- Botero esculturas (1998)
- Salmona (1998)
- El sabor de Colombia (1994)
- Wayuú. Cultura del desierto colombiano (1998)
- Semana Santa en Popayán (1999)
- Cartagena de siempre (1992)
- Palacio de las Garzas (1999)
- Juan Montoya (1998)
- Aves de Colombia. Grabados iluminados del Siglo XVIII (1993)
- Alta Colombia. El esplendor de la montaña (1996)
- Artefactos. Objetos artesanales de Colombia (1992)
- Carros. El automovil en Colombia (1995)
- Espacios Comerciales. Colombia (1994)
- Cerros de Bogotá (2000)
- El Terremoto de San Salvador. Narración de un superviviente (2001)
- Manolo Valdés. La intemporalidad del arte (1999)
- Casa de Hacienda. Arquitectura en el campo colombiano (1997)
- Fiestas. Celebraciones y Ritos de Colombia (1995)
- Costa Rica. Pura Vida (2001)
- Luis Restrepo. Arquitectura (2001)
- Ana Mercedes Hoyos. Palenque (2001)
- La Moneda en Colombia (2001)
- Jardines de Colombia (1996)
- Una jornada en Macondo (1995)
- Retratos (1993)
- Atavíos. Raíces de la moda colombiana (1996)
- La ruta de Humboldt. Colombia - Venezuela (1994)
- Trópico. Visiones de la naturaleza colombiana (1997)
- Herederos de los Incas (1996)
- Casa Moderna. Medio siglo de arquitectura doméstica colombiana (1996)
- Bogotá desde el aire (1994)
- La vida en Colombia (1994)
- Casa Republicana. La bella época en Colombia (1995)
- Selva húmeda de Colombia (1990)
- Richter (1997)
- Por nuestros niños. Programas para su Proteccion y Desarrollo en Colombia (1990)
- Mariposas de Colombia (1991)
- Colombia tierra de flores (1990)
- Los países andinos desde el satélite (1995)
- Deliciosas frutas tropicales (1990)
- Arrecifes del Caribe (1988)
- Casa campesina. Arquitectura vernácula de Colombia (1993)
- Páramos (1988)
- Manglares (1989)
- Señor Ladrillo (1988)
- La última muerte de Wozzeck (2000)
- Historia del Café de Guatemala (2001)
- Casa Guatemalteca (1999)
- Silvia Tcherassi (2002)
- Ana Mercedes Hoyos. Retrospectiva (2002)
- Francisco Mejía Guinand (2002)
- Aves del Llano (1992)
- El año que viene vuelvo (1989)
- Museos de Bogotá (1989)
- El arte de la cocina japonesa (1996)
- Botero Dibujos (1999)
- Colombia Campesina (1989)
- Conflicto amazónico. 1932-1934 (1994)
- Débora Arango. Museo de Arte Moderno de Medellín (1986)
- La Sabana de Bogotá (1988)
- Casas de Embajada en Washington D.C. (2004)
- XVI Bienal colombiana de Arquitectura 1998 (1998)
- Visiones del Siglo XX colombiano. A través de sus protagonistas ya muertos (2003)
- Río Bogotá (1985)
- Jacanamijoy (2003)
- Álvaro Barrera. Arquitectura y Restauración (2003)
- Campos de Golf en Colombia (2003)
- Cartagena de Indias. Visión panorámica desde el aire (2003)
- Guadua. Arquitectura y Diseño (2003)
- Enrique Grau. Homenaje (2003)
- Mauricio Gómez. Con la mano izquierda (2003)
- Ignacio Gómez Jaramillo (2003)
- Tesoros del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 350 años (2003)
- Manos en el arte colombiano (2003)
- Historia de la Fotografía en Colombia. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1983)
- Arenas Betancourt. Un realista más allá del tiempo (1986)
- Los Figueroa. Aproximación a su época y a su pintura (1986)
- Andrés de Santa María (1985)
- Ricardo Gómez Campuzano (1987)
- El encanto de Bogotá (1987)
- Manizales de ayer. Album de fotografías (1987)
- Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno de Bogotá (1984)
- La transformación de Bogotá (1982)
- Las fronteras azules de Colombia (1985)
- Botero en el Museo Nacional de Colombia. Nueva donación 2004 (2004)
- Gonzalo Ariza. Pinturas (1978)
- Grau. El pequeño viaje del Barón Von Humboldt (1977)
- Bogotá Viva (2004)
- Albergues del Libertador en Colombia. Banco de la República (1980)
- El Rey triste (1980)
- Gregorio Vásquez (1985)
- Ciclovías. Bogotá para el ciudadano (1983)
- Negret escultor. Homenaje (2004)
- Mefisto. Alberto Iriarte (2004)
- Suramericana. 60 Años de compromiso con la cultura (2004)
- Rostros de Colombia (1985)
- Flora de Los Andes. Cien especies del Altiplano Cundi-Boyacense (1984)
- Casa de Nariño (1985)
- Periodismo gráfico. Círculo de Periodistas de Bogotá (1984)
- Cien años de arte colombiano. 1886 - 1986 (1985)
- Pedro Nel Gómez (1981)
- Colombia amazónica (1988)
- Palacio de San Carlos (1986)
- Veinte años del Sena en Colombia. 1957-1977 (1978)
- Bogotá. Estructura y principales servicios públicos (1978)
- Colombia Parques Naturales (2006)
- Érase una vez Colombia (2005)
- Colombia 360°. Ciudades y pueblos (2006)
- Bogotá 360°. La ciudad interior (2006)
- Guatemala inédita (2006)
- Casa de Recreo en Colombia (2005)
- Manzur. Homenaje (2005)
- Gerardo Aragón (2009)
- Santiago Cárdenas (2006)
- Omar Rayo. Homenaje (2006)
- Beatriz González (2005)
- Casa de Campo en Colombia (2007)
- Luis Restrepo. construcciones (2007)
- Juan Cárdenas (2007)
- Luis Caballero. Homenaje (2007)
- Fútbol en Colombia (2007)
- Cafés de Colombia (2008)
- Colombia es Color (2008)
- Armando Villegas. Homenaje (2008)
- Manuel Hernández (2008)
- Alicia Viteri. Memoria digital (2009)
- Clemencia Echeverri. Sin respuesta (2009)
- Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009)
- Agua. Riqueza de Colombia (2009)
- Volando Colombia. Paisajes (2009)
- Colombia en flor (2009)
- Medellín 360º. Cordial, Pujante y Bella (2009)
- Arte Internacional. Colección del Banco de la República (2009)
- Hugo Zapata (2009)
- Apalaanchi. Pescadores Wayuu (2009)
- Bogotá vuelo al pasado (2010)
- Grabados Antiguos de la Pontificia Universidad Javeriana. Colección Eduardo Ospina S. J. (2010)
- Orquídeas. Especies de Colombia (2010)
- Apartamentos. Bogotá (2010)
- Luis Caballero. Erótico (2010)
- Luis Fernando Peláez (2010)
- Aves en Colombia (2011)
- Pedro Ruiz (2011)
- El mundo del arte en San Agustín (2011)
- Cundinamarca. Corazón de Colombia (2011)
- El hundimiento de los Partidos Políticos Tradicionales venezolanos: El caso Copei (2014)
- Artistas por la paz (1986)
- Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (2009)
- Historia de Bogotá. Tomo I - Conquista y Colonia (2007)
- Historia de Bogotá. Tomo II - Siglo XIX (2007)
- Academia Colombiana de Jurisprudencia. 125 Años (2019)
- Duque, su presidencia (2022)
La casa de campo
Entre la cabaña vernacular y el contenedor minimalista
Jericó, Antioquia, Arquitecto Gabriel Jaime Gómez. Antonio Castañeda Buraglia.
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
El campo y la vida sencilla
El campo es para unos el paraíso terrenal, para otros, como un famoso escritor francés, es “ese horrible lugar donde los pollos andan crudos”. Desde el punto de vista sociológico el campo es lo opuesto a la ciudad. Los antropólogos hace años lo definieron como el lugar donde reside la sociedad campesina. El campo no es la selva, es la naturaleza domesticada y cultivada. Aun cuando se localiza en tierras cultivables, la casa de campo, o la casa de playa cerca al mar, no es una unidad productiva, está pensada y hecha para el ocio y el disfrute.
La casa de campo se asocia con las ideas de sencillez y de informalidad tomadas, probablemente, de la interpretación citadina de la vida campesina formada en el siglo xix que aún sobrevive en el mundo burgués. Desde entonces la arquitectura de la casa de campo debe invitar a la sencillez e informalidad. Para ello se han establecido, a lo largo del tiempo, ciertos protocolos de la vida en el campo que incorporan todo lo requerido, desde el espacio de la casa hasta el mobiliario y los utensilios. Para algunos la casa de campo es escenario de liberación, para otros es el lugar para celebrar grandes reuniones y “parrandas” multitudinarias. Para unos la casa de campo es el lugar perfecto para disfrutar los días y las noches y hacer desaparecer temporalmente la noción urbana del tiempo, con sus rutinas y exigencias. Para otros la casa de campo es un lugar más en su vida social.
La casa de campo se asocia con la idea de las “vacaciones”, la que tiene varias maneras de entenderse. Su sentido más profundo es el de cambio del ritmo de vida laboral a otro de distensión y disfrute. En los regímenes laborales del mundo moderno las vacaciones son un derecho de los empleados, desde gerentes hasta empleados de servicio. Es la compensación necesaria que llega tras muchos meses de trabajo continuo. En las regiones geográficas sujetas a cambios de estaciones, las vacaciones se asociaron desde tiempos pretéritos al período de verano, el más caluroso y relajado. En el trópico las vacaciones se asocian al cambio de clima y de paisaje, los habitantes de las tierras altas buscan el calor, los de las tierras cálidas el frío. El mar ha sido, es y será el lugar en el que la imagen del descanso se expande hasta el infinito.
Vacaciones es sinónimo de “veraneo” y esta palabra contiene algo que ya se ha dicho, la asociación del descanso con la estación más calurosa del año. En las regiones tropicales las denominaciones de invierno y verano asumen un sentido distinto. En el altiplano boliviano el invierno es el período más soleado, en Colombia es el período de lluvias. El calor está siempre presente en las tierras bajas y el frío en las altas. Existe además ese maravilloso clima llamado “templado”, en el que las flores y las frutas abundan y crece el café. “Temperar” fue también un término sinónimo de vacaciones. Su sentido contiene el sabor de medianía propia de los climas templados.
Algunos antecedentes
Los aristócratas del pasado asumieron las vacaciones como otra manera de no hacer nada, en medio del campo. El surgir de nuevos grupos sociales urbanos en la sociedad industrial del siglo xix estableció una nueva manera de entender el trabajo y el descanso y fue el momento de origen de la casa de campo en su sentido actual. Los nuevos medios de transporte como el tranvía y el ferrocarril, favorecieron la comunicación entre el campo y la ciudad. Se formaron así las primeras periferias suburbanas destinadas al ocio. Las casas de campo se establecieron como parte de un modo de vida. La literatura europea abunda en ejemplos. En el argumento de las novelas inglesas de E. M. Forster, los cottages suburbanos adquieren una importancia singular. Algo similar sucede con las “dachas” en los cuentos y novelas rusos. En la literatura francesa del siglo xix las casas de campo fueron lugares preferidos para pasiones prohibidas y en una de ellas sufrió elegantemente la heroína de La Traviata. La pasión por el campo, como alternativa a la ciudad industrial, llevó a los ingleses a concebir la idea de la “ciudad-jardín” en la que la naturaleza debía predominar sobre la construcción. Esa idea equívoca de equilibrio condujo a la formación posterior del suburbio norteamericano, en el que no hay ni ciudad ni naturaleza.
Las condiciones impuestas por la modernidad sobre los modos de vida en las grandes ciudades llevaron a dar un nuevo sentido arquitectónico a la casa de campo. La vida en el suburbio norteamericano contribuyó inicialmente a confundir la casa suburbana con la casa de campo. Se formaron así grandes parcelaciones en las que, en predios relativamente holgados, se podían construir casas con aire de campo. Hoy en día a esas urbanizaciones se les denomina “condominio campestre” en las que, en la mayoría de los casos, simplemente se le da un toque natural a la vida urbana.
En la modernidad arquitectónica se prohibió prácticamente cualquier intento de réplica de estilos historicistas o de rasgos vernaculares. La verdadera casa moderna debía enunciarse como una versión abstracta de la cabaña primitiva, como bien lo anota Joseph Rykwert en su libro La casa de Adán en el paraíso. La casa Farnsworth de Ludwig Mies van der Rohe es un ejemplo paradigmático de esta propuesta. El planteamiento sintético de su exterior se transforma en su interior en un espacio único en el que se reúnen todas las funciones. Esta casa puede considerarse el antecedente más ilustre del contenedor minimalista ahora de moda.
A pesar de estar en medio de la naturaleza, no todas las casas paradigmáticas de la arquitectura moderna europea y norteamericana pueden llamarse casas de campo. La casa “de la cascada” de Frank Lloyd Wright y las “villas” de Le Corbusier son mansiones burguesas reinterpretadas por sus autores, orgánicamente en un caso, funcional y estéticamente en el otro.
La geografía y las casas de campo
Uno de los atractivos de la casa de campo es el paisaje y en Colombia los hay y muy variados. El paisaje es una construcción cultural elaborada a lo largo de siglos. En el paisaje agreste la intervención es mínima, en el paisaje cultivado se advierte el deseo de obtener de la naturaleza algo que beneficie a sus habitantes. El mar es un paisaje en sí mismo.
La geografía de Colombia es privilegiada. Participa de cinco grandes regiones naturales: el Caribe, el Pacífico, los Andes, la Orinoquia y la Amazonía. La gran cordillera que viene del sur se abre en tres dedos que delimitan las planicies del Pacífico, los valles de los ríos Cauca y Magdalena y sirven de borde a las inmensas extensiones de los llanos orientales y de la selva amazónica. En esa geografía hay muchos climas posibles, desde el calor húmedo de las regiones selváticas hasta el frío penetrante de los altiplanos, pasando por el privilegiado clima templado en el que se cultivan generosamente el café y los frutales.
Las casas de campo en Colombia
En el mundo colonial colombiano no existió algo semejante a una casa de campo. La hacienda era un lugar de producción, la casa de hacienda era práctica pero no era cómoda. Fue en el siglo xix cuando se introdujeron las reformas que embellecieron los viejos recintos y los volvieron un poco más confortables. La casa de campo como “finca de recreo” apareció más tarde. Al igual que en Europa, los nuevos medios de transporte, especialmente el tranvía y el ferrocarril, favorecieron el acercamiento entre el campo y la ciudad. Los viejos hacendados conservaron sus propiedades, los nuevos ricos y algunos empleados pudientes alcanzaron el ideal de tener una propiedad en el campo, para pasar las vacaciones o “veranear”. Los hoteles de vacaciones aparecieron y prosperaron.
El caso de las quintas de Chapinero en Bogotá es representativo de este fenómeno. Los primeros veraneantes alquilaban casas campesinas para pasar sus días de descanso. Eugenio Díaz, en su cuento “Aguinaldos en Chapinero” relató en forma bastante detallada el traslado de una familia bogotana con todos sus pertrechos a una casa alquilada para pasar un par de semanas en Navidad. Las condiciones amables de esa porción de la sabana de Bogotá y la puesta en funcionamiento de una línea del tranvía de mulas incentivaron la adquisición de parcelas por parte de los citadinos y en ellas se construyeron las primeras “quintas”, de aire sencillo y alegre que derivaron posteriormente en casas de mayor tamaño y ostentación.
Muchos sectores de casas de campo se formaron al final del siglo xix y comienzos del xx a lo largo de las líneas de ferrocarril. Entre Bogotá y Girardot en la franja templada de Cachipay, La Capilla, El Ocaso, San Javier y La Esperanza y en las tierras más cálidas de Apulo y Flandes, se construyeron innumerables fincas de recreo. Algo semejante sucedió entre Bogotá y Puerto Salgar, en Sasaima, Villeta y Útica donde también se levantaron casas campestres. Puerto Colombia, en la costa atlántica, fue un lugar favorito de descanso y veraneo que se desarrolló gracias al ferrocarril que comunicó el puerto con Barranquilla. La localidad de La Cumbre, en el Valle del Cauca, creció como un lugar de vacaciones de clima más frío que el de Cali, comunicada también por una línea férrea. La arquitectura de madera de sus casas es un caso único, de especial interés.
En la arquitectura de las primeras casas de campo colombianas se replicaron ejemplos presentados en revistas y libros. Como ya se insinuó, las casas debían tener un cierto aire de informalidad y ligereza. En las quintas bogotanas y en las casas de clima templado se emplearon estilos diversos que recordaban remotamente las casas rurales europeas y, en algunos casos, las viviendas tradicionales de la región reinterpretadas a la manera neocolonial. En tierras calientes se favoreció la frescura y la ventilación. Miradores, corredores amplios, encajes y persianas de madera y muebles de apariencia liviana hicieron parte de ese primer repertorio campestre.
Hacia 1950 se presentó una declinación apreciable en la construcción de casas campestres en Colombia. Por ese motivo es raro encontrar ejemplos interesantes y representativos del lenguaje de la primera modernidad. Las casas proyectadas por Vicente Nasi en Fusagasugá y algunas casas costeras de Obregón Valenzuela & Cía. forman parte de este escaso y selecto repertorio. Entre 1960 y 1980 los principales huéspedes citadinos del campo fueron los hippies quienes además de amar la naturaleza, la consumían en diversas formas. Ese retorno a lo vernacular, al contacto con la tierra, a la simplicidad de la vida campesina, tiene hoy todavía sus ecos en diversas regiones antaño paradisíacas y hoy sujetas a fuertes oleadas turísticas. Pero hoy ya no se necesita ser hippie para adquirir humildes propiedades rurales que se remodelan para convertirlas en casas de descanso.
La tradición de la casa de campo se concentra hoy en día no sólo en las regiones que se desarrollaron hace un siglo. Nuevas tierras se han convertido en lugares de recreo o de vacaciones: la sabana de Bogotá y sus alrededores, la meseta de Rionegro en Antioquia, el eje cafetero, el valle del Cauca, la región de Barichara y los alrededores de Bucaramanga en Santander, el piedemonte cercano a Villavicencio, la costa atlántica entre Barranquilla y Cartagena, las islas del Rosario y el archipiélago de San Andrés y Providencia. En principio, cualquier área rural cercana a una ciudad es potencialmente un lugar propicio para la construcción de casas de recreo. La selva es más difícil.
La arquitectura de las casas de campo
La aproximación actual a la arquitectura de la casa de campo parte de múltiples opciones, desde la mirada a formas y técnicas tradicionales hasta las ideas minimalistas que, a su vez, son reelaboraciones de los principios funcionalistas y de las formas abstractas de la primera época de la arquitectura moderna. Hay casas de diversas formas y tamaños y de arquitecturas diversas.
Una primera forma muy sencilla de casa de campo es el “refugio”, el albergue mínimo, simple, que protege de lo externo y en su interior ofrece el calor en el clima frío y la frescura en el cálido. En el refugio se condensan dos de las virtudes primarias de la arquitectura: la protección y el cobijo. La estética del refugio es sintética. Puede parecerse a una choza o puede ser un cubo acristalado. En lo frío una chimenea puede ser el centro del espacio, aun cuando no esté en su centro geométrico. En lo cálido la transparencia de la piel debe primar. La casa de playa, como refugio, es y debe ser abierta, expandida hacia ese horizonte lejano, inalcanzable. Sus pisos deben ser frescos, la brisa debe recorrerla por todas partes. Casas de playa con aire acondicionado son inconcebibles.
La casa de campo entendida en una segunda instancia como “casa” tiene otras connotaciones. Se piensa ahora en algo más formal, pero con ciertas licencias: la cocina puede integrarse con el comedor y este con la sala. Las alcobas, cuando hay más de una, se separan, lo mismo que los baños. Lo campesino se hace presente en el interior de la casa en los objetos artesanales, en el tapizado de los muebles, en la loza y en el grado aceptable de informalidad acorde con el carácter de sus dueños. De ahí a ser una casa formal, con toda su parafernalia, hay poca distancia.
Tomar elementos de la arquitectura del lugar es un recurso que otorga identidad a la arquitectura de la casa de campo colombiana. La escogencia de la madera, la guadua, la tierra, la piedra, el adobe, el ladrillo, la palma o la paja, responde en muchos casos a la intención de integrarse con el paisaje o con la región. Algunos arquitectos optan por imitar la imagen de las casas campesinas, otros desarrollan sus lenguajes contemporáneos con técnicas tradicionales. El material provee múltiples oportunidades para la exploración de nuevas formas o técnicas.
La abstracción propia de la modernidad ha permitido desarrollar múltiples variaciones de la casa-prisma o de la casa-cubo. Pero, curiosamente, la noción misma de la casa de campo exige añadir algo a la pura abstracción minimalista: una cubierta a dos aguas, un material tradicional, un alero o un porche. Imaginar una casa de campo puramente abstracta es como eliminar el olor a campo o el zumbido de los zancudos que desconocen las restricciones del purismo.
El exterior
La casa de campo debe prolongarse al exterior. Para ello hay varios recursos. El jardín es uno de los más antiguos. La naturaleza domesticada se convierte en naturaleza organizada para agradar. La huerta es otra cosa. Allí se cultivan hierbas, legumbres, frutas. El invernadero es la posibilidad de cultivar en invierno o de llevar la flora tropical a otros climas. Sus bellas estructuras antiguas son reemplazadas hoy por horribles tiendas de polietileno que, al acercarse a la casa, le transfieren su fealdad.
Porches, terrazas, balcones, piscinas, estanques, son recursos con que la casa de campo se relaciona con su entorno. Las puertas se abren hacia esos espacios tratando de integrar el interior con el paisaje. La ventana, si es grande, permite que el paisaje se introduzca en la casa. Si es reducida, forma el marco de un cuadro en el que las pinceladas las proporcionan el cielo, el agua, los árboles, las flores y el césped. Una vista lejana es distinta de una inmediata. El sol y la lluvia hacen variar los colores, los acentúan o los desvanecen.
#AmorPorColombia
La casa de campo
Entre la cabaña vernacular y el contenedor minimalista
Jericó, Antioquia, Arquitecto Gabriel Jaime Gómez. Antonio Castañeda Buraglia.
Texto de: Alberto Saldarriaga Roa
El campo y la vida sencilla
El campo es para unos el paraíso terrenal, para otros, como un famoso escritor francés, es “ese horrible lugar donde los pollos andan crudos”. Desde el punto de vista sociológico el campo es lo opuesto a la ciudad. Los antropólogos hace años lo definieron como el lugar donde reside la sociedad campesina. El campo no es la selva, es la naturaleza domesticada y cultivada. Aun cuando se localiza en tierras cultivables, la casa de campo, o la casa de playa cerca al mar, no es una unidad productiva, está pensada y hecha para el ocio y el disfrute.
La casa de campo se asocia con las ideas de sencillez y de informalidad tomadas, probablemente, de la interpretación citadina de la vida campesina formada en el siglo xix que aún sobrevive en el mundo burgués. Desde entonces la arquitectura de la casa de campo debe invitar a la sencillez e informalidad. Para ello se han establecido, a lo largo del tiempo, ciertos protocolos de la vida en el campo que incorporan todo lo requerido, desde el espacio de la casa hasta el mobiliario y los utensilios. Para algunos la casa de campo es escenario de liberación, para otros es el lugar para celebrar grandes reuniones y “parrandas” multitudinarias. Para unos la casa de campo es el lugar perfecto para disfrutar los días y las noches y hacer desaparecer temporalmente la noción urbana del tiempo, con sus rutinas y exigencias. Para otros la casa de campo es un lugar más en su vida social.
La casa de campo se asocia con la idea de las “vacaciones”, la que tiene varias maneras de entenderse. Su sentido más profundo es el de cambio del ritmo de vida laboral a otro de distensión y disfrute. En los regímenes laborales del mundo moderno las vacaciones son un derecho de los empleados, desde gerentes hasta empleados de servicio. Es la compensación necesaria que llega tras muchos meses de trabajo continuo. En las regiones geográficas sujetas a cambios de estaciones, las vacaciones se asociaron desde tiempos pretéritos al período de verano, el más caluroso y relajado. En el trópico las vacaciones se asocian al cambio de clima y de paisaje, los habitantes de las tierras altas buscan el calor, los de las tierras cálidas el frío. El mar ha sido, es y será el lugar en el que la imagen del descanso se expande hasta el infinito.
Vacaciones es sinónimo de “veraneo” y esta palabra contiene algo que ya se ha dicho, la asociación del descanso con la estación más calurosa del año. En las regiones tropicales las denominaciones de invierno y verano asumen un sentido distinto. En el altiplano boliviano el invierno es el período más soleado, en Colombia es el período de lluvias. El calor está siempre presente en las tierras bajas y el frío en las altas. Existe además ese maravilloso clima llamado “templado”, en el que las flores y las frutas abundan y crece el café. “Temperar” fue también un término sinónimo de vacaciones. Su sentido contiene el sabor de medianía propia de los climas templados.
Algunos antecedentes
Los aristócratas del pasado asumieron las vacaciones como otra manera de no hacer nada, en medio del campo. El surgir de nuevos grupos sociales urbanos en la sociedad industrial del siglo xix estableció una nueva manera de entender el trabajo y el descanso y fue el momento de origen de la casa de campo en su sentido actual. Los nuevos medios de transporte como el tranvía y el ferrocarril, favorecieron la comunicación entre el campo y la ciudad. Se formaron así las primeras periferias suburbanas destinadas al ocio. Las casas de campo se establecieron como parte de un modo de vida. La literatura europea abunda en ejemplos. En el argumento de las novelas inglesas de E. M. Forster, los cottages suburbanos adquieren una importancia singular. Algo similar sucede con las “dachas” en los cuentos y novelas rusos. En la literatura francesa del siglo xix las casas de campo fueron lugares preferidos para pasiones prohibidas y en una de ellas sufrió elegantemente la heroína de La Traviata. La pasión por el campo, como alternativa a la ciudad industrial, llevó a los ingleses a concebir la idea de la “ciudad-jardín” en la que la naturaleza debía predominar sobre la construcción. Esa idea equívoca de equilibrio condujo a la formación posterior del suburbio norteamericano, en el que no hay ni ciudad ni naturaleza.
Las condiciones impuestas por la modernidad sobre los modos de vida en las grandes ciudades llevaron a dar un nuevo sentido arquitectónico a la casa de campo. La vida en el suburbio norteamericano contribuyó inicialmente a confundir la casa suburbana con la casa de campo. Se formaron así grandes parcelaciones en las que, en predios relativamente holgados, se podían construir casas con aire de campo. Hoy en día a esas urbanizaciones se les denomina “condominio campestre” en las que, en la mayoría de los casos, simplemente se le da un toque natural a la vida urbana.
En la modernidad arquitectónica se prohibió prácticamente cualquier intento de réplica de estilos historicistas o de rasgos vernaculares. La verdadera casa moderna debía enunciarse como una versión abstracta de la cabaña primitiva, como bien lo anota Joseph Rykwert en su libro La casa de Adán en el paraíso. La casa Farnsworth de Ludwig Mies van der Rohe es un ejemplo paradigmático de esta propuesta. El planteamiento sintético de su exterior se transforma en su interior en un espacio único en el que se reúnen todas las funciones. Esta casa puede considerarse el antecedente más ilustre del contenedor minimalista ahora de moda.
A pesar de estar en medio de la naturaleza, no todas las casas paradigmáticas de la arquitectura moderna europea y norteamericana pueden llamarse casas de campo. La casa “de la cascada” de Frank Lloyd Wright y las “villas” de Le Corbusier son mansiones burguesas reinterpretadas por sus autores, orgánicamente en un caso, funcional y estéticamente en el otro.
La geografía y las casas de campo
Uno de los atractivos de la casa de campo es el paisaje y en Colombia los hay y muy variados. El paisaje es una construcción cultural elaborada a lo largo de siglos. En el paisaje agreste la intervención es mínima, en el paisaje cultivado se advierte el deseo de obtener de la naturaleza algo que beneficie a sus habitantes. El mar es un paisaje en sí mismo.
La geografía de Colombia es privilegiada. Participa de cinco grandes regiones naturales: el Caribe, el Pacífico, los Andes, la Orinoquia y la Amazonía. La gran cordillera que viene del sur se abre en tres dedos que delimitan las planicies del Pacífico, los valles de los ríos Cauca y Magdalena y sirven de borde a las inmensas extensiones de los llanos orientales y de la selva amazónica. En esa geografía hay muchos climas posibles, desde el calor húmedo de las regiones selváticas hasta el frío penetrante de los altiplanos, pasando por el privilegiado clima templado en el que se cultivan generosamente el café y los frutales.
Las casas de campo en Colombia
En el mundo colonial colombiano no existió algo semejante a una casa de campo. La hacienda era un lugar de producción, la casa de hacienda era práctica pero no era cómoda. Fue en el siglo xix cuando se introdujeron las reformas que embellecieron los viejos recintos y los volvieron un poco más confortables. La casa de campo como “finca de recreo” apareció más tarde. Al igual que en Europa, los nuevos medios de transporte, especialmente el tranvía y el ferrocarril, favorecieron el acercamiento entre el campo y la ciudad. Los viejos hacendados conservaron sus propiedades, los nuevos ricos y algunos empleados pudientes alcanzaron el ideal de tener una propiedad en el campo, para pasar las vacaciones o “veranear”. Los hoteles de vacaciones aparecieron y prosperaron.
El caso de las quintas de Chapinero en Bogotá es representativo de este fenómeno. Los primeros veraneantes alquilaban casas campesinas para pasar sus días de descanso. Eugenio Díaz, en su cuento “Aguinaldos en Chapinero” relató en forma bastante detallada el traslado de una familia bogotana con todos sus pertrechos a una casa alquilada para pasar un par de semanas en Navidad. Las condiciones amables de esa porción de la sabana de Bogotá y la puesta en funcionamiento de una línea del tranvía de mulas incentivaron la adquisición de parcelas por parte de los citadinos y en ellas se construyeron las primeras “quintas”, de aire sencillo y alegre que derivaron posteriormente en casas de mayor tamaño y ostentación.
Muchos sectores de casas de campo se formaron al final del siglo xix y comienzos del xx a lo largo de las líneas de ferrocarril. Entre Bogotá y Girardot en la franja templada de Cachipay, La Capilla, El Ocaso, San Javier y La Esperanza y en las tierras más cálidas de Apulo y Flandes, se construyeron innumerables fincas de recreo. Algo semejante sucedió entre Bogotá y Puerto Salgar, en Sasaima, Villeta y Útica donde también se levantaron casas campestres. Puerto Colombia, en la costa atlántica, fue un lugar favorito de descanso y veraneo que se desarrolló gracias al ferrocarril que comunicó el puerto con Barranquilla. La localidad de La Cumbre, en el Valle del Cauca, creció como un lugar de vacaciones de clima más frío que el de Cali, comunicada también por una línea férrea. La arquitectura de madera de sus casas es un caso único, de especial interés.
En la arquitectura de las primeras casas de campo colombianas se replicaron ejemplos presentados en revistas y libros. Como ya se insinuó, las casas debían tener un cierto aire de informalidad y ligereza. En las quintas bogotanas y en las casas de clima templado se emplearon estilos diversos que recordaban remotamente las casas rurales europeas y, en algunos casos, las viviendas tradicionales de la región reinterpretadas a la manera neocolonial. En tierras calientes se favoreció la frescura y la ventilación. Miradores, corredores amplios, encajes y persianas de madera y muebles de apariencia liviana hicieron parte de ese primer repertorio campestre.
Hacia 1950 se presentó una declinación apreciable en la construcción de casas campestres en Colombia. Por ese motivo es raro encontrar ejemplos interesantes y representativos del lenguaje de la primera modernidad. Las casas proyectadas por Vicente Nasi en Fusagasugá y algunas casas costeras de Obregón Valenzuela & Cía. forman parte de este escaso y selecto repertorio. Entre 1960 y 1980 los principales huéspedes citadinos del campo fueron los hippies quienes además de amar la naturaleza, la consumían en diversas formas. Ese retorno a lo vernacular, al contacto con la tierra, a la simplicidad de la vida campesina, tiene hoy todavía sus ecos en diversas regiones antaño paradisíacas y hoy sujetas a fuertes oleadas turísticas. Pero hoy ya no se necesita ser hippie para adquirir humildes propiedades rurales que se remodelan para convertirlas en casas de descanso.
La tradición de la casa de campo se concentra hoy en día no sólo en las regiones que se desarrollaron hace un siglo. Nuevas tierras se han convertido en lugares de recreo o de vacaciones: la sabana de Bogotá y sus alrededores, la meseta de Rionegro en Antioquia, el eje cafetero, el valle del Cauca, la región de Barichara y los alrededores de Bucaramanga en Santander, el piedemonte cercano a Villavicencio, la costa atlántica entre Barranquilla y Cartagena, las islas del Rosario y el archipiélago de San Andrés y Providencia. En principio, cualquier área rural cercana a una ciudad es potencialmente un lugar propicio para la construcción de casas de recreo. La selva es más difícil.
La arquitectura de las casas de campo
La aproximación actual a la arquitectura de la casa de campo parte de múltiples opciones, desde la mirada a formas y técnicas tradicionales hasta las ideas minimalistas que, a su vez, son reelaboraciones de los principios funcionalistas y de las formas abstractas de la primera época de la arquitectura moderna. Hay casas de diversas formas y tamaños y de arquitecturas diversas.
Una primera forma muy sencilla de casa de campo es el “refugio”, el albergue mínimo, simple, que protege de lo externo y en su interior ofrece el calor en el clima frío y la frescura en el cálido. En el refugio se condensan dos de las virtudes primarias de la arquitectura: la protección y el cobijo. La estética del refugio es sintética. Puede parecerse a una choza o puede ser un cubo acristalado. En lo frío una chimenea puede ser el centro del espacio, aun cuando no esté en su centro geométrico. En lo cálido la transparencia de la piel debe primar. La casa de playa, como refugio, es y debe ser abierta, expandida hacia ese horizonte lejano, inalcanzable. Sus pisos deben ser frescos, la brisa debe recorrerla por todas partes. Casas de playa con aire acondicionado son inconcebibles.
La casa de campo entendida en una segunda instancia como “casa” tiene otras connotaciones. Se piensa ahora en algo más formal, pero con ciertas licencias: la cocina puede integrarse con el comedor y este con la sala. Las alcobas, cuando hay más de una, se separan, lo mismo que los baños. Lo campesino se hace presente en el interior de la casa en los objetos artesanales, en el tapizado de los muebles, en la loza y en el grado aceptable de informalidad acorde con el carácter de sus dueños. De ahí a ser una casa formal, con toda su parafernalia, hay poca distancia.
Tomar elementos de la arquitectura del lugar es un recurso que otorga identidad a la arquitectura de la casa de campo colombiana. La escogencia de la madera, la guadua, la tierra, la piedra, el adobe, el ladrillo, la palma o la paja, responde en muchos casos a la intención de integrarse con el paisaje o con la región. Algunos arquitectos optan por imitar la imagen de las casas campesinas, otros desarrollan sus lenguajes contemporáneos con técnicas tradicionales. El material provee múltiples oportunidades para la exploración de nuevas formas o técnicas.
La abstracción propia de la modernidad ha permitido desarrollar múltiples variaciones de la casa-prisma o de la casa-cubo. Pero, curiosamente, la noción misma de la casa de campo exige añadir algo a la pura abstracción minimalista: una cubierta a dos aguas, un material tradicional, un alero o un porche. Imaginar una casa de campo puramente abstracta es como eliminar el olor a campo o el zumbido de los zancudos que desconocen las restricciones del purismo.
El exterior
La casa de campo debe prolongarse al exterior. Para ello hay varios recursos. El jardín es uno de los más antiguos. La naturaleza domesticada se convierte en naturaleza organizada para agradar. La huerta es otra cosa. Allí se cultivan hierbas, legumbres, frutas. El invernadero es la posibilidad de cultivar en invierno o de llevar la flora tropical a otros climas. Sus bellas estructuras antiguas son reemplazadas hoy por horribles tiendas de polietileno que, al acercarse a la casa, le transfieren su fealdad.
Porches, terrazas, balcones, piscinas, estanques, son recursos con que la casa de campo se relaciona con su entorno. Las puertas se abren hacia esos espacios tratando de integrar el interior con el paisaje. La ventana, si es grande, permite que el paisaje se introduzca en la casa. Si es reducida, forma el marco de un cuadro en el que las pinceladas las proporcionan el cielo, el agua, los árboles, las flores y el césped. Una vista lejana es distinta de una inmediata. El sol y la lluvia hacen variar los colores, los acentúan o los desvanecen.