Presentación

Represa de Guatape. El Peñol, Antioquia.   César David Martínez.

Laguna de la Cocha. Nariño.   César David Martínez.

Texto de: Benjamín Villegas

“El panorama del río es grandioso y majestuoso… Pero esto no puede asombrar a nadie que esté acostumbrado a la grandeza del Orinoco, el Guaviare y el Guainía…”, anotaría Humboldt en su diario al describir ese que los conquistadores y cronistas de Indias habían llamado sorprendidos en el río grande de la Magdalena.

Así es Colombia. Ese, nuestro país, cuenta con una singular riqueza en agua dulce, origen mismo e irreemplazable de la vida. Grandes y propicios ríos lo atraviesan, recibiendo en el camino el tributo de otras fuentes. Inesperados saltos y cascadas, evocadoras lagunas, misteriosas ciénagas, esquivos humedales y raros pantanos integran a menudo los paisajes de sus diversas regiones, aportando faunas y floras a su proverbial biodiversidad, la segunda más rica del mundo.

Sin embargo, esta aundancia de agua dulce en nuestro territorio no nos puede llamar a engaño. Su distribución, como ocurre en todo el mundo, no es homogénea y el solo hecho de poseerla no nos exime de los peligros que afronta en el resto del planeta, donde la pequeña cantidad de agua dulce disponible resulta cada vez más insuficiente para dar abasto a una demanda creciente agravada por un empleo irracional y un despilfarro incomprensible.

Así, pues, muchas son las amenazas que se ciernen sobre los ecosistemas que nos garantizan el flujo normal del ciclo del agua en el país. Una de ellas, tal vez la más mentada, es el debatido calentamiento global —producto desafortunado de la actividad del hombre— que, en nuestro caso concreto, ya ha disparado la desaparición de los hielos y picos nevados, la alteración de los páramos y bosques de niebla, el debilitamiento de los nacimientos y las cuencas, afectando, desde luego, el hábitat de todas las especies animales y vegetales que allí han prosperado desde siempre.

Este libro —que tan bellamente transita nuestra geografía del agua para ilustrarnos de un extremo a otro su ciclo interminable— aspira a constituirse en un llamado a la valoración de este recurso, que propenda por su uso ponderado y racional, al tiempo que convoque una voluntad de acción con miras a protegerlo y preservarlo, a salvarlo del desequilibrio y la degradación.

Concentrada primordialmente en nuestros ríos, el agua está llamada a ser en un futuro no distante una fuente insoslayable de bienestar para Colombia, sus gentes y su economía. En nuestras manos está su suerte.