- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
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- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
Consolidación de Tradiciones
Texto de Eduardo Serrano.
Aunque los últimos años se caracterizan por la irrupción del Hiperrealismo y el Conceptualismo en nuestra escena plástica, recientemente ha surgido en el país un buen número de artistas que sigue trabajando dentro de la geometría o la figuración con raciocinios propios y realizaciones singulares, cuyas obras representan, por lo tanto, un asentamiento de las tradiciones iniciadas en los años cincuenta. Tal es el caso de Alvaro Marín, Rafael Echeverri y Camilo Velásquez, quienes han desarrollado nuevos lenguajes geométricos, en pinturas tan diferentes entre sí, como en relación con las obras de sus predecesores en esta tendencia.
La obra de Alvaro Marín (Medellín, 1946) podría calificarse como "abstraccionismo lírico" dada su concentración en problemas formales y su poético tratamiento del color. Pero a pesar de estar estructurada a partir de cuadrados y rectángulos alusivos al plano pictórico, en ella cuenta fundamentalmente la idea de transparencia, y por ende, la noción de planos ilusorios, así como cierto aire expresionista manifiesto en su pincelada oblícua y corta y en sus calidades atmosféricas.
Rafael Echeverri (Santa Rosa de Cabal, Caldas, 1952) se inició con pinturas monocromas de bandas horizontales, mates y brillantes, cuya planimetría acentuaba mediante pliegues en la tela subrayando su concresión a elementos estrictamente pictóricos. Después de un corto período multicolor de líneas verticales, el artista ha regresado a la severidad del monocromo, o cuando más del bicolor, dividiendo el lienzo en formas geométricas, algunas de las cuales alcanzan cierta tridimensionalidad por medio de sucesivas aplicaciones del acrílico que resaltan el rigor y sutileza de sus planteamientos.
Camilo Velasquez (Cali, 1950) trabaja por lo general en polípticos, es decir, en pinturas conformadas por varios módulos que se extienden sobre los muros componiendo figuras abstractas predeterminadas, recientemente asimétricas y de distinto espesor. Los módulos se hallan pintados de un solo color el cual se va degradando, variando sutilmente y creando con ello sugerencias de luces y de sombras. Su trabajo tiene una calidad aérea derivada de sus formas livianas y de su colocación, que directamente la pared -y en ocasiones los rincones- como el espacio donde ocurren y se desarrollan sus propuestas.
La escultura geométrica, por otra parte, ha adquirido en los últimos años una gran calidad en el pais, no sólo por la profundidad y consistencia del trabajo de sus iniciadores, Negret, Ramírez y Rojas, sino también por la aparición de nuevos nombres que han ampliado sus horizontes con particulares e inteligentes pronunciamientos. Es importante señalar que la escultura contemporánea se ha desarrollado con singular fuerza en Medellín, donde las circunstancias han sido especialmente propicias para la realización de piezas públicas, gracias a un acuerdo del Concejo Municipal que obliga a las edificaciones que pasan de un área determinada a invertir parte de su presupuesto en una obra de arte'. En Medellín han trabajado, por ejemplo, John Castles, Alberto Uribe, Ronny Vayda, Germán Botero y Hugo Zapata, cuyas obras -junto con las de Ramiro Gómez quien no emplea la geometría- constituyen el fuerte de la nueva escultura colombiana.
Después de algunas esculturas iniciales de aluminio pintado de amarillo, John Castles (Barranquilla, 1946) empieza a presentar trabajos en hierro -que deja sin pintar con el fin específico de mostrar la estructura de las obras así como la consistencia y el proceso natural del material- los cuales llaman poderosamente la atención por sus superficies oxidadas, terminado al que se acogenan más adelante otros artistas. Castles ordena varillas y láminas a partir de cubos ilusorios (a los que se ajustan con frecuencia diagonalmente), enfatizando equilibrio, simetría y rotación concéntrica por medio, tanto de los planos ocupados por las láminas, como de aquellos apenas demarcados por los perfiles o varillas.
Posteriormente, Castles empezó a fundir el hierro aumentando el peso y densidad de sus trabajos, los cuales, por su lógica, dan siempre la apariencia de una gran simplicidad no obstante originarse en una complicada geometría. Sus últimas obras -algunas sujetas por la simple interrelación equilibrada de los distintos elementos, y algunas compactas como cubos, y otras formas subdivididas y “cosidas” de nuevo por la soldadura- son piezas que ofrecen, bien, la impresión de movimiento detenido y de fuerza y dinamismo, o bien, ciertos paralelismo ilusorios. Recientemente el artista ha utilizado en ocasiones la pared como complemento de sus planteamientos acudiendo a la fundición en aluminio que también deja sin pintar, y que emplea en piezas más abiertas y extendidas subrayando se relativa liviandad.
Después de un corto período trabajando con tubos de material sintético, alberto Uribe (Medellín, 1946) encuentra en calidades como la textura, veta y color de pulidas maderas tropicales la superficie adecuada para sus propuestas también relacionadas con equilibrio y simetría. Uribe utiliza varillas de hierro pavonado que contrastan con la cálida temperatura orgánica de los bloques de madera para sostenerlos en posiciones que resaltan, bien su peso, bien su masa, o bien un giro inesperado en su colocación.
Ultimamente Uribe ha ejecutado obras inmensas utilizando grandes troncos sin pulir, que acumula para armar cubos o prismas de -acuerdo con cierto ordenamiento preestablecido; y ha trabajado así mismo el concreto pintado de colores sugestivos, empleando módulos verticales -como dinteles- que establecen relaciones geométricas con el piso de donde se levantan en construcciones misteriosas, reminiscentes de los dólmenes prehistóricos.
Las primeras esculturas que presenta Ronny Vayda (Medellín 1954) están hechas con láminas de hierro de uniones escondidas, y dobladas, de manera que su borde -como línea- conforme un dibujo continuado y de simplicidad simétrica. Posteriormente, sin embargo, el artista va compactando sus ideas y fundiéndolas en hierro, otorgándole a su obra cierto espíritu como de arquitectura sin función (puertas que dividen en cambio de comunicar, escaleras bocaabajo), en donde el peso de las piezas, la oxidación de las superficies y las sombras de sus formas, se convierten en consideración fundamental.
Más adelante Vayda une o contrapone el vidrio con el hierro evidenciando una intención centrípeta a través de la clara invitación a la penetración visual que crean sus transparencias. Con la mezcla de estos elementos además, se establece un juego de contrarios -translucidez y hermetismo, fragilidad y resistencia, resplandor y opacidad, interioridad y exterioridad- que colabora fuertemente en la tensión y la energía que se concentra en sus trabajos, los cuales, no obstante los tamaños reducidos que emplea con frecuencia (aunque también ha realizado piezas públicas de grandes dimensiones), producen siempre la impresión de monumentalidad.
Germán Botero (Fresno, Tol., 1946) presenta primero altas torres realizadas mediante la adición de pequeños módulos cúbicos que "definen" el vacío, dando la sensación de que podrían ser continuadas infinitamente. Más adelante -también en aluminio anodizado- recurre a colores a la vez tenues y brillantes que colaboran tanto en la lectura de los módulos, como del planteamiento total de la obra. Como la mayor parte de su producción, estos trabajos demuestran más interés en el trazo que en la masa, y en el dibujo que en el volumen, a pesar de su carácter claramente tridimensional.
Sus últimos trabajos, sin embargo, ya no son modulares ni apuntan siempre hacia la simetría, mientras que el círculo ha pasado a jugar un papel preponderante al igual que las texturas que ahora mezcla, lisas y arenosas, opacas y brillantes. Simultáneamente su obra ha adquirido cierto aire evocativo de implementos funcionales, como telares, o como fragmentos de viejas maquinarias de tipo artesanal, considerados bajo la luz de la tecnología contemporánea.
Hugo Zapata (La Tebaida, Quindío, 1945) trabaja en un principio en serigrafías abstraccionistas mediante la ampliación de detalles de figuras, colaborando en la preponderancia que toma dicha técnica en Colombia en los años setenta. Más tarde realiza misteriosos objetos tridimensionales compuestos por cajas de bronce geométricas en el exterior e irregulares en el interior, donde coloca una o dos pequeñas piedras a las cuales ha hecho un corte liso que permite comprobar su calidad compacta y que sugieren formas orgánicas petrificadas. Más recientemente el artista ha realizado grandes estructuras geométricas de acero, como los Pórticos (1985) situados en la vía de acceso al aeropuerto de Medellín, que pinta de colores fosforesentes en consonancia con su intención de señalamiento urbano.
Consuelo Gómez (Bogotá, 1955) realiza con vidrio y madera, o con hierro y madera, una obra en la que la idea de equilibrio cuenta de manera fundamental. En los trabajos con vidrio, la madera parece suspendida por arte de magia, tanto por la transparencia del soporte, como por la colocación aparentemente insostenible de los elementos, pero en todos ellos hay un claro desafío a la gravedad a través de las propiedades (peso y dureza) de sus materiales. Mónica Negret (Miranda, Cauca, 1957) agrupa formas puras como la esfera y el cubo enfatizando mediante bandas de colores fuertes su simetría, sus vértices, o los contactos que determinan su colocación. Más tarde la artista ha utilizado series de paralelepipedos que varían de color de acuerdo con la ubicación del espectador, pero siempre en agrupaciones o conjuntos.
Otros artistas que han trabajado tridimensionalmente con formas geométricas son: Héctor Fabio Oviedo (Cali, 1946) quien utiliza cilindros de acero que abre en alguna sección para enseñar divisiones en su parte interna; Salustiano Romero (Ibagué, 1942) autor de piezas volumétricas silueteadas en la zona central; Jaime Finkelstein (Bogotá, 1947) cuyos relieves encajan espacialmente al cerrarse las cajas que los contienen; Fanny Finke1man (Medellín, 1941) con una obra realizada a partir de grandes esferas en bronce; y Edelmira Boller (Bogotá, 1937) quien emplea láminas de acrílico o de metal en construcciones que varían en su complejidad. Dos jóvenes artistas que a pesar de no producir obras exentas ameritan su inclusión en este aparte del escrito son: Teresa Sánchez (Santa Marta, 1957) cuyo trabajo consiste en conjuntos de formas geométricas de madera, de colores fuertes, instaladas separadamente de manera que involucran la pared, y Jairo Toro (Pereira, 1959) con obras de tridimensionalidad exigua en las cuales es apenas reconocible la geometría, planteando una interesante fusión de pintura y escultura que el artista describe como "la mezcla de zonas profundas y formas caligráficas”.
En cuanto a la pintura figurativa surgen también en los últimos años trabajos como los de María de la Paz Jaramillo, Marta Elena Vélez y Gustavo Zalamea, quienes continúan, con obras que cada vez hacen más patente una intención expresionista, esta ya vieja tradición en la pintura del país.
Durante los años setenta María de la Paz Jaramillo (Manizales, 1948) trabajó básicamente sobre el tema de la mujer: la modelo, la novia, la viudad, la esposa, la monja, la cantante y la amante, cuyos rostros interpretaba distorsionados por la pasión, retorcidos y embadurnados de maquillaje, haciendo manifiesta cierta inhabilidad manual como valor visual, y adelantando al mismo tiempo una consciente investigación de las distintas técnicas gráficas, las cuales mezclaba a menudo con resultados altamente expresivos.
Ultimamente la artista ha trasladado a la pintura su interés por dicho tema y en especial por el mundo de las discotecas y de la “salsa", interpretando a sus personajes -ahora de cuerpo entero- con un color exaltado y vibrante que coincide con la vulgaridad de sus modas y adornos y con su actitud de entusiasmo y de fiesta. Aunque es fácil detectar en su obra implicaciones autobiográficas, su trabajo es ante todo un comentario social que destaca, por una parte, la tradición extrovertida y "rumbera" del medio aledaño (particularmente de Cali, donde la artista vivió varios años), y por otra, la frivolidad y oropel de la vida nocturna.
Marta Elena Vélez (Medellín, 1938) trabajó primero en paisajes al óleo, en los que el pasto, de pincelada a la vista, sirve como lecho a mujeres desnudas o a parejas que hacen el amor, confrontando posteriormente en forma más abierta el tema erótico, en interiores reminiscentes de Matisse por el dibujo acentuado y la preponderancia de animados papeles de colgadura. Más tarde, sin embargo, su trabajo se hace más conceptual2, presentando, por ejemplo, cojines impresos con las rayas de El Tigre (1980, exposición que también incluyó grandes serigrafías y pinturas sobre este animal) y alterando con punzante humor los estampados de telas comerciales. Su Supermantel (1985), una cubierta de mesa en la que Supermán acude en ayuda del barco del grabado Ola de Hokusai, resume admirablemente su irreverente e imaginativa aproximación a la pintura, y los múltiples sentidos arcanos de que está cargada su figuración.
Gustavo Zalamea (Bogotá, 1951) ha trabajado en primera instancia sobre el tema político, desarrollando, por ejemplo, una interesante serie de pinturas, dibujos y grabados sobre la Plaza de Bolívar -centro de los distintos poderes en Colombia, suma de las instituciones más preciadas.y escenario de las más álgidas confrontaciones en la vida nacional- en representaciones de solitario y silencioso dramatismo, con predominio del negro y omitiendo con frecuencia el bastidor lo que da a su producción cierto carácter de "bandera", por demás apropiado para sus objetivos. Más recientemente, el artista trabaja en la representación de frutas, pero de frutas vivas, que respiran gracias a los colores encendidos que ha ido introduciendo poco a poco; abiertas y ubicadas en el centro del lienzo, aunque en espacios premeditadamente equívocos.
Ned Truss (Nueva York, 1939) trabajó así mismo en Colombia dentro de la figuración en los años setenta, realizando óleos policromos de seres humanos que muestran, a través de la piel, vastos paisajes y extrañas conformaciones, producto de su fantasía, minuciosidad y agudeza visual3; como lo ha hecho también a partir de esa década Ethel Gilmour (Charlote, USA, 1940) cuyos sensitivos bodegones hacen palmaria su percepción de la belleza en objetos simples y cotidianos, así como su imaginación y deleite con el medio pictórico.
Francisco López (Bogotá, 1951) ha hecho del dibujo su medio expresivo, a través primero de intrigantes panorámicas de detalladas construcciones a base de tuercas y tubos que sugieren ciudades del futuro, y más recientemente, interpretando recuerdos imprecisos, evocaciones de infancia, lugares solitarios y austeros. Un Marco para Mondrián (1985) es un buen ejemplo -no exento de humor- de las relaciones de su obra con la ilustración y de su dominio en el manejo del grafito. Francisco Rocca (Bogotá, 1946) también se inicia como dibujante interpretando figuras humanas expresivamente distorsionadas y con insistente empleo del borrador, pero en los últimos años ha incursionado en la pintura de interiores nostálgicos -donde se destacan las ausencias- y de objetos como muebles que llenan completamente el lienzo.
Igualmente dentro del dibujo figurativo surgen en los años setenta los trabajos de Marta Rodríguez (Bogotá, 1947) quien interpreta rostros de bellas mujeres, con algunos toques de color (generalmente los labios) subrayando su feminidad con la delicada ejecución de los detalles; Félix Angel (Medellín, 1949) quien representa deportistas en plena actividad con gran seguridad en el trazo y apelando a la expresividad de la distorsión; y Gerardo Aragón (Bogotá, 1935) quien regresó al país a finales de la década anterior trabajando desnudos femeninos de plácida sensualidad. En cuanto a la pintura, Jorge Mantilla Caballero (Bucaramanga, 1947) autor de angustiadas interpretaciones de la figura humana; Manuel Camargo (Medellín, 1939) artista interesado en la deformación humorística de los rasgos físicos de sus personajes; Máximo Flórez (San Joaquín, Stder., 1951) cuya obra subraya la desesperación del ser contemporáneo; Gloria Caicedo (Cali, 1948) con espacios interiores cuidadosamente elaborados; Diego Mazuera (Bogotá, 1950) intérprete de atormentados seres que desfigura y recompone con diciente imprecisión; y Elsa Zambrano (Bogotá, 1957) cuyas representaciones de escolares remiten al Pop por sus colores planos y su énfasis en los uniformes, son artistas que también deben citarse por su colaboración en el asentamiento de la tradición figurativa en el país. En escultura, Haime Correa (Ciénaga, Magd., 1943) ha realizado así mismo una obra centrada en la figura humana con alusiones de carácter místico.
Por otra parte, con la celebración de las Bienales de Artes Gráficas de Cali4 el grabado toma una fuerza inusitada en los años setenta destacándose entre sus cultores, aparte de muchos de los artistas mencionados, Umberto Giangrandi, Juan Manuel Lugo y Margarita Monsalve. Giangrandi (Pontedera, Italia, 1943) quien es también un calificado pintor, ha logrado un gran dominio en todas las técnicas gráficas, al tiempo que ha ido conformando una obra de agudos comentarios sociales basada en las escenas cotidianas aledañas a su estudio del centro de Bógotá; Lugo (Bogotá, 1945) combina igualmente la actividad pictórica con la actividad gráfica produciendo en cada una de estas modalidades trabajos de inquietante lirismo sobre una extensa variedad de temas y con diferentes consideraciones estilísticas; mientras que Margarita Monsalve (Bogotá, 1948) trabaja básicamente sobre metal experimentando nuevas técnicas y materiales, y siempre sobre la figura humana, en un claro intento de compresión sicológica a través de los gestos, y de la manifestación de sensaciones extremas como dolor y placer5.
Finalmente, también en los años setenta, resurge en el pais la tradición del paisajismo -que con escasas excepciones como la de Gonzalo Ariza había tendido a desaparecer después de las primeras décadas del siglo- tradición que renace con ciertos rasgos modernistas en cuanto a concepción y en cuanto a técnica.
Los primeros paisajes de Antonio Barrera (Bogotá, 1948) por ejemplo, son inmensos y desolados panoramas planteados únicamente por dos o tres franjas horizontales cuyo color es suficiente indicación de hierba, arena o mar, en las más bajas, y de un cielo por lo regular nubado en la más alta.
Más adelante, el artista se concentra en la apariencia húmeda y fría de la sabana, y en su atmósfera, interpretada desde un punto de vista elevado, en pinturas de efecto apacible y nostálgico. Ultimamente, el artista trabaja sobre panoramas erosionados y parajes sombríos, de misteriosa vegetación, los cuales "enfoca" como al vuelo, reiterando su carácter de recuerdo, de evocación, y su intención poética.
Rodrigo Callejas (Medellín, 1937), después de realizar algunas obras de impronta surrealista en cerámica y de experimentar con materiales industriales, regresa a la pintura en los años setenta encauzándose hacia la interpretación del quebrado suelo antioqueño y de sus fértiles parajes, en lienzos divididos en dos áreas verticales una de las cuales incluye invariablemente el cielo. El alambre de púas que asoma amenazante entre el rico colorido de la vegetación, además de ser producto de una observación realista, conlleva una clara indicación de la ingerencia del hombre en el paisaje.
Recientemente Callejas ha iniciado la representación de bosques, pero situando al espectador dentro del área representada y con la vista al frente y baja, evitando esa antigua constante del paisaje: el cielo. Concreta así el artista la atención sobre los troncos de los pinos, y en especial sobre el lecho de follaje seco que forman estos árboles en su crecimiento. Cierta aspereza conseguida mediante la aplicación del color seco sobre lienzos apenas preparados, equilibra emocionalmente el carácter sereno y pastoral de sus parajes.
También han colaborado en la reiniciación de este tipo de pintura en el país: Galaor Carbonell (La Habana, Cuba, 1938) a través de una serie de paisajes en los que alude a particularidades de nuestra geografía (como las nubes más bajas que las montañas), interpretándola en ocasiones desde un punto de vista tan elevado que se alcanza a ver su país de origen, y en un colorido vivo organizado vertical y horizontalmente; María Cristina Cortés (Bogotá, 1949) quien enfatiza cualidades atmosféricas en su representación de parajes sabaneros cuya placidez recalca con la presencia siempre amable e indiferente de las vacas; Edgar Silva (Ocaña, N. de Stder., 1944) con paisajes luminosos y esquemáticos en los que cuenta predominantemente el sol, resultando reminiscentes del mundo publicitario por sus colores planos y primarios; María Elena Bernal (Medellín, 1947) mediante serenas esquematizaciones de panoramas ejecutados con colores planos; Freda Sargent (Londres, 1928) con sensibles interpretaciones de la naturaleza; Edgar Correal (Bogotá, 1943) quien después de una angustiada pintura figurativa realiza brumosas atmósferas; Carlos Santacruz (Pasto, 1944) cuyas representaciones hacen referencia al minifundio nariñense; Luis Fernando Peláez (Jericó, Ant, 1945) autor de vistas urbanas que resaltan elementos contemporáneos como las antenas de televisión; y Jaime Gómez (Girardota, Ant, 1951) quien circunda con cierta aura oriental las montañas antioqueñas.
Ana María Rueda (Ibagué, 1954) finalmente, también pinta paisajes, aunque a primera vista parezcan cuadros abstractos dada la ausencia de detalles y su indiferencia por la perspectiva tradicional, no estando su trabajo encaminado a la descripción de pormenores botánicos o topográficos sino a la comunicación de sensaciones por medio del color. En este sentido también podría decirse que la artista ha colaborado en la continuidad del arte abstracto nogeométrico en Colombia, en compañía de Luis Hernando Giraldo (Pácora, Caldas, 1946) autor de cuadros de patrones irregulares y de subyugado cromatismo; de Mary Ann Vaughan (Bogotá, 1950) quien acentúa sus materiales (papel y carboncillo) llegando en ocasiones a efectos"trompe l’oeil” dentro de la abstracción; de Juanita Pérez (Bogotá, 1951) con papeles hechos a mano que organiza en composiciones monocromas; y de Santiago Uribe Holguín (Bogotá, 1957), interesado básicamente en superficies texturadas (con arena, por ejemplo) y en grafismos que remiten a muros urbanos y por extensión al movimiento informalista.
Notas
- Aunque existe una ley nacional (Decreto 898 de 1995) según lo cual “todo edificio nacional que se construya tendrá como parte esencial una obra plástica que lo distinga y embellezca” solamente en medellín, gracias al acuerdo 60 de 1977, es notorio su cumplimiento a partir de ese año.
- En realidad la primera obra conceptual de Marta Elena Vélez fue presentada en compañía con Juan Camilo Uribe en la III Bienal de Arte Coltejer (1972) y consistía en un telón de feria que representaba a Adán y Eva con las caras recortadas de manera que la gente podía asomarse a través de la apertura y "ser” por un momento Adán o Eva. Este trabajo obtuvo mención especial en el certamen.
- Ned Truss regresó a Nueva York en 1978 después de una permanencia en Colombia de diez años. Su trabajo continúa siendo igualmente detallado y sugerente pero ahora desprendido del del “marco” de la figura humana.
- La Bienal surgió como continuación de los Salones Panamericanos de Artes Gráficas realizados con motivo de los Festivales de Arte de Cali de 1969 y 1970, gracias al impulso y entusiasmo de las directivas del Museo La Tertulia, y en particular de Maritza Uribe de Urdinola y Gloria Delgado. La Bienal ha contado siempre con una selecta participación de artistas de todo el continente y se ha celebrado hasta la fecha en cuatro oportunidades 1971, 1973, 1978 y 1981.
- Es conveniente mencionar que desde su llegada al país en 1966 Umberto Giangrandi ha ejercido una fructífera labor docente en el área del grabado a través no sólo de su propio taller, sino de su vinculación a conocidos centros de educación superior en Bogotá. Lugo, por su parte, fue fundador y director del Taller La Huella, el cual jugó un significativo papel en el auge que alcanzó dicha técnica en el país durante la década de los años setenta, destacándose entre sus integrantes Margarita Monsalve quien mantiene la actualidad su propio taller. Aparte del mencionado Taller Cuatro Rojo, el Taller Prográfica de Cali, dirigido por Pedro Alcántara es también importante por sus trabos en serigrafía como lo ha sido más recientemente el Taller Arte Dos Gráfico de Bogotá.
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Consolidación de Tradiciones
Texto de Eduardo Serrano.
Aunque los últimos años se caracterizan por la irrupción del Hiperrealismo y el Conceptualismo en nuestra escena plástica, recientemente ha surgido en el país un buen número de artistas que sigue trabajando dentro de la geometría o la figuración con raciocinios propios y realizaciones singulares, cuyas obras representan, por lo tanto, un asentamiento de las tradiciones iniciadas en los años cincuenta. Tal es el caso de Alvaro Marín, Rafael Echeverri y Camilo Velásquez, quienes han desarrollado nuevos lenguajes geométricos, en pinturas tan diferentes entre sí, como en relación con las obras de sus predecesores en esta tendencia.
La obra de Alvaro Marín (Medellín, 1946) podría calificarse como "abstraccionismo lírico" dada su concentración en problemas formales y su poético tratamiento del color. Pero a pesar de estar estructurada a partir de cuadrados y rectángulos alusivos al plano pictórico, en ella cuenta fundamentalmente la idea de transparencia, y por ende, la noción de planos ilusorios, así como cierto aire expresionista manifiesto en su pincelada oblícua y corta y en sus calidades atmosféricas.
Rafael Echeverri (Santa Rosa de Cabal, Caldas, 1952) se inició con pinturas monocromas de bandas horizontales, mates y brillantes, cuya planimetría acentuaba mediante pliegues en la tela subrayando su concresión a elementos estrictamente pictóricos. Después de un corto período multicolor de líneas verticales, el artista ha regresado a la severidad del monocromo, o cuando más del bicolor, dividiendo el lienzo en formas geométricas, algunas de las cuales alcanzan cierta tridimensionalidad por medio de sucesivas aplicaciones del acrílico que resaltan el rigor y sutileza de sus planteamientos.
Camilo Velasquez (Cali, 1950) trabaja por lo general en polípticos, es decir, en pinturas conformadas por varios módulos que se extienden sobre los muros componiendo figuras abstractas predeterminadas, recientemente asimétricas y de distinto espesor. Los módulos se hallan pintados de un solo color el cual se va degradando, variando sutilmente y creando con ello sugerencias de luces y de sombras. Su trabajo tiene una calidad aérea derivada de sus formas livianas y de su colocación, que directamente la pared -y en ocasiones los rincones- como el espacio donde ocurren y se desarrollan sus propuestas.
La escultura geométrica, por otra parte, ha adquirido en los últimos años una gran calidad en el pais, no sólo por la profundidad y consistencia del trabajo de sus iniciadores, Negret, Ramírez y Rojas, sino también por la aparición de nuevos nombres que han ampliado sus horizontes con particulares e inteligentes pronunciamientos. Es importante señalar que la escultura contemporánea se ha desarrollado con singular fuerza en Medellín, donde las circunstancias han sido especialmente propicias para la realización de piezas públicas, gracias a un acuerdo del Concejo Municipal que obliga a las edificaciones que pasan de un área determinada a invertir parte de su presupuesto en una obra de arte'. En Medellín han trabajado, por ejemplo, John Castles, Alberto Uribe, Ronny Vayda, Germán Botero y Hugo Zapata, cuyas obras -junto con las de Ramiro Gómez quien no emplea la geometría- constituyen el fuerte de la nueva escultura colombiana.
Después de algunas esculturas iniciales de aluminio pintado de amarillo, John Castles (Barranquilla, 1946) empieza a presentar trabajos en hierro -que deja sin pintar con el fin específico de mostrar la estructura de las obras así como la consistencia y el proceso natural del material- los cuales llaman poderosamente la atención por sus superficies oxidadas, terminado al que se acogenan más adelante otros artistas. Castles ordena varillas y láminas a partir de cubos ilusorios (a los que se ajustan con frecuencia diagonalmente), enfatizando equilibrio, simetría y rotación concéntrica por medio, tanto de los planos ocupados por las láminas, como de aquellos apenas demarcados por los perfiles o varillas.
Posteriormente, Castles empezó a fundir el hierro aumentando el peso y densidad de sus trabajos, los cuales, por su lógica, dan siempre la apariencia de una gran simplicidad no obstante originarse en una complicada geometría. Sus últimas obras -algunas sujetas por la simple interrelación equilibrada de los distintos elementos, y algunas compactas como cubos, y otras formas subdivididas y “cosidas” de nuevo por la soldadura- son piezas que ofrecen, bien, la impresión de movimiento detenido y de fuerza y dinamismo, o bien, ciertos paralelismo ilusorios. Recientemente el artista ha utilizado en ocasiones la pared como complemento de sus planteamientos acudiendo a la fundición en aluminio que también deja sin pintar, y que emplea en piezas más abiertas y extendidas subrayando se relativa liviandad.
Después de un corto período trabajando con tubos de material sintético, alberto Uribe (Medellín, 1946) encuentra en calidades como la textura, veta y color de pulidas maderas tropicales la superficie adecuada para sus propuestas también relacionadas con equilibrio y simetría. Uribe utiliza varillas de hierro pavonado que contrastan con la cálida temperatura orgánica de los bloques de madera para sostenerlos en posiciones que resaltan, bien su peso, bien su masa, o bien un giro inesperado en su colocación.
Ultimamente Uribe ha ejecutado obras inmensas utilizando grandes troncos sin pulir, que acumula para armar cubos o prismas de -acuerdo con cierto ordenamiento preestablecido; y ha trabajado así mismo el concreto pintado de colores sugestivos, empleando módulos verticales -como dinteles- que establecen relaciones geométricas con el piso de donde se levantan en construcciones misteriosas, reminiscentes de los dólmenes prehistóricos.
Las primeras esculturas que presenta Ronny Vayda (Medellín 1954) están hechas con láminas de hierro de uniones escondidas, y dobladas, de manera que su borde -como línea- conforme un dibujo continuado y de simplicidad simétrica. Posteriormente, sin embargo, el artista va compactando sus ideas y fundiéndolas en hierro, otorgándole a su obra cierto espíritu como de arquitectura sin función (puertas que dividen en cambio de comunicar, escaleras bocaabajo), en donde el peso de las piezas, la oxidación de las superficies y las sombras de sus formas, se convierten en consideración fundamental.
Más adelante Vayda une o contrapone el vidrio con el hierro evidenciando una intención centrípeta a través de la clara invitación a la penetración visual que crean sus transparencias. Con la mezcla de estos elementos además, se establece un juego de contrarios -translucidez y hermetismo, fragilidad y resistencia, resplandor y opacidad, interioridad y exterioridad- que colabora fuertemente en la tensión y la energía que se concentra en sus trabajos, los cuales, no obstante los tamaños reducidos que emplea con frecuencia (aunque también ha realizado piezas públicas de grandes dimensiones), producen siempre la impresión de monumentalidad.
Germán Botero (Fresno, Tol., 1946) presenta primero altas torres realizadas mediante la adición de pequeños módulos cúbicos que "definen" el vacío, dando la sensación de que podrían ser continuadas infinitamente. Más adelante -también en aluminio anodizado- recurre a colores a la vez tenues y brillantes que colaboran tanto en la lectura de los módulos, como del planteamiento total de la obra. Como la mayor parte de su producción, estos trabajos demuestran más interés en el trazo que en la masa, y en el dibujo que en el volumen, a pesar de su carácter claramente tridimensional.
Sus últimos trabajos, sin embargo, ya no son modulares ni apuntan siempre hacia la simetría, mientras que el círculo ha pasado a jugar un papel preponderante al igual que las texturas que ahora mezcla, lisas y arenosas, opacas y brillantes. Simultáneamente su obra ha adquirido cierto aire evocativo de implementos funcionales, como telares, o como fragmentos de viejas maquinarias de tipo artesanal, considerados bajo la luz de la tecnología contemporánea.
Hugo Zapata (La Tebaida, Quindío, 1945) trabaja en un principio en serigrafías abstraccionistas mediante la ampliación de detalles de figuras, colaborando en la preponderancia que toma dicha técnica en Colombia en los años setenta. Más tarde realiza misteriosos objetos tridimensionales compuestos por cajas de bronce geométricas en el exterior e irregulares en el interior, donde coloca una o dos pequeñas piedras a las cuales ha hecho un corte liso que permite comprobar su calidad compacta y que sugieren formas orgánicas petrificadas. Más recientemente el artista ha realizado grandes estructuras geométricas de acero, como los Pórticos (1985) situados en la vía de acceso al aeropuerto de Medellín, que pinta de colores fosforesentes en consonancia con su intención de señalamiento urbano.
Consuelo Gómez (Bogotá, 1955) realiza con vidrio y madera, o con hierro y madera, una obra en la que la idea de equilibrio cuenta de manera fundamental. En los trabajos con vidrio, la madera parece suspendida por arte de magia, tanto por la transparencia del soporte, como por la colocación aparentemente insostenible de los elementos, pero en todos ellos hay un claro desafío a la gravedad a través de las propiedades (peso y dureza) de sus materiales. Mónica Negret (Miranda, Cauca, 1957) agrupa formas puras como la esfera y el cubo enfatizando mediante bandas de colores fuertes su simetría, sus vértices, o los contactos que determinan su colocación. Más tarde la artista ha utilizado series de paralelepipedos que varían de color de acuerdo con la ubicación del espectador, pero siempre en agrupaciones o conjuntos.
Otros artistas que han trabajado tridimensionalmente con formas geométricas son: Héctor Fabio Oviedo (Cali, 1946) quien utiliza cilindros de acero que abre en alguna sección para enseñar divisiones en su parte interna; Salustiano Romero (Ibagué, 1942) autor de piezas volumétricas silueteadas en la zona central; Jaime Finkelstein (Bogotá, 1947) cuyos relieves encajan espacialmente al cerrarse las cajas que los contienen; Fanny Finke1man (Medellín, 1941) con una obra realizada a partir de grandes esferas en bronce; y Edelmira Boller (Bogotá, 1937) quien emplea láminas de acrílico o de metal en construcciones que varían en su complejidad. Dos jóvenes artistas que a pesar de no producir obras exentas ameritan su inclusión en este aparte del escrito son: Teresa Sánchez (Santa Marta, 1957) cuyo trabajo consiste en conjuntos de formas geométricas de madera, de colores fuertes, instaladas separadamente de manera que involucran la pared, y Jairo Toro (Pereira, 1959) con obras de tridimensionalidad exigua en las cuales es apenas reconocible la geometría, planteando una interesante fusión de pintura y escultura que el artista describe como "la mezcla de zonas profundas y formas caligráficas”.
En cuanto a la pintura figurativa surgen también en los últimos años trabajos como los de María de la Paz Jaramillo, Marta Elena Vélez y Gustavo Zalamea, quienes continúan, con obras que cada vez hacen más patente una intención expresionista, esta ya vieja tradición en la pintura del país.
Durante los años setenta María de la Paz Jaramillo (Manizales, 1948) trabajó básicamente sobre el tema de la mujer: la modelo, la novia, la viudad, la esposa, la monja, la cantante y la amante, cuyos rostros interpretaba distorsionados por la pasión, retorcidos y embadurnados de maquillaje, haciendo manifiesta cierta inhabilidad manual como valor visual, y adelantando al mismo tiempo una consciente investigación de las distintas técnicas gráficas, las cuales mezclaba a menudo con resultados altamente expresivos.
Ultimamente la artista ha trasladado a la pintura su interés por dicho tema y en especial por el mundo de las discotecas y de la “salsa", interpretando a sus personajes -ahora de cuerpo entero- con un color exaltado y vibrante que coincide con la vulgaridad de sus modas y adornos y con su actitud de entusiasmo y de fiesta. Aunque es fácil detectar en su obra implicaciones autobiográficas, su trabajo es ante todo un comentario social que destaca, por una parte, la tradición extrovertida y "rumbera" del medio aledaño (particularmente de Cali, donde la artista vivió varios años), y por otra, la frivolidad y oropel de la vida nocturna.
Marta Elena Vélez (Medellín, 1938) trabajó primero en paisajes al óleo, en los que el pasto, de pincelada a la vista, sirve como lecho a mujeres desnudas o a parejas que hacen el amor, confrontando posteriormente en forma más abierta el tema erótico, en interiores reminiscentes de Matisse por el dibujo acentuado y la preponderancia de animados papeles de colgadura. Más tarde, sin embargo, su trabajo se hace más conceptual2, presentando, por ejemplo, cojines impresos con las rayas de El Tigre (1980, exposición que también incluyó grandes serigrafías y pinturas sobre este animal) y alterando con punzante humor los estampados de telas comerciales. Su Supermantel (1985), una cubierta de mesa en la que Supermán acude en ayuda del barco del grabado Ola de Hokusai, resume admirablemente su irreverente e imaginativa aproximación a la pintura, y los múltiples sentidos arcanos de que está cargada su figuración.
Gustavo Zalamea (Bogotá, 1951) ha trabajado en primera instancia sobre el tema político, desarrollando, por ejemplo, una interesante serie de pinturas, dibujos y grabados sobre la Plaza de Bolívar -centro de los distintos poderes en Colombia, suma de las instituciones más preciadas.y escenario de las más álgidas confrontaciones en la vida nacional- en representaciones de solitario y silencioso dramatismo, con predominio del negro y omitiendo con frecuencia el bastidor lo que da a su producción cierto carácter de "bandera", por demás apropiado para sus objetivos. Más recientemente, el artista trabaja en la representación de frutas, pero de frutas vivas, que respiran gracias a los colores encendidos que ha ido introduciendo poco a poco; abiertas y ubicadas en el centro del lienzo, aunque en espacios premeditadamente equívocos.
Ned Truss (Nueva York, 1939) trabajó así mismo en Colombia dentro de la figuración en los años setenta, realizando óleos policromos de seres humanos que muestran, a través de la piel, vastos paisajes y extrañas conformaciones, producto de su fantasía, minuciosidad y agudeza visual3; como lo ha hecho también a partir de esa década Ethel Gilmour (Charlote, USA, 1940) cuyos sensitivos bodegones hacen palmaria su percepción de la belleza en objetos simples y cotidianos, así como su imaginación y deleite con el medio pictórico.
Francisco López (Bogotá, 1951) ha hecho del dibujo su medio expresivo, a través primero de intrigantes panorámicas de detalladas construcciones a base de tuercas y tubos que sugieren ciudades del futuro, y más recientemente, interpretando recuerdos imprecisos, evocaciones de infancia, lugares solitarios y austeros. Un Marco para Mondrián (1985) es un buen ejemplo -no exento de humor- de las relaciones de su obra con la ilustración y de su dominio en el manejo del grafito. Francisco Rocca (Bogotá, 1946) también se inicia como dibujante interpretando figuras humanas expresivamente distorsionadas y con insistente empleo del borrador, pero en los últimos años ha incursionado en la pintura de interiores nostálgicos -donde se destacan las ausencias- y de objetos como muebles que llenan completamente el lienzo.
Igualmente dentro del dibujo figurativo surgen en los años setenta los trabajos de Marta Rodríguez (Bogotá, 1947) quien interpreta rostros de bellas mujeres, con algunos toques de color (generalmente los labios) subrayando su feminidad con la delicada ejecución de los detalles; Félix Angel (Medellín, 1949) quien representa deportistas en plena actividad con gran seguridad en el trazo y apelando a la expresividad de la distorsión; y Gerardo Aragón (Bogotá, 1935) quien regresó al país a finales de la década anterior trabajando desnudos femeninos de plácida sensualidad. En cuanto a la pintura, Jorge Mantilla Caballero (Bucaramanga, 1947) autor de angustiadas interpretaciones de la figura humana; Manuel Camargo (Medellín, 1939) artista interesado en la deformación humorística de los rasgos físicos de sus personajes; Máximo Flórez (San Joaquín, Stder., 1951) cuya obra subraya la desesperación del ser contemporáneo; Gloria Caicedo (Cali, 1948) con espacios interiores cuidadosamente elaborados; Diego Mazuera (Bogotá, 1950) intérprete de atormentados seres que desfigura y recompone con diciente imprecisión; y Elsa Zambrano (Bogotá, 1957) cuyas representaciones de escolares remiten al Pop por sus colores planos y su énfasis en los uniformes, son artistas que también deben citarse por su colaboración en el asentamiento de la tradición figurativa en el país. En escultura, Haime Correa (Ciénaga, Magd., 1943) ha realizado así mismo una obra centrada en la figura humana con alusiones de carácter místico.
Por otra parte, con la celebración de las Bienales de Artes Gráficas de Cali4 el grabado toma una fuerza inusitada en los años setenta destacándose entre sus cultores, aparte de muchos de los artistas mencionados, Umberto Giangrandi, Juan Manuel Lugo y Margarita Monsalve. Giangrandi (Pontedera, Italia, 1943) quien es también un calificado pintor, ha logrado un gran dominio en todas las técnicas gráficas, al tiempo que ha ido conformando una obra de agudos comentarios sociales basada en las escenas cotidianas aledañas a su estudio del centro de Bógotá; Lugo (Bogotá, 1945) combina igualmente la actividad pictórica con la actividad gráfica produciendo en cada una de estas modalidades trabajos de inquietante lirismo sobre una extensa variedad de temas y con diferentes consideraciones estilísticas; mientras que Margarita Monsalve (Bogotá, 1948) trabaja básicamente sobre metal experimentando nuevas técnicas y materiales, y siempre sobre la figura humana, en un claro intento de compresión sicológica a través de los gestos, y de la manifestación de sensaciones extremas como dolor y placer5.
Finalmente, también en los años setenta, resurge en el pais la tradición del paisajismo -que con escasas excepciones como la de Gonzalo Ariza había tendido a desaparecer después de las primeras décadas del siglo- tradición que renace con ciertos rasgos modernistas en cuanto a concepción y en cuanto a técnica.
Los primeros paisajes de Antonio Barrera (Bogotá, 1948) por ejemplo, son inmensos y desolados panoramas planteados únicamente por dos o tres franjas horizontales cuyo color es suficiente indicación de hierba, arena o mar, en las más bajas, y de un cielo por lo regular nubado en la más alta.
Más adelante, el artista se concentra en la apariencia húmeda y fría de la sabana, y en su atmósfera, interpretada desde un punto de vista elevado, en pinturas de efecto apacible y nostálgico. Ultimamente, el artista trabaja sobre panoramas erosionados y parajes sombríos, de misteriosa vegetación, los cuales "enfoca" como al vuelo, reiterando su carácter de recuerdo, de evocación, y su intención poética.
Rodrigo Callejas (Medellín, 1937), después de realizar algunas obras de impronta surrealista en cerámica y de experimentar con materiales industriales, regresa a la pintura en los años setenta encauzándose hacia la interpretación del quebrado suelo antioqueño y de sus fértiles parajes, en lienzos divididos en dos áreas verticales una de las cuales incluye invariablemente el cielo. El alambre de púas que asoma amenazante entre el rico colorido de la vegetación, además de ser producto de una observación realista, conlleva una clara indicación de la ingerencia del hombre en el paisaje.
Recientemente Callejas ha iniciado la representación de bosques, pero situando al espectador dentro del área representada y con la vista al frente y baja, evitando esa antigua constante del paisaje: el cielo. Concreta así el artista la atención sobre los troncos de los pinos, y en especial sobre el lecho de follaje seco que forman estos árboles en su crecimiento. Cierta aspereza conseguida mediante la aplicación del color seco sobre lienzos apenas preparados, equilibra emocionalmente el carácter sereno y pastoral de sus parajes.
También han colaborado en la reiniciación de este tipo de pintura en el país: Galaor Carbonell (La Habana, Cuba, 1938) a través de una serie de paisajes en los que alude a particularidades de nuestra geografía (como las nubes más bajas que las montañas), interpretándola en ocasiones desde un punto de vista tan elevado que se alcanza a ver su país de origen, y en un colorido vivo organizado vertical y horizontalmente; María Cristina Cortés (Bogotá, 1949) quien enfatiza cualidades atmosféricas en su representación de parajes sabaneros cuya placidez recalca con la presencia siempre amable e indiferente de las vacas; Edgar Silva (Ocaña, N. de Stder., 1944) con paisajes luminosos y esquemáticos en los que cuenta predominantemente el sol, resultando reminiscentes del mundo publicitario por sus colores planos y primarios; María Elena Bernal (Medellín, 1947) mediante serenas esquematizaciones de panoramas ejecutados con colores planos; Freda Sargent (Londres, 1928) con sensibles interpretaciones de la naturaleza; Edgar Correal (Bogotá, 1943) quien después de una angustiada pintura figurativa realiza brumosas atmósferas; Carlos Santacruz (Pasto, 1944) cuyas representaciones hacen referencia al minifundio nariñense; Luis Fernando Peláez (Jericó, Ant, 1945) autor de vistas urbanas que resaltan elementos contemporáneos como las antenas de televisión; y Jaime Gómez (Girardota, Ant, 1951) quien circunda con cierta aura oriental las montañas antioqueñas.
Ana María Rueda (Ibagué, 1954) finalmente, también pinta paisajes, aunque a primera vista parezcan cuadros abstractos dada la ausencia de detalles y su indiferencia por la perspectiva tradicional, no estando su trabajo encaminado a la descripción de pormenores botánicos o topográficos sino a la comunicación de sensaciones por medio del color. En este sentido también podría decirse que la artista ha colaborado en la continuidad del arte abstracto nogeométrico en Colombia, en compañía de Luis Hernando Giraldo (Pácora, Caldas, 1946) autor de cuadros de patrones irregulares y de subyugado cromatismo; de Mary Ann Vaughan (Bogotá, 1950) quien acentúa sus materiales (papel y carboncillo) llegando en ocasiones a efectos"trompe l’oeil” dentro de la abstracción; de Juanita Pérez (Bogotá, 1951) con papeles hechos a mano que organiza en composiciones monocromas; y de Santiago Uribe Holguín (Bogotá, 1957), interesado básicamente en superficies texturadas (con arena, por ejemplo) y en grafismos que remiten a muros urbanos y por extensión al movimiento informalista.
Notas
- Aunque existe una ley nacional (Decreto 898 de 1995) según lo cual “todo edificio nacional que se construya tendrá como parte esencial una obra plástica que lo distinga y embellezca” solamente en medellín, gracias al acuerdo 60 de 1977, es notorio su cumplimiento a partir de ese año.
- En realidad la primera obra conceptual de Marta Elena Vélez fue presentada en compañía con Juan Camilo Uribe en la III Bienal de Arte Coltejer (1972) y consistía en un telón de feria que representaba a Adán y Eva con las caras recortadas de manera que la gente podía asomarse a través de la apertura y "ser” por un momento Adán o Eva. Este trabajo obtuvo mención especial en el certamen.
- Ned Truss regresó a Nueva York en 1978 después de una permanencia en Colombia de diez años. Su trabajo continúa siendo igualmente detallado y sugerente pero ahora desprendido del del “marco” de la figura humana.
- La Bienal surgió como continuación de los Salones Panamericanos de Artes Gráficas realizados con motivo de los Festivales de Arte de Cali de 1969 y 1970, gracias al impulso y entusiasmo de las directivas del Museo La Tertulia, y en particular de Maritza Uribe de Urdinola y Gloria Delgado. La Bienal ha contado siempre con una selecta participación de artistas de todo el continente y se ha celebrado hasta la fecha en cuatro oportunidades 1971, 1973, 1978 y 1981.
- Es conveniente mencionar que desde su llegada al país en 1966 Umberto Giangrandi ha ejercido una fructífera labor docente en el área del grabado a través no sólo de su propio taller, sino de su vinculación a conocidos centros de educación superior en Bogotá. Lugo, por su parte, fue fundador y director del Taller La Huella, el cual jugó un significativo papel en el auge que alcanzó dicha técnica en el país durante la década de los años setenta, destacándose entre sus integrantes Margarita Monsalve quien mantiene la actualidad su propio taller. Aparte del mencionado Taller Cuatro Rojo, el Taller Prográfica de Cali, dirigido por Pedro Alcántara es también importante por sus trabos en serigrafía como lo ha sido más recientemente el Taller Arte Dos Gráfico de Bogotá.