- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La lógica de los espectros y la tecnología de la memoria
Texto de: Gustavo Gómez
Filósofo
En su proyecto titulado Juegos de herencia (2009), Clemencia Echeverri llama la atención sobre un ritual que se realiza cada año en El Valle, un pueblo de la región del Pacífico en Colombia, que consiste en enterrar un gallo vivo, con la cabeza afuera, para luego ser decapitado con un machete. Como sucede con frecuencia cuando se indaga sobre la genealogía de un legado cultural, aunque parece que este ritual tiene precedentes en España, no son claros sus orígenes, así como tampoco se puede demarcar con precisión su sentido, que encuentra resonancias en los ritos masculinos de iniciación ligados a la guerra. Frente a esta aparente oscuridad, vale la pena considerar que, aunque tendemos a privilegiar la claridad, quizá el carácter enigmático que rodea a esta práctica cultural es lo que nos llama la atención, lo que nos incita a pensar.
Justamente en este punto encuentro el origen fundamental de Juegos de herencia (2009), una especie de sorpresa o asombro ante un acontecimiento que resulta misterioso, en cierto sentido incomprensible e inexplicable. Se podría decir que lo “extraño”, lo “Otro”, demanda de nuestra parte la responsabilidad de un cuidado, algo que tenemos que guardar en la memoria porque podría un día no volver a ocurrir. Seguramente, esta es la razón que obliga a una artista a tomar sus cámaras, alejarse de su taller, y tratar de registrar lo que está sucediendo en un lugar remoto de las costas colombianas, pues solo desde esta cercanía, desde el registro específico de la situación, es posible pensarla.
En efecto, aunque se tiende a desligar lo que significa pensar desde una actividad técnica o productiva, inmersa en una situación específica, ya Heidegger llamó la atención sobre la vecindad entre pensamiento y poesía para recalcar la importancia de la relación concreta con un medio, la necesidad de escuchar lo que dice un elemento, un material, para comprender lo que sucede ante nosotros (Heidegger, 2005: 209). No obstante, puesto que la alusión heideggeriana a esta vecindad sigue siendo oscura, para entenderla habría que considerar, como lo hace Derrida (Derrida y Stiegler, 1998: 15), que nuestra relación con el presente, la actualidad, siempre está constituida artificialmente, cribada por los dispositivos tecnológicos que usamos.
En este sentido, puesto que no hay una realidad pura y estática que se presente plenamente ante nosotros como una cosa que después será representada, sino que ella se actualiza en función de nuestras propias transformaciones técnicas, se podría decir que pensar la actualidad de nuestra experiencia requiere que nos involucremos en los procesos productivos que la constituyen. El ejercicio del pensamiento y el de la memoria están así intrínsecamente ligados, como también lo sugiere (Heidegger, 2005: 22), pues solamente atendiendo a la luz que nuestros dispositivos técnicos arrojan sobre lo que acontece podemos traerlo a la memoria. Dicho más claramente, hacer cosas, transformar la realidad, es una forma de sacar del olvido posibilidades que yacían virtualmente en los acontecimientos y, según Heidegger, esto mismo es pensar.
En consonancia con esta perspectiva acerca de la relación entre técnica y pensamiento, Juegos de herencia (2009) llama la atención sobre diferentes registros de la experiencia, que oscilan principalmente entre el sonido y la imagen. Por ejemplo, la sonoridad del machete que se blande para matar es intensificada en la grabación; se trata entonces de evocar a partir de allí algunos de los posibles orígenes de este ritual, todos los cuales aluden a formas de violencia. Así, retomando nuevamente los planteamientos de Jacques Derrida (Derrida y Stiegler, 1998), la cuestión de la herencia no es remitida a un pasado que ha sido dejado atrás y que no reincide o se repite en el presente, sino que es vista desde una lógica de lo espectral: en este caso, el espectro del asesinato o la violencia que retorna al escenario de un ritual donde muere un animal. Estamos ante un espectro porque la violencia o la muerte no se presentan en sí mismas, como una totalidad cerrada, sino que se manifiestan en una voz, en un sonido, en una imagen fragmentada y evanescente.
Lo interesante de esta perspectiva, de esta lógica de lo espectral, es que supone un compromiso con la ambigüedad de todo acontecimiento, pues en la Historia, con mayúsculas, la dimensión concreta en la que se juega la vida, nunca nos enfrentamos a hechos perfectamente definidos y determinables, sino a apariciones que se configuran provisionalmente gracias a nuestros dispositivos tecnológicos, incluyendo la sofisticada técnica que está en la base de nuestra percepción o nuestro cuerpo. En otras palabras, según lo muestra Derrida, la lógica de lo espectral es la estrategia para pensar la condición artefactual de todo presente histórico y, así, comprender nuevas tecnologías de la memoria.
La necesidad de recurrir a esta lógica resulta más patente si consideramos que nuestra comprensión habitual de la historia, según la cual tenemos un acceso privilegiado, preciso, a los hechos, no es en realidad una visión transparente de lo acontecido, sino que, por el contrario, encuentra en el sistema alfabético de escritura su condición de posibilidad. Esto es, precisamente, lo que sugiere la siguiente intervención de Bernard Stiegler en sus entrevistas con Derrida:
Si nos ponemos de acuerdo en decir que la escritura alfabética, en cuanto abre un acceso singular –exacto– a lo que pasó en la lengua, al pasado de la lengua, si nos ponemos de acuerdo en decir que esa escritura en cuanto nueva posibilidad de acceso al pasado prepara una nueva relación con el futuro, también debemos decir entonces que es una condición para que se elabore una temporalidad histórica, no simplemente la ciencia del historiador, sino la relación con el futuro que constituyen los tiempos históricos, una súbita aceleración, la apertura del espacio político, la práctica de la geografía, una transformación de la relación con el territorio.
(Derrida y Stiegler, 1998: 127)
Según este pasaje, incluso nuestra concepción más extendida del tiempo, de nuestra relación con el pasado y el futuro, parece intrínsecamente ligada a la “teletecnología” de la escritura alfabética. De aquí provienen también nuestras formas de “reflexividad”, de comprensión del mundo. Por esta razón, podríamos decir, la mutación creciente de nuestros dispositivos tecnológicos supone una reconfiguración de esta misma temporalidad, pues nos abre a nuevos modelos de reflexión histórica. Esto es lo que sugiere la respuesta que plantea Derrida al pasaje anterior, que para él resulta problemático en tanto atribuye un papel privilegiado a la escritura en la configuración de la historia, y donde dice lo siguiente:
Lo que ocurre hoy en día es también una experiencia del límite histórico en su origen y su fin, en cierto modo en su origen y su terminación, por lo tanto, el límite de la escritura fonética. Ésta se ve más desbordada que nunca. No es originaria, en cierta forma está terminada, desbordada por la experiencia de la imagen que hacemos hoy. Ese privilegio de lo alfabético, en el cual usted insiste con justa razón y que también me había llamado la atención, no es más que un privilegio tecnoeconómico en un proceso que lo precede y excede.
(Derrida y Stiegler, 1998: 129).
Efectivamente, podríamos decir que el predominio de la escritura alfabética en nuestras construcciones históricas ha generado la ilusión del registro exacto, del dominio de los acontecimientos, que, sin embargo, ha sido desbordado por las nuevas tecnologías de la imagen, por los nuevos medios audiovisuales, añadiríamos nosotros. Este desbordamiento es producido, justamente, por la multiplicación de perspectivas que supone la democratización y expansión de estos nuevos medios, en donde tenemos la posibilidad de revelar aspectos de la realidad que antes pasaban desapercibidos y que, muchas veces, eran inimaginables. Esto significa, en últimas, que tenemos acceso a nuevas dimensiones del recuerdo, que podemos recordar nuevas formas de lo que acontece.
En este sentido, volviendo sobre Juegos de herencia (2009), vemos que la posibilidad de un registro sonoro in situ, y su intensificación respectiva a través de un montaje digital, permite reconocer en un ritual espectros de múltiples voces que difícilmente habríamos capturado desde la perspectiva hegemónica de la escritura: la voz del machete, de la cabeza que cae al desprenderse de su cuerpo, de la mano que empuña con fuerza el machete y se mueve con agresividad, todas ellas apariciones de un mismo espectro, diría Derrida, el espectro de la muerte, de la violencia, o también de la lucha por la supervivencia, herencia milenaria que pervive y se actualiza tomando formas cada vez más inesperadas.
De forma simultánea, el “juego” con la cámara de video permite capturar réplicas de esta situación, que en medio del bullicio y de la complejidad del ritual resultan difícilmente perceptibles, por ejemplo, el momento en el que alguien patea la cabeza del gallo una vez ha terminado la ejecución del ritual. Este suceso, en apariencia intrascendente, muestra que el ritual no es una simple construcción simbólica, una representación ficticia, sino que en él se canalizan impulsos que se encuentran latentes en nuestras formas de ser o habitar el mundo pero que, por lo general, no son percibidas directamente. En otras palabras, se podría decir que en este caso la cámara de video permite capturar, más allá del momento crucial de la muerte del animal, registros que no son habituales de lo que significa el espectro de la violencia. Así, pues, el video rescató del olvido un acontecimiento que, a pesar de haberse repetido muchas veces, quizá no había sido capturado con la intensidad apropiada.
En este orden de ideas, Juegos de herencia (2009) supone una reflexión sobre lo que significa hacer historia o pensar la historia, aspectos que en este punto deben ser indiscernibles. En efecto, el papel del sonido y el video, en este caso, está orientado a revelar e intensificar aspectos de la violencia que en ningún momento se pueden reducir a una imagen única, manteniendo siempre la ambigüedad latente en múltiples apariciones del mismo fenómeno. Por este motivo, es importante la referencia a lo espectral, porque la comprensión de que todo acontecimiento es ambiguo nos lleva a pensar que la herencia, lo heredado, exige de nosotros una apropiación, y ésta depende de los registros que permiten los medios que tenemos a nuestra disposición.
Bibliografía
- HEIDEGGER, Martin. ¿Qué significa pensar? Trotta: Madrid, 2005. Trad. R. Gábas.
- DERRIDA, Jacques y STIEGLER Bernard. Ecografías de la televisión. Entrevistas filmadas. Eudeba : Buenos Aires, 1998.
- Trad. M. Horacio Pons.
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La lógica de los espectros y la tecnología de la memoria
Texto de: Gustavo Gómez
Filósofo
En su proyecto titulado Juegos de herencia (2009), Clemencia Echeverri llama la atención sobre un ritual que se realiza cada año en El Valle, un pueblo de la región del Pacífico en Colombia, que consiste en enterrar un gallo vivo, con la cabeza afuera, para luego ser decapitado con un machete. Como sucede con frecuencia cuando se indaga sobre la genealogía de un legado cultural, aunque parece que este ritual tiene precedentes en España, no son claros sus orígenes, así como tampoco se puede demarcar con precisión su sentido, que encuentra resonancias en los ritos masculinos de iniciación ligados a la guerra. Frente a esta aparente oscuridad, vale la pena considerar que, aunque tendemos a privilegiar la claridad, quizá el carácter enigmático que rodea a esta práctica cultural es lo que nos llama la atención, lo que nos incita a pensar.
Justamente en este punto encuentro el origen fundamental de Juegos de herencia (2009), una especie de sorpresa o asombro ante un acontecimiento que resulta misterioso, en cierto sentido incomprensible e inexplicable. Se podría decir que lo “extraño”, lo “Otro”, demanda de nuestra parte la responsabilidad de un cuidado, algo que tenemos que guardar en la memoria porque podría un día no volver a ocurrir. Seguramente, esta es la razón que obliga a una artista a tomar sus cámaras, alejarse de su taller, y tratar de registrar lo que está sucediendo en un lugar remoto de las costas colombianas, pues solo desde esta cercanía, desde el registro específico de la situación, es posible pensarla.
En efecto, aunque se tiende a desligar lo que significa pensar desde una actividad técnica o productiva, inmersa en una situación específica, ya Heidegger llamó la atención sobre la vecindad entre pensamiento y poesía para recalcar la importancia de la relación concreta con un medio, la necesidad de escuchar lo que dice un elemento, un material, para comprender lo que sucede ante nosotros (Heidegger, 2005: 209). No obstante, puesto que la alusión heideggeriana a esta vecindad sigue siendo oscura, para entenderla habría que considerar, como lo hace Derrida (Derrida y Stiegler, 1998: 15), que nuestra relación con el presente, la actualidad, siempre está constituida artificialmente, cribada por los dispositivos tecnológicos que usamos.
En este sentido, puesto que no hay una realidad pura y estática que se presente plenamente ante nosotros como una cosa que después será representada, sino que ella se actualiza en función de nuestras propias transformaciones técnicas, se podría decir que pensar la actualidad de nuestra experiencia requiere que nos involucremos en los procesos productivos que la constituyen. El ejercicio del pensamiento y el de la memoria están así intrínsecamente ligados, como también lo sugiere (Heidegger, 2005: 22), pues solamente atendiendo a la luz que nuestros dispositivos técnicos arrojan sobre lo que acontece podemos traerlo a la memoria. Dicho más claramente, hacer cosas, transformar la realidad, es una forma de sacar del olvido posibilidades que yacían virtualmente en los acontecimientos y, según Heidegger, esto mismo es pensar.
En consonancia con esta perspectiva acerca de la relación entre técnica y pensamiento, Juegos de herencia (2009) llama la atención sobre diferentes registros de la experiencia, que oscilan principalmente entre el sonido y la imagen. Por ejemplo, la sonoridad del machete que se blande para matar es intensificada en la grabación; se trata entonces de evocar a partir de allí algunos de los posibles orígenes de este ritual, todos los cuales aluden a formas de violencia. Así, retomando nuevamente los planteamientos de Jacques Derrida (Derrida y Stiegler, 1998), la cuestión de la herencia no es remitida a un pasado que ha sido dejado atrás y que no reincide o se repite en el presente, sino que es vista desde una lógica de lo espectral: en este caso, el espectro del asesinato o la violencia que retorna al escenario de un ritual donde muere un animal. Estamos ante un espectro porque la violencia o la muerte no se presentan en sí mismas, como una totalidad cerrada, sino que se manifiestan en una voz, en un sonido, en una imagen fragmentada y evanescente.
Lo interesante de esta perspectiva, de esta lógica de lo espectral, es que supone un compromiso con la ambigüedad de todo acontecimiento, pues en la Historia, con mayúsculas, la dimensión concreta en la que se juega la vida, nunca nos enfrentamos a hechos perfectamente definidos y determinables, sino a apariciones que se configuran provisionalmente gracias a nuestros dispositivos tecnológicos, incluyendo la sofisticada técnica que está en la base de nuestra percepción o nuestro cuerpo. En otras palabras, según lo muestra Derrida, la lógica de lo espectral es la estrategia para pensar la condición artefactual de todo presente histórico y, así, comprender nuevas tecnologías de la memoria.
La necesidad de recurrir a esta lógica resulta más patente si consideramos que nuestra comprensión habitual de la historia, según la cual tenemos un acceso privilegiado, preciso, a los hechos, no es en realidad una visión transparente de lo acontecido, sino que, por el contrario, encuentra en el sistema alfabético de escritura su condición de posibilidad. Esto es, precisamente, lo que sugiere la siguiente intervención de Bernard Stiegler en sus entrevistas con Derrida:
Si nos ponemos de acuerdo en decir que la escritura alfabética, en cuanto abre un acceso singular –exacto– a lo que pasó en la lengua, al pasado de la lengua, si nos ponemos de acuerdo en decir que esa escritura en cuanto nueva posibilidad de acceso al pasado prepara una nueva relación con el futuro, también debemos decir entonces que es una condición para que se elabore una temporalidad histórica, no simplemente la ciencia del historiador, sino la relación con el futuro que constituyen los tiempos históricos, una súbita aceleración, la apertura del espacio político, la práctica de la geografía, una transformación de la relación con el territorio.
(Derrida y Stiegler, 1998: 127)
Según este pasaje, incluso nuestra concepción más extendida del tiempo, de nuestra relación con el pasado y el futuro, parece intrínsecamente ligada a la “teletecnología” de la escritura alfabética. De aquí provienen también nuestras formas de “reflexividad”, de comprensión del mundo. Por esta razón, podríamos decir, la mutación creciente de nuestros dispositivos tecnológicos supone una reconfiguración de esta misma temporalidad, pues nos abre a nuevos modelos de reflexión histórica. Esto es lo que sugiere la respuesta que plantea Derrida al pasaje anterior, que para él resulta problemático en tanto atribuye un papel privilegiado a la escritura en la configuración de la historia, y donde dice lo siguiente:
Lo que ocurre hoy en día es también una experiencia del límite histórico en su origen y su fin, en cierto modo en su origen y su terminación, por lo tanto, el límite de la escritura fonética. Ésta se ve más desbordada que nunca. No es originaria, en cierta forma está terminada, desbordada por la experiencia de la imagen que hacemos hoy. Ese privilegio de lo alfabético, en el cual usted insiste con justa razón y que también me había llamado la atención, no es más que un privilegio tecnoeconómico en un proceso que lo precede y excede.
(Derrida y Stiegler, 1998: 129).
Efectivamente, podríamos decir que el predominio de la escritura alfabética en nuestras construcciones históricas ha generado la ilusión del registro exacto, del dominio de los acontecimientos, que, sin embargo, ha sido desbordado por las nuevas tecnologías de la imagen, por los nuevos medios audiovisuales, añadiríamos nosotros. Este desbordamiento es producido, justamente, por la multiplicación de perspectivas que supone la democratización y expansión de estos nuevos medios, en donde tenemos la posibilidad de revelar aspectos de la realidad que antes pasaban desapercibidos y que, muchas veces, eran inimaginables. Esto significa, en últimas, que tenemos acceso a nuevas dimensiones del recuerdo, que podemos recordar nuevas formas de lo que acontece.
En este sentido, volviendo sobre Juegos de herencia (2009), vemos que la posibilidad de un registro sonoro in situ, y su intensificación respectiva a través de un montaje digital, permite reconocer en un ritual espectros de múltiples voces que difícilmente habríamos capturado desde la perspectiva hegemónica de la escritura: la voz del machete, de la cabeza que cae al desprenderse de su cuerpo, de la mano que empuña con fuerza el machete y se mueve con agresividad, todas ellas apariciones de un mismo espectro, diría Derrida, el espectro de la muerte, de la violencia, o también de la lucha por la supervivencia, herencia milenaria que pervive y se actualiza tomando formas cada vez más inesperadas.
De forma simultánea, el “juego” con la cámara de video permite capturar réplicas de esta situación, que en medio del bullicio y de la complejidad del ritual resultan difícilmente perceptibles, por ejemplo, el momento en el que alguien patea la cabeza del gallo una vez ha terminado la ejecución del ritual. Este suceso, en apariencia intrascendente, muestra que el ritual no es una simple construcción simbólica, una representación ficticia, sino que en él se canalizan impulsos que se encuentran latentes en nuestras formas de ser o habitar el mundo pero que, por lo general, no son percibidas directamente. En otras palabras, se podría decir que en este caso la cámara de video permite capturar, más allá del momento crucial de la muerte del animal, registros que no son habituales de lo que significa el espectro de la violencia. Así, pues, el video rescató del olvido un acontecimiento que, a pesar de haberse repetido muchas veces, quizá no había sido capturado con la intensidad apropiada.
En este orden de ideas, Juegos de herencia (2009) supone una reflexión sobre lo que significa hacer historia o pensar la historia, aspectos que en este punto deben ser indiscernibles. En efecto, el papel del sonido y el video, en este caso, está orientado a revelar e intensificar aspectos de la violencia que en ningún momento se pueden reducir a una imagen única, manteniendo siempre la ambigüedad latente en múltiples apariciones del mismo fenómeno. Por este motivo, es importante la referencia a lo espectral, porque la comprensión de que todo acontecimiento es ambiguo nos lleva a pensar que la herencia, lo heredado, exige de nosotros una apropiación, y ésta depende de los registros que permiten los medios que tenemos a nuestra disposición.
Bibliografía
- HEIDEGGER, Martin. ¿Qué significa pensar? Trotta: Madrid, 2005. Trad. R. Gábas.
- DERRIDA, Jacques y STIEGLER Bernard. Ecografías de la televisión. Entrevistas filmadas. Eudeba : Buenos Aires, 1998.
- Trad. M. Horacio Pons.