El elixir de una fruta

Cafetero en Líbano, Tolima.    Andrés Mauricio López.

Gonzalo Ariza, Cafetal (detalle). Políptico óleo,160 x 280 cm   Andrés Mauricio López.

Texto de: Liliana Villegas

Hay en el café algo tan o más estimulante que su mismo aroma y sabor: las ganas de tomar un café, la necesidad física de pensar que un café nos va a caer muy bien, la idea de tomar un café lo más pronto posible que se apodera de la mente de una manera imperiosa.

Hay situaciones privilegiadas para pensar en un café: en la mañana, cuando despertamos y sabemos que tenemos todo un día por delante para trabajar; después de una intensa actividad física o mental; cuando deseamos conversar con un amigo o una amiga; cuando necesitamos hacer una pausa en nuestro trabajo; cuando estamos solos y queremos pensar en un asunto que nos place o nos preocupa, y muchísimas otras que cada uno ha inventado según sus gustos y caprichos. En cualquiera de estas situaciones el café es nuestro mejor amigo, y acudimos a él con emoción y gratitud.

Pero después de este impulso primario que nos lleva a preparar o a buscar un buen café, hay un segundo momento en el que reinan los más esenciales placeres que esta bebida nos ofrece: el aroma delicioso y embriagante que se desprende de la taza, el profundo y delicado olor que estimula nuestros sentidos preparándonos para una experiencia grata, el gusto de sorber el primer trago caliente y aromático, sentir el cálido y amargo líquido deslizarse por la garganta, la bienaventurada calidez que produce en el estómago, y, por último, experimentar la deliciosa sensación de que el café irriga las venas y circula por el cuerpo, y despeja la mente y nos abre a la conversación y a la amable reflexión.

Cuando esta experiencia se ha repetido innumerables veces en nuestra vida, cuando ya sabemos qué esperar de una buena taza de café, cuando ciertas horas del día se han vuelto sagradas porque sabemos que están bendecidas por un buen café, es cuando estamos preparados para un tercer momento privilegiado en nuestra relación con él. Es el momento en que empezamos a probar diversas variedades, y experimentamos para saber cuál es la que más nos gusta por su aroma, por su acidez, por su amargor, por su delicadeza, por su suavidad o robustez.

Es en dicho momento cuando el café nos revela sus infinitos tesoros y delicias. Ya el café no es el café a secas.

Ahora es un placer que se ha enriquecido con nuestra experiencia, y, dada su rica y variada naturaleza, está dispuesto a ofrecernos sutilezas que no conocíamos, delicadezas que estaban fuera de nuestra percepción, placeres únicos y memorables que harán más estimulantes nuestros días y más agradables los momentos maravillosos que se viven alrededor de una taza de buen café.

Y como en Colombia se producen los más deliciosos y excelsos cafés del mundo, y como sus delicadas y suaves variedades están conquistando el paladar de los conocedores en todos los rincones del planeta, y como en nuestros suelos se dan tan ricas y distintas variedades, este libro ha sido pensado para que los amantes del café conozcan de manera más íntima todo lo relacionado con los cafés colombianos, y quienes no lo conozcan se inicien en uno de los placeres más delicados y rotundos que puede ofrecer la existencia.

Este libro fue, primero, un viaje de exploración para conocer todos los rincones en donde se cultiva el café colombiano, una aventura por la hermosa tierra templada del país con sus magníficos y variados paisajes, una amable conversación con todas aquellas personas que dedican sus mejores esfuerzos a producir el mejor café suave del mundo, desde los cultivadores, los cosechadores, los trilladores, los transportadores, los que tejen empaques con fibras de fique, hasta los tostadores y las personas que saben hacer un buen café para ofrecerlo a sus amigos y clientes.

Hombres y mujeres que han hecho del café un buen motivo para vivir. Ahora este libro se ha convertido en una invitación a viajar por el universo inagotable del café, a soñar despiertos mientras nos adentramos en un mundo fascinante que vale la pena paladear sorbo a sorbo hasta la última gota.

Bienvenido entonces lector, prepara un buen café colombiano, siéntate en tu poltrona preferida, abre estas páginas estimulantes y disponte a vivir una experiencia única y maravillosa.