá, Imprenta Nacional, 1944
9. Las Haciendas de la Sabana a vuelo pluma Página 144 Imprenta Antares. Bogotá 1972
10. La Sabana de Bogotá. Páginas 8, 9 y 11 Casa Editorial de Arboleda y Valencia. Bogotá 1919
11. El rejo de enlazar Páginas ll, 16 y 126 Editorial Bedout S.A. Medellín 1972
12. Haciendas de la Sabana Páginas 22 y 23 Editorial Kelly. Bogotá 1946
13. Narraciones Capítulos para una historia de Bogotá. Páginas 2 y 3 Imprenta La Luz. Bogotá 1906
14. Más alla de mi paisaje he vuelto a mi paisaje, a mi sabana, página 69 Antares, Ltda. Bogotá 1963
15. A través de la Antig¸a Santafé Páginas 47 y 49 Editorial de Cromos, Luis Tamayo y Co. Bogotá.
16. Pasando el rato Tomás Rueda Vargas. Prólogo, página VXII Linotipo de Arciniegas y Mazuera, Ediciones Colombia. Bogotá 1925
17. Reminiscencias de Santa Fe de Bogotá Asalto a la Hacienda de la Herrera, página 155 Carlos Valencia Editores. Bogotá 1978